ivijugo Ivanna Jugo

¿Qué pasaría si un día pierdes a las personas más importantes de tu vida? Galya tiene quince años, su vida es como la de cualquier adolescente normal. Y lo seguiría siendo, si no hubiese sido por el accidente. Ese hecho crucial la deja huérfana. Pero eso no será lo único, a partir de ahora tendrá una nueva forma de ver las cosas, y esto, la hará conocer a alguien oscuro, alguien que le asusta, alguien de quien debería alejarse, pero en quien no puede dejar de pensar.


Paranormal Sólo para mayores de 18.
7
5.6mil VISITAS
Completado
tiempo de lectura
AA Compartir

CAPÍTULO 1- "El accidente"

CAPÍTULO 1

"El accidente"

Todavía recuerdo bien la fecha, 20 de enero de 2014. Mi padre, Michael, nos reunió a mamá y a mí en el living de la casa y nos comunicó con un breve discurso que había decidido que era tiempo de que nos tomáramos unas vacaciones familiares; la primera después de cinco largos años de exhaustivo trabajo en la empresa y pocas horas compartidas con nosotras. En ese instante, salté de felicidad y abracé a papá. La noticia me sorprendió mucho porque él no era la clase de persona que simplemente aparecía de la noche a la mañana con algo así, pero como mamá ni siquiera se inmutó con la decisión de papá, me hizo pensar si en realidad era algo que habían acordado entre ambos o si papá lo había planeado solo. Sin embargo, traté de no pensar en eso, y comenzar a disfrutar de la última semana en casa antes de partir a nuestras vacaciones; aunque lo que más me preocupaba era a dónde iríamos, ya que papá omitió todo tipo de detalle acerca del destino elegido. Además, solo faltaban tres semanas para mi cumpleaños y me pregunté si tal vez este viaje tenía algo que ver con mi regalo.

Como las clases habían terminado hacía dos semanas, todas mis amigas se encontraban fuera de la ciudad, lo cual hacían mis días bastante largos y sumamente aburridos, y lo único que me mantenía alegre era la idea de que cada vez faltaba menos para el viaje, exactamente cuatro días menos.

Papá era el vicepresidente de una pequeña empresa en vías de crecimiento que se encargaba del desarrollo de teléfonos móviles, y trabajaba muy duro para que la compañía llegara a ser una de las más importantes del país. No nos dijo a dónde iríamos, solo que empacáramos ropa de verano y mucho protector solar. En mi cabeza rondaba la idea de que papá recordara mis repetitivos y a veces molestos comentarios acerca de cuánto deseaba festejar mi cumpleaños número dieciséis en México, pero también era consciente de que eran muy pocas las cosas que papá sabía de mí, o que al menos lograba escuchar de mis tediosas conversaciones, aunque esa era la impresión que me demostraba su rostro al ni siquiera intentar mirarme cuando quería que se interesase por mis cosas.

Me levanté exactamente a las cinco en punto de la madrugada, y por primera vez en mis cortos años de existencia logré despertarme sin ningún tipo de problema y sin necesidad de que mamá tuviera que llamarme, como lo hacía todos los días para ir a la escuela; en realidad, me levanté tan feliz que ni siquiera me importó que estuviese lloviendo a cántaros, algo que podría llegar a demorar nuestro viaje. Inmediatamente traté de darle los últimos preparativos a la enorme maleta que llevaba y que había sido regalo de mi mejor amiga Sally hacía dos años atrás, pero que nunca tuve la oportunidad de usar. Llené la maleta con todo lo necesario para un clima caluroso, como musculosas, shorts, remeras manga corta, algunos jeans, tres o cuatro bikinis, y nunca estaba de más llevar un abrigo. Al terminar de armar mi maleta fui a despertar a mis padres.

Como de costumbre, mamá ya estaba despierta. La encontré en la cocina preparando café y unos sándwiches para comer en el camino. Me dio un beso en la mejilla y me dijo:

─Qué hermosa que estás Lya. Más hermosa de lo usual. ─Su tono de voz estaba entrecortado y pude llegar a ver que algunas lágrimas querían escaparse de sus ojos color miel.

─Gracias mami, tú también luces más linda que nunca, pero no entiendo por qué la repentina tristeza, ¿sucede algo? ─pregunté un poco intrigada.

─No hija, ¿qué podría suceder? Es solo que he notado que has crecido tanto en el último tiempo y recordé que hace algunos años atrás solíamos salir a comprarte muñecas, juguetes... No lo sé, creo que acabo de darme cuenta de que ya no eres mi niñita, ya eres una adolescente y eso me hace sentir un poco de melancolía.

─Ay mami, sabes que siempre seré tú pequeñita, y que de ahora en más pasaré más tiempo contigo. Me doy cuenta de que salgo mucho con Sally y con las chicas de la escuela, pero te prometo que al regresar de nuestro viaje todo será distinto, y tú y yo pasaremos más tiempo juntas como en los viejos tiempos, ¿sí? ─Mi promesa era genuina, realmente deseaba compartir más momentos con mamá, realmente quería disfrutar de su compañía y de las conversaciones que solíamos tener.

─Sí ─contestó sin titubear, con lágrimas que recorrían todo su rostro y con una sonrisa que demostraba toda la felicidad que estaba sintiendo en ese preciso instante.

Creo que, por primera vez en mucho tiempo, mamá y yo realmente nos conectamos, pudimos decirnos lo mucho que nos queríamos, lo mucho que nos extrañábamos, y que de alguna manera el tiempo perdido ya no parecía tan largo, tan distante.

Al ser ama de casa uno podría pensar que mamá tenía todo el tiempo del mundo para estar conmigo, pero en realidad era completamente lo opuesto, pues ella debía ocuparse de limpiar la casa, preparar la comida, hacer las compras, y todas estas tareas le llevaban la mayor parte del día; sin embargo, en mi consciencia tenía la carga de que no colaboraba absolutamente en nada con las tareas del hogar y que no le facilitaba, ni siquiera un poco, las cosas a mamá. A veces me preguntaba si verdaderamente era feliz con el rol que ocupaba en la casa, y en alguna oportunidad me sentí culpable por haber hecho que mamá abandonara su prestigiosa carrera de abogada penalista solo para cuidarme, ya que la única razón de que fuera hija única era que mamá tuvo un parto demasiado complicado, en el cual casi perdió la vida y los doctores le aconsejaron que sería mejor si no intentaba tener más hijos, únicamente para evitar mayores complicaciones.

Mientras mamá terminaba de preparar los sándwiches y de guardar todo en su debido lugar, fui a despertar a papá. Subí las escaleras, abrí lenta y cuidadosamente la puerta de su habitación y por algunos segundos me quedé observándolo mientras recordaba que de pequeña solía mirarlo dormir y escuchaba el suave sonido de su respiración, logrando reconfortarme de tal manera que el sueño se apoderaba de mí tan rápido que apenas podía llegar a mi habitación sin dormirme en el corto trayecto. Me acerqué muy despacio hacia él y toqué su cabeza con mi mano, pero no se movió. Repetí la misma acción unas tres veces pero nada, por ende, y como ya sabía que mi padre era de tener un sueño bastante profundo, hice lo que cualquier otra persona en mi lugar hubiese hecho y grité a todo volumen:

─¡¡¡Despiértate papá!!!

Como era de esperarse, se incorporó velozmente y me miró con una de sus tantas caras que ya eran muy conocidas por mí.

─¿Por qué razón gritaste de esa manera Galya? ─Papá siempre decía mi verdadero nombre cuando estaba enojado conmigo, y en esta ocasión en particular era más que obvio que lo decía porque había logrado alterarlo. Lya era solo una abreviación de Galya, que luego terminó convirtiéndose en mi sobrenombre, el cual me pusieron cuando era pequeña, y que por cierto me gustaba mucho más que mi verdadero nombre; sin embargo me bautizaron de esa manera por mi abuela materna, así que mamá estaba muy orgullosa por el nombre que su hija llevaba.

─Lo siento papá, pero no lograba despertarte. Dormías muy profundo y fue la única forma que se me ocurrió para levantarte rápido ─dije con una pequeña sonrisa, que encubría un dejo de culpa por haberlo asustado de esa manera.

─¿Sabes que podrías haberme provocado un infarto o algo peor? Ya no soy tan joven como antes ─comentó mientras comenzaba a levantarse de la cama, y a ponerse las pantuflas azul oscuro que le había regalado el último día del padre.

─Sí, lo sé papá, y lo siento muchísimo. Te prometo que no lo haré nunca más.

─Está bien, no te preocupes Lya. Ahora ve con tu madre mientras me cambio, bajaré en un instante.

─De acuerdo papi. ─Nuestras miradas se cruzaron y nos sonreímos.

Luego me quedé pensando que la noche anterior papá había llegado tan exhausto del trabajo que lo único que hizo fue cenar la exquisita comida que mamá había preparado e inmediatamente se retiró a descansar. Ni siquiera hizo comentarios del viaje, solo procuró despedirnos con un beso cariñoso a ambas y subió a su habitación. Sabía exactamente el enorme esfuerzo que estas vacaciones significaban para mis padres, y el solo hecho de pensar cuánto se sacrificaba papá por progresar con la empresa me hacía respetarlo aún más.

Cuando bajé, mamá ya había terminado de preparar la comida para el viaje, y los bolsos descansaban al lado de la puerta de entrada, listos para llevarlos al auto.

─Eres una genia mamá, no sé cómo lo haces pero siempre tienes tiempo y energía para hacer todo ─dije con muchísimo entusiasmo.

─¿A qué se debe un halago como ese? ─preguntó con un toque de ironía, pero levantando su ceja derecha, lo cual implicaba que había captado mi comentario al pie de la letra, como era de costumbre.

─Tú sabes a qué me refiero ─contesté con una enorme sonrisa─. Eres la mejor mamá del mundo entero.

─Gracias, hija ─respondió con una mirada alegre─. Tú también eres la mejor hija del mundo. Te amo. ─Semejante muestra de afecto me alegraba el corazón, me hacía dar gracias por la grandiosa madre que tenía.

─Bueno chicas, ¿está todo listo? Ya es momento de partir ─exclamó papá, al tiempo que bajaba las escaleras luciendo la campera más abrigada que poseía.

─Sí Michael, está todo preparado ─dijo mamá, mientras le señalaba a papá las valijas que se encontraban al lado de la puerta.

─Bueno, al menos esta vez no llevan tanto equipaje como en otras oportunidades ─murmuró papá un poco aliviado.

─Es que espero volver con una maleta repleta de la ropa que compraré en el viaje ─respondí sarcásticamente, mientras le guiñaba un ojo a mi madre.

Papá sonrió vagamente y nuevamente suspiró, quizás porque ya estaba entregado con que eso iba a convertirse en una realidad. Llevó las tres maletas al Peugeot 206 blanco, modelo 2000 que teníamos; mamá terminaba de asegurar todas las puertas y ventanas de la casa, y ponía la clave de seguridad que encendía la alarma contra cualquier tipo de robo. Por mi parte, me dediqué a escribir un mensaje de texto a Sally contándole que en unos minutos estaríamos partiendo al destino desconocido que papá nos tenía preparado, y que apenas llegáramos le mandaría otro mensaje diciéndole todo al respecto.

Eran las siete de la mañana cuando al fin partimos desde Atlanta hacia quién sabe dónde. Papá estaba empeñado en no decir ni una palabra al respecto, por lo que todo el viaje se llenó de anécdotas ridículas de cuando era pequeña, de cómo mis padres se conocieron, de sus años de adolescencia y de por qué mi madre había escogido que Galya sea mi nombre, junto con algunas otras historias que sí consideraba divertidas, y otras de las que no tenía conocimiento alguno.

Luego de tantas conversaciones, claro que solo eran absurdas para mí pues mis padres parecían muy animados con ellas, me quedé dormida. Mamá me despertó cuando paramos para almorzar. Al parecer había dormido casi cuatro horas, algo totalmente inusual en mí, ya que de niña solía quedarme despierta, expectante ante las posibilidades infinitas que ofrecía el paisaje.

─¿En dónde estamos? ─pregunté un poco aturdida, aún tratando de despabilarme de la confortable siesta que había tomado.

─Prefiero mantener la intriga y que todo sea una sorpresa ─dijo papá, mientras saboreaba un sándwich de jamón y queso─. Hemos recorrido pocos kilómetros. No quisimos despertarte, parecía que descansabas muy placenteramente.

Traté de bajarme rápidamente del auto, porque empecé a sentir poco a poco que mi estómago crujía de hambre, pero luego recordé que estaba descalza y me puse a buscar mis zapatillas. Al bajar del auto pude divisar un paisaje absolutamente peculiar, no se parecía a nada que hubiese visto antes, y ni siquiera llegaba al punto de comparación con algo que mis ojos hubiesen apreciado con anterioridad, era completamente distinto, completamente hermoso. Los árboles eran de unos diez metros de alto, por lo menos, y de un color verde azulado, aunque no lograba identificar a qué especie pertenecían; había un lago inmenso en el cual se entremezclaban el amarillo brillante y enceguecedor del sol del mediodía y el azul claro del agua cristalina.

─¿Qué pasa hija? ─preguntó papá mirándome con cara de confusión.

─Nada papá, es que quedé boquiabierta al ver semejante belleza. Nunca pasamos por este lugar, ¿verdad?

─No, es la primera vez. Decidí cambiar de ruta para hacer un recorrido diferente y un poco más emocionante ─respondió con una sonrisa de oreja a oreja, lo cual hizo que me preguntara si acaso nos dirigíamos a algún lugar especial, algún lugar que tal vez yo hubiese mencionado antes y por el cual hubiese expresado mis inmensos deseos de visitar.

─Muy bien papá, es hora de que confieses ¿hacia dónde vamos? ─cuestioné en un intento por desentrañar el misterio que se había creado en torno al destino de nuestro viaje.

─Vamos Michael, creo que ya puedes decirle a Lya a dónde estamos yendo ─enunció mamá, al tiempo que me guiñaba un ojo en señal de apoyo.

─Patricia, ya hablamos de esto y no voy a decírselo ─respondió con una pizca de enojo, mezclada con la seriedad que solía caracterizarlo─. Se suponía que iba a ser una sorpresa.

─Querido, ya no tiene sentido escondérselo, será una gran sorpresa de una u otra forma, ¿no lo crees? ─mamá pronunció toda la frase con la dulzura que solo una madre puede tener, y muy particularmente la mía.

─Bueno...─ dudó un poco al contestar─. Creo que tienes razón. Solo diré que iremos al lugar que siempre soñaste visitar, y por el cual tuve que soportar horas y horas de conversaciones.

Por un momento me quedé sin palabras, y casi no podía hablar por la enorme sorpresa, luego comencé a tartamudear sin poder pronunciar palabra alguna, pero aún así no lograba salir de mi asombro. Estaba totalmente emocionada, y enseguida me lancé a los brazos de papá y nos fundimos en un abrazo interminable. Era el regalo más increíble que mis padres me habían dado, y estaba muy agradecida con ellos.

─¿No hay un abrazo para mí? ─preguntó mamá con un tono que demostraba que ella también esperaba alguna muestra de agradecimiento. Corrí y también la abracé fuertemente, y le susurré al oído cuánto la quería.

─Es hora de irnos. Todavía hay un largo camino por recorrer y no quiero perder más tiempo de lo debido ─dijo papá.

─Esperen un poco, ni siquiera he comido ─atiné a decir.

─Toma un sándwich ─contestó mamá, mientras me acercaba un sándwich de pollo que devoré en un santiamén.

─¡Terminé! ─exclamé eufórica.

─Wow, eso fue rápido ─expresó mamá un poco sorprendida─. Ni siquiera llegué a alcanzarte algo para tomar.

Comencé a reírme al darme cuenta de que efectivamente había comido en tiempo récord, pero mis ganas de llegar a destino eran más grandes que la necesidad de llenar mi estómago, y se lo hice saber a mis padres al gritar con todas mis fuerzas que ya era hora de emprender el viaje.

Apenas subí al auto abroché mi cinturón de seguridad, tomé los auriculares de mi reproductor de música y lo encendí para escuchar a todo volumen a una de mis bandas favoritas, "Maroon 5". Me sumergí en mis pensamientos, sólo para imaginarme una vez más sentada en la arena mirando al eterno y esplendoroso mar de México. Seguí tarareando "She will be loved", mirando a través de la ventana cuando mamá interrumpió una idea que comenzaba a hilar en mi cabeza.

─¿Sabes algo hija? Tú padre y yo hemos estado preparando este viaje hace tres meses y me sorprende gratamente que no nos hayas descubierto.

En ese momento recordé las llamadas a escondidas que solía ver que mamá hacía, y las conversaciones en voz baja que ambos tenían y luego se convertían en susurros que me hacían imposible identificar cuál era el tema en cuestión. No éramos una familia pudiente y sabía perfectamente que unas vacaciones de esta clase estaba llevándose la mayor parte de los ahorros de mis padres, pero también sabía que este gran esfuerzo por parte de ellos era el símbolo del gran amor que me tenían y eso era algo que reconfortaba mi corazón, pues sabía lo mucho que mis padres me amaban.

─Tú padre me prohibió que te dijera algo acerca del viaje, quería que fuera una sorpresa y creo que lo logramos con creces, ¿no es así?

─Sí mamá. ─Sonreí con felicidad─. Lo hicieron de maravilla. Ambos se lucieron, y se los agradezco muchísimo, realmente me sorprendieron, es decir... no me esperaba algo como esto ni en un millón de años. No sé cómo haré para agradecérselos, estoy muy emocionada. ─Sí, era la más grande sorpresa que había tenido en toda mi vida, y lo mejor de todo era que iba a compartirlo con las personas que más amaba en el mundo, mis padres.

─Es tu regalo de cumpleaños Lya, así que lo único que debes hacer es disfrutarlo, solo eso. ─Papá fue tan gentil con sus palabras que me dieron ganas de soltar unas lágrimas por la felicidad enorme que sentía, pero logré contenerme.

─Espero que logremos llegar al hotel antes de que anochezca ─dijo mamá, mientras miraba a papá con una sonrisa cómplice─. Ahí pasaremos la noche y a la madrugada emprenderemos viaje nuevamente.

Papá sonrió otra vez, él y mamá siguieron conversando y en algún momento del recorrido me distraje pensando en esas trivialidades de los adolescentes, como los lugares que quería visitar, la ropa que iba a comprar, los regalos que prometí a mis amigas, y muchas otras cosas que se me iban ocurriendo a medida que hacía memoria. Cuando de repente vi que un auto que iba en sentido contrario se dirigía a nosotros y lo único que atiné hacer fue gritar con todas mis fuerzas:

─¡¡¡Cuidado!!!

El otro auto se acercó tan rápido que papá no pudo maniobrar de otra manera y solo alcanzó a pegar un volantazo para sacarnos del trayecto del vehículo, pero nuestro auto tocó la banquina y comenzó a dar tumbo tras tumbo tras tumbo, tantos que perdí la cuenta en cuestión de segundos.

Cuando el auto paró de dar vueltas, nos encontrábamos dados vuelta, con nuestros cuerpos que se mantenían sostenidos en el aire por el uso del cinturón de seguridad. Como todavía estaba consciente me saqué el cinturón de seguridad y caí bruscamente retorciéndome de dolor. Sabía que tenía alguna herida, pero no localizaba en qué parte de mi cuerpo. Me era casi imposible respirar. Intenté pararme, pero fue ahí cuando vi que mi pierna derecha sangraba a mares y el dolor era sumamente insoportable. Me arrastré como pude para salir del auto, y cuando lo hice, intenté gritar para que mis padres se despertaran, pero no lo lograba. Seguí arrastrándome hacia la ruta cuando vi que el teléfono celular de mamá se encontraba casi a un metro de distancia, por lo que me propuse alcanzarlo a toda costa, pero la respiración se me dificultaba cada vez más, y la distancia entre ese artefacto y yo se hizo imposible de acortar.

Las fuerzas empezaban a abandonarme, mi cuerpo ya no respondía a los impulsos de mi cerebro. Intenté gritar, pero ya ni siquiera escuchaba mi propia voz. La vista se me nublaba por una especie de líquido que corría sobre mi rostro que imaginé debía ser sangre, y mis ojos se cerraron cada vez más lentamente. Me dejé ir, y la oscuridad se adueñó de mí.

Si te gustó este capítulo por favor dame tu apoyo con tu voto y comentario. ¡Muchas gracias! :)

18 de Junio de 2018 a las 06:28 0 Reporte Insertar Seguir historia
2
Leer el siguiente capítulo CAPÍTULO 2- "Despertar"

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~

¿Estás disfrutando la lectura?

¡Hey! Todavía hay 23 otros capítulos en esta historia.
Para seguir leyendo, por favor regístrate o inicia sesión. ¡Gratis!

Ingresa con Facebook Ingresa con Twitter

o usa la forma tradicional de iniciar sesión