Nunca he creído que el amor, ese extraño sentimiento, fuera algo malo.
Desde pequeña en mi aún pequeñísimo mundo, había tenido que experimentar tanto, sin embargo, siempre me sentía lista para algo mas. Vi, a mis 7 años, como mi acabado padre se consumía en una cama y como mi amorosa madre lo cuidaba hasta que él, ya no pudo mas. Durante todo ese tiempo, nadie me habló de lo que ocurría, no conocía sobre la muerte, pero sabía y estaba lista para ese instante. Tiempo después, tuve dos grandes amores, en mi aún, recalco. corta existencia. El primero, lleno de emociones que no conocía, de detalles, peleas, dolores y un muy predecible desenlace, sufrí mientras duró y hasta que la lluvia de sentimientos aplastantes, cesó. Después llegó el segundo gran amor, con él me había decidido a no equivocarme, debía probarme que aún podía ser fuerte. Este fue diferente al primero, sentía calma y tranquilidad en su compañía. Era inmensamente feliz. Pero, al cabo de un tiempo, todo eso se esfumó en la más corta agonía, la persona que siempre estaba lista, ahora, había perdido el suelo y no sabía ni que había ocurrido, no estaba lista, pero supo controlarlo o bueno, mas bien, evitarlo. Se hizo a la idea por mucho tiempo de que él no había existido y funcionó bien, pero solo durante un tiempo. Eso que llamamos ¿destino?, jugó conmigo al azar y lo volví a encontrar, ahora entré en la cruda realidad, él, si existía y todo lo que reprimí, ahora iba a salir a la luz. Ahora sabía que no había llorado, peleado y extrañado, y que ahora, en su cercanía, todo eso iba a pasar factura. Por suerte y para mi sorpresa, me sentía lista para para lo siguiente, yo lo quería, pero eso no iba a pasar, y tarde o temprano el debía ser feliz una vez más. Estaba lista para ese indescriptible dolor, para el venidero llanto, para reinventar esta máquina gastada, una vez mas.
Nunca he creído que el amor, ese extraño sentimiento, nos volviera débiles, ingenuos o sensibles, creo que el amor, nos hace fuertes, nos permite llorar al menos una vez al año y sentirnos plenos de haberlo vivido, siempre.
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