Cuento corto
0
1.6mil VISITAS
En progreso
tiempo de lectura
AA Compartir

las escaleras al infierno

Las horas, hoy que son tan cortas. Cuando las veo se me olvidan. Entregado a las caricias de celeste, esta luz que no envenena, este frió que me congela. Soy un miserable, un triste ladrón. Pero todos los ladrones son hijos de la noche y hallan su origen en el fondo del mar.

Veinte ojos son los que me ven, y no les deseo mal a ninguno. Los precios no han bajado, amor mio, todo se hace mas difícil. Los encomios son lo único que consuela mi existencia vacía. Hoy que amaneces a mi lado, quédate toda la vida. ¿que música suena? La música de tus latidos. He huido demasiado tiempo, y a dónde me ha llevado. cubierto de penumbra, alegre del sufrimiento que siento.

Erasen días celeste como los que nunca se encontraron. No tienes idea de como odio las conversaciones inútiles, ¡en esas épocas no las había! Cuando rugían las olas y trajeron hombres y mujeres de muy lejos, atraídos por la pasividad del ojo azul sobre la tierra. Todos traían cuchillos sobre sus cabezas. Vendrían de quien sabe donde, quien sabe porque. pero yo te amaba más cuando te callabas la boca. Desde que empezaste todo fue a peor...

Por las mismas razones se quedaron a descubrir lo mismo que descubrimos juntos, que esta tierra esta maldita. Adoptaron una vida tranquila, pero los percances no se hicieron tardar, acostumbrados a su soledad, cada uno iba solo en su embarcación, ahora todos estaban juntos en tierra. Queriendo ahorrarse horrores guardaron en un cofre todas las lanzas y cuchillos, pero el que dio vuelta al cerrojo, fue el primero en entender que la habían cagado.

Conforme las criaturas crecían, preocupo que hubiera mas niños que niñas, y no pasaron 2 días en los que la única alma que conocía paradero del reflejo del sol confundiera norte y sur, y acabara perdiéndose a la deriva de las arenas por largos días en los que nadie cuidaba que alguien por las malas forzara el alijo. Y es que nadie quería estar siquiera cerca de esa cosa, por miedo a encontrarse acompañado en la soledad del robo.

Y es que, si nadie había detrás del tesoro, como se sabia que no se encontraba tampoco el guardián? la ansiedad de los padres termino por reflejarse en los niños, y como todo lo malo, termina por no tener objeto ni fin. Preocupados por conforme pasaban los meses, uno de ellos decidió prohibir salir a su hija de casa, amarro cuero y hierro a su piel, y siempre que podía abandonaba la faena pa tornar incesantes vigilias. Los hermanos empezaron a mirarse feo, y los primos querían aprender a como odiarse con la misma gracia que se odiaban los padres.

Entre ida y venida, aparecía y desaparecía el irresponsable, y esa marca en su mejilla, no había sido beso de serpiente, perra traicionera. Rápidamente se agarraron a puñetes varios, y el caos reino por donde paseara la cara el otrora mas confiable de los hombres. Sus ojos asustados marcaron el sentir de los mas pacíficos. Y cuando acabada la noche, incesante de acusaciones y paranoias, optaron por cortar por lo sano y arrojaron la valija al océano desde una cumbre.

Así parecía reinar calma otra vez, pero era una calma tensa. Matrimonios y amistades habían sido severamente dañadas, sin peligro alguno, lo que antes era necesidad se convirtió en costumbre. No se trata tanto de la calidad de persona, por la que las relaciones son como son, sino por la forma en la que unos son con los otros; y en la injusticia de la preferencia, se encuentra el secreto del amor; y para estas filas de amantes, no sabían otra moneda que la desconfianza.

Cierta mañana que parecía el cielo caerse a pedazos, la gente empezó a preocuparse de más por la parada de aquella navaja de herencia familiar, o por esa lanza con la que su padre le había enseñado a pescar. Y es realmente preocupante, lo mucho que a esta gente les importaba su familia, porque muchos tomaron sus balsas y se lanzaron al mar para nunca regresar. En su mayoría desaparecieron hombres, y en ausencia de san pedro, cualquier iglesia es hogar. Tal trafico sexual hubiera bastado para avergonzar a un conejo, y en efecto, no hubo roedor que se salve, porque tras tanto estrés acumulado, el desenfado fue brutal.

Pero cojer siempre es la parte mas fácil, una semana después la culpa y la vergüenza alcanzo todas las almas, porque es verdad, el placer siempre gana, pero es el arrepentimiento quien perdura. Y como si hubiera sido un funesto ritual, tras el frenesí y el sacrificio de tantas vidas a su dios, el mar arrojo a las orillas el origen de tanta desesperación. Rápidamente los jóvenes, ahora mayoría, rodearon el cofre, y lo manosearon inútilmente sin que ya nadie pudiera contenerlos, les comía la duda, que diablos había escondido en ese ataúd. Y como ahora ya no se confiaba ni el padre en su hijo, nadie habia soltado la verdad a su descendencia de aquel alijo. No pudieron forzar el oxidado cerrojo, ni romper la armadura bivalva que crecía sobre la madera. Pero sabían quien si podría hacerlo, aquel viejo de cara rajada, y no exagero al decir que casi tiembla la tierra cuando el viejo rodeado les dijo que el paradero del artefacto había sido su mayor hazaña, estaba en el centro de la tierra.

Frente a tremenda estupidez, uno le partió el cráneo con una piedra, otro lo detuvo, pero otro detuvo al que lo detuvo, y así empezaron a dividirse entre quienes querían persuadirlo, y quienes querían persuadirlo de forma mas convincente. Cuando el viejo se recupero del golpe, y vio que las tensiones crecían entre sus hijos, los llamo por su nombre. Les dijo que precisamente sus padres habían hecho y desecho planes para evitar que la anarquía reinase sobre la arena, y cuya única forma de hacerlo era evitando que lo que había a orillas fuera liberado, que todos se vayan a sus casas y pensaran en todo lo que habían hecho, y volvieran mañana a decirle si acaso no tenia razón. Pero no basto 5 segundos de silencio para que otro joven lo terminase por rematar, ahora con una piedra. Tal fue el golpe que cayo de cara contra la tierra, justo en lo que sobresalía una roca de la arena, y estallido fue tal que se rompió su cráneo en dos pedazos. Fue entonces que empezaron a rebuscar la casa, convencidos de que el problema no era lo que yacía oculto, sino la obsesión de los viejos a ocultarlo. Conforme asolaban la casa, las hormigas empezaron a recorre el cuerpo del fallecido, y antes de que se lo llevaran, uno arrastro el cadáver a donde mejor daba la luz, y revisando bolsillos y ropajes, encontró una pista del paradero del regalo del sol, un lápiz y borrador, se sabia que el señor era afín a la lectura, y que en su casa tenia unos libros viejos y apolillados. Rápidamente corrió a bajo techo, buscando alguna libreta, algún diario, algo que se pudiera leer, y por ultimo reviso en los libros. Eran en total 4, uno con números y símbolos raros, otro sobre animales y plantas de diversos lugares, y el tercero y el cuarto eran dos tomos de anatomía general, y fue cuando rápidamente se encontró unas paginas llenas de subrayados y anotaciones, y aunque en si no había nada respecto a la llave, el capitulo estaba repleto de imágenes del cerebro y los huesos del cráneo, haciendo un cálculo sensato, sumo 2 y dos, se revolvió la frente, tomo una roca, y le termino de hacer añicos la cabeza al viejo.

Tras un rato su búsqueda dio frutos, una vieja llave enegrecida surgió entre los peñascos de hueso y los ríos de sangre, y fue esto un gran alivio para su descubridor y los semejantes que corrieron descalzos a la orilla, introdujeron la llave, y con un par de golpes abrieron la tostadora... Un montón de cuchillos y puntas de lanza artesanales oxidadas y viejas. Tanto para tan poco. Sin embargo, los adultos que quedaban, pues, se quedaban viendo, y aquellos, a estos. Largamente. Algo no andaba bien, algo estaba mal. Uno tomo una de las navajas, y sosteniéndola dijo: es solo un cuchillo.

Frente al problema, los jóvenes idearon una nueva solución, ahora sin secretos. Se agruparían en pares, una lanza y un cuchillo, y serian repartidos un par a cada joven o adulto, anciano o niño, para defenderse ante cualquier percance. Sorprendentemente, resulto bastante efectivo, nadie tenia motivos para atacar a los otros, y así pasaron los días hasta que repentinamente alguien desapareció.... Y dos días después, otro mas... Sin sangre en el suelo, ni gritos en la noche. Asustados pero rehusó a admitir su error, los jóvenes formaron un tribunal que se encargaría de investigar las desapariciones y dar castigo a los culpables de los crímenes. Pero sin muchas pruebas ni cadáveres, y armas en cada mano, no había forma alguna de encontrar al culpable. Los chismes y medias verdades reinaron mas que nunca, y la única verdad era que cada que moría alguien, otro mas debía morir para hacer justicia. Así empezaron a morir a pares, uno por el azar, otros por una trivialidad, sin poder saber quien ni porque. Todos estaban preparados para luchar a muerte, pero nadie esta listo para cuando las cuchillas empiezan a andar solas.

Formaron y reformaron varias veces el aparato, pero nunca dio resultado. Hartos de perseguirse la cola, entendieron que el problema no era los cuchillos ni las personas, no eran ellos sus padres, ni estuvieran las armas siempre a la mano, todo había empezado cuando bajaron de los barcos a tierra firme, cuando todavía eran niños. Destrozados por las tensiones diarias, optaron por esta salida: recogieron todas las armas que habían quedado sueltas y las arrojaron al océano, confiando que estas serian escupidas devueltas a la tierra, cada uno en solitario con su cuchillo enfundado y lanza a la cabeza subiría a su bote, y todos juntos se marcharían de aquella tierra maldita donde solo crecen la desconfianza y la maldad. Años después, mar adentro, verían sorprendidos que nadaban preocupadamente peces con nariz de espada a lo largo de la eternidad.

2 de Noviembre de 2022 a las 01:50 0 Reporte Insertar Seguir historia
0
Continuará…

Conoce al autor

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~