juan-criollo1525153912 Juan Criollo

Reflexionamos sobre lo que hacemos a diario, pero ¿acaso el tiempo nos pertenece o nos sobra para todo eso que hacemos?


Cuento Todo público.

#relato
Cuento corto
0
5.1mil VISITAS
Completado
tiempo de lectura
AA Compartir

"Horas de vida"

“La complejidad del tiempo suele ser un tema muy debatido, pues hay quienes viven melancólicos de un pasado, otros que disfrutan del presente y algunos que anhelan un mejor futuro. Se dice que cuando uno es joven el tiempo pasa demasiado rápido, sin avisarte o notificarte de todos los cambios que han ocurrido, como por ejemplo, los cambios de tu cuerpo, los cambios de quienes te rodean y en sí, el cambio constante que tiene el mundo en el que vives. No es hasta cuando llegas a ser adulto en el que finalmente te percatas de estos cambios, en los que analizas y te detienes a pensar en todo lo que ha pasado y está pasando. Quizás el tiempo nunca te avisa, tal vez a medida que vas creciendo y madurando, tú mismo te das cuenta lo efímero que llega a ser el presente.”

Medardo tiene 19 años, representa a un joven promedio en su etapa madura; su barba y metro setenta y cinco de estatura dan fe de ello. Medardo debatía constantemente en solitario, hablaba consigo mismo sobre los temas que le aquejaban o de los que tenía curiosidad, quizás hacía esto porque no encontraba en ninguna persona tal conexión o afinidad por querer entablar este tipo de conversa. Entre los temas que más mencionaba consigo mismo, era el del tiempo, de cómo los segundos transcurren y detrás de estos se ocultan grandes cambios suscitados en el mundo. Llegaba momentos en los que anhelaba detener el tiempo o manejarlo a su conveniencia, claro está que como toda persona, Medardo también tenía sus fantasías sobre lo que le gustaría hacer.

Eran más o menos las diecisiete horas con veintiocho minutos cuando Medardo se encontraba regresando a casa después de una larga y cansada jornada en la Universidad. Tenía sus manos dentro de sus bolsillos, daba pasos lentos, como si no tuviera apuro de llegar a casa pese a la cantidad de deberes que tenía por hacer, quizás esta sea la razón por la que no quería llegar pronto a casa, no por evitar cumplir con sus tareas asignadas, sino porque sabía que esa caminata sería su único momento de relajación en ese día. Tenía la cabeza ligeramente inclinada hacia el suelo, de tal manera que apenas y podía ver el camino, no le interesaba lo que pudiera mirar al frente, su atención se encontraba en sus pensamientos, y entre los mismos se hallaban cálculos de cuánto tiempo usaría para comer y para concluir con todas sus tareas. Su último pensamiento interno se trata de maldecir las pocas horas que tiene para llevar a cabo tales actividades, y antes que pudiera llegar a pensar algo más, sus ojos captan a tiempo un par de pies al frente suyo, lo cual le permite detenerse justo a tiempo antes de chocar con aquella persona que se encontraba al frente de él. Sorprendido, levanta la cabeza y se fija en el aspecto del hombre que se le encuentra viendo fijamente sin ningún tipo de expresión en el rostro, mismo que provoca un miedo en Medardo, quién sin poder cerrar la boca de la impresión retrocede dos pasos para tomar aire y poder encarar a aquel sujeto misterioso. El tipo es mucho más alto que Medardo, lleva puesto un abrigo largo de color negro como esos que usan los detectives en sus respectivas películas, complementando a esta descripción también lleva un sombrero y una bufanda, pero aun así se puede apreciar la neutralidad de toda emoción en el rostro de aquel sujeto, cuya mirada sigue fijamente sobre Medardo. Antes de que alguno diga una palabra, el tipo extraño saca una de sus manos del bolsillo de su abrigo, al mismo tiempo, Medardo se paraliza del miedo y solo puede observar el rápido movimiento con que el sujeto desconocido cubre el rostro de Medardo con su mano.

Medardo reacciona en cuanto ve completa obscuridad y comienza a forcejear tratando de quitar la enorme mano de aquel sujeto. Aquel miedo paralizante se había ido, quizás sea porque Medardo ya no veía nada que le pudiera asustar, lo que ahora veía era completa obscuridad, una nada absoluta, pero ahora él intenta luchar por salir de ahí. ¿A qué se debe esto? Tal vez sea el mayor miedo que todos poseemos, el no poder ver ni sentir nada, a tal punto que haríamos hasta lo imposible por salir de ahí. Medardo estaba luchando, quería liberarse de aquella obscuridad, quería volver a la vida, y en el momento en que finalmente logró quitar la mano de su rostro, una breve chispa de esperanza se alojó en sus ojos al ver nuevamente la luz de la vida.

Extrañado y desconcertado se quedó Medardo al ver a su alrededor, era un cuarto lleno de máquinas y monitores que se hallaban en un largo pasillo del que no se podía ver su final. El sujeto misterioso ya no se encontraba con él, Medardo estaba solo en ese lugar. Comenzó a ver lo que había en las maquinas, se podían apreciar fotos de personas, números y botones para pulsar. Se dio cuenta que por cada fotografía, había un temporizador y botones para manipular dicha cuenta regresiva, pero antes de que pudiera averiguar algo más una voz gruesa lo paralizó.

-LO QUE ESTÁS VIENDO, SON LAS HORAS DE VIDA QUE LE QUEDAN A CADA PERSONA EN EL MUNDO, CADA UNA CUENTA CON DOS BOTONES, YA SEA PARA AUMENTAR O DISMINUIR LAS HORAS DE VIDA DE CADA PERSONA-

Medardo apenas podía mantener la cordura ante tales sucesos que estaban suscitando, intentaba tragar saliva y frotar sus manos entre ellas para calmarse así mismo, no gritaba ni lloraba, pero se podía notar que se encontraba muy asustado. Trató de respirar fuerte para tener la suficiente fuerza de preguntarle algo a aquella voz en el aire.

-¿Por qué estoy aquí?- Pregunto Medardo.

-TÚ RENEGABAS SOBRE EL POCO TIEMPO QUE TE QUEDABA, AHORA TE ESTOY DANDO LA OPORTUNIDAD DE CONOCER COMO EL TIEMPO DE LOS DEMÁS TE HA SIDO OTORGADO A TI-

Inmediatamente, apenas la misteriosa voz del aire terminó de decir sus palabras, un monitor en particular empezó a brillar, era el de Medardo, y como era de esperarse este mismo se acercó solo para observar como su temporizador aumentaba en vez de disminuir como lo hacía el del resto. Pero al mismo tiempo que la velocidad del temporizador de Medardo comenzó a subir, todas las horas de vida del resto de personas comenzaron a descender con mayor velocidad de lo normal, ya no eran segundos lo que perdían, sino horas.

Medardo asustado se quedó viendo horrorizado como sus horas de vida aumentaban y la de los otros disminuían, como si les robara la propia vida a los demás. Desesperado, comenzó a pulsar varios botones, tratando de terminar con aquella pesadilla, con su mano izquierda golpeaba los paneles mientras que con la derecha jalaba su cabello por unos segundos, mientras que en otros segundos secaba las lágrimas que caían por su rostro.

Los temporizadores se estabilizaron, pero antes de que Medardo se pudiera tranquilizar sus ojos llorosos contemplaron como a cada persona en el mundo le quedaba solamente una hora de vida.

-CADA PERSONA EN EL MUNDO TIENE SOLAMENTE UNA HORA DE VIDA MEDARDO, Y POR SI TE LO PREGUNTAS, ANTES DE QUE TÚ LLEGARAS YA EXISTÍAN PERSONAS QUE TENÍAN MENOS DE UNA HORA DE VIDA, CLARO QUE, CON ESTO QUE ACABA DE OCURRIR, ELLAS YA DEBEN ESTAR MUERTAS.-

Aquel joven se desplomó a llorar tras oír esas palabras, su supuesta madurez de un joven de 19 años habían quedado a un lado, ahora solo era una persona tirada en el suelo, golpeando a este mismo y quejándose con grandes gritos seguidos de llantos desgarradores. Su vida estaría destinada a ser el único ser humano sobre la faz de la tierra, teniendo que vivir por el resto de sus días con la consciencia llena de remordimiento, por haber sido el responsable de drenar toda vida humana para sí mismo.

-¡No puedes hacer esto! No puedes acabar con toda la vida humana solo por una persona- Le gritaba Medardo al aire en busca de una respuesta inmediata.

-YO NO HE SIDO EL RESPONSABLE DE ESTO, FÍJATE QUE TÚ ERES QUIEN LLEVA LA VENTAJA AQUÍ. SI ALGUIEN PROVOCÓ ALGO, FUISTE SOLAMENTE TÚ.-

-¡No quiero esto! ¡No quiero sus horas de vida!-

Y tras esta última frase de Medardo, nuevamente los temporizadores comenzaron a alterarse, dando como resultado final, que todas las horas de vida de Medardo se habían drenado hacia los demás y a este solo le quedaba un minuto de vida.

Medardo volvió a sentir aquella obscuridad del inicio mientras contemplaba como su último minuto de vida comenzaba a descender. Histérico comenzó a gritar a la nada, tratando de luchar por su vida, lleno de un miedo interno por saber que se estaba acercando a una muerte segura.

-¡Devuélveme mis horas de vida! ¡Solo quiero las mías! ¡No me dejes morir! ¡Por favor! ¡NO ME DEJES MORIR!-

-NINGUNA HORA DE VIDA TE PERTENECE, Y A DECIR VERDAD, TAMPOCO LE PERTENECE A NADIE. LA VIDA, EN TODA SU GENTILEZA Y NATURALEZA, HA PERMITIDO QUE CADA SER VIVO DE ESTE MUNDO, GOZE DE UN TIEMPO DETERMINADO PARA QUE PUEDA APROVECHARLO. DISFRUTA MEDARDO, DE TUS ÚLTIMOS SEGUNDOS DE VIDA.-

Solo le quedaban 25 segundos de vida a Medardo, con su mirada fija al temporizador mientras su cuerpo yacía sentado y temblando, solo le quedó por asimilar la inevitable muerte. Por última vez hablo consigo mismo, y se detuvo a pensar sobre cuántas horas de vida perdió charlando en su interior, antes que con el resto. Quizás, su muerte pasaría desapercibida, de todas maneras, el pobre de Medardo se dedicó toda su vida a evitar contacto con el resto.

¿Quién a excepción de su familia lo extrañaría?

Tal vez muchos allá afuera, subestiman sus horas de vida, si es que se puede llamarlas así. La vida solo nos ha dado un tiempo en este mundo para poder aprovecharlo, de todas maneras, nunca sabes cuando tu temporizador llegará a 0, porque llegará el momento en que te pongas a pensar en el presente, sobre lo que has hecho en el pasado, y tal vez ya no dispongas de un futuro para vivir…

19 de Agosto de 2018 a las 03:42 0 Reporte Insertar Seguir historia
1
Fin

Conoce al autor

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~