Nunca llores. Por nada del mundo. No dejes que te rompan el corazón - Las palabras que le decía su madre resonaban con fuerza en la cabeza de Jane mientras sendas lagrimas surcaban sus mejillas abriéndose paso desde sus ojos. Ella prometió que jamas lloraría pero su corazón la traiciono una vez mas. No solo le dolía la infidelidad del que hasta ese entonces era el amor de su vida, sino también la traición de la que ella consideraba su mejor amiga.
-Recoger vuestras cosas e iros de mi casa. No os quiero volver a ver a ninguno de los dos. Desaparecer de mi vida.
-Te prometo que solo ha sido una vez, es mas, no se como ha sucedido. Yo estoy confundido amor, pero te quiero. -Marcus intentaba conseguir su perdón pero ella no estaba dispuesta a dárselo.
-Os quiero fuera de mi casa ahora. Y tu, falsa amiga quiero que olvides que alguna vez existí para ti.
Después de discutir un buen rato y de excusas sin ningún tipo de lógica Marcus y Johanna abandonaron su piso. Jane no paraba de llorar mientras se reprochaba a si misma cuan idiota era. La noche avanzaba y pronto llegaría la hora de ir a trabajar así que decidió darse una ducha para sentirse un poco mejor. Tras alargar la ducha un rato empezó la rutina de cada mañana. A pesar de haber sufrido lo indecible la noche anterior Jane decidió coger el mundo por bandera. Su maquillaje constaba de un eyeliner de gato que enmarcaban sus pequeños ojos azules, un poco de rubor melocotón en las mejillas y su toque estrella, los labios rojos. Tras ello se ondulo su larga cabellera negra azabache y se vistió preparada para comerse el mundo y no dejar que nada mas la hiriera. Se preparo el desayuno, muesli con banana y se lo comió rápidamente.
Después de 45 minutos salio de su casa y se dirigió a la estación de metro para llegar a su trabajo. Jane trabajaba en una tienda de coleccionismo de antigüedades. No le apasionaba el trabajo, la mayoría de las veces le vendían objetos feos y sin valor alguno, pero a veces encontraba verdaderas joyas como aquel diván del siglo XVII que reposaba en su habitación.
Al girar la calle que daba al callejón donde se encontraba su trabajo observo a lo lejos la figura de dos hombres que la miraban. Ella se puso nerviosa y dudo por un instante si darse la vuelta y esperar a que se fueran pero si hacia eso llegaría tarde al trabajo. Al final se decidió a adentrarse en el callejón camino a la tienda mientras no paraba de mirar a aquellos dos desconocidos que no le quitaban ojo de encima mientras susurraban entre si. Un trueno surco el cielo y Jane se dio la vuelta asustada para comprobar que se acercaba una terrible tormenta. Al retomar su camino se percato de que los intrusos ya no estaban pero la lluvia se cernía sobre ella por lo que tubo que correr para guarecerse en la tienda.
Nada mas entrar noto el ambiente cargado, algo le decía que un peligro le acechaba. Mientras hacia inventario de las cosas que le habían ido llegando a lo largo de la mañana empezó a escuchar susurros que parecían gritar su nombre. Cada vez se escuchaban mas altos. Ella no paraba de volverse para examinar de donde provenía aquella voz pero nada, no encontraba nada. Un magnetismo empezó a empujarla al fondo de la tienda, donde descansaba encima de la mesa aquel ejemplar de brujería que le llego la semana pasada. Su instinto era tocarlo pero algo le decía que no debía hacerlo. Ella misma se sorprendió cuando vio como acercaba su mano al manuscrito y al posarla sobre el todo se volvió negro.
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