raymond Sebastián Pulido

Despierto, sin saber dónde o cuándo. No sé si mis ojos están abiertos o cerrados, todo está oscuro.


Suspenso/Misterio No para niños menores de 13.
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LA CACERÍA

Despierto, sin saber dónde o cuándo. No sé si mis ojos están abiertos o cerrados, todo está oscuro. Me levanto, cruje el piso de madera con cada movimiento que hago. Camino pegado a la pared, tropezando con objetos esparcidos en el piso, hasta encontrar la puerta. Vieja, astillada, húmeda y mohosa puerta de madera, la siento con las palmas de las manos. Justo al girar la perilla, una luz se enciende. Veo, sentando del otro lado del cuarto, a un hombre con cabeza de venado. Piel disecada como máscara, ojos fijos en ningún lugar y alta cornamenta cual corona. Sentado en su silla, sostiene un cronometro de cocina en una mano y en la otra un rifle de caza.

Sin pronunciar palabra alguna, el hombre marcó 30 segundos en el reloj y cargó el el rifle. No necesité pensarlo, no me tomó ni medio segundo echar a correr. Subí las rechinantes escaleras, casi caigo por un escalón roto, pero me reincorporé rápido. Al salir de aquel sótano, me dirigí corriendo hacia la salida. Giré la perilla de la puerta, pero esta no se abrió. La ventanas, negras como espejo obsidiana, estaban clavadas y aseguras con fuerza. Escucho un reloj sonar, aguda campanada. Un escalofrío recorre mi columna vertebral, salto y me escondo detrás del sofá.

La vieja madera cruje, oigo sus pasos acercándose y mi corazón acelerarse. El cazador entró a la sala y mira la puerta, nota que trataron de abrirla. Pálida, demacrada, aterrada y horrorizada cara reflejada en la negra ventana. Entonces, caigo en cuenta… El cazador se gira en mi dirección y abre fuego, me vio en el reflejo. Corro a la cocina, presa del pánico. Siento la brisa y su zumbido volar junto a mi oreja, cuando una maceta explota cerca de mi cabeza. Las paredes de madera no detienen las balas. La puerta trasera está asegurada, así que salto por la ventana.

El hombre se asomó a la ventana y me apuntó con su arma, apretó el gatillo una… dos… tres veces, pero no quedaban balas. Me levanté y corrí hacia el bosque, dejando atrás la lúgubre cabaña. Sin luna ni estrellas que lo alumbraran en esta fría noche, el espeso mar de árboles se volvió valle de sombras. Asustado, confundido, lastimado y sangrando de pies y manos, corro por el bosque. Miro atrás, pero no veo al cazador. De pronto, mis pies se hunden y caigo de cara en el lodo. Me limpio el rostro y veo lodo rojo en mis manos, no debía ser de ese color. Escucho un goteo y alzo la mirada, mis ojos se abrieron como platos ante aquel tétrico retrato.

Atados con cuerdas alrededor de sus cuellos, cadáveres colgaban de las ramas de los árboles. La sangre que manaba de sus heridas abiertas bajaba por sus piernas y caía en la fría tierra, formando charcos rojos. Me quedé contemplando el horrible paisaje, esto debía ser obra de ese hombre. Escuché un crujido, me giré y vi al hombre… al cazador con cabeza de siervo. Sus astas se había atorado con las piernas de un cadáver. Se sacudió violentamente y arrancó la pierna del cuerpo. Chorros de sangre, entrañas y gusanos lo bañaron. No me detuve a esperar que me alcanzara, volví a correr.

Piedras golpean mis pies descalzos, ramas arañan mi rostro y brazos. Seguí corriendo hasta llegar a un río, era demasiado ancho y turbio para cruzar nadando. Escucho una explosión, el proyectil impacta mi espalda y caigo de rodillas frente al río. Ya no puedo más. Estoy herido, agotado y aterrado. El cazador patea mi costado y me da la vuelta para mirarme de frente. Toma una de sus astas y tira de ella con fuerza. Sangre brotó de sus hombros cocidos cuando los hilos empezaron a desprenderse, la cabeza de venado estaba cocida a su cuerpo. El cazador se arrancó la cabeza de animal, revelando el rostro de un hombre. Tenía labios gruesos, una barba áspera y ojo negros azabache despoblados de toda luz.

—¿Lo entiendes? —preguntó el hombre, hablando por vez primera, presionando el cañón del arma contra mi frente.

—Sí… —respondí mirándolo a los ojos. Su cara… Su cara era la misma que se reflejaba en la ventana y en las aguas del río. El gatillo del arma disparó mis recuerdos.

Ahora recuerdo todos aquellos a los que en vida maté, todos los hombres y mujeres a los que cacé como animales. Los secuestré y encerré en esa vieja cabaña, los perseguí entre las sombras de los árboles. Nunca concedí una muerte lenta, los desmembré con mi hacha mientras seguían con vida y enterré sus cuerpos en las profundidades del bosque. Pero una noche, una de mis presas escapó. Ella trajo a la policía hasta mi puerta, querían que me entregara. Me asomé por la ventana y disparé mi rifle a sus cabezas, el tiroteo fue violente y poco duradero. Las ventanas se rompieron y las paredes se llenaron de agujeros, una bala me dio en el pecho y otra en la cabeza.

Morí como quería, como un cazador, y ahora estoy preso en este infierno… El único consuelo es saber que todo ha terminado…

Despierto, sin saber dónde o cuándo. No sé si mis ojos están abiertos o cerrados, todo está oscuro.

24 de Marzo de 2023 a las 14:56 3 Reporte Insertar Seguir historia
2
Fin

Conoce al autor

Sebastián Pulido Mayormente escribo poemas y relatos cortos, me gusta el romance, el terror, lo sobrenatural y la fantasía.

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Polymath Geek Polymath Geek
Voy a superar esta historia
March 24, 2023, 18:20

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