1566617928 Francisco Rivera

En el supuesto de existir el crimen perfecto, un corporativo privado ordena a un detective acreditado para resolver el caso de una dama de sociedad, alcurnia y millones de dólares sin determinar, lo que deja interrogantes sobre una muerte anunciada, pero sin cuerpo del delito evidente.


Crimen Sólo para mayores de 21 (adultos).

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Los agentes sin gente

El agente Vic Rub


Presentación.


— ¡Hola, amigo lector! Soy el inspector Vic Rub, me presento ante tu lectura en calidad de protagonista que va a dar algo de su santo y seña en esta historia. Espero no reflejar características tortuosas hacia alguna persona en particular, pero dejo para tu conocimiento que soy elemento activo dentro de una pomposa oficina de investigaciones privadas. —. Y, ante lo ya declarado hasta esta línea, deseo que sólo puedas ofrecerme comentarios u opiniones, más no elucubraciones personales, por no contar en tu caso con información al respecto, pues me sujeto a un protocolo de seguridad por parte de la empresa que me sostiene desde hace más de veinte años de actividades ininterrumpidas. ¿De Acuerdo? Si es así, vamos hasta ello, amigos lectores—.


Descripción somera de este caso.


Esta pesquisa se centra en requerimientos de ciudadanos de posición económica desahogada.

Por extraña razón, marca una preferencia de parte de mujeres con dinero.

Y, con pretensiones de gobernar por medio de sus capitales, incluso, a sus serviles hombres para hacerlos bailar al son que les corresponda.


Hacer caso o no hacerlo.


No acostumbro a hacer juicios de valor sobre lo que acabo de mencionar.

En este momento me reservo datos precisos y preciosos debido a una ética personal que hasta el momento me brinda ecuanimidad o equilibrio necesario para no meter la nariz donde no se debe.

En consecuencia, durante la atención del mismo, nos hemos de frecuentar a través de esta plataforma para dar a conocer el sentido de cómo va tal asunto.


Y, de ser posible, me brindes tu comentario por lo bajo cada vez que avance sobre lo que voy a describir de un momento en otro.

Es pertinente también hacer una aclaración.

Procuro, desde este instante, no involucrarte como segundo o tercero sospechoso en lo que estoy a punto de investigar.


En consecuencia, como se han de dar cuenta, una vez que el comisario me proporcione cierta información sensible, voy resuelto a callar más de lo debido.

Si bien, ofrezco algunas pistas para que armen el rompecabezas del modo que prefieran y eviten, de paso, instalar el tedio o la aburrición en sus personas, como cuando ocurre que nos persiguen esos perros falderos estresantes siempre dispuestos a mordisquearnos los talones.

Espero que, con las pequeñas piezas que he de proveer, vayan armando el contexto donde me muevo.


Algo más al respecto: los perfiles psicológicos de las personas de investigación y los motivos de sus propios motivos personales, apenas si los menciono, más no así, por ejemplo, mis conclusiones.

En ese caso, prefiero las que obtengas a partir de este asunto, extraído de las fichas de investigación que voy a mostrar en algunos momentos de la pesquisa.

Bueno, sin otro grano más, por ahora los saludo y solicito que me sigan sin hacer preguntas mientras trabajo.


Mi preciada concentración privada lo requiere.

También me lo demanda el jefe, pues no tienes idea de lo tortuoso que es, si, por ejemplo, se llega á enterar, aunque sea de lo más mínimo que salga de cualquier bocaza.

Entonces, y sólo entonces, sí los he de declarar en calidad de sospechosos en segundo o tercer instancia, pero sospechosos a fin de cuentas...


Ahora bien, como sea que vaya la deriva del caso, este asunto de tan acaudalada mujer me intriga en más, debido a que una tía política, adulta mayor, trabaja para aquella dama.

Ella cuenta con sesenta años: se pinta el cabello de color castaño fuerte, lo que le proporciona una edad aparente de cincuenta años, pero cuando le preguntan su edad, menciona que para fin de año cumplirá cincuenta y uno.

Sin tener recuerdos precisos respecto del por qué es parentela política de la familia, sólo sé que aparece en una cena de navidad cuando yo tenía siete años.


Siempre pulcra, vestida en ropa negra, es aficionada a colgarse brillantes collares de imitación, calificados de bisutería fina.

Resulta agradable en su exhalación de misterio, como si su asunto vital dependiera de una antigua subsistencia soterrada para desempeñar el puesto de dama de compañía.

En mi fuero interno nunca he logrado concebir el por qué hace qué donde se emplea, pues de modo inesperado en esta mujer siempre cabe un intervalo de ausencias no explícitas ante la familia.


Algo más: existe un porqué de su atuendo con chaquiras relucientes y con ese peinado recogido que remata en una borla cubierta con cofia de remota exquisites, que le da aspecto serio y algo grave en sus movimientos de antigua sílfide.

En algo conjeturo, por ejemplo, respecto sus pláticas extenuantes con mi madre, a la que comunica en secreto una dedicación de sus mejores años de madurez y viudez.

Es decir, la de asistir, por ahora, a una mujer de renombre social con riqueza exorbitante y desenvoltura de amazona, sólo interesada en hombres acaudalados para llevar a cabo una acción filantrópica de no sé qué, por no sé cuánto y para qué demonios...


En ese recuerdo baso mi interés de emplearme en el negocio de investigaciones privadas.

Pero también hay otro silencio de mi progenitora con respecto de una hermana suya, que guarda el secreto prominente de su vientre, al punto de casi nacer en casa el primer sobrino, quien crece, se desarrolla y hace celo de clóset desde el momento en pasa a ser un tío político que se hace llamar "Flor", una costumbre invariable en él, cuando corta de tajo anteriores grafías originarias, pues, desde sus catorce años en adelante, acepta nombrarse: Florian.

Con tales argumentos heredados, es por ello que decido investigar cualquier semejanza de silencios humanos, derivando en mi conducta aprehensiva, ser lo que soy dentro de este corporativo de la pesquisa secreta...


Sin el agente Lunar.


Para armar el asunto, decido prevenirme y solicito la cooperación del agente Lunar, experto en estos casos, pero me deniegan la solicitud por encontrarse enfrascado en las pesquisas de una banda de traficantes de obras de arte mesoamericano.

Me quedo con un palmo de narices hasta que él logre integrar un voluminoso expediente donde, peritos en arte indígena, expertos historiadores del arte latinoamericano, autoridades del Museo Nacional de Antropología e Historia y de la propia Universidad Nacional Autónoma de México, a través del Instituto de Investigaciones y Estudios Estéticos, acuerden el deslinde de responsabilidades en los ámbitos local, nacional e internacional.

Como quien dice, van para largo y tendido...


Siendo partícipe de este asunto debo de cuidarme de no demostrar a mi superior jerárquico una falta de pericia para manejar mujeres como esta excéntrica mujer.

El saber que ella es una poseedora de cuantiosa fortuna no establecida en guarismos exactos, se calcula por mero prorrateo financiero que debe rondar por chismorreos inciertos o asegures sociales, pareceres o estimaciones subjetivas, entre los treinta y los setenta millones de dólares.

Algo difícil de concebir en números de sueldo por encima del mínimo, más no en el modo de haberse acumulado tanta riqueza en menos de una a dos generaciones familiares, contando cada estirpe entre los dieciocho y los treinta años cumplidos en esa moza.


En este caso, la señora Linda Bustamante de los Monteros del Olivar y del Santo Señor de los Milagros Inesperados, es una interrogante plena.

En mis primeras investigaciones personales llama la atención que tal fémina no haya quedado embarazada por ninguno de sus tres maridos subsecuentes.

Un porte espléndido y una semidiosa de envidia, nunca pudo concretar ese estado maternal, lo cual es harto desafiante con esta moza que hace sonrojar a cualquier beldad de los atributos del treinta-sesenta-noventa.


Después de comprobar que en ella no existe infertilidad, la causa de esa no asignación de bendiciones corresponde a sus dos primeros esposos.

El primero, todo un atleta en vigor y fuerza de juventud dedica tiempo precioso para salir a trotar con torso desnudo por los campos de ciertos hacendados de Guadalajara y más lejos todavía, de Zacatecas, en donde pierde la vida en su postrera noche de bodas al sobrevenir un ataque fulminante al corazón, según se cuenta a causa de esteroides acumulados desde su etapa adolescente...

Me queda claro que, en algún momento, debo apersonarme ante la esposa del señor Millán, un segundo marido en la cuenta de esta viuda negra formidable por donde una la mire y remire, sin que hasta el momento me lo hayan dejado en claro quién es él, cómo es y cuán atractivo po$$e en su mal cortada cara, mirada rapaz de hombre cetrero, furibundo, duro de sentimientos y consorte varón de esta dama de camelias encendidas.



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27 de Enero de 2023 a las 20:04 0 Reporte Insertar Seguir historia
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