honeymoon134340 Shelemah Paez

—¿Prefiere estar aquí conmigo o en las fiestas del pueblo, alteza? —Cualquier cosa que haya vivido antes luce ahora sin color ni armonía, pues creo que comencé a vivir el día que entraste por esa puerta a iluminar todo el palacio. En un mundo en el que reina la brujería y el mundo es dividido bajo las categorías de la misma; un joven omega llega al palacio real, pasando de ser alguien libre a uno de los tantos hombres y mujeres del príncipe, destinado a reinar y dar herederos o a quedar olvidado.


Romance Romance adulto joven Sólo para mayores de 18.
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Capitulo 1

Iba caminando por los pasillos, altos techos y delicadas decoraciones en las paredes; llevaba la cabeza gacha y la mirada perdida en sus pies descalzos y en sus manos encadenadas que estaban atadas a una larga cadena que lo unía a sus compañeros que iban en columna.

Podía sentir el frío del invierno calar en sus huesos. Pronto pasaron a través de una gran puerta doble de color blanco, con decoraciones doradas y negras en ella.

Llegaron a un amplio salón con altas ventanas, muebles color crema, pequeñas mesas cercanas, candelabros dorados con detalles negros, una alfombra que cubría en su totalidad el suelo, todo lleno de omegas que simplemente estaban sentados, bebiendo té, comiendo de bandejas o jugando algún juego de mesa. Al final de dicho salón estaba la entrada a un balcón, a cada lado de éste unas escaleras que daban a un segundo piso. El omega que los estuvo guiando les dijo donde parar, llamando a una mujer mayor junto a dos jóvenes que llevaban como uniformes vestidos cafés de cuello alto y el cabello recogido.

Todos los encadenados fueron colocados en fila. Las mujeres con vestidos cafés fueron inspeccionando a cada uno, comenzando con una omega, le revisaron la boca, los oídos, su nariz, y así pasando a la siguiente, mientras la mujer mayor tomaba a algunas de las que ya eran revisadas, de los 15 que habían revisado solo tres habían pasado a la columna formada por la mujer.

Justo cuando estaba siendo revisado la mujer mayor tomó a otro omega.

–Listo, los demás serán acogidos en el programa del rey consorte, que se los lleven al refugio —soltó la mujer comenzando a caminar.

—No podemos tomar cuatro omegas, señora. Números pares —le dijo en voz alta el omega que los había guiado desde su llegada.

—Es verdad —dijo ella mientras tenía la vista fija en su camino a pesar de haber cesado sus pasos —. Toma el que quieras, confío en tu juicio —comentó reanudando su caminata a las escaleras de la derecha.

El omega giró en dirección a la fila, mirando con detenimiento a cada omega presente en ella. Pronto sus pasos moviéndose en su dirección.

—¿Cuál es tu edad? —inquirió hacía él.

—Cumpliré 22 en la próxima parte oscura del año,19 de Octubre—murmuró el alto omega de cabello negro.

Fue tomado de su brazo izquierdo siendo prácticamente obligado a caminar hacía donde se había ido la mujer anteriormente. En el piso de arriba fue recibido por un pasillo con dos habitaciones de cada lado, siendo empujado para entrar a la primera de la izquierda.

Allí vio que los omegas seleccionados estaban desvistiéndose frente a una de las mujeres de vestidos cafés. El omega que lo trajo amablemente le señaló el lugar en el que estaban los demás omegas, en una señal de que debía ir y hacer lo mismo, haciendo que se tensara visiblemente. Por supuesto que su acompañante lo notó.

—No te preocupes, solo van a ser revisados por la doctora y luego se darán un baño —le dijo con una suave sonrisa en sus labios, que lo hizo perder algo de tensión.

Con un poco más de confianza se acercó al mesón donde los demás estaban colocando su ropa. Descartó la suya, que constaba de un vestido blanco y un corsé café, nada muy ostentoso ya que vivía en un campo donde no podía darse el lujo de llevar muchas capas de ropa si no quería morir de calor.

Se colocó junto a los demás, un hombre y tres mujeres, una de ellas fue pasada detrás de una cortina blanca al lado de un pasillo, pasando unos cinco minutos entre cada uno. Cuando llegó su turno, observó una camilla con piezas metálicas al pie de ésta, una silla con la mujer esperando, la cual le dio una señal para recostarse; estaba contra una alta ventana que dejaba entrar la luz, en el final de la camilla.

Hizo lo indicado, colocando los pies en cada pieza metálica para mantener sus piernas arriba y abiertas; la mujer colocó una ligera sábana sobre él.

—Bien, bonito, ¿Cuál es tu nombre? —le dijo con voz suave mientras conectaban miradas.

—Cybele —respondió el omega jugando con sus manos sobre su abdomen.

—Bueno, Cybele, yo soy Amelia. Voy a revisarte para ver que todo esté bien allí abajo y en general, no tienes por qué estar nervioso, ahora soy tu doctora y espero serlo por mucho tiempo más —le dijo con una sonrisa amable en lo que procedía a hurgar entre sus piernas con sus manos y otros objetos.

Mientras, su mirada se dirigió a la esquina de la habitación; posándose en un altar con velas gruesas, flores y frutas, que estaban en frente de un dibujo de dos mujeres, una con una serpiente enroscada en su torso, a la cual le daba de comer, y la otra alimentaba a una serpiente de igual manera, pero ésta estaba en un árbol.

—¿Quiénes son? —inquirió a la mujer, la cual volteo al lugar donde estaba su mirada.

—Ah, son Higea y Panacea, ¿No las conoces? ¿De dónde vienes exactamente? —le cuestionó ella mirándolo a los ojos, aunque el chico no le devolvía la mirada.

—Bastante lejos al parecer, nunca escuché de ellas, ¿Qué hacen? —respondió detallando el dibujo en el papel gastado.

—Las dos son hijas de Asclepio, el Dios de la salud, Higea es la Diosa de la curación y la sanidad y Panacea de la salud, éste es un consultorio médico por si no te has dado cuenta

—le dijo con un deje de broma. No comentó más nada con respecto a aquello. Recibió indicaciones para sentarse mientras la joven revisaba los latidos de su corazón, respiración y demás cosas.

Al terminar fue guiado a salir y caminar por el pasillo; al final de éste, había una zona con bancos de mármol suspendidos sobre tinas, sobre cada banco había una fuente que dejaba caer agua a quien se sentara. Del lado opuesto del gran baño había 7 cuencos enormes que tenían capacidad para cinco personas más o menos, con fuentes, las cuales no estaban funcionando, no entendió por qué hasta que vio las mismas llenas de hierbas de las cuales venía un herbal aroma. Todo cubierto con flores y rodeado de velas.

Fue guiado a los bancos donde le indicaron que se limpiara de todo.

Él no era tonto, sabía que no solo hablaban de suciedad física.

Al terminar con su labor fue a uno de los grandes cuencos en el que se sumergió. Unos omegas y mujeres betas que estaban al pendiente de todo y ayudando se acercaron, primero preguntando sus nombres, luego haciendo un círculo alrededor de todos mientras comenzaban a susurrar en voz baja de manera repetitiva.

Nunca pensó que nadie se encargaría de limpiarlo y protegerlo energéticamente, muy lindo, pero sabe que no lo hacían por benevolencia, era para evitar que cualquier peligro entrara al palacio.

Con toallas sobre sus cuerpos, caminaron por otro pasillo -¿Cuántos tenía el lugar?- En el cuál sobre mesones de mármol había frascos con diferentes aceites, cremas y perfumes.

Los dejaron elegir libremente cuales usar mientras les iban entregando ropa, simplemente esperando por ellos. No iba a mentir, le parecía muy raro que no hubiera lugares privados para vestirse y el cero pudor que tenían las personas que los guiaban.

Con confianza se desvistió, colocó los aceites en cantidades adecuadas en su cuerpo. Al ponerse el vestido le prestó atención al verse en el espejo que estaba al lado del mesón. Era un hermoso vestido blanco con el cuello y los hombros cubiertos por el frío, las mangas eran largas, pero tenían una abertura desde sus codos que dejaban caer con gracia la tela a sus costados, la delicada tela cosquilleando los lugares donde rosaba, se le fueron entregadas sandalias con delgadas cintas que envolvían sus tobillos y pantorrillas.

Una hora más tarde se encontraba en un salón con una larga mesa curva con sillas del lado de la pared, con la intención de que los presentes vieran en dirección al centro de la sala. Los omegas pasaron a sentarse, ya con mucha más confianza al ser bien bienvenidos.

—Se preguntarán cuál será su función en éste palacio, porqué se encuentran aquí —comenzó la mujer mayor que los estuvo acompañando todo ese tiempo —, cada uno de ustedes fue elegido como candidato para ser el Omega de nuestro futuro rey, su alteza real Alaric, y así convertirse en reina o rey consorte, y no solo acompañar a su alteza en su estadía en el trono hasta que sea tomado por su primogénito, el consorte deberá guiar a la nación de igual manera que nuestro rey, siempre ha sido una tarea difícil, pero ahora lo es más, ya que nuestro rey consorte ha sido el mejor no solo en la historia de nuestro reino, se cree que del mundo —la mujer caminaba tranquilamente en el círculo que dejaba la mesa, posando su fría mirada en cada uno de ellos —, él los estará observando, aunque ustedes no lo vean será consciente de todos sus movimientos; él es el omega más fuerte y poderoso que ha pisado esta tierra, algunos creen que es un regalo de los dioses para mantener el orden, la justicia y la paz, es conocido como el protector de los débiles, siempre velando por los omegas, las betas y niños de nuestro reino Se encontraba bastante absorto en las palabras de la mujer, que solo lo hacían querer saber más.

«Su amor por nuestra reina, su majestad, es inquebrantable, al igual que su compromiso con el trono y la nación, por lo que, no dejará que cualquier omega tome su lugar. Nuestro futuro rey es el que elegirá a su omega, pero sin el permiso del rey ese omega no ascenderá al trono; así que serán educados para ser dignos de la corona, líderes natos, inteligentes y hábiles en las actividades mágicas, como saben, el reino de la magia hereditaria tiene la tradición de que el libro familiar pase a manos del omega de la familia.

—¿Qué pasará con los demás luego de que el futuro rey elija a su omega? —cuestionó una de las omegas que estaba en una de las últimas sillas.

—Los omegas del harem siempre que no cumplan con su función serán casados con personas importantes del reino, o si lo eligen permanecerán solos el resto de su vida, claro que todos tendrán viviendas y un trabajo digno de los conocimientos que obtendrán aquí; conocimientos con los que muchos omegas solo pueden soñar, así que aprovechen la oportunidad, no importa si no se convierten en consortes, es una oportunidad única que los Dioses y el universo ha puesto en su camino La mujer se dio la vuelta en dirección a una mesa con papeles en la pared contraria, hurgando entre ellos.

«Así que comenzaremos dándoles sus horarios, generalmente las personas de nuestro reino gozan de bastante tiempo de ocio, pero ustedes deben ser educados de la mejor manera posible Les fue entregando un rollo de papel y varios libros a cada uno.

—Se levantarán con los primeros rayos del sol, desayunarán, se cambiarán y asistirán a sus clases, serán educados en lenguas, ciencias políticas, astronomía, matemáticas, y ciencias derivadas; hasta la hora de la comida. Luego irán a ser educados en las artes, son de libre elección, podrán escribir y leer poesía, tocar instrumentos, cantar y bordar, hasta la media tarde —la mujer iba diciendo mientras tenía la mirada perdida en los frondosos jardines que se observaban desde las altas ventanas—. Pasarán a los baños hasta que se ponga el sol, comerán y tendrán sus horas para estudiar o practicar su magia, si necesitan hacerlo al aire libre lo harán en el jardín del harem, por supuesto, tienen prohibido abandonar éste a menos que sea para ver a su alteza.

No entendía la razón de aquello, pero no cuestionaría algo que no parecía turbar a los demás, y que realmente no le molestaba.

—Los viernes cambia la rutina, un omega es elegido para servir a su majestad, la selección se realiza luego del baño; el omega es preparado y consentido aparte, luego cena con su majestad, pasan tiempo juntos y luego se unen, si el príncipe decide tenerlo más tiempo con él es una gran señal. Estos encuentros dan un preámbulo de quién se convertirá en su omega, así que aprovéchenlo —la mujer comentaba con una gran sonrisa genuina que no estaba ahí las frases anteriores.

—Con eso de unirse al príncipe, ¿Quiere decir que debemos intimar con él? —preguntó el omega que estaba a su lado.

—Claro, cómo más su alteza y el omega sabrán que quieren estar juntos para el resto de sus vidas, deben desarrollar ese vínculo todos estos meses, hasta que él elija a uno —le respondió la mujer con una expresión de confusión.

—¿Y si no quiero? —cuestionó el otro esta vez.

—Pues se irá del palacio —la mujer respondió con aún más confusión, pero respondiendo lo que dictaba el protocolo. Se le hacía inconcebible que un omega no quiera estar a disposición de su alteza, en todo sentido, su reino estaba acostumbrado a no tener pudor sobre el deseo y los placeres carnales, no comprendía por qué no querrían, por más que fueran omegas de afuera, pero no comentó sobre ello, no era su trabajo.

—Ya falta una hora para que se ponga el sol, les mostraré sus habitaciones y el lugar.

Fueron guiados de vuelta al gran salón que ahora se encantaba vacío, suponiendo que los demás omegas estaban en los baños. Subieron por las escaleras del lado izquierdo y en éstas había 9 habitaciones repartidas en un círculo con un hexágono en el suelo.

—Pueden pasar todo el tiempo que quieran en el salón principal para pasar el tiempo, los sábados y domingos pueden ir a las fuentes y piscinas del jardín y estar al aire libre, las comidas son entregadas ahí, son días de fiesta y descanso de las labores, tienen suerte de haber llegado al palacio un jueves, su estadía aquí comenzará con lo mejor de la semana.

Fueron repartidos de a dos por las habitaciones que no estaban ocupadas; él fue asignado junto al omega que estaba a su lado en el salón de clases, al entrar por las dobles puertas más pequeñas vieron una pequeña mesa con cojines y muebles al rededor, en el centro de estás frutas, quesos y galletas. Al recorrer la habitación con su mirada vio dos camas al fondo de la misma; estaban decoradas con finas telas claras y doradas, con las que nunca imaginó siquiera tener contacto; entre las camas una larga mesa con tres floreros con rosas y velas repartidas por dicha mesa.

En frente de las habitaciones había baúles dorados. Altas ventanas con un balcón, toda la habitación cubierta por paredes color crema y alfombras blancas con dorados en las orillas, con detalles negros en toda su extensión.

Unas horas después fueron llamados al salón principal, subieron por las otras escaleras, y en vez de ir a la habitación de los baños, cruzaron la puerta que estaba del lado contrario llegando a una sala con una larga mesa ovalada. Ya en ésta se encontraban personas esperando.

Omegas, para ser exactos.

Fueron invitados a sentarse amablemente, intercambiando presentaciones con los dulces omegas que ya estaban ahí, aunque había cierto aire de incomodidad, fueron bastante amables.

Fue llegando la comida, los sirvientes saliendo de un pasillo al fondo de la sala. Realmente no esperaba que fuera tanto para 13 personas. Había una variedad increíble, pollo en diferentes presentaciones, diferentes tipos de peces, carnes, frutas, vegetales, vinos, jugos y de más, era realmente un banquete y parecía que comían así todos los días. El lugar comenzaba a gustarle, aparte de esa aura mágica y especial que cubría el harem, y suponía era porque nunca había sido pisado por alfas.

Ya no estaban siendo llevados de un lugar a otro, pero los encargados siempre estaban a la vista. Al terminar todos comenzaron a levantarse y retirarse, así que imitó sus acciones y fue a su nueva habitación, encontrándola vacía.

Se comenzó a desvestir y posteriormente se colocó un vestido sencillo de seda dorada. Escuchó la puerta de la habitación ser abierta, por lo que su atención se desvío a dicho lugar. Su compañero estaba entrando.

Pronto lo vio acercarse al otro baúl y sacar su ropa que consistía del mismo vestido dorado. El chico conectó miradas con él, abrió la boca, pero nada salió por unos segundos.

—¿Te podrías dar la vuelta? —le pidió con una inocente mirada.

Se vio tomado por sorpresa, pero se giró a encarar la pared contraria. Cuando el chico le dijo que ya podía girarse conectaron miradas.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó mientras tomaba los cerillos junto a las velas, colocando uno entre sus dedos y rasgando hasta que la llama se hizo presente, acercándola a una vela blanca en un candelabro individual.

—Fay —le contestó el omega arrodillándose hacía su cama, por lo que no le respondió para no interrumpir su rezo.

Se deslizó por las suaves sábanas hasta quedar sobre su costado viendo toda la habitación desde su posición. Como era costumbre comenzó a pensar y rememorar cosas, recordando su hogar, extrañando el aroma de su madre omega, las tardes que pasaba a cabello con su madre alfa. El aroma de su familia, ese pequeño nido que lo hacía sentir seguro y que sabe que no lo volverá a ver más que en sueños, poco a poco quedando sumido en la inconsciencia.

«—»

Despertó por los fuertes golpes que provenían de la puerta de la habitación. Abrió los ojos encontrándose con la completa oscuridad que las horas dónde las velas fueron consumidas le brindaban.

Los golpes no cesaban por lo que un poco molesto se levantó de golpe, sus pies sintiéndose fríos al impactar con el suelo, se dirigió a la puerta y la abrió con su ceño fruncido.

Del otro lado se encontró con el bonito omega de cabello castaño sosteniendo un candelabro de tres velas en su mano izquierda mientras que la derecha estaba levantada en un puño.

—¿De verdad es necesario que toques tan insistentemente? —le preguntó con una mueca de disgusto en sus bonitas facciones.

—Los motiva a levantarse para abrir la puerta y así se les esfuma en sueño, claro que se acostumbraran y no será necesario ni que toquemos —con su mano derecha ahora tras su espalda se giró en dirección a la siguiente habitación, ya que la suya era la primera del lado izquierdo del círculo —. Sé rápido y esperen en el salón del harem.

Luego de que se fuera sin siquiera esperar una respuesta se giró, viendo al otro omega sentado con los ojos cerrados y el rostro hinchado, se notaba lo poco acostumbrado que estaba a levantarse a estas horas.

Se dirigió a abrir las finas cortinas para ver el cielo nocturno lleno de estrellas aún. Él por su parte estaba bastante acostumbrado, los omegas se levantan antes de que caiga el primer rayo de sol, es algo que decía su madre.

En el baúl frente a su cama había varios vestidos bastante abrigados contra el frío, ya que estaban en invierno. Se colocó un vestido morado con flores unos tonos más claros en la falda, con el cuello alto y las mangas largas, se calzó unos bajos tacones que estaban junto al baúl.

Cuando giró, se percató que su compañero seguía en la misma posición que hace 10 minutos, observando una sandalia al lado de su cama.

— ¡Hey, muévete! Nos deben estar esperando —le dijo en un tono de voz bastante alto por lo que el chico saltó en su lugar y procedió a ponerse de pie, tropezando con la misma sandalia y cayendo al suelo sobre su espalda.

Se acercó a levantarlo y cuando vio que estaba completamente despierto salió de su habitación, encontrando hermosos omegas que no parecían para nada de mal humor por ser despertados antes del alba.

Bajó las escaleras con ellos recibiendo amables sonrisas, buenos días y bendiciones de su parte. Al llegar al salón se acercó a sentarse en un diván frente a una ventana, mientras veía a los demás llegar de a poco.

Se dirigieron todos al salón de estudio conforme el cielo se iba aclarando, había cierta aura tranquila y segura que seguro venía de estar principalmente entre omegas. Con el primer rayo del sol comenzaron las clases, iniciando con las matemáticas, no siendo la mejor opción para la hora.

«—»

Con el pasar de las horas y luego de la hora de la comida se encontraba en otra sala, donde estaba comenzando su intento de tocar el piano.

—Sé delicado, omega, los Dioses me otorguen paciencia —le decía una mujer mayor que era la encargada de enseñarle. Era el único en el área del piano, la mayoría estaba concentrada en la zona de las arpas y flautas, sonidos más suaves y sutiles que iban acorde a su casta.

Bueno, él quería tocar el piano, podía sonar imponente, pero también tener ese toque delicado, y la versatilidad del mismo es utilizada por el intérprete.

Poco a poco se fue familiarizando con el instrumento y conectando con él, obviamente no hizo mucho más que aprender las cosas básicas y tocar unas cuantas melodías ya que era su primera clase.

Ahora se encontraba sentado en los bancos de mármol en el baño mientras refregaba sus piernas con un gel espumoso y una esponja.

Escuchaba carcajadas detrás de él, pero pronto vio que no eran dirigidas a su persona. En las amplias piscinas habían omegas ya limpios, todos sentados tomando el sol que entraba por el traga luz del techo o nadando en agua con aceites esenciales y pétalos de rosas.

Todos con sus cuerpos desnudos sin ningún pudor, podía ver que cerca había bandejas de las que tomaban aperitivos con los que acompañaban sus copas de vino, todo mientras conversaban y reían. ¿Por esto es que la hora de los baños duraba tanto? Se dirigió a la zona que estaba destinada a vestidor, pasando junto a una de las piscinas.

—¡Hey! ¿A dónde vas? Ven con nosotros —le dijo una bonita omega rubia con su largo cabello siendo tranzado por otra.

Se congeló, y sintió sus mejillas arder al bajar la mirada con pena y encontrarse con los grandes pechos de la omega al aire, por lo que devolvió la vista a su rostro.

Se acercó y subió las escaleras captando la atención de los demás.

—Siéntate, ¿Quieres comer algo? —le ofreció un delgado omega moreno que estaba sentado en las escaleras interiores. Se introdujo en el agua y se sentó a su lado, asintiendo con la cabeza.

—Hay bastante variedad aquí, y si quieres algo en específico solo llama a los encargados —le dijo la chica rubia con una sonrisa.

Se acercó a la bandeja y tomó una copa de vino y una galleta de mantequilla que se deshizo en su lengua cuando la probó, el amargo sabor del vino invadiéndolo pronto, subió las cejas en satisfacción.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó el chico a su lado con la cabeza recostada en sus brazos cruzados sobre sus rodillas flexionadas.

—Cybele, ¿Y ustedes? —le respondió con la boca llena de galletas.

—Yo soy Giles, ella es Idylla —señaló a la omega que lo había invitado —, ella es Cristel —su mano cambió de dirección a la chica que le trenzaba el cabello a la rubia. Procedió a colocar sus manos tras sus caderas, posando su peso en la escalera.

—Y él es Ireneo —apuntó con la cabeza a un omega que estaba nadando anteriormente, ahora recostado de la pared contraria, con los ojos cerrados y la cabeza levantada —nuestro futuro rey —le dijo con un tono burlón logrando que éste abriera los ojos con un rubor trepando a sus mejillas.

—No digas esas cosas a la ligera, el rey te cortará la lengua por siquiera nombrar a alguien más en su trono —le dijo con su bonito rostro serio. Se fijó en su rostro, tenía el cabello castaño, la piel pálida, sus rasgos eran delicados; labios finos y nariz respingada. Bonitos ojos azules grandes, pestañas llenas y cejas pobladas.

—No te lo tomes tan en serio, eres el favorito del príncipe desde hace años, vas casi todas las semanas a servirle a su alteza, es inevitable que suceda, no estás siendo ambicioso —le dijo la rubia mientras comía una fresa.

—Si es la voluntad de los Dioses así será, nuestro destino está en sus manos —respondió, pero tenía las mejillas sonrojadas, una suave sonrisa y un lindo brillo en sus ojos.

—¡Traigan música muchachos! —les dijo Giles a los betas que esperaban en la entrada, rápidamente saliendo de allí —. No será fácil tener una vida diferente, aprovecha este tiempo Cybele, no sabemos cuánto nos queda aquí, pero no es mucho.

—¿De qué hablas? —Le preguntó mientras tomaba de su copa bastante relajado ahora.

—El príncipe subirá al trono el próximo mes, tiene permiso de casarse y tener hijos desde que asuma, las bodas ocurren en primavera, por lo que son solo unos meses hasta que el príncipe elija a su omega y nosotros nos iremos de aquí —el omega se sentó junto a Cristel y la omega comenzó a trenzar su cabello y poner flores en él —esta es la vida con la que cualquier omega sueña, estudiamos mucho, sí, pero nuestros lujos, privilegios y derechos son un sueño del que solo uno de nosotros podrá disfrutar para el resto de su vida Cybele nadó hasta sentarse junto a la omega que trenzaba el cabello del otro, quedando entre ésta y una fuente.

—Todo lo bueno debe acabar. Igual a todos nos irá bien, pase lo que pase —le respondió con una sonrisa en sus labios para aligerar el ambiente.

Pasaron el resto de la tarde charlando de cosas triviales, disfrutando de la música y la comida.

Los trece omegas que conformaban el harem del príncipe se acercaron a la salida de la sala en la que estaba la beta que era la encargada de su cuidado, junto a ella habían unas omegas que comenzaron a caminar al rededor del círculo que formaron, pasando el humo de los inciensos en sus manos por toda la zona.

Los omegas se tomaron de las manos mientras las dos chicas se arrodillaban en el centro del círculo y comenzaban a limpiar unas velas blancas con telas de algodón bañadas en alcohol, luego fueron encendidas con cerillos. Comenzaron a dibujar símbolos en el suelo dentro del círculo de velas, pusieron un caldero con huesos animales en él.

—Acérquense y tomen cada uno el suyo, y préndanlo fuego en una de las velas, así veremos quién acompañará a su alteza en la noche de hoy.

Todos comenzaron a hacer lo indicado. Tomó un pequeño hueso que parecía de un ave, lo acercó a la vela y lo dejó arder hasta que de éste salió un humo color blanco a diferencia del negro de los demás; pronto el hueso se quebró y la llama lastimó sus dedos por lo que lo soltó y cayó al suelo.

—Parece que tenemos al acompañante de hoy —comentó la encargada con una gran sonrisa mientras se acercaba al hueso aun ardiendo en el suelo —, y tal vez no solo de hoy.

Todos a su alrededor tenían la mirada seria y se formó una tensión que era casi palpable en el aire.

Giró y vio a Fay que le daba una linda sonrisa, y cuando giró a devolverle la vista a la mujer miró a Ireneo a la distancia, tenía sus bonitos ojos llenos de lágrimas y los labios apretados en una línea, sabía que eso no era bueno.

—Todos salgan, vístanse, tienen tiempo libre hasta la cena —les dijo la mujer a los demás que pronto comenzaron a caminar hacía la salida, dejando la habitación sola.

De repente llego una docena de sirvientes, unos fueron a vaciar una de las piscinas, los otros salieron de la habitación. Dos de ellos lo guiaron a la sala junto a el consultorio médico; le indicaron recostarse en una camilla, una de las chicas lo ayudó a subir a ésta mientras que la otra buscaba diferentes aceites en una mesa cercana.

Acostado boca abajo recibió masajes en todo el cuerpo, relajaron sus articulaciones y su mente mientras las chicas le hablaban de lo afortunado que era y le daban elogios.

Fue llevado afuera de nuevo, al ya haber anocheciendo, la piscina era iluminada únicamente por unas cuentas velas a su alrededor, lo ayudaron a sumergirse en ésta, estaba llena de leche y pétalos de rosas rojas, un aroma exquisito llenaba sus sentidos.

En el tiempo que estuvo ahí una beta le masajeo el rostro y puso diferentes mezclas en el mismo, entre el tiempo que estuvieron en su rostro le puso mascarillas en el cabello también.

Pasó a la sección de vestidor, donde dos personas se encargaron de hidratar su cuerpo con cremas y aceites, le pusieron perfumes de un gotero tras las orejas. Su vestido era de color rojo, llevaba toda la parte superior descubierta, en un escote abierto de hombro a hombro; su cintura naturalmente delgada se acoplaba a la forma del vestido, con una falda amplia con algo de volumen que llegaba hasta el suelo, junto a tacones bajos de color blanco. Su rostro fue maquillado con un poco de delineador en las esquinas de sus ojos, hidrataron sus labios, aron con un tipo de cera sus cejas y pestañas, realzaron el color en sus mejillas y le pusieron polvos rojos en sus párpados.

Peinaron su cabello fijando en ondas unas secciones a su cara, dando el mismo efecto en el resto, pronto siendo adornado por una diadema dorada con incrustaciones de piedras que pasaba por su frente, llenaron de pequeñas piedras brillantes su cabello y rostro.

Canela fue espolvoreada tras sus orejas y miel dejada en su lengua. Cuando pensaba que era todo, le colocaron un largo retazo de tela roja por la mitad inferior de su rostro que llegaba hasta su pecho, el cual fijaron con un tipo de clip tras su cabeza; otro más largo cubriendo todo su cabello, la parte derecha dando una vuelta por su cuello, quedando por sobre sus hombros.

Fue guiado fuera de la habitación. Durante esas horas su mente estuvo tranquila y en calma con todos los cuidados dados, pero los nervios comenzaban a atacarlo, más cuando pasó por el salón principal en el que todos lo observaban pasar, saliendo del harem. Pasó por diferentes pasillos, subió varias escaleras, y cuando llegaron una gran puerta negra con detalles dorados se sintió congelar.

Nunca había estado con un alfa, con ninguna persona en general, de esa manera. Además, conocería a un príncipe, charlaría con él, comería con él y luego harían esas cosas que su madre le dijo que solo debía hacer con el alfa con el que se casara, conversación que terminaba con la alfa de la casa diciéndole que lo dejara experimentar y no pusiera ideas en su cabeza. ¿Qué estaba haciendo? Seguro terminaría mal, no había manera de que esto terminara bien, debería darse la vuelta y simplemente-

—Al entrar deberás quitarte la tela que cubre tu rostro y cuello, hacer una profunda reverencia y siempre mantener la cabeza gacha hasta que su alteza te pida que lo mires, son las únicas indicaciones, además del claro respeto que debes tener por él —le dijo la mujer que no había hablado en todo en camino —, mucha suerte.

Tocó la puerta y volvió por el pasillo de la derecha por el que habían venido, los guardias abrieron la puerta para él y sus pies se movieron solos hasta quedar dentro de la habitación.

4 de Abril de 2023 a las 04:32 0 Reporte Insertar Seguir historia
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