robinson_cutipa_oporto Robinson Cuba Oporto

Un día, el Gusano más viajero del mundo, el más errante, caminador, vagabundo, andador, trotamundos y cruzaocéanos, murió. Murió aplastado por un zapato que una mañana un niño malcriado lanzó sin mala intención. Así murió Temistocles el Gusano, pomposo cosechador de crónicas, sublime anotador de chismorreos, avieso capturador de anécdotas y dispendioso caminante de regiones. Aplastado por el zapato de un niño malcriado. Éstas, son sus memorias.


Cuento Todo público. © Derechos de autor reservados

#343 #Aventura-misterio
Cuento corto
3
5.7mil VISITAS
Completado
tiempo de lectura
AA Compartir

Capítulo I: SOBITACHÍN EL RECOLECTOR

Me llamo Sobitachín y soy un recolector de historias. He andado por el mundo recogiendo leyendas de viejas tierras, crónicas más antiguas que el tiempo y rescatando mitologías del polvoriento olvido; pero te digo que de entre todas las historias surrealistas que logré acumular, es la historia de un felino y su amante de plata el entresijo más extraño que en todos mis días escuché. Pero ¿Es sólo un rumor engendrado en la febril imaginación de los amantes? ¿O es una realidad?

Cuenta la leyenda que una vez un gato vagabundo, vagabundo de oficio y profesión, se enamoró de la gorda, sí, sí, de la gorda y redonda Luna; esa coqueta joya del cielo que a veces te mira desde lo alto del universo más allá de las nubes. La leyenda de este felino narra que tal era su devoción por la redonda dama taciturna del cielo, que en su afán por alcanzarla recorrió cientos de veces el mundo a través de cordilleras y océanos, pero sin nunca lograr su cometido. Y hasta una vez oí decir a una vieja liebre, que el gatuno se enfrentó al mismísimo diablo para alcanzar a su amor en el cielo.

Pero la verdad es que nadie parece ponerse de acuerdo. Hay quienes juran haber visto un gato errabundo por techos ignotos tras los pasos de su amante, que siempre esquiva, huía y rehuía de sus garras. Y también hay quienes aseveran que tales testimonios no son más que habladurías, frivolidades absurdas inventadas por las malas lenguas de los barrios bajos.

La única verdad parece ser que nadie podría asegurar si el gatuno es real o imaginado; sólo rumores y susurros sobre una sombra que cruza la noche sobre, montes y estrellas, intentando alcanzar la redonda esfera lunar.

Pero yo soy Sobitachín, un recolector de historias, leyendas y mitologías; y si alguien tenía la capacidad para revelar la verdad sobre ese misterio, ese era yo.

Así pues, nada más que con un palo y mis libros en una bolsa de tela, recorrí el mundo tras los pasos del elusivo gato enamorado. Indagué en las bibliotecas de arcilla del este lejano, pregunté en los templos ignotos del norte congelado y busqué respuestas en los pilares perdidos del mundo, pero el desaire fue lo único que encontré. Pero nunca perdí los ánimos, y así, un día, mi búsqueda rindió frutos: en los desiertos de Kalasayari, muy hacia el sur del mundo en una tierra cuyo nombre nunca pude pronunciar, conocí a una rata sabia. Era -me dijo- filósofo de los páramos, sumo pontífice de los cactus y antiguo morador de la arenas; y cuando le conté lo que buscaba, la rata sabia quedo largo rato en silencio como meditando, y luego me narró que hacía muchísimo tiempo había visto a un extraño felino salvando la noche de duna en duna tras las huellas de una luna menguante, que siempre elusiva, escapaba de sus garras felinas... Y entonces exclamé sobrexcitado ¿Puedes probar lo que dices? Pero la rata quedó mirándome y respondió: Sólo tengo palabras para ti. Y luego, no dijo más. Después de aquel encuentro, sólo encontré rumores y palabras imprecisos.

Pasaron muchísimos años y justo cuando me daba por vencido con mi tarea, un día di casualmente con las palabras de un cuervo poeta que contaba sobre cierta noche de bohemia en la que volaba erráticamente hacia su guarida, borracho, cuando oyó un maullido fantasmal, lejano muy lejano pero por encima de él ¡En el cielo! ¡No podía ser un gato! ¿Verdad? ¡Los gatos no vuelan! ¡¿Verdad?! Pero es lo que aquel cuervo poeta juró escuchar. Me despedí del pájaro negro y luego regresé a casa, en paz, porque aunque no tenía ninguna prueba real, yo sabía que ese maullido extraño que había oído el cuervo en el cielo, era del felino misterioso que por tanto tiempo yo había buscado ¿Y que cómo lo sé? ¡Simple! Porque alguien me dijo una vez que este gato amó tanto a la Luna, que un día le robó las alas al mismísimo Diablo sólo para llegar a la morada eterna de su amada en el universo. Si ese gato existió (ahora estoy seguro que sí), ya no está aquí, logró su cometido.

Y sobre esta leyenda no tengo nada más que decir, salvo que el cuervo poeta me dijo que entre los maullidos misteriosos que oyó aquella, escuchó las siguientes palabras que recitan así:

Remiau, remiau
Señora mía,
mi gorda querida
¿Por qué no me quieres?
¿Por qué me rehúyes?

Miau, remiau
señora mía,
mi gorda querida.
Pídeme, y te daré
todos los ratones del mundo.
pídeme, y tendrás
mis siete vidas
y las vidas de mundo.

Remiau, remiau
te seguiré hasta el confín del cielo,
y si no tiene uno,
en tu nombre inventaré uno.

Remiau, remiau
te amaré hasta el día
en que el mismo tiempo
se muera de viejo.

Remiau,
sólo por ti cariño mío,
sólo por ti, oh miau,
me haré fuego errante,
para cada noche
para siempre contemplarte...

19 de Abril de 2018 a las 22:48 0 Reporte Insertar Seguir historia
0
Leer el siguiente capítulo Capítulo II: UN DÍA, UN GATO SE LLEVÓ LAS ESTRELLAS

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~

¿Estás disfrutando la lectura?

¡Hey! Todavía hay 3 otros capítulos en esta historia.
Para seguir leyendo, por favor regístrate o inicia sesión. ¡Gratis!

Ingresa con Facebook Ingresa con Twitter

o usa la forma tradicional de iniciar sesión