kainstever Francisco Bueno Ayala

Tras entrar en un trabajo que podría ser el de sus sueños, Anthony conoce a un Raphael, un superior que se hace rápidamente su amigo. Pocos días más tarde conoce a Dianna, la problemática hija de su amigo... Sin embargo las cosas no siempre son lo que parecen y quizá Dianna no sea tan problemática , ni Raphael tan buena persona.


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El primer Pecado, conocerte

I. (El presente)

— Cometí un error, ¿lo sabías verdad? —Anthony intentaba sonar seguro mientras protegía, con su acuerpo a modo de escudo, al amor de su vida y, paradójicamente, hija del amigo que les apuntaba con el arma.

Raphael miraba con una ira incontenible a su antiguo compañero de trabajo, un supuesto pupilo que le había arrebatado todo… absolutamente todo lo que le quedaba.

— ¿Y cuál fue el error que cometiste Anthony? — La voz de Raphael se escuchaba tranquila, confiando en el arma, esperaba que aquel traidor le devolviese aquello que le pertenecía.

— Mi error fue… —Anthony se detuvo un instante consciente del fatal resultado que resultaría de su respuesta.

— ¡Cuál fue ese error Anthony! — Raphael se sorprendió a sí mismo con su grito, comprendiendo que, quizá, la ira el único sentimiento que le quedaba.

— Mi error fue considerarte un amigo— soltó finalmente Anthony, entendiendo que su destino estaba sellado. Tras su respuesta, sintió como Dianna comenzó a temblar como una hoja, presa del pánico.

El sonido estridente del arma sonó casi irreal, casi ajeno a él; y aunque había pensado que un disparo en el pecho dolería más; tan solo había sentido un ligero impacto y luego había perdido el equilibrio. La conciencia, extrañamente, no se había ido del todo aunque había perdido la capacidad de articular palabra alguna. Ladeando su rostro ligeramente, vio como un rojo río carmesí, sangre quizá, fluía lentamente… dejándolo tan solo recordar…. Recordar esos siete meses donde había cometido siete imperdonables pecados contra el que había considerado alguna vez amigo…


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II. (Hace algún tiempo)

Anthony había comenzado a trabajar en "Antaria C.O.", una pequeña empresa de seguros, establecida en los suburbios de la ciudad. Hacía poco que había salido de la Universidad y, aunque no entendía del todo la dinámica empresarial, su dinamismo y capacidad de liderazgo habían logrado que algunos jefes de pequeñas empresas lo recomendaran con creces cuando se postuló al puesto que ansiaba.

— Bienvenido a Antaria Ltda. — Raphael Aller, jefe de recursos humanos, y quien había sido su entrevistador le extendía una mano — En esta empresa nos preocupamos por enseñar a los profesionales jóvenes, así que ante cualquier problema no dudes en preguntar.

Anthony no podía estar más a gusto en ningún lado: había sido aceptado, en una empresa cuyo mercado, al menos en teoría, conocía un poco mejor que otros en los que había trabajado, su tesis había sido precisamente sobre empresas de seguros, y el equipo de trabajo del cual él había sido designado representante, parecía haber aceptado con relativa tranquilidad la "intromisión" de un joven que ocupaba un puesto mayor al de ellos.

Los días fueron avanzado con relativa tranquilidad, y Anthony fue creando fuertes relaciones de amistad con su equipo, Raphael, por su parte, se había comportado como una especie de padre, no solo en la empresa, sino en la vida privada, fungiendo como un mentor y consejero en un nuevo ciclo de su vida que parecía iniciarse con grandes expectativas.

—0—

Pasadas una par de semanas, su equipo se quedó a trabajar entrada la noche, debían preparar una propuesta de negocios para una gigantesca empresa que planeaba asegurar en varios ámbitos a sus empleados, y el éxito de que escogiera a Antaria Ltda. dependía exclusivamente del trabajo que Anthony y sus compañeros realizaran.

Finalizado el trabajo, Anthony se dispuso a dejar la oficina, y en un estado de semi consciencia, estaba seguro que podría dormirse mientras caminaba, , salió de la oficina esperando encontrar algún taxi desocupado que lo llevase hasta su departamento.

— ¿Te llevo a casa? — Anthony literalmente saltó por el susto que Raphael le había ocasionado al acercarse por su espalda para hacerle la sorpresiva pregunta.

— Si…— Anthony se recuperaba del susto — creo que no hallaré nada que me lleve a estas horas.

Caminando ambos hacia el garaje del edificio y subiéndose en el automóvil, una duda asaltó la curiosidad del muchacho.

— ¿Siempre trabajabas hasta tarde?

— Si, se acerca el día de pago, así que si no me pongo a realizar las planillas hasta esta hora no terminaré a tiempo, por cierto, ¿Dónde te llevo?

— Avenida Khim, edifico Celastro— Anthony, debido al sueño, dio la dirección mientras bostezaba.

A pesar del cansancio, ambos entablaron una cordial conversación mientras se dirigían hacia el destino señalado por el más joven de ambos.

— ¿Por qué no vienes a cenar el próximo viernes? — Raphael invitó sorpresivamente.

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El viernes siguiente Anthony llegó con un vino, el mejor que podía costear, a la invitación hecha por su amigo. La casa de este, si bien no muy grande, era preciosa; eso junto a la agradable acogida de su Raphael y el aroma que provenía de la cocina; prometían otorgar una agradable velada.

La noche fue transcurriendo sin mayor problema, hasta quizá las once y media, hora en la cual una extraña adolecente de cabello negro y ojos azules, con los labios y uñas pintadas de negro y una serie de oscuras pulseras y collares con púas. La muchacha se sentó en la mesa sin siquiera saludar al invitado.

— Dianna saluda, tenemos visitas — Raphael sonaba molesto con la muchacha — lo siento Anthony, mi hija es… problemática —Se disculpó con su invitado.

— Salgo esta noche — la muchacha hablaba como si no hubiese escuchado la orden anterior de su padre e incluso, como si no hubiera notado la existencia del invitado mientras picoteaba un poco de la comida que se había enfriado en su plato.

— Dianna escucha a tu padre, y come como se debe— la voz de la esposa de Raphael, Alejandra, había sonado por primera vez en la noche, si se podía decir que había "sonado", pues más bien había sido un tímido susurro. Ocurrió sin embargo, que la muchacha cambió de actitud completamente, tomando los cubiertos y saludando con un gesto al invitado.

— ¡Dianna saluda bien! — el grito de Raphael, seguido por el golpe que propino a la mesa sobresalto a todos en la habitación, Anthony extrañado por la actitud de su amigo sintió un escalofrío y algo de pena por su hija, que en ese momento debía sentirse incomprendida.

— Hola — esta vez la voz de la muchacha sonó casi tan apagada como la de su madre.

El resto de la cena se fue desarrollando con relativa calma, y para sorpresa de Anthony, Raphael pareció recuperar el buen humor que siempre lo había caracterizado en la oficina. Sin embargo el joven fue percatándose de pequeños detalles que rodeaban a la hija de su amigo: los ojos azules mostraban una profunda tristeza, sus labios finos labios parecían confirmar lo que sus ojos querían relatar. Incluso notó un aura extraña giraba en torno a Dianna, una que convertía aquella adolescente en un chica increíblemente atractiva para el joven invitado.

Cayendo en cuenta de sus propios pensamientos, Anthony, rechazó en seguida aquellos pues se trataba de la hija de su amigo. Una muchacha de máximo dieciocho años. Pare la muchacha, de seguro, él era solo un compañero del trabajo de su padre, con absolutamente nada en común con ella.

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Sin embargo, lo que Anthony no notó fue que Dianna, quizá por rebeldía o quizá por una sincera atracción, había analizado al compañero de su padre de pies a cabeza: el cabello castaño y lacio, el cuerpo trabajado y los ojos grises resultaban, sin duda alguna, atractivos para ella quien se sorprendió con aquellos pensamientos que de inmediato detuvo. Si el amigo de su padre era como aquel, entonces estaría perdiendo el tiempo sin embargo, sorprendiéndose a sí misma, se aventuró a hablar.

— ¿Y qué va a hacer en la fiesta de San Abaquiel? — La fiesta, un importante feriado en aquella región, era una de las mayores celebraciones que se realizaban durante el año— ¿lo pasará con la familia?, ¿la novia quizá? — preguntó con fingido desinterés

— Dianna no seas indiscreta — Nuevamente la madre susurró.

— La verdad planeo ver un video, no me gusta salir a discotecas y mi familia está de vacaciones. Respecto a la novia, pues novia no tengo.

— Qué pena tener que pasar ese día solo, ¿por qué no viene a cenar con nosotros? — tras la pregunta, Dianna calló abruptamente esperando no haber cometido un error.

— ¡Maravillosa idea! — Raphael rompió el silencio que se había generado por la posible indiscreción de su hija — ¿quieres aceptar la invitación Anthony?

— Por supuesto— Anthony se había levantado de la mesa para retirarse, y la respuesta, había salido casi sin pensarla, el muchacho se sorprendió preguntándose a sí mismo si comprendía las posibles consecuencias de aquella aceptación.

— El próximo sábado entonces— Raphael le extendió la mano al ver que su amigo planeaba despedirse — Despídanse — el tono del hombre se endureció nuevamente.

— Adiós — madre e hija respondieron al unisonó, mientras Anthony se dirigía a la puerta acompañado por su amigo.

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III. (El presente)

La sangre formaba una especie de lago alrededor de su cuerpo, y curiosamente, aunque pensaba que no podía sentir nada, había sentido las lágrimas de Diana golpear sus mejillas; aunque pensaba que no podía escuchar nada, había escuchado el llanto de su amada; aunque pensaba que no podía sentir calor, había sentido la agradable y cálida sensación del abrazo de aquella muchacha sobre su cuerpo moribundo.

— ¡Dianna a casa! — Raphael amenazaba a su propia hija apuntándole con un arma.

Dianna parecía no escuchar a su padre, su amado moría y posiblemente ella también moriría si se quedaba allí, junto a él. Anthony en el suelo imploraba porque Dianna entrara en razón y no expusiera su vida… los segundos que pasaron fueron demasiado tensos, por fortuna, la tensión fue rota por una sirena que se aproximaba, de seguro alguien había llamado a la policía tras escuchar el disparo.

— ¡Por aquí! — Anthony notó como Dianna gritaba con toda su fuerza, mientras agitaba sus brazos. Raphael asustado por la presencia de la policía olvidó a su hija y había emprendido la huida.

Lo siguiente que Anthony escuchó fue a un policía pidiendo una ambulancia, y nuevamente el llanto descontrolado de Dianna sobre él.

2 de Abril de 2018 a las 17:49 4 Reporte Insertar Seguir historia
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Francisco Rivera Francisco Rivera
Buena historia, los detalles a revisar se han expuesto por escritores que han advertido lo que debe hacerse. El que se tenga un contexto de lo que escribes, apunta a un manejo interesante de los personajes y sus situaciones. Continuaré leyendo y, si es necesario, agregar algo que contribuya a gozar de tu estilo, lo haré. Saludos cordiales.
April 28, 2020, 23:58
Heriberto DE Jesús Muñoz Correa Heriberto DE Jesús Muñoz Correa
Gracias, francisco, por compartir con nosotros este trabajo. En definitiva eres un escritor. Se nota en la economía de lenguaje, en el tratamiento de la historia, en el estilo, en la gramática, en la ortografía. Uno que otro 'errorcillo' (que no gazapo) son perdonables y pueden arreglarse; a todos nos pasa. Yo, por lo general, me demoro unos cuatro años escribiendo una novela y unos cuatro depurándola, corrigiéndola...¡Y cada que la releo encuentro más de un error! Felicitaciones. ¡Ah, y te invito a visitar mi novela TRANSFIGURACIÓN!
April 28, 2020, 21:54
Irving Trinidad Irving Trinidad
Francisco, que tal. Te hago algunos comentarios sobre tu historia, que me ha gustado mucho. Original y propositivo. Detalles de ortografía, de formato, en la primera parte (I. El presente), revisa la penúltima línea antes de pasar a la segunda parte (II. Hace algún tiempo). Ahí parece que hay dos palabras que no van (contra su el que). En el siguiente párrafo, tercera línea, "aunque no entendía del tofo". Por lo demás, buena trama.
April 03, 2018, 17:05

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