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Jonathan D. Johansson


La historia de Christopher y Kevin. De cómo volvieron a ser amigos y sus aventuras para revivir el amor entre ellos.


Romance Todo público. © Jonathan D. Johansson

#LGBT #amor juvenil
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     Chris llegó a su casa antes del mediodía para preparar el almuerzo. Su padre lo estaba esperando para decirle que cambiase el menú de siempre y cocinara algo diferente. Chris recordó el pollo al horno que solía preparar su madre en ocasiones especiales y ese día lo era de alguna forma, al menos para él. Alistó todo y se dispuso a cocinar.

     En cada paso de la preparación no pudo dejar de pensar en Kevin. En el hecho de que era tan amable como siempre, su sonrisa nerviosa, sus ojos, y más aún, en el hecho de que hablaron después de cuatro años. El efímero encuentro le hizo sentir ruborizado, no dejaba de sonreír y desear volver a verlo. Pero muy dentro suyo sabía que ellos no podían comunicarse otra vez. Ya todo había quedado atrás y lo mejor era seguir preparando la comida antes de quemar la cocina.

     Terminó el almuerzo y llamó a su padre para cenar. A diferencia del desayuno de aquel día, se pasaron todo el momento en absoluto silencio, tan solo se dispusieron a comer y su padre a leer mientras lo hacía. Chris espero a que su padre terminara su plato para limpiar todo e irse a su habitación. Se echó en la cama y revisó su teléfono, en el que tenía un mensaje de texto de Jackie: «Joao prefiere venir a pasar vacaciones con nosotros». Chris seguía pensando que Jackie debería ir a Brasil, pero sabía lo tercos que eran ambos y se limitó a decirle que preparara un lugar para que él durmiera y no hacer pagar al chico una habitación de hotel. Dejó su teléfono a un lado y se levantó para colocar música en su pequeño reproductor y al oír sonar los primeros acordes de una guitarra pudo reconocer la canción de inmediato. Sonrió torpemente, la canción le recordó, extrañamente, a Kevin.

     Chris comprendía que debía dejar de pensar en Kevin al menos por lo que restaba de tarde, pero no pudo. Tomó su teléfono otra vez y le preguntó a Jackie si recordaba al chico que solía ser su amigo en la primaria. La chica sin duda lo recordó y le mencionó que lo había visto frecuentar el hospital que se ubicaba cerca de su casa. Esta información hizo que Chris pensara aún más en Kevin. «¿Qué hace en el hospital?» pensó, «¿Estará bien?». Jackie tampoco tenía respuestas a esas interrogantes.

     Pasadas dos horas y cuarto después del mediodía, Chris oyó el grito de su padre quien pronunciaba su nombre. De un salto se levantó de su cama y caminó lo más deprisa que pudo hasta llegar a la sala donde el señor Bradshaw se encontraba. Le pidió que fuese hasta la imprenta que pertenecía la revista de botánica a entregarles el manuscrito de su columna. Chris tomó el documento y no dijo nada más, sabía que le tocaría desgastar sus zapatos para poder llegar allá.

     ─… y te regresas de inmediato, Christopher. Te necesito aquí en no más de media hora para que limpies mi habitación─ dijo el señor muy severo.

       ─De acuerdo padre, iré enseguida a la imprenta.

     Chris salió de la casa caminó la más rápido posible para no parecer una de esas personas que corren un maratón. En el caminó recordó que había dejado su teléfono en la cama, que había dejado la música encendida lo que provocará una mala reacción por parte de su padre. Pensó en que debía cambiar las sábanas de su habitación también y después lavar las que estaban sucias, ordenar sus libros y los de su padre, cambiarle la arena al gato y luego esperar a la hora de la cena; preparó buñuelos ese día.

     Entre tanto ruido que alborotaba la calle por la que caminaba, pudo escuchar un particular silbido. Chris pensó inmediatamente en alguien, quien resultó ser quien silbaba. Kevin se encontraba del otro lado de la calle intentando tomar un taxi, acción que le resultó inútil hasta que vio a Chris. Ninguno de los dos pudo evitar sonreír al ver al otro. Kevin fue el primero en alzar su mano para saludar y Chris correspondió moviendo su mano de lado a lado. Kevin le hizo señas con la mano de que detuviera su paso para posteriormente él cruzar la calle. Chris se puso muy nervioso cuando su amigo se encontró con él y apenas pudo saludarlo.

     ─Me sorprende verte por esta calle ─dijo Kevin─. Me sorprende aún más verte fuera de tu casa tantas veces en un mismo día.

     ─Me sorprende verte, Kev. Desde que te mudaste no supe nada más de ti─ Chris quería admitirle que había pasado todas las horas después de su primer encuentro pensando en él, pero no podía soltarlo simplemente así.

     ─Vivo en la calle Barrymore ahora. Mi tío consiguió un mejor lugar para su taller. La casa que teníamos en Crawford se vendió este año a unos franceses.

     ─Lo sé. A unos no muy amables franceses─ dijo Chris para luego soltar una risita.

     ─ ¿Qué te trae por esta zona del pueblo? ─preguntó Kevin.

     ─Voy camino a la imprenta, mi padre me pidió que llevara estos papales.

   ─Yo iba camino a mi casa, y la imprenta queda cerca de aquí. Te puedo acompañar si quieres ─Kevin se sentía emocionado, se notaba demasiado en su rostro. Pero a Chris le preocupaba mucho el hecho de que los viesen juntos.

     ─ ¿Estás seguro de eso, Kev? ─preguntó Chris, vacilante.

    ─No completamente. Pero estoy seguro de que ni mis tíos ni tu padre nos verán por esta zona─ a Kevin le importaban más las ganas de estar con Chris que los problemas que esto podría traer consigo.

     ─Está bien, Kev, vayamos ─Chris por su parte pesaba lo peor, pero a pesar de eso se sentía bien.

     Caminaron calle arriba hasta llegar al destino. Chris le entregó el manuscrito al señor Martin, un viejo obeso y con más cuello que rostro. Al salir del lugar, Kevin le propone a Chris ir caminando hasta la parada de autobuses y tomar el que los dejaba a ambos a pocas cuadras de sus correspondientes calles. Chris se negó por no tener dinero para pagar el bus y Kevin le pide que no se preocupe al respecto, que él pagaría todo. Y así sucedió. Ya en la parada, Kevin le pregunta a su amigo si no había tenido problemas con su papá debido a sus gustos “diferentes”. Chris le responde que el tema no se ha vuelto a tocar desde Aquel día, que para su padre lo ocurrido entonces fue un juego de niños que no volvería a repetirse.

     ─ ¿Qué hay de tus tíos? ¿Tampoco lo saben? ─ Chris podía suponer la respuesta, pero pensó que no estaba demás preguntarle.

     ─No del todo. Digamos que me he vuelto un poco rebelde con el asunto ─rió un poco, lo que hizo que Chris pensara que no se sentía cómodo con la pregunta, o eso creyó─. Realmente no me importa si lo saben o no, vivo mi vida ahora un poco más libre. Admito que es difícil a veces poder salir con mis amigos y volver a la hora que se me apetece, pero supongo poco a poco me estoy independizando de ellos.

     ─ ¿Por qué lo dices? ─Chris se sintió curioso acerca de lo que él decía. Llevaban cuatro años sin hablar, y se notaba que su viejo amigo había cambiado un poco después de todo.

     ─Mi tío enfermó, Chris ─de alguna forma Chris pudo notar melancolía en su voz─. Lleva días en el hospital que queda en el centro. Ahora soy yo quien dirige el taller en su ausencia, los clientes más frecuentes me pagan extra y ese dinero lo voy ahorrando ─explicaba Kevin─. No planeo vivir con ellos para siempre. No ha sido agradable. Hay unos amigos que se irán a la ciudad para estudiar y hacer sus vidas pagando alquiler compartido, me han estado insistiendo en que compre un diploma de secundaria para que me vaya con ellos. Lo he pensado muy seriamente.

     ─ ¿Aún si tus tíos se oponen? ─Chris lo miró como quien mira a alguien que le acaba de romper el corazón. Reconoció la sensación, o al menos eso recordó haber leído en alguna novela escrita antes del nacimiento de la abuela de su madre.

     ─Sí, aún si ellos se oponen. Quiero poder liberarme de una vida de tanto trabajo obligado y comenzar a vivir propiamente ─sonrió muy tiernamente, muy decidido y muy conforme. Sin duda Chris no reconocía a ese Kevin.

    ─Suena fantástico, Kev ─ Chris se sintió un poco celoso por Kevin. Él también deseaba poder ir a la ciudad y dejar su vida en el pueblo atrás. Pero la realidad le golpeaba los recovecos de la mente y lo hacían entrar en razón.

     El bus finalmente llegó a la parada y ambos subieron a él. Todo el trayecto hasta la parada donde ambos abandonarían el colectivo se dedicaron a hablar de qué tan bien le había ido a Chris en sus años de secundaría y de todo lo que Kevin aprendió sobre mecánica durante ese tiempo. Tanto se metieron de lleno en la conversación que por poco dejan pasar la parada. Por fortuna ambos reaccionaron al tiempo y se despidieron. Chris le dio su número telefónico a Kevin y este prometió escribirle apenas tuviese tiempo. Chris tomó el caminó más corto a su casa y con tanto Kevin en su mente, olvidó que su padre le pidió que llegase temprano a la casa, por lo que apresuró el paso y sus pensamientos pasaron a ser remordimientos. Comenzó a pensar en que padre le amonestaría por la tardanza, pero el recuerdo de la sonrisa de Kevin lo ayudaba a calmar su ansiedad.

     Llegó y su padre se encontraba en su despacho trabajando. Chris subió las espaleras con mucha calma y entró directamente a la habitación de su padre. Ordenó el desarreglo que había en las mesas y recogió los libros del suelo, los coloco en su lugar. Buscó sábanas limpias y cambió las que llevaban semanas en la cama de sus padres. Dejó todo como a su padre le costaba mantener, pero que tanto le exigía a Chris que debía estar. El chico pasó a su habitación que quedaba al final del pasillo y ordenó todo en esta también. Antes de cambiar las sábanas como dijo que haría cayó en cuenta de que la música ya no estaba sonando y su teléfono estaba al lado del reproductor. Su padre sin duda había entrado al lugar. Chris apretó los dientes y solo podía pensar en que su padre le diría algo al respecto cuando les tocase cenar.

     Una vez cambió las sábanas, tomó su teléfono y se sentó en su cama a revisar por si le había llegado algún mensaje y su padre lo había llegado a leer. Afortunadamente no fue así, y tampoco tenía mensajes nuevos. Chris respiró profundamente, de la manera que le habían enseñado en su clase de yoga a la que asistía en el colegio. Recordó que Kevin dijo que “apenas tuviese tiempo” le escribiría he intentó dejar de pensar en él. Tomó su edición casi intacta del libro Orgullo y Prejuicio, lo leyó por varias horas hasta que escuchó el habitual grito de su padre. Bajó las escaleras, se dispuso a preparar los buñuelos, comieron en silencio, Chris hizo lo suyo y al terminar volvió a su habitación. Se duchó y volvió a su cama. Notó la intermitente luz que emitía el led de su teléfono; había recibido un mensaje de texto.

     «Espero tengas una buena explicación de porqué andabas con Kevin Williams por la calle Moore», era Jackie.

     «Me lo encontré de casualidad y me acompañó a hacer un mandando, Jackie. Deja de acosar mi vida, ¿quieres?» le respondió él.

      Jackie le sugirió a Chris cambiar su humor, y tener cuidado de andar con Kevin en la calle. Ambos ─y hasta ustedes─ sabían que eso traería problemas si su padre y los tíos de Kevin se enterasen. Chris se despidió de ella, le estaba comenzando a hartar los regaños escasos de moral por parte de su amiga.

     Tomó su portátil y entró en la red social, en el buscador colocó el nombre de Kevin Williams, sin obtener los resultados esperados. Lamentó no haber llevado su teléfono o algún trozo de papel en el cual anotar el número telefónico de Kevin, así sería él quien tenga que escribirle al otro.

    Cansado por el día que le tocó vivir, Christopher Bradshaw durmió antes de la medianoche, cosa muy poco usual en él. Antes de hacerlo se repetía una y otra vez que debía dejar de pensar en Kevin Williams. Él sabía que el recuentro con él no los llevaría a nada bueno. Pero ya no eran los niños de doce años, y mucho menos los niños de la primaria. Ahora cada uno tenía mente propia y no podían dejarse manipular por los deseos de sus egoístas familiares. Pero Chris en medio de su inseguridad no podía apartar el factor miedo de sus cálculos. Luego recordó su plan, y pensó en las posibilidades de que Kevin se viera involucrado en ese plan. Pensó entonces, que si quería realmente encontrar el amor tenía que dejar el miedo a un lado. «Si vas a ir por la vida con miedo, ¿qué sentido tiene ir?» pensó.

28 de Diciembre de 2017 a las 01:59 0 Reporte Insertar Seguir historia
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