aness Meett A.

Jannette se escribe por correo de cartas con su sobrina a quien por cosas del destino no ha podido conocer y espera hacerlo pronto. Mientras la fecha se acerca su sobrina Lizzy le pide que le hable más acerca de su vida en los 80's y de ese tal John que tanto marcó su vida. Poco convencida Jannette decide hacerlo, dándose cuenta que lo que vivió con ese chico no fue sólo un trágico romance adolescente si no que hubo un trasfondo más allá de lo vivido y eso le podría cambiar la vida ahora. Tal vez, pasó por alto muchos detalles.


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~RECUERDOS~

1 Enero 2020

"Hay recuerdos que nunca se borran y personas que nunca se olvidan"

PARA MI QUERIDA LIZZY DE CLEVELAND :

Concederé tu deseo y te contaré todo de John esta vez sin ataduras ni secretos , el verdadero final. :

Sigue en mi memoria, fresco como el otoño, intocable como ayer cuando le conocí. Era un 13 de abril de 1980. Yo vivía en un pequeño pueblo llamado "New City" de Virginia. Aún sigo sin comprender el por qué del nombre, no era una ciudad. Y era viejo, viejo, viejo.

Trabajaba en ' el último café' una cafetería cerca de casa, lo que para mí se acomodaba perfecto, pues se encontraba sólo a diez minutos caminando. No era casualidad que conociera a cada persona que entraba por la puerta. Apenas éramos ciento cincuenta residentes y entre ellos se encontraba Lily, la amiga de mi pequeña familia que constaba de mi media hermana Ann, a quien conoces perfectamente, mi madre Mary a quien no llegaste a conocer y yo Jannette tu tía emergente.

En fin, Lily fue parte de la familia desde el primer día que llegamos a este pueblo. Estaba en la cafetería todos los sábados y lunes sin falta a las siete y media de la mañana, le encantaba el café negro cargado y bien hervido, a pesar de que no era bueno para su salud. Hace ya un tiempo no se de ella, cuatro años para ser exacta. Se fue después de visitarme una última vez aquí en Maryland y lo último que supe es que quería regresar a este pueblo. Una última vez.

En esa época yo tenía diecinueve y ese mismo día 13 de abril muy de mañana y como frecuentaba todos los días di comienzo a mi turno que iniciaba a las siete de la mañana. Algo tarde para las personas que acostumbraban madrugar que sin duda era más de medio pueblo. John estaba postrado a media entrada del establecimiento aún soñoliento, así que aclaré la garganta para que despejara el lugar y yo pudiese entrar. Debo destacar que aún no lo conocía así que apenas asentí con la cabeza en señal de cortesía acompañada de una sonrisa. Como era de esperar, no tardo en aparecer Lily, tan alegre y llena de vida como siempre. Ordenó lo de todos los días y esperó en una mesa. Por consiguiente entró el chico aún retirando sus lagañas. Pidió un caramel Macchiato mientras atisbaba los anuncios de solicitud de personal que cubrían media barra del mostrador. Los ojos de John eran como ningunos, tenía una mirada que me perdía entre la realidad y la ficción, en ellos encontrabas una pizca de nostalgia cubierta por la emocionante esperanza de un niño de comer su pastel favorito una vez sus padres estén fuera de casa. El color de ellos era una mezcla de marrón oscuro y claro al mismo tiempo, lo que hacía parecer tener un reflejo atrapado de los rayos de sol.

Él regreso al siguiente día y al siguiente y todos los días de cada mes los dos estábamos dentro de la cafetería. Se volvió costumbre, y se volvió costumbre no cruzar palabra más allá de << Bienvenido a 'el último café' >> <<¿Lo de siempre?>> << sí, gracias>> <<en un minuto>> con sonrisas algo más que amables.

Lily, Ann y mamá no paraban de preguntar que sucedía con ese chico pues claramente no dejaba de mencionarlo. Y no podía decirles nada más que la verdad, "nada", en ese momento no éramos mas que cliente y trabajadora, porque durante 7 meses no podía suceder algo más que lo que teníamos. No podía salir algo más de la rutina que apegarse a ella.

Un tiempo después el establecimiento tomó reconocimiento. Así que no solo llegaban habitantes del pueblo, llegaban de todas partes. Bueno, casi, personas de ciudad. Aumentaron las caras largas de clientes entrando de par en par sin detenerse, listos para arrojar dardos de odio. Había aprendido a lidiar con ello como todo vendedor debe hacerlo, pero por alguna razón alguno de ellos dio en el blanco.

Un sólo golpe verbal desencadenó hilos de sentimientos que intenté por años no estirar. Pero ahí estaban, haciéndome sentir una partícula miserable e insignificante, sentía que no valía nada. Tantos años animándome vez tras vez para no caer en la creencia de aquellas palabras, de que yo era una mejor persona. Pero después de todo, esa era mi realidad. La falta de recursos.

Ese día no llegue a casa temprano. No tenía ánimos para esbozar una sonrisa que más tarde tendría que explicar, porque no soy buena fingiendo estar bien. Simplemente mis sentimientos se hacen notar.

Así que preferí llegar a un parque no tan lejos de la cafetería, no era tan extenso, pero si lo suficiente para tener una parte no concurrida, caminé hacía un lugar donde se encontraba un pedazo de concreto viejo con arbustos crecientes y descuidados a los lados.

Me senté apretujando mis piernas al mismo tiempo que ocultaba mi rostro y mis lágrimas me empapaban, haciendo que algunos cabellos se pegaran a mi cara, me sentía como un vaso de porcelana.

Después de todo tenía 19 años. Una chica que aún no aprendía a lidiar con los problemas de la vida. Aunque estaba segura de que sí, pero resulta que cuando te encuentras sólo en el mundo siendo tu propio sustento las cosas se tornan al revés, es claro que en ese momento no estaba sola. Tenía a mi familia, pero pronto lo estaría.

Estaba absorta en mis pensamientos. Sin embargo, un horrible sollozo me sacó de ellos. Hizo concientizarme de lo que pasaba a mi alrededor, alcé la vista esperando ver a un grupo de personas acercándose al cuerpo de un animal recién fallecido. Pero no, sólo era un chico, en la misma posición en la que me encontraba yo hace instantes. Estaba a tan solo unos pocos metros de mí, miré alrededor para informarme de alguien más que lo hubiera escuchado pero todos estaban metidos en su mundo. Me dio pena por el chico, parecía sufrir más que yo, aún así me quede en mi lugar, no soy de los que consuelan a desconocidos, pero de algún modo su estancia me hizo tranquilizar.

Después de que mi cabeza repitiera una y otra vez su horrible sollozo que, por cierto seguía escuchando, se me escapó una risa, lo suficientemente fuerte para oírme, pero también parecía estar absorto en sus pensamientos. La situación de aquella noche me causó gracia. Dos buenos para nada, legales ante el gobierno llorando en un parque en el que el 80% lo conformaban niños de preescolar. Que buena manera de iniciar la adultez.

Dejó de ser un extraño para Jannette cuando la luz de un coche le alumbró el rostro al chico por un segundo. Se trataba nada más y nada menos que del muchacho de' ojos lindos' de la cafetería. Ese por el cual ya se había derretido pero no lograba admitir para sus adentros. Por más obvio que fuese, ella lo llamaba 'simple admiración por positivismo a la vida'.

Se aseguro su pensamiento de siempre. No puedes dar por hecho que conoces a las personas sólo por conocer su tono de voz, su apariencia, el tipo de palabras usa más, sus preferencias, su nombre y apellido. Por ese lado no conocía a muchas personas, en realidad conocía a muy pocas. De hecho, nunca se termina de conocer a las personas. Porque cuando crees saberlo todo, las sorpresas no tardan en asomarse.

John siempre radiaba en flores y muchos colores. Tanto que Jannette comenzó a dudar de si de verdad conocía el sufrimiento. Lo envidiaba por eso, pero en realidad estaban en la misma cuerda.

El aire le comenzó a llegar más fresco y la luna alumbró tanto que las bombillas de alrededor ya no eran necesarias.

Debí quedarme tanto tiempo esa noche, porque cuando volteé para informarme de su situación había desaparecido .

31 de Diciembre de 2022 a las 02:26 0 Reporte Insertar Seguir historia
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