Cayo en una especie de abismo, sintió un aroma a pino, a humedad y a naturaleza, el aire se enfrió y a su alrededor no veía más que borrones, sintió como caía rápidamente y de pronto despertó, agitada y sudando, había sido solo una pesadilla, si, la misma pesadilla recurrente, esa que había soñado tantas veces desde hacía un par de años, esa pesadilla que la hacía despertar cansada y agitada cuando lograba llegar más allá del abismo negro, la hacía despertar con miedo y con la sensación de estar siendo observada desde la oscuridad, esa era la razón por la cual dormía con la luz de su escritorio encendida, le daba paz y tranquilidad al saber que no estaba sumida en esa húmeda y voraz obscuridad.
Ruby Andersen tenía veinte años y recién había comenzado a vivir sola en un pequeño apartamento cerca del centro de Londres, trabajaba para poder vivir y olvidar que se encontraba sola en el mundo desde hacía 6 años que sus padres habían desaparecido sin dejar rastro, tenía más de un mes que no salía con sus amigas, su rutina consistía en trabajar y al llegar a casa leer, ver series y descansar, podría decirse que estaba entrando en una pequeña depresión que la hacía no querer salir si no era estrictamente necesario.
Faltaba poco menos de un mes para su cumpleaños y aunque extrañaba a sus amigas no tenía ganas de invitarlas a su pequeño apartamento o de salir a visitar a alguna de ellas pues no le gustaba la forma lastimera con la que la miraban cuando creían que no las veía, sabía que no lo hacían de mala fe pues cuando desaparecieron sus padres ellas le ayudaron con las denuncias y todo lo que fue necesitando por más de un año hasta que Ruby les pidió que dejaran de preocuparse y comenzó a hacer las cosas sola, dejo de frecuentar el lugar en el que se veían cada viernes y se centró en el trabajo.
Una vez al mes accedía a salir con ellas a tomar un café por la tarde o al cine y por un helado, pero nada más, salir a las discotecas y antros no le apetecía, no le llamaba la atención nada. Y aunque parecía que estaba superando la desaparición de sus padres cada lunes al anochecer llamaba a la policía para saber si había avances en el caso aun cuando la respuesta fuera la misma: "Seguimos investigando, pero sin pistas o antecedentes no hay nada que hacer".
Durante casi dos semanas sus amigas le llenaron el celular de mensajes convenciéndola de pedir el día de su cumpleaños para salir juntas todo el día, desayunar, comer y cenar como lo hacían años atrás.
Cansada de la insistencia y un poco animada por la idea de olvidarse del trabajo y sus responsabilidades por un día entero accedió y acepto la invitación para el día de su cumpleaños.
Harantza Quintanar
