¿Por qué muchas de las historias de Daniel comenzaban en los aeropuertos? Porque, entre los esfuerzos para encontrarse con Mauricio en algún punto donde fuera factible para ambos, se la vivían entre viajes y aviones, sí, para poder disfrutar de su “amor prohibido” por unos días.
En cierto verano, Daniel había decidido viajar a Boston, EE.UU., para pasar unos días de vacaciones. Fueron casi dos semanas las que estuvo en el extranjero, sin embargo, contaba los días para regresar a México, donde el famosísimo Mau lo esperaría en la Perla Tapatía. La mañana del cuatro de agosto, fue bastante corta, por fin llegó ese momento tan anhelado para Daniel. Como siempre, Mauricio, lo recibió de una manera cómica y con su buen sentido del humor, pues se había escondido entre las personas que esperaban a los demás pasajeros tras la puerta de llegadas internacionales. El momento trascendental llegó, estaba Mauricio ahí, parado, con una camisa azul celeste perfectamente almidonada, de Brooks Brothers y unos pantalones color gris, tipo Corneliani, que, por cierto, hacían resaltar el color de sus ojos aceitunados. Se abrazaron fuertemente, se dieron un par de besos en la mejilla y tomaron un taxi hacia el hotel de siempre.
Parecía increíble, habían pasado diez prolongados meses desde que se habían visto. Tras tomarse de las manos durante el trayecto, llegaron al habitual alojamiento. Inmediatamente después de cerrar la puerta de la habitación, se besaron apasionadamente, dejaron el equipaje medio acomodado y la ropa tirada por doquier.
Según Daniel, Mauricio era excelente en el sexo. Luego de disfrutarse mutuamente, ordenaron algo para cenar dentro del cuarto, lo que hizo un momento íntimo y mágico, Daniel, finalmente, estaba comiendo en la cama junto a Mau, sí, comiendo pizza en su compañía. Perdió la cuenta de cuantas veces hicieron el amor, pero, según él, fue algo fantástico.
Por la siguiente mañana, Mauricio, se despertó para salir por un poco de café de cortesía que ponían para los huéspedes del piso 8, —piso que siempre elegía—. Daniel, estaba medio adormilado, con un cansancio agobiante por haber volado 6 horas el día anterior, en fin… No había mejor manera de despertar, que con la persona que él amaba, percibiendo el aroma de una taza de intenso café americano.
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