Llevas tres semanas sin que que en tu boca se dibuje una medialuna hacia arriba. Tres semanas comiendo solo lo que hay en el sector de ultracongelados del supermercado, bebiendo humo de cigarrillos y escuchando aquella maldita canción. Veinte días y veintiún noches pensando en lo que podía haber sido pero que al final no va a poder ser. Más de quinientas horas sin musa ni inspiración y sobre todo, sin escribir nada que se parezca a algo medianamente aceptable. Escribir es de las pocas cosas que se te dan bien y ahora no te pone ni siquiera eso. Estarás así, gris e inerme como un árbol de navidad a mitad de enero, como un parque de atracciones vacío, como una maldita hoja en blanco. Hasta que te enteres que hay más de tres mil ochocientas millones de mujeres en el mundo, más allá de ella.
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