carolinajose Carolina José

Presentamos a Lucas y su familia en el momento que experimentan traumas que marcarán sus vidas.


Cuento Todo público.

#Relato #español #Drama
Cuento corto
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Una mañana que jamás volvería y que quedaría plasmada para siempre en sus memorias


—¡Lucas baja ya o te dejo! No tengo todo el día, compraré solo lo necesario.

—Ya voy mami no te vayas sin mí.

A Lucas le hacía ilusión salir al súper y antojarse de cualquier cosa siempre.

Linette y su esposo no tenían una economía muy buena pero la suerte se pondría de su lado esa tarde, aunque le duraría poco. Camino a pagar su cuenta en la fila del supermercado se percató de que participaría en una rifa por haber comprado unas gelatinas para el pelo que su hijo Lucas tanto le había pedido. Las gelatinas para el pelo estaban patrocinando un concurso que permitía ganar diversos premios, entre ellos, artículos promocionales como patinetas y pelotas, gelatina por un año y un codiciado viaje al hotel de la Rivera todo incluido.

Lucas no necesitaba la gelatina, aún le quedaba un poco en casa, pero moría por ganarse una patineta que estaba como artículo de promoción.

Era un sorteo de esos que se entra en la tómbola de manera automática luego de comprar y pasar tu tarjeta de membresía del supermercado al comprar los productos de patrocinio. Lucas se creyó ganador desde que el boleto cayó en aquella tómbola. La madre, acostumbrada a nunca ganar nada, miró con incredulidad a la cajera que le deseó suerte en el sorteo, quien, apelando a la emoción del niño le instó a esperar el resultado que anunciarían en breve como todos los viernes del mes de abril a la 5 de la tarde. Linette sabía que quedarse en el súper diez minutos más significaba una trampa; su hijo tan cerca de esas llamativas golosinas alegaría hambre. De esa hambre infantil que se sacia solo con una barra de chocolate. Diez minutos más suponían un trafico más denso, diez minutos más suponían menos tiempo para avanzar en los quehaceres del hogar y la cena antes que su esposo volviera del taller de ebanistería.

—Mami, me compras un... —Antes que terminara la oración, Linette se apresuró a dar una respuesta negativa a Lucas, quien siempre se antojaba de todo y el dinero no le estaba sobrando precisamente.

Los diez minutos de espera fueron eternos para ambos.

—¡No te conformas que te traje y te compré lo que pediste!, ¡Que espero por ti la rifa! —Le exclamó Linette a su hijo.

—No he dicho nada. —responde Lucas todo malhumorado.

—No hace falta que digas palabra alguna —responde Linette.

Transcurridos los tediosos diez minutos la promotora invita a todos a pasar a la tómbola donde entregarían tres premios.

—¡El primer ganador es el cliente Flavio Alvarado! Se lleva un año de gelatina gratis. ¡Flavio Alvarado! ¡Flavio! —exclamaba la promotora con su voz desgastada y su traje mal tallado que le daba un aspecto muy deslucido a la marca. Al tercer intento Flavio reclamó su premio presentando su boleto de compras y después de unas fotos se aproximó a marcharse, deseándole suerte a todos los participantes del concurso.

Linette sintió un poco de tristeza al ver la alegría que le provocó a ese hombre ganarse un año de gelatina.

—Muy bien aquí tenemos al próximo ganador de una hermosa patineta automática con luces de colores, ¡La señora Adelaida Carrera!.

Una pequeñita de 7 años irrumpe en llanto y luego de un desorbitante berrinche reclama que ella quería los patines. La madre intenta calmarla sin conseguir éxito alguno. La promotora que no sabe como manejar la situación solo dice que los patines serían rifados el próximo viernes y no estaban disponibles, que hoy ese era el premio.

Linette quedó atónita observando las rabietas de aquella chiquilla inconforme que la madre no supo calmar y no se percató de que su hijo Lucas tenía los ojos vidriosos porque no consiguió ganarse la patineta, aunque con tranquilidad absoluta él le pidió que se marcharan.

—¡Ya esperemos el último premio Lucas! —Le dijo con voz alegre intentando animarlo—. Toma, guarda tú el boleto en tus bolsillos.

—Vale —respondió Lucas.

Luego de unas fotos mal tomadas con la desdichada ganadora, la promotora con voz de gran fanfarria anuncia que el último premio de la tarde es la codiciada estadía para toda la familia en el hotel Rivera todo incluido.

—Y el ganador de este magnifico premio cortesía de Gelatinas Cambas y el hotel Rivera es, ¡Linette Porto!

¡Lucas brincó de la emoción!, La espera valió la pena. Pasaría dos días bañándose en la playa y la piscina, comería todo el helado y las hamburguesas que quisiera. ¡Se irían de vacaciones!

Linette, incrédula observó la tómbola y en sus adentros no creía haber ganado. Nunca había ganado nada. Tal vez la inocencia de su hijo atrajo esa suerte.

—Acaba de sacarse unas vacaciones, ¡En un hotel todo incluido de lujo! —le exclama emocionada la desaliñada promotora. Linette sonríe para la foto acompañada de su hijo y su certificado de vacaciones.

Luego de unas cuantas instrucciones para hacer uso de su premio proceden a marcharse.

Linette llevaba una emoción por ir a la playa. Hacía tanto que no veía el mar, adoraba el mar, adoraba la playa. Este sería un buen viaje. De camino a casa el tráfico era insoportable. Lucas no se callaba enlistando todo lo que necesitaba para el viaje y lo contento que su padre se pondría al darle la noticia. Ya quería ir al hotel para poder presumir en la escuela de haber estado dos días al sol disfrutando de los toboganes de agua, los juegos en la arena y los columpios.

Linette esbozó una sonrisa al ver la alegría de Lucas y luego empezó a quejarse del tráfico. Un vehículo se interpuso antes de que cambiara el semáforo y no le permitió avanzar. Todos los coches empezaban a tocar bocinas y ella así sin más bajo el cristal para discutir con todos.

Lucas cambiaba la música como si nada pasase, estaba acostumbrado a la poca paciencia de su madre al conducir. Mientras, Linette maldecía sin piedad a los conductores.

Luego de esperar malhumorada 40 minutos para llegar a casa, en un tramo que en horas despejadas le hubiese ocupado 15 minutos, desmonta lo que había comprado mientras llamaba a Julián y le solicitaba que le ayudara.

—¡Papá! ¡Papá! —exclamaba Lucas emocionado.— ¡Hemos ganado unas vacaciones ven!

Julián se acerca a ayudar y frota la cabeza del alborotado Lucas, quien corrió rápidamente a buscar sus trajes de baño para apilarlos junto a su vieja maleta y todo lo que quería llevar a su viaje.

—¿Qué dice este muchacho, qué cuento es ese? —pregunta Julián a su esposa a quien besa en la frente mientras le ayudaba a cargar las bolsas del super.

—Pues sabes como es Lucas de insistente y me convenció para que le comprara una gelatina para el pelo y pues tenían un concurso y resulta que ganamos una estadía en el hotel Rivera para toda la familia todo incluido por dos noches, ¿Cómo la ves?

Julián sonrió, y dijo —¡Qué bien merecido entonces! Ya me preguntaba porque se tardaban tanto, pero ha valido la pena.

—No te imaginas el trafico que había, madre mía estaba insoportable.

—Tranquila amor que ya estas en casa, ya nos ponemos a hacer la cena. En lo que llegaban he ido adelantando un buen poco picando las verduras y los ajíes.

—¡Que buen marido me gasto! —exclamó Linette.

Luego de terminar de preparar la cena, Julián llamó a Lucas a todo pulmón. Lucas estaba ensimismado con la emoción de haber ganado ese viaje al hotel Rivera que olvidó por completo que tenía hambre.

—¡Ya voy! ¡Ya voy! —exclamó emocionado.

Mientras cenaban, Linette sonrió al darse cuenta de que su hijo estaba tan contento mientras comía que no se percató de todas las verduras picadas que tenía su crema de garbanzos. Julián hizo el intento de reservar el hotel para el otro día, así aprovechaban el lunes feriado del día del trabajador.

—Le digo que no tenemos cupo señor, ya estamos llenos para agendar para mañana. —responde la recepcionista al insistente Julián que presionaba para conseguir una habitación para el día siguiente.

—Julián lo planificamos con tiempo, —brama Linette desde la cocina. —Detesto estos viajes repentinos sin planificar nada, este fin de semana decidí que iba a aprovecharlo para poner en práctica lo que aprendí en las clases de pintura, solo quería aprovechar el feriado para pintar.

—Convéncela papi, ¡Convéncela! —exclamó Lucas extasiado, quien ya tenía casi listo su equipaje.

Mientras Julián esperaba en el teléfono la confirmación de una empleada agotada por el día de trabajo y sin ánimos de ayudar, se apresuraba a colgar el teléfono cuando de pronto escuchó la recepcionista articular una palabra.

—Bueno

A lo que Julián respondió de manera inmediata, —sí, diga, aún estoy aquí.

—Le confirmo que verificando en el sistema tenemos una cancelación y podría ocupar una habitación para este fin de semana, no tiene vista al mar y esta en una tercera planta.

—¡La tomamos! —exclamó Julián emocionado y procedió a proporcionarle los datos solicitados para la reservación a la hotelera.

Lucas saltaba de la emoción mientras Linette sin muchas ganas esbozó una sonrisa al ver a su familia entusiasmada. Julián se aproximó a besar a su esposa en la frente mientras le susurró, tranquila amor, ya tendrás todo el tiempo del mundo para pintar hermosos cuadros.

Aunque ella estaba muy agotada, inmediatamente empezó a repasar en su mente todo lo que llevarían al viaje. Se percató de tener los medicamentos esenciales en su botiquín de emergencia. Ya eran casi las ocho de la noche y debía lavar los trastes y hacer el equipaje. Linette seguía en pie cuando ya su esposo y su hijo se habían ido a descansar.

Al otro día temprano, Linette estuvo en pie primero que todos, incluso que su hijo, quien no pudo dormir bien de la emoción. Se apresuró a cerciorarse que todas las persianas y puertas estuviesen cerradas en su casa. Verificó que ningún grifo quedase abierto y selló correctamente la tubería del gas. Fue la ultima en subir al auto donde Julián y Lucas le esperaban impacientes.

El camino fue placentero, muchos arboles que ver camino a la Rivera. No había tráfico y el cielo estaba despejado. Se fueron por la carretera bordeando el mar. Las aves sobrevolaban las olas y el sol resaltaba el brillo del mar.

—¡Mami mira un pajarito de colores! —exclamó Lucas.

—Es un guacamayo —respondió su madre riéndose de las ocurrencias de su hijo.

Una vez cerca del hotel, entraron por un camino que llevaba a la entrada de la Rivera, era largo y relajante. Lleno de palmeras y flores tropicales, verdes pastos y un silencio de ensueño.

—No he visto la playa y ya me he relajado —presumió Linette.

Procedieron a entrar a un majestuoso vestíbulo que lucia una lámpara impresionante, unos muebles de bambú con cojines floreados y unos tonos que evocaban un autentico atardecer en el Caribe.

—Ahh —suspiró Linette al contemplar el lujoso hotel que de no haberse ganado ese premio, jamás hubiesen podido permitirse conocer.

Le recibieron amablemente y le invitaron a ponerse cómodos mientras le entregaban su habitación. Le brindaron bebidas sin alcohol de cortesía y unas galletas de cocos que Lucas al instante de probarlas exclamó, ¡deliciosas!

Subieron a su habitación con vista al jardín. Estaba repleto de hermosas y coloridas flores y un pasto verde intenso recién podado. El sol estaba radiante y sin pensarlo dos veces bajaron inmediatamente a meterse en la playa.

Linette enterraba los pies en la cálida arena mientras observaba a Lucas y a Julián jugar con un frisbee, estaban tan felices. Se dejo llevar por la tranquilidad que provocaba el sonido de las olas mientras saboreaba una margarita con hielo.

—Nos iremos a la piscina amor, ¿vienes con nosotros?

—Vayan ustedes, yo quiero seguir aquí en la playa, respondió con una sonrisa.

Mientras Lucas y su padre se deslizaban por los incontables toboganes de agua, Linette se aventuró a adentrase en la exquisita playa del Carmen. Se fue dejando llevar por las olas, mientras disfrutaba de las tórridas aguas que golpeaban su cuerpo mientras se desvanecía todo su agotamiento y se dejaba llevar por la corriente. De pronto una sucesión de olas arroparon a Linette y la llevaron mar adentro. Cuando se percató que estaba muy lejos de la orilla, empezó a nadar con todas sus fuerzas. Pero las olas que la arrastraban cada vez mas adentro del mar, no la escupían de vuelta hacia la orilla. Linette resistió y se aferró a la vida con todas sus fuerzas, gritó ayuda pero nadie parecía percatarse que las olas la habían arrastrado. Guardaba sus fuerzas para aferrarse ala vida que se le escapa mientras lentamente se hundía. Ya no tenia fuerzas para seguir a flote, nunca fue buena nadadora y sus brazos cansados no le ayudaban a flotar. Pensó en lo triste que se sentía porque el final se acercaba en un momento que Lucas, Julián y ella disfrutaban unas vacaciones que hacia años no tenían. Le dolía más que nada saber que les arruinaba la alegría que tenían por ese fin de semana. Le pasó la vida en un instante, como le pasa la vida a quienes lanzan su ultimo suspiro. Se arrepintió seguido de ser tan impaciente con su pequeño Lucas que dejaría ahora al cuidado de su amado Julián. Linette entendió en ese instante que no vivió todo lo que debió haber vivido. Y mirando las grandes nubes que tapaban el brillante sol, se dejó hundir en lo profundo como se hunden los sueños que nunca se llegan a realizar.

Julián y Lucas que estaban agotados hasta más no poder de tanto lanzarse por los toboganes de agua, fueron a buscar a Linette para irse juntos a comer. A Julián le pareció extraño encontrar en el chaselong todas las cosas de su esposa pero no la veía por ninguna parte.

—Y mami —exclamó su hijo.

—No lo sé hijo, no lo sé. Tu madre no suele moverse sin avisar. ¡Linette! ¡Linette! —vociferaba Julián mirando a todas partes, —¡Linette!

—¡Mami! ¡Mami! —llamaba Lucas mientras buscaba a su madre entre la multitud de turistas que se agrupaban en la orilla.

Julián le pidió a su hijo que se sentara y no se moviese de ahí, y acercándose a la multitud comprobó que a quien intentaban resucitar en la orilla era al cuerpo inerte de su amada esposa.

—¡Dios Linette! ¡Linette! ¡Linette mi amor! —gritó desesperado mientras el salvavidas le daba respiración boca a boca.

Llegaron los paramédicos que se apresuraron a trasladar a Linette en una ambulancia al centro de salud más cercano.

Lucas observaba a su padre desesperado mientras cargaban a su madre, pero el pequeño no entendía lo que pasaba. Sin embargo aguardó tal como su padre le pidió.

Un personal del hotel recogió a Lucas quien llevaba sentado 20 minutos sin decir palabra alguna, y sin moverse a lugar alguno como su padre le había solicitado, en el mismo lugar donde apretaba con fuerza todas las pertenencias de su madre.

—Lucas soy José, vengo a llevarte al hospital con tu familia.

—Primero debo subir a la habitación a buscar el botiquín y los medicamentos de emergencia que mi mamá empacó—dijo Lucas convencido de que los necesitarían.

Entendiendo la preocupación del niño, le permitieron buscarlo y luego procedieron a llevar a Lucas al hospital tal como Julián ordenó.

Cuando Lucas llegó al hospital, asustado, con el botiquín en las manos, visualizó a su padre quien le esperaba en la entrada. Julián le abrazo como nunca antes lo había hecho, lloro profundamente mientras Lucas sin entender preguntó.

—¿Dónde está mamá?

—Mamá ha partido con Dios y sus ángeles Lucas. Dios la trajo hasta aquí para que viera el mar por última vez.

Lucas empezó a gritar desconsolado, pateó con todas sus fuerzas a su padre y le decía, búscala, esta ahí dentro, ¡busca a mami!

Julián desconsolado abrazaba más fuerte a su hijo, sin poder articular alguna palabra que le proporcionara consuelo. Lucas, tan pequeño, con apenas 10 años se sentó y algo calmado le susurró sin fuerzas a su padre.

—Si no le hubiese pedido que me espere para acompañarle al super, si nunca hubiese dicho que necesitaba la gelatina, si no hubiese pedido esperar el sorteo, si no hubiese insistido en que viniéramos hoy, mamá estaría en casa con nosotros pintando sus cuadros. —Lucas hasta deseó no haber nacido. Eran fuertes pensamientos para un niño tan pequeño.

—¡No, no, no! Lucas, mírame hijo, ¡no es culpa tuya! —expresó Julián en llantos.

—Si lo es, si lo es. Por mi estamos aquí, por mi murió mamá.

No hubo palabra alguna que Julián le dijera a su hijo que lo convenciera de lo contrario.

Lucas se hizo adulto en dos minutos. Bastó conocer la muerte y entender lo que había perdido para abandonar sus años de inocencia. Se recluyó de todo al sentir que le robó la vida a su madre.

Lucas repasaba una y otra vez cada instante de esa ultima mañana. Revivía en su memoria el verla sonreír una y otra vez. Se aferró fuertemente a esa escena con el mayor de los miedos, miedo de que el dolor que sentía en ese momento le borrara esos recuerdos de su cabeza. Se reprochó todas las rabietas o reclamos que pudo haberle hecho a su madre. Se entró la mano en su bolsillo y agarro un papel, miro detenidamente mientras lo sacaba de su pequeño bolsillo. Agarro el boleto, el boleto que les hizo ganador de la suerte que marcó su día mas oscuro. Prometió guardarlo y nunca más jugar al azar. Dejó caer el botiquín de emergencias en el suelo, perdiendo así todas las esperanzas.

Ese último día de la vida de Linette, Julián despidió a su esposa, Lucas a su madre y el mundo perdió una artista que quedó recluida en los quehaceres de la cotidianidad sin la oportunidad de explotar su talento.

3 de Marzo de 2018 a las 23:22 3 Reporte Insertar Seguir historia
2
Fin

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Yele Contreras Yele Contreras
Excelente 👏. Me dió un poco de triste, ya que por fin estaban teniendo unas merecidas vacaciones y lo difícil que debió ser para los dos afrontar que ya ella no iba estar a su lado.
August 13, 2020, 14:19
Julia Diaz Julia Diaz
Muy buena moraleja. Bueno, creo que moraleja hehe.
March 11, 2018, 15:37

~

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