karo-leiva1524267583 Karo Leiva

Cuando una mujer está despechada, es cualquier de cualquier cosa, incluso de matar.... ¿por amor?


Crimen No para niños menores de 13.
Cuento corto
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Venganza

El camino a través del parabrisas era confuso, no sabía a ciencia cierta si era efecto de la media botella de whiskey que había ingerido o producto de las lágrimas que caían a raudales de sus ojos.

Estacionó el vehículo sin cuidado alguno en la dirección que le habían entregado por teléfono una hora atrás, la decisión estaba tomada, necesitaba enfrentarse a ello para recuperar algo de lo que pensaba había perdido, aunque ello proviniera de otras manos, otro cuerpo, otros labios, otro calor, uno ajeno y desconocido. Ella necesitaba experimentar aquella sensación… entenderlo a él, porque lo hacía.

Se bajó del deportivo rojo y temerosa se acercó hacia la puerta de entrada de aquella casona antigua pero muy bien cuidada, tuvo la sensación de ingresar a un cuento de ficción, pero ahí estaba para vivirlo. Un hombre alto y macizo la detuvo y le pidió lanzar la botella que llevaba y la dejaría entrar, sabía que había que atenderla como a una reina, pues había pagado mucho dinero por ese capricho, pero reglas eran reglas.

Ella de malas ganas lanzó aquello que la sostenía en pié a la basura, aquello que le daba el valor para adentrarse en un mundo que no conocía, ya no lo tenía y debía encaminarse sin el brebaje y hacerle frente a la oscuridad.

Se encaminó a paso lento pero seguro por un pasillo oscuro, las estrechas paredes cubiertas de terciopelo negro se deslizaban a través de sus finos dedos con recelo, haciéndole cosquillas a su orgullo herido, al fondo del pasillo una caseta telefónica roja al más puro estilo Londinense la esperaba, ingresó y tomó el auricular, al otro lado de la línea una profunda y ronca voz masculina le susurró…

Bienvenida, habitación veintiséis, Noah le espera.

Esperó unos segundos tentada a responder, pero colgó sin más, tan solo oír ese tono de voz le provocó un escalofrío que recorrió toda su columna vertebral, aunque no supo identificar el verdadero origen que la puso en ese estado tan vulnerable de excitación.

Subió las escaleras de un color rojo intenso y llegó a la puerta número veintiséis, esperó unos minutos fuera en donde tomó aire y contó hasta diez para que su cuerpo dejara de temblar, luego exhaló con fuerza y posó su mano derecha en la puerta que se encontraba entre abierta, adentró un pie y posteriormente el cuerpo entero… Sus ojos se abrieron de par en par, pero reaccionó y contuvo su emoción.

Todo ahí era cálido, la mezcla de tonos blancos, crudos y amarillos, incluso la cama perfectamente blanca con dosel como lo había exigido le provocó un calor agradable, cuando pensaba en temerle y salir huyendo, las velas, muchas velas por todo alrededor… de fondo las suaves notas de “Let stay together, interpretadas por la adorable y sensual voz de Al Green. Esa canción le encantaba, la hacía soñar con un buen amor, con un futuro incierto… con tantos anhelos que pensó ingenuamente algún día tener, pero que se esfumaron en tan solo un aroma.

Al costado de la habitación en un diván negro se encontraba su mercancía, al verlo ahí recostado se estremeció ¿realmente lo haría? ¿Se entregaría a un desconocido a cambio de dinero así sin más? Noah al verla se irguió con movimientos lentos y sensuales, dejándole que lo apreciara a la luz de las velas, ella a unos cuantos metros de distancia soltó su bolso involuntariamente, y tal vez ni siquiera se percató de ello, estaba eclipsada observando al hombre ante ella, pestañeó dos veces y sintió casi tocar su piel como ese movimiento, se volvió a y lo observó descaradamente, como si acostumbrara a pagar por compañía, lo hacía para no sentirse vulnerable ante él, era una máscara más en su vida, qué más daba.

Se relamió los labios mientras sus pupilas dilatadas se anclaban en ese torso dorado, en todos y cada uno de sus trabajados músculos, en su rostro cuadriculado y barba incipiente, su cejas marcadas y nariz perfilada, hermosos ojos verdes intensos y salvajes , los labios maravilloso y bien formados que dejaban ver una marcada sonrisa traviesa.

–Usted es… Hermosa, realmente bella para pagar por placer. –musitó él, sin quitarle la vista de encima. 

–Tú, dime tú. –respondió ella, sin saber cómo salieron esas palabras de su boca.

–Okey tú, dime qué quieres y yo obedeceré. 

–Solo imagina que me amas, que me extrañas y que harías cualquier cosa por mí. 

–Eso no es tan difícil de imaginar, ven aquí cariño. –Respondió Noah con una sensación que no se permitía en su oficio, y le entregó sus brazos en donde ella se acunó y dejó acariciar como si lo hubiese conocido antes, como si se hubiesen amado toda la vida. 

Noah recorrió los brazos de la chica con sumo cuidado hasta llegar a los hombros desnudos y viajó hasta su delicado cuello en donde hábilmente desabrochó su vestido, este a su vez se deslizó hasta los tobillos, desató la cinta que sostenía su cabello y lo dejó caer quien celosamente cubrió sus senos y cintura, una vez maravillado con tal espectáculo no se contuvo más y comenzó con el festival de besos en descenso desde la clavícula, hasta donde la espalda perdía misteriosamente su nombre.

Ella cerró los ojos y se entregó al placer que le otorgaba aquel sensual desconocido, a la locura de sus propias fantasías, se entregó a otra piel como se había convencido anteriormente, era una nueva piel sí, pero una con gusto a peligrosa adicción. Se dejó besar como nunca, se permitió ser tocada por otras manos y mimar por otra voz, cuando aquel extraño la llevó al mismísimo cielo ya no quiso volver, se rehusó al dolor que le causaría volver a pisar la tierra, por lo que allá en la cima de su propio cielo se juró no caminar de vuelta al infierno que era su vida al lado del hombre que decía amarla, pero que se revolcaba con otra y ella lo aceptaba por amor, o por guardar las apariencias, al menos eso pensaba.

Sabía muy bien que cuando él la llamaba amor no era la única que compartía ese calificativo, no era la única en la vida de él, a pesar que hace tan solo cuatro años el lo había jurado ante un altar. Después de cuatro horas del mejor sexo de su vida, uno que le entregó muchos más sentimientos que su matrimonio, le pidió a Noah que la acompañara, a lo cual él no se pudo negar, había caído en el abismo de sus ojos y sin paracaídas, estaba maravillado con aquella desconocida, ni siquiera sabía su nombre pero la seguiría hasta la luna si se lo pidiese.

Tomaron la ducha juntos y se volvieron a perder en sus sentidos, se enredaron en sus cuerpos y el agua hasta saciarse, posterior a ello se vistieron y él le siguió como había prometido, La mujer puso en marcha el vehículo y se encaminaron con rumbo desconocido para él, sin embargo para ella una tediosa rutina. Luego de cuarenta y cinco minutos y faltando cinco minutos para las cinco de la madrugada estacionó frente a los grandes muros de su prisión, su hogar.

–Dame veinte minutos y regreso. 

–Claro, te esperaría toda mi vida con tal de volver a ver tus ojos. -Ella sonrió, tomó su cuello con fuerza y lo beso con posesión, un beso que nubló la mente y la razón de Noah.

Sacó de la guantera una bolsa negra de terciopelo con sumo cuidado y se fue en dirección a la entrada de su casa. Se fijó que el vehículo de su esposo ya estaba dentro, por lo que debía estar dormido, y así fue, al llegar a su dormitorio lo vio tendido plácidamente, lo que provocó en ella una ira incontrolable, tomó la camisa de él que se encontraba a los pies de la alcoba y como siempre ahí estaba la huella del engaño, imperceptible para él, sin embargo para ella una burla, los dulces toques florales de la fragancia de su amante impregnados en la tela. Se le veía tan relajado nada en su rostro evidenciaba lo que había hecho horas antes, como si nunca hubiese estado con otra, lo cual se transformaba en una maldita trampa para que ella volviera a obviarlo todo. Pero no, esta vez sería todo muy distinto. Se acurrucó a su lado y acarició su cabello, sonrió recordando tantas promesas rotas, él abrió los ojos y la miró sorprendido y sobresaltado.

–¿Dónde estabas cariño? ¿Ya viste la hora que es? –Ella lo observaba con sorna. –¿Dónde has estado te pregunté? Se incorporó de pronto.

–Haciendo lo mismo que tú haces todos los viernes por las noches con Verónica, y no te culpo es delicioso entregarse a otro cuerpo. –Respondió–. 

–¡Estás loca! ¡Qué dices! 

–Siempre lo haces, me llamas loca cuando te dejo en evidencia que no soy la única en tu vida. Loca me hubiese vuelto si jamás hubiese experimentado los orgasmos que esta noche me han abierto los ojos y liberado mi alma. 

–¡Qué has hecho Catherine!

–Ya te lo he dicho, lo mismo que tú, a diferencia que yo, sí tengo la decencia de mostrarme ante ti como lo que soy, ya no quiero mi vida a tu lado negándome a los placeres que existen ahí fuera para mí, mientras espero que te canses de tu amante y me vuelvas a ver… ya no.

Del bolso aterciopelado saco unos guantes de cuero negro los puso sobre sus manos con precisión, luego un revolver con el que apuntó directo a la frente de su esposo.

–¡Que haces maldita sea, no juegues con fuego Catherine! 

–Creo que te mataré, no cumpliste tu promesa de serme fiel y no pretendo seguir a tu lado, pero tampoco seguiré compartiéndote, si no soy la única en tu vida, tampoco lo será otra.

Con una fuerza que no conocía en si jaló del gatillo y la bala se insertó en la cabeza de Emiliano, quien cayó de espaldas con la mirada fija en la de su esposa, ella quedó inmóvil y cuando reaccionó caminó hacia él, le cerró los ojos con sus dedos cubiertos de la tela negra y lo besó en los labios.

–Al menos tu última mirada fue para mí, nos vemos algún día querido.

Dejó el arma en las manos de Emiliano, se quitó los guantes y volvió hacia la calle en donde Noah la esperaba ajeno a todo el horrendo espectáculo dentro de esa casa. 

–¿Todo bien bonita? –Preguntó mientras fumaba un cigarrillo.

–Mejor de lo que esperaba. –respondió, sin un apéndice de culpabilidad.

–Bien, entonces ¿Dónde vamos? 

–¿Hasta dónde serías capaz de ir conmigo? 

–Yo te sigo hasta la luna si quisieras. –musitó Noah embobado por probar nuevamente la piel de aquella mujer. 

–Bien iremos a la luna, y me mostrarás las estrellas bajo tus manos. 

–Así será, no te arrepentirás. 

–Lo mismo digo Noah… lo mismo digo.


Relato basado en la canción “Im not the only one” de Sam Smith. Esta historia participa en la Antología Musical de Inquisición Wattpadiana

Carolina Leiva A.

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Relato registrado en Safe Creative

21 de Abril de 2018 a las 00:07 0 Reporte Insertar Seguir historia
1
Fin

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