karo-leiva1524267583 Karo Leiva

Cuando somos adolescente, todo es muy puro y real, tan real como para romper tu corazón.


Ficción adolescente Todo público.

#adolescente #juvenil #romance
Cuento corto
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Mi Extraña Favorita

El fuerte tintineo de la alarma provocó que Amelie tomase el cobertor y se cubriera toda la cabeza, el aroma a pan tostado y café inundaron sus fosas nasales, lo cual hizo mover sus tripas.

―¡Amelie!, levántate por favor no puedes llegar tarde el primer día.

El grito de su madre surtió más efecto que la alarma. Lentamente abrió el cobertor y se instaló en la orilla de la cama, en ese típico instante de no estar ni aquí, ni allá.

―¡Amelie!, última vez, la ducha está libre y Alfredo ya casi termina de desayunar, si no te apresuras tendrás que ir sola.

La chica de tan solo 17 años de edad, dibujó una pequeña sonrisa en su rostro; el tan solo hecho de saber que vería aquella sonrisa una vez más la llenaba de emoción. Tomó una ducha rápida, se vistió con sus calzas negras, shorts de mezclilla roja y polerón con capucha. Se calzó las zapatillas converse y dejó su larga cabellera suelta y empapada.

―¿No pudiste ir aunque sea el primer día con ropa decente?

―Mamá, fue tu idea lo del colegio alternativo, todos los "primeros días" es lo mismo.

―En algún lado que encajaras. ―Una vez dicho esto se arrepintió―. Perdona, yo no quise...

―No te preocupes, mamá, gracias por quitarme el apetito.

Desde que Susana, su madre, se hubo separado de quien fue su esposo durante 15 años, la relación entre ellas había pasado por varias etapas, en las cuales Amelie fue guardando su personalidad y sentimientos dentro de su habitación, de sus libros y la música que no la abandonaba jamás.

―Amelie, hija... yo.

―No es necesario, mamá. Dile a Alfredo que no se preocupe, yo me sé el camino.

Dicho aquello, tomó su mochila, sacó de la nevera un yogurt, se puso los audífonos y salió de la casa rumbo al primer día de clases. Al fin cuarto medio, el principio del fin que tanto había anhelado. Dejar de ver a unos cuantos para siempre la llenaba de energía, pero a la vez no quería pensar en si sería capaz de dejar de estar cerca de él, en observarle sonreír, verle bromear, incluso su perfil serio a la hora de calcular, verlo concentrado era algo era lo que la llevaba al espacio sideral en tan solo un segundo. Aunque aquello fuese siempre desde las sombras, con suerte él sabría su apellido, ella era simplemente "La rara".

―¡Amelie! ¡Amelie! ―Los gritos de Mariama pasaban desapercibidos para la chica rara, las notas estridentes de Teleradio Donoso la acompañaban a cada paso que daba hacia el colegio. Cuando de pronto un peso en su brazo la hizo girar y quitarse los audífonos.

―Mariama... hola. ―Dijo con desdén.

―Amelie, no nos vemos desde diciembre del año pasado, podrías ser más efusiva.

―Hola, Mariama, ¿qué tal? ―gesticuló con un asombro teatral.

―Qué pesada eres, al menos el primer día de clases intenta ser agradable. ¿Porque no contestaste mis llamadas en verano? quise invitarte muchas veces a las fiestas en casa de Katty, su piscina es maravillosa.

―!Ja! No me hagas reír...

―Él estuvo ahí... ―El rubor en sus mejillas la delató de inmediato y el temblor en su mentón también―. Okey, okey no dije nada, no es necesario que comencemos mal el año ¿verdad? ¡Último año Amelie!

―Último, primero... da igual.

―Vamos, uno nunca sabe lo que puede deparar el destino.

―Yo lo sé, al menos este será el último año que me llamen "rara".

Mariama no se atrevió a decir nada más, solo caminó a su lado como siempre, como si ella no existiera.

A medida que se aproximaban a la entrada del colegio, su pulso se aceleró, pero como siempre había aprendido a disimular a la perfección sus emociones. Nadie jamás sospecharía su nerviosismo, menos sus penas o alegrías. Si Mariama había conseguido ser una parte diminuta de su vida, lo había logrado por cansancio. Y a pesar de que Amelie la intentaba correr constantemente, ella siempre lograba aparecer una y otra vez para hacerla reir, enojar o simplemente caminar a su lado.

La entrada al colegio era caótica como todo los años, niñas gritando y abrazándose efusivamente lo cual provocaba en Amelie ganas de arrancarse los pelos de cuajo.

No todo el curso pensaba que ella era una chica extraña, más bien algunos la respetaban por sus calificaciones y buena disposición a la hora de explicar algún cálculo o ayudar a estudiar en grupos, sobre todo a finales de año, cuando la mayoría estaba en apuros. Durante marzo todo fue tal cual venía siendo hace 4 años atrás, sentarse al final de la sala, mirar por la ventana hacía la calle, tomar apuntes, sentarse al sol a la hora del recreo comiendo un dulce o leyendo algún libro, cooperar en reforzamiento, intentando mantener a Mariama lejos de ella y bueno, observarlo a él, Gonzalo Villarrica; el alma del 4° medio B y de todos los años anteriores, el actor, el bailarín, el arquitecto, el filósofo y químico del colegio, sin Gonzalo aquel colegio no era nada.

Y allí estaba, sonriendo como siempre, de manera liviana, casi artística. Cuando el hacía eso, Amelie contenía la respiración para no perderse ni un solo instante. Lo contemplaba como a nada, se recreaba y sonreía en las sombras de sus locuras. Sí, era una basosa, pero que nadie se había percatado. Solo Mariama, aunque Amelie jamás se lo hubiese confesado.

Un día, saliendo de clases, Alfredo, el novio de su madre pasó por ella al colegio; lo cual le sorprendió muchísimo, si bien el hombre era amable, no existía una relación cercana, y en realidad con casi nadie mantenía una relación de ese tipo, Amelie era una chica verdaderamente extraña para el resto de la población, no salía a fiestas, ni mucho menos tenía amigos, era más bien desconfiada y observadora.

―¡Hey, Amelie! Sube que te llevo a casa.

Ella lo observó de reojo y caminó hacia el vehículo, se subió lentamente y dejó reposar su mochila en su regazo, cruzó sus manos por encima luego de ajustar el cinturón.

―¿Y bien? ¿Qué haces por aquí?

―Es tu mamá, está ingresada de urgencias.

―¿Qué pasó? ―preguntó, aún sin despeinarse un poco.

―No lo sabemos, el médico dice que puede ser un pequeño aneurisma, está en análisis.

―¿Mi padre ya lo sabe?

―No, necesito que le comuniques.

―Bien.... ¿Alfredo? ¿Estará todo bien, verdad?

―Esperemos y confiemos en que sí, pequeña.

Si bien Amelie tenía diferencias abismantes con su madre, la preocupación de una inminente enfermedad complicada la dejaba en completa soledad, pero no a la que siempre recurría, sino que a una que no conocía, una que le provocaba miedo, una soledad diferente. Una en la que no podía invitar a nadie.

Luego de dos semanas en las cuales su madre estuvo grave, esta fue mejorando poco a poco, el nivel de estrés de su trabajo, el mal hábito del cigarrillo y la mala alimentación, con un poco de ayuda de la genética fueron el detonante que la llevó a estar tan vulnerable. Amelie se la pasaba en el pasillo del hospital, a veces con su padre, otras veces con Alfredo y en algunas ocasiones con Mariama, aunque en realidad siempre hubiese preferido haber estado sola.

Sentada en la fría banca del hospital y mucho más tranquila, pensaba que sería de ella sin su madre, pensaba en todas las veces que habían discutido y en las tantas veces que pensó que todo sería más fácil si ella no estuviese, pero verdaderamente no era lo que quería, ni lo que verdaderamente sentía, pensó en decírselo, en decirle que la amaba.

De pronto una tibia mano tocó su hombro, y al girar el rostro una hermosa sonrisa tímida la esperaba. No se lo podía creer, quizás las noches de sueño le estaban pasando la cuenta, aquello no era real.

―Amelie... Soy Gonzalo, tu compañero...

―Si...sé quién eres. ―De pronto se dio cuenta de la cara de idiota que tenía y se recompuso de inmediato.

―Amelie, estoy acá en representación del curso, queremos acompañarte y saber cómo sigue tu madre.

<<Claro, qué idiota>>, pensó.

―Eh, sí... gracias, mi madre está estable, con respecto a las clases no hay problemas, Mariama me ha estado poniendo al día y la verdad no tengo problemas con entender la materia atrasada.

―Sí, ya sabemos que no te costará nada. ―Él sonrió y la observó detenidamente unos momentos. Le pareció que era otra chica, no la extraña de siempre, aquella que guarda bajo su brazo siempre un libro, o la que se pasea sin mirar a nadie con sus audífonos pegados a sus oidos. Más bien le pareció una chica diferente, una de ojos hermosos, de tez blanquecina como la porcelana, y esos labios, tan brillantes que lo hicieron tambalear.

―¿Estás bien? ―preguntó Amelie, al verlo un poco desorientado.

―Sí, sí, claro. El aroma a inyección me descompone.

―Pues sí, es como el olor a dentista―. Dijo para sí, pero en voz alta.

Gonzalo sonrió, y Amelie le devolvió una sonrisa extremadamente tímida, la cual él guardaría en lo más profundo de sus recuerdos, porque fue hermosa tan genuina y delicada que impactó directo en su piel.

Fue un momento incómodo en donde ninguno de los dos supo qué decir. No se conocían de nada, por lo que tampoco hubo tema de conversación que no fuese el colegio.

―Amelie, el curso entero y el profesor Infante quieren que sepas que estamos contigo, todos desean que tu madre se recupere y que ojalá puedas retomar las clases pronto, para que no quedes atrasada ni se te haga complicado.

―Muchas gracias por sus deseos, no lo esperaba.

―Si quieres te puedo traer todos los días los apuntes...

La chica no se lo podía creer, hacía un tremendo esfuerzo en concentrarse para que aquel chico, el de sus sueños desde hacía 4 años, no se diera cuenta de la cara de idiota, o de su risa nerviosa, o incluso peor, el temblor de sus manos.

―No hace falta, Mariama me ayuda con eso―. Inmediatamente se arrepintió, pero no dijo nada ya la había embarrado.

―Está bien, de todas maneras siempre puedes contar conmigo.

―Gracias, Gonzalo, y agradece al curso en mi nombre y el de mi madre.

―Bueno, ya me voy.

―Gracias por todo.

Al despedirse, Gonzalo no supo si darle la mano o besarle la mejilla, con el nerviosismo y lo torpe de la situación pasó a golpear el hombro de Amelie, con el golpe hizo resbalar los audífonos que colgaban de una de sus orejas, ambos se agacharon al mismo tiempo y sus manos se unieron al recogerlos. La electricidad que ambos sintieron en ese momento era de otro mundo, algo había ahí que jamás vieron durante todo estos años.

Gonzalo de manera torpe tomó uno de los audífonos y los llevó a su oído.

―mmm... Así que Tom Yorke es quién te acompaña, siempre tuve curiosidad de que música oías.

Amelie boqueó varías veces, buscando las palabras correctas, pero no fue mucho lo que pudo hacer.

―Tomas, Tomás Yorke, es su nombre.

―¿Sabías que antes de Radiohead se llamaban "On a Friday"?

―Claro que lo sé, era porque solo se podían reunir los días viernes a ensayar.

Ambos sin conocerse se observaron y sonrieron, tenían muchísimo de que conversar, temas que ambos no hablaban con nadie porque no había ese alguien a quien le interesase, como el divorcio de los padres de Gonzalo. Poco a poco fueron compartiendo, él acudía cada día después de clases a hacerle compañía a Amelie y ella le enseñaba física en el café del hospital, o simplemente conversaban de música, de libros, de situaciones de la vida, de lo complicado que era dividirse entre ambos amores como el de una madre y un padre.

Se compartían música, porque sí, ambos coleccionaban CD'S. Aunque la tecnología los hubiese dejado obsoletos. Ambos eran unas almas viejas, esas que celosamente quieren detener el tiempo, guardar los buenos y bellos recuerdos en música, aromas, comidas, colores, etc... Ambos eran coleccionistas empedernidos. Ella de libros y CD'S musicales y él de comics. Amelie amaba la literatura y Gonzalo las causas perdidas. Ella era hija única, Gonzalo tenía una hermana menor que vivía con su padre.

Al poco tiempo la madre de Amelie comenzó a recuperarse y volvió a casa, en donde la chica el poco tiempo que tenía lo dividía entre las clases y los deberes de casa, que su madre por motivos evidentes no podía realizar.

A pesar de haberse vuelto muy buenos amigos, en el colegio la cosa seguía tal como siempre, ambos sabían que aquella amistad era algo especial, algo que debían cuidar, por lo que acordaron no demostrarla en clases. Si se hablaban mucho más que antes, pero los límites lo sabían.

―¿Desde cuándo que tú y Gonzalo se hablan? ―preguntó Mariama, saboreando un caramelo en recreo.

―Desde que fue al hospital en nombre de todo el curso, por lo de mamá, ya sabes...

―mmm... ¿Segura?

―¿Por qué no?

―No lo sé, te ve de forma extraña, ya ni siquiera sale con Katty.

―Ese no es mi problema, no somos tan amigos para saber su vida íntima.

Aquello era totalmente falso, cada día hablaban por teléfono o se enviaban mensajes vía whatsApp. Amelie sabía que Gonzalo ya no sentía nada por Katty, su amiga con ventaja desde hacía tiempo, pero no sabía cómo terminar aquello. Cuando él le comentó sobre el tema, Amelie solo le respondió que no hiciera nada, que no le gustaría a él que le hiciesen, y comprendió que no quería que lo amaran a medias. Por lo que un día decidió terminar aquello, que no era nada más que un juego.

El año continuó entre clases, pruebas, exámenes, labores de casa, deporte, juntas en el parque para intercambiar CD'S o libros, conversaciones que solo ambos entendían. Buenos momentos, malos momentos, siempre los dos, desde las sombras queriendo que nada matara aquella amistad.

Un día mientras Amelie terminaba las labores de su casa, que su madre ya no podía hacer tan fácilmente, le llegó un mensaje a su celular, era un enlace de youtube de la canción "You" de su grupo favorito en la vida "Radiohead". Ella la oyó, la observó y se decidió.

―¿Te gustó? ―preguntó Gonzalo a través de WhatsApp.

―¡Obvio, me encanta!.... Gonza, necesito hablar contigo.

―Estaré en el parque a las 4

―Ok, nos vemos J

―Bien.

Amelie decidió decirle la verdad de una vez por todas. Su cercanía le había hecho valiente, y a pesar que estaba muerta de miedo le diría, lo haría, nada perdería. Además, solo faltaba un mes para salir de clase y si las cosas no resultaban con ella quería, ya no lo volvería a ver jamás.

Antes de salir, buscó y le envió el enlace de "Lucky" vía WhatsApp al celular de Gonzalo, este solo le envió un emoticón.

Amelie se vistió tal cual siempre lo hacía, diferente, pero en sus ojos había algo especial, aquel brillo que Gonzalo le entregaba, en cada conversación, en cada contacto, cada abrazo, cada despedida, cada mensaje... Lo amaba, sí que lo amaba. Y estaba decidida a decírselo, era hoy o no sería nunca, en el fondo sabía que algo debía sentir Gonzalo por ella. Se lo había dicho "No hay nadie como tú, Amelie... Eres en quien puedo confiar"... Si no era amor, algo era, pero no le era indiferente de eso estaba segura.

Al llegar al parque lo buscó, con la sonrisa tímida que le caracterizaba, y pronto entendió todo.... Allí estaba él, con un CD en las manos, sonriendo, pero no con ella, sino con Katty, quien coqueta se encontraba masajeando su cabello rubio y largo.

Sintió que el mundo le daba otra bofetada, una mucho más cruel que ninguna, una que le partió el corazón, las venas, la piel... Alcanzó a cruzar una mirada con Gonzalo, y él sintió el dolor de Amelié... intentó llegar hasta ella, pero ésta en tan solo un segundo giró y corrió tanto que pronto la perdió de vista.

Le llamó una y mil veces, fue hasta su casa pero no hubo respuesta. Ella se hundió en la oscuridad, la peor de todas, lloró y se despojó del amor que sentía por Gonzalo, <<¿Cómo fui tan estúpida>>, se repetía una y mil veces. Supo que la canción que Gonzalo le había enviado no era para ella, sino que solo se la estaba enseñando, pero para regalarse la a Katty.

Gonzalo por otra parte comprendió lo que Amelie estaba sintiendo y se culpaba por haber citado a Katty en el mismo parque que a Amelie... Estaba desesperado todo había sido un mal entendido, se había reunido con ella para devolverle uno de los CD'S que esta le había prestado hacía un tiempo atrás. No había nada, ni siquiera una amistad. Esperó al día lunes para verla en clases pero Amelie no apareció, ni tampoco el martes, y así toda la semana.

A tan solo dos semanas para terminar el año estaba desesperado, Amelie había rendido todos los exámenes con resultados positivos por lo que la ausencia a clases no perjudicaba en nada su rendimiento. No sabía que hacer ya había olvidado las veces que había ido a su casa, o cuantas llamadas perdidas habían quedado en su celular. Terminó el año escolar, rindió la PSU, comenzó el verano y no supo más de la chica extraña. Desapareció como si el viento la hubiese desintegrado.

Pasó el verano y Gonzalo averiguó que a ella le había ido bien en los resultados de la PSU y que había quedado en la misma universidad que él. Ella en Literatura y él en Leyes.

Amelie se pasó el tiempo fuera de la cuidad, queriendo olvidar, aunque todo fue en vano, pero debía volver, el tiempo curaría las heridas que intentó lamerse sola durante 3 meses y que lamentablemente no había conseguido. Gonzalo se había convertido en todo y más para ella, era su amigo, su confidente, su compañero, su amor... en silencio pero su amor.

―¡Amelie.... Ya no estás en 4° medio, es tu primer día... vamos cariño, despégate ya de las sábanas!

El estridente grito de su madre la hizo sonreír, ya no era una niña. El accidente de su madre y los cuidados que ella tuvo que hacer para sacarla adelante las unieron más que nunca, se habían reencontrado, ahora eran amigas, no las mejores pero sí su relación había progresado. Estaban más unidas que nunca, y se valoraban y querían muchísimo. Tal como cuando Amelie era solo una pequeña y dulce niña.

―Mamá, ya no estoy en la media, jajaja...

―Siempre serás mi pequeña Amelie...

―Ya basta, mamá... Ya me levanto, es el primer día... de seguro no habrá nada más importante que idiotas de cursos superiores queriendo romper la ropa y enviarnos a pedir monedas para luego bebérsela toda.

―Es tu primer día, cariño no te lo querrás perder.

―Está bien, mamá.

Ahora eran solo las dos, Alfredo se había cansado de los cuidados y tratamientos que debía pasar con la madre de Amelie, por lo que un día no regresó más.

―Ya me voy, no hagas nada ¿sí? Hoy vendrá la señora Marta, yo ya me encargue de todo.

―No te preocupes cariño, ve y disfruta. De seguro hoy será un gran día.

―Siempre tan optimista, mamá.

Se abrazaron y besaron al despedirse. Ella caminó en dirección a su nueva casa de estudios, durante el camino en micro sonó "Lucky" y su corazón se encogió tanto que sintió que le faltaba el aire. <<No, hoy será un gran día, no quiero sentirme así>>. Se bajó del micro y caminó, después de todo solo tres cuadras la separaban de llegar.

Se detuvo en la entrada imponente de la universidad, suspiró y al querer dar el primer paso una mano tibia la detuvo. Su corazón se aceleró tanto que pensó le explotaría. Ese aroma, era él lo sabía, pero no quería girar... una voz... una que le detuvo el universo.

―No te muevas y solo escucha.

Gonzalo la esperaba desde temprano, no estaba seguro si llegaría, hasta que la observó a lo lejos. Sus manos estaban húmedas, no sabía que resultaría de todo aquello pero lo intentaría.

Se acercó a ella con cautela, la tomó de la mano y le puso los audífonos... los suaves acordes de "Thinking about you" invadieron sus sentidos... y ella, se mantuvo quieta.

"He estado pensando en ti, tus CD'S están aquí,

tus ojos están en mi pared, tus dientes están por allá

pero yo aún no soy nadie, y tú ahora eres una estrella

¿Qué te importa?

He pensado en ti, y no hay descanso

¿Debería amarte aun?"

Amelie giró lentamente, y el contacto que hizo con los ojos de Gonzalo le dijeron todo, aún en silencio ella sonrió. En respuesta él solo expiró, había estado reteniendo el aliento todo ese tiempo.

―Yo nunca quise hacerte daño, Amelie.

―El daño me lo hice yo misma, alejándome.

―Te busqué, lo juro.

―Lo sé... me confundí, pensé que nuestra amistad era más que...

―Claro que lo era, aquel día te lo diría pero no me diste tiempo. Me reuní con Katty para devolverle unos Cd's y luego ya sabes, todo se complicó.

―Aquel día me dirías qué...

―Que te amo, que eres todo lo que siempre quise en una chica... Amelie, te quiero, te quiero conmigo.

―Gonzalo, yo... yo soy la rara... la chica extraña del curso.

Él sonrió, la observó y vio que la luz de aquellos ojos no quería perderlos jamás, le tomó las manos, la acercó a su cuerpo, acarició su mejilla y le dijo:

―Sí, eres extraña, pero eres mi extraña favorita.

Amelie sonrió, tomó sus manos como si fuera lo único que la sostenía, le observó aquellos labios que tanto había extrañado, se acercó a él, los saboreó como tanto había soñado hacerlo, era tal cual lo había imaginado: dulces, tibios, pero con una promesa... Un comienzo, uno extraño pero comienzo al fin.

FIN.


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21 de Abril de 2018 a las 00:28 1 Reporte Insertar Seguir historia
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Luis Gómez Luis Gómez
December 01, 2018, 00:51
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