marekmakaniverse Marek Makani

En esta siguiente parte que sucede a "Hellands: Estirpes y Traiciones" como un nuevo capítulo en el universo Hellands, podemos ser testigos del ascenso al poder de un componente de la dinastía de ALO, tras asesinar a sus padres, el cruel gobierno que tiene lugar bajo su nombre en la tierra que alguna vez fue un paraíso, las manos llenas de la sangre de inocentes, las infamias llevadas a cabo para su diversión, la lucha por derrocarle, la guerra civil con este objetivo, los abandonos, las muertes, los llantos, los castigos, la elaboración de la Espiral del Mal, entre otros muchos hechos oscuros y terribles que te impactarán tanto como a los habitantes del lugar sobre el que rige tenazmente su poder, el Infierno... Prohibida su copia y/o adaptación.


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HELLANDS: MALDADES E INFAMIAS

Ese culpable del empeoramiento en la salud de sus padres siguiendo los pasos de Dios lograría algo similar, un nombre tanto en la historia Divina como en la Tierra, un cambio de reputación para su reino, y la transformación de este en un verdadero castigo aun para las buenas personas que todavía lo habitaban.

Pero ¿cómo descubrieron estos que estaban siendo envenenados? Lo cierto es que una noche en la que Sandur ya estaba encamado, debido a que a él le había afectado de una forma inmensamente peor que a Hiale, esta fue a llevarle un cáliz del que beber Fauta, un jugo de plantas infernales que curaría cualquiera de sus males. Ella ya llevaba tiempo tomándolo, sin embargo no experimentaba mejoría, hasta que se percató de que el color apagado que poseía el jugo durante todos aquellos días y que achacaba al mal estado de las plantas, era en realidad porque contenía restos de las rocas extraídas de la Puerta del Infierno, el agujero que les dio la bienvenida a aquel lugar por vez primera. Las otras veces no se dio cuenta porque estaba plenamente molida, pero esta vez no, lo habían hecho de forma torpe, delatándose por completo.

Los habitantes del Infierno corrieron la voz del ataque a los mandatarios. Pero sobretodo corrieron la voz de que se trataba de un miembro de dicha familia quien había traicionado a los reyes. Era un escándalo, el cual poco a poco fue ennegreciendo la situación hasta afectar todavía más a la ya decadente salud de ambos, tirando por completo la mejoría de Hiale por los suelos. Ella ya no podía curarse ni curar a Sandur por su vejez, sus habilidades místicas ya que tenían el mismo poder, ahora se habían debilitado, ya no solo por la edad sino también, como es evidente, por el veneno consumido.

La edad de ambos era bastante longeva, tanto como para no poder contarlo con los métodos con los que nosotros tratamos o estudiamos el tiempo. Su reinado constó de varias fases, siendo la primera de ellas la Fase Nacimiento, durante la cuál el Infierno fue desarrollado hasta la saciedad con tal de hacer de él un lugar de culto, de vida, y de naturalidad. Tras lograrlo como ya hemos podido comprobar tiempo atrás, llegó el momento de acoger a los primeros habitantes aparte de ellos, siendo éste el final de dicha fase para comenzar otra nueva, bautizada como Fase Acogida. Ésta fase sería la empleada para dar la bienvenida a todos los humanos que terminaron sus vidas en la Tierra y que llegarían allí a través del Huo, siendo éste un túnel dimensional a través del cual el alma de los habitantes de la Tierra accede a la dimensión Yonawe, la de los ALO, o la dinastía de ALO, ya que todos los miembros de esa dimensión hasta ahora eran descendientes de dicha dinastía. Una vez todos llegaron por cumplimiento del Tratado de Koa, se procedió al inicio de la fase final, la Fase Reinado, mediante la cual se establecería el gobierno por completo, llevando a cabo diferentes medidas para lograr un modo de vida óptimo en el lugar tanto para ellos como para con su pueblo.

Durante dicho reinado, con magia nacida de Hiale, se crearon unos cielos artificiales que simularían el paso del día en tiempo real, con diferentes climas y posiciones del Sol, para hacer que la estancia de quienes llegarán allí, fuese lo más parecido a su estancia en la Tierra. Sin embargo con el reinado que le sucedió, las cosas sería algo distintas, ya que por orden de quien ascendería al trono y cambiaría su título de Príncipe del Infierno a Rey para acto seguido hacerlo de Rey a Emperador del Infierno, esa magia quedaría erradicada permanentemente para sumir a todos en una noche eterna.

La ya transcurrida Era de Guag que sucedía a la Era de ALO, no habría acabado en términos históricos, por tanto, con la muerte de quien obtuvo su nombre, sino que finalizaba completamente con el fallecimiento de los fundadores del Infierno a manos de su hijo y la sucesión directa de éste como dueño y señor de lo poseído por sus progenitores.

Lucifer, ese primogénito bautizado con el nombre del mejor compañero de batalla de sus padres, Lucero, destinado a reinar hubiera o no asesinado a sus padres de forma paciente y lenta. El hermano mayor de otros dos hijos que adoraban a sus padres, que querían ser como ellos, que amaban escuchar las historias de cómo llegaron hasta allí, que se ganaron el respeto del pueblo por ser quienes más tiempo pasaban entre sus habitantes, dos hermanos que se distinguían perfectamente del mayor porque éste era introvertido, pasaba la mayor parte de su tiempo en el Templo de Sanle, hogar de los reyes, recluido, no hacía amigos, todos los que habían entrado en contacto con él no guardaban un buen recuerdo de dicho encuentro, malas formas, malos tratos, envidia, desprecios, amenazas, entre otras muchas más acciones negativas que generaron una mala imagen entorno a su figura y el desprecio de todos hacia su persona.

De hecho, existía un miedo atroz generalizado a su sucesión, ya que sabían perfectamente que por su condición de primogénito, sería él y no sus hermanos quien obtuviese el poder absoluto de todo. Cuando se conoció de forma definitiva su culpabilidad en el asesinato de sus padres, todo comenzó a solidificarse, ese miedo se convirtió en hormigón pesado, ya no eran meras habladurías, no era una atmósfera de terror, ahora era parte de la realidad.

Sandur y Hiale mueren de forma oficial tras un envenenamiento que se postergó varios siglos, por tanto, la paciencia de Lucifer era la única cosa elogiable de su identidad. El pueblo estaba consternado, lloraban la pérdida de los que hasta aquel entonces habían sido como unos padres para ellos, generación tras generación de habitantes, todos les amaban, eran los responsables de que la conocida como Vida Eterna, fuese infinitamente mejor que la Terrenal, eran quienes mantenían aquel paraíso en mejor estado siglo tras siglo, eran sin lugar a dudas el pilar fundamental del Infierno. Lloraban también por Lucifer, su mandato comenzaría con todos sabiendo que él los mató, que se trataba básicamente de un golpe de estado caprichoso, sutil, pero sobretodo de una declaración de intenciones de lo que estaba por venir. La conocida como Baja Era Luciferana acaba de comenzar. Con varios siglos de edad, aunque todavía joven para la edad de un ALO, tomó posesión de sus poderes como máximo mandatario y rehusó el título de Rey, tal y como ya hemos mencionado con anterioridad, para adoptar el de Emperador del Infierno. Esto quería decir nada más ni nada menos que su política sería imperial y expansionista, algo que ponía en peligro los lugares que rodeaban al Infierno, ya que podrían ser invadidos tarde o temprano por éste, pero eso sucederá más adelante.

Los afiliados al anterior gobierno le rechazaban, y el pueblo también. Todos poseían bondad, nadie maldad, no había un equilibrio, sin embargo él tenía un as en la manga que ellos mismos le habían otorgado, y es que si bien la gente mantenía la esperanza en que debido a la bondad y el inconformismo de todos con respecto a su figura, no llegaría demasiado lejos en sus intenciones, lo cierto es que el miedo se hallaba en el interior de todos ellos, algo con lo que Lucifer podría jugar incesantemente. Ese miedo sería la herramienta que tomaría como principal objetivo, ellos sabían que él no tenía límites, que tanto sus intenciones como acciones eran tan descabelladas que para un ser con moral o ética serían imposibles, pero Lucifer carecía de todo aquello, haciendo creíble cualquier amenaza que brotara de su boca. Al fin y al cabo era descendiente de la dinastía más importante, a la par que longeva, de la historia de todo lo que se conoce, siendo por lo tanto su poder superior al de nada ni nadie existente. Podía cumplir cualquiera de esas amenazas sin ninguna clase de esfuerzo.

El ejército se organizó entorno a sus órdenes, todo el Templo cambió su estética a una mucho más imponente con respecto a la acogedora de sus predecesores, prohibió la mágia que no saliese de él, incluso como ya sabemos, anuló el hechizo de su madre que simulaba el cielo con su respectivo transcurso de las jornadas, para sumir al Infierno en una oscuridad total que solo era iluminada por las líneas de fuego que recorrían todo el lugar nacidas de las cenizas esparcidas de Lucero, pero aquello solo era el principio.

De tanto en tanto, hacía paseos por las calles del Infierno, que le transmitían ese sentimiento acogedor, fraternal y festivo de las buenas personas, por lo que ordenaba a sus soldados, quienes no pensaban lo mismo que él pero tenían que acatarle por su seguridad, suspender celebraciones, reuniones sociales o cualquier actividad que implicase una cercanía a sentimientos positivos o de bondad. Pero esto era prácticamente imposible, no podía porque todos amaban serlo, nadie compartía sus ideales. Pronto surgieron revueltas, que como era de esperar, finalizaron con millones de muertos, debido a que la represión se saldaba con muchas víctimas, por ser ésta la única forma de silenciarlas.

Un grupo de guerrilleros en contra del régimen Luciferiano surgió de los más bajos fondos nacidos de la mala gestión de Lucifer, la cual provocaba que el ambiente paradisíaco del Infierno fuera decayendo a pasos agigantados hasta convertirse en un lugar horriblemente pobre con un estilo de vida lúgubre y repugnante. Éste grupo logró reunir a una cantidad lo suficientemente voluminosa de fieles como para hacerse notar y derrocar al líder. Llegaron hasta el Templo de Sanle, que ahora había dejado de llamarse así para hacer más alusión al nuevo dueño de todo, obteniendo entonces el nombre de Templo de Lucifer, con el objetivo de aliarse con los demás soldados que bajo su yugo hacen todo lo que se les manda, y matarle por fin.

Y así fue, todos entraron a sus aposentos donde descansaba plácidamente, y con más de novecientas armas empuñadas por más de ochocientos seres, le atacaron cargados de la mayor de las rabias y el rencor. El cuerpo emanaba más sangre de la que jamás podría imaginar nadie, toda la estancia estaba impregnada de ella, el rojo teñía todos sus rincones, parecía haber muerto, pero eso, parecía. Un ALO como bien hemos dicho, no era inmortal ni mucho menos, pero sí increíblemente longevo, y matarlo era cada vez más fácil, pero de forma relativa ya que era cada vez más fácil para otro de sus mismas características o en otras palabras, de su misma estirpe, pero no para alguien ajeno a ésta, ya que solo lograría dañarle mínimamente. Por ello, todo esfuerzo fue insignificante frente a su poder, se incorporó entonces de la cama en la que estaba postrado todo cubierto de su propia sangre, les miró mientras todavía le disparaban flechas, se acercó a ellos, recorrió la estancia, chasqueó los dedos, y explotaron literalmente, haciendo volar extremidades, vísceras o diferentes componentes del cuerpo por toda la escena.

Pero los seres que habitan el Infierno, o directamente la dimensión Yonawe, ya están muertos, se preguntará cualquiera que lea esto, aunque lo cierto es que no es del todo así. La verdad es que sí han fallecido, pero en el mundo Terrenal, donde acto seguido su alma llega al lugar de la dimensión Yonawe que le corresponda, pero una vez se encuentra en dicho lugar, su alma puede ser destruida, y aunque es infinita si nadie la pone en peligro, es perfectamente vulnerable a cualquier ataque o mala intención para con ella, en cuyo caso encontraría su fin sin ir a ningún lugar más, sumiéndose para siempre en el olvido, tanto para los habitantes del Infierno que le conocieron como para aquellos que lo hicieron en la Tierra.

Tras éste horrible episodio, que pasó a la historia bajo el nombre de, la Sangría del Pueblo, otra división de soldados se configuró, reforzando la seguridad del Templo para evitar que la situación en cuestión pudiera repetirse. Lanzó un comunicado con el propósito de que llegase a todos los rincones del Infierno, éste era que llenarían toda la fachada del Templo con la sangre de todos los insurrectos, para que no olvidasen el resto de habitantes a los que pudiera ocurrírseles algo similar, que el poder reside en él y no en ellos. Y así fue, dicho mensaje caló en la mente de todos, además de que cumplió su palabra, el Templo se vistió de rojo por tiempo indefinido.

Dedicó varios años a la creación de cuevas sub-Infernales en las que llevar a cabo experimentos para el desarrollo de nuevas especies animales que estuvieran bajo su mando para da lugar a una imagen más imperativa, amenazante, además de para obtener más poder militar utilizando dichas criaturas como maquinaria armamentística viva. Cuatro criaturas nacerían de dichos experimentos con la empresa de custodiar las cuatro torres del Templo de Lucifer. Los guardianes en cuestión se conocerían en grupo como Las Karaianes, pero individualmente como, Kuyawe, Tomiwo, Patriane, y Dirzano.

La primera de las cuatro era una serpiente poseedora de diez cabezas las cuales no podrían jamás ser decapitadas debido a que por sus gruesas escamas, que eran más resistentes que el más fuerte de los escudos fabricados del universo, nunca se podrían penetrar, pero además si una de ellas era amputada, crecía otra inmediatamente. Medía 1,3 kilómetros en total. La segunda se trataba de un búfalo antropomórfico de dimensiones gigantes que portaba una antorcha en la mano derecha y un hacha en la mano izquierda. Poseía unos músculos inconmensurables, la fuerza de 780 millones de humanos, su piel también resultaba prácticamente impenetrable y su altura alcanzaba la friolera de 6,7 metros. La tercera, un Buitre de 5,6 metros de alto, pero a lo largo, si extendía, sus alas llegaba a medir 7 metros. Su imponente figura, lo letal de su ataque y la lealtad a su creador era lo que la convertía en una de las más amadas por Lucifer. Y para terminar, Dirzano era el nombre de un lobo bicéfalo y antropomórfico que poseía el famoso Manto de la Mentira, heredado por Lucifer de sus antepasados, además de una enorme daga en la derecha junto con un martillo en su derecha. Sus dimensiones llegaban perfectamente a los 6,4 metros de alto y un peso de 14 toneladas.

Sus pasos, sus cuerpos, sus armas, sonaban constantemente en los alrededores. Lucifer solía pasear a través de los Jardines del Dolor, tal y como él amaba llamarlos. Ordenó a uno de los guardias, al que tomaría como el más cercano de ellos, aunque no compartiera las mismas ideas que el líder, pero que tenía un gran potencial para todo lo necesario con respecto al gobierno y su persona, que elaborarse una simbología característica con la que identificarle.

El guardia pasó largas noches, días, tiempo libre y horas de trabajo, reflexionando acerca de qué podría caracterizarle, entonces decidió cuestionarle a Lucifer si lo que pretendía era que el pueblo lo sintiese más cercano, o por el contrario una figura más imponente o aterradora a la que respetar y temer. Lucifer no dudó un instante, deseaba lo segundo, por lo que el guardia ya tenía pensado todo, cabalgó hasta la morada del diseñador responsable de la armaduras, trajes y vestidos de los anteriores reyes, asegurándole que Lucifer le había enviado para la elaboración de unos accesorios que completaran su vestimenta y que calasen en las mentes de todos los habitantes del Infierno, pero el diseñador se negó, ya que era de esos muchos contrarios a su régimen. El guardia le advirtió que si no llevaba a cabo las órdenes del emperador, pronto le llamaría al Templo para hacerle pagar. El diseñador entonces, que tenía familia, decidió no ponerla en peligro. Este hombre era Leuroniano, que desde la niñez se había dedicado a la investigación de telas, la costura, la confección, y la elaboración de diseños para cada vez más importantes mandatarios en vida, pero una vez murió pasó a ser uno de los profesionales de confianza de Sandur y Hiale, tanto, que compartieron grandes momentos juntos. El guardia comentó las ideas que había estado meditando y seleccionando las más adecuadas para lo que Lucifer tenía en mente, por lo tanto Leuroniano había eliminado toda duda existente para ponerse manos a la obra. Una armadura de gran coraza roja con relieves que representaban acontecimientos de la historia del Universo, incluyendo todos sus antepasados, una máscara de metal extraído de las Canteras de Urduy, unos cuernos del mismo metal, y para terminar, el Tridente de la Injusticia. El resto de su imagen término por completarla él, ya que para infundir más temor en sus enemigos, alteró partes de su cuerpo para hacer refrendar la opinión popular de que estaba maldito, contaminado o dominado por las mayores y más peligrosas fuerzas del mal.

Trazó cortes profundos por toda su piel dibujando figuras de diferentes tipos, sin un significado específico, con el objetivo de que al cicatrizar quedaran en él para siempre; se cortó la lengua por la mitad, dando lugar a una de carácter bífido; se lijó los dientes para darles un aspecto sumamente afilado, usándolos en batalla para comer partes del cuerpo de los contrarios, a los cuales llevaba a su Templo para torturar, matar y devorar posteriormente.

Era alguien distinto, todavía más aterrador de lo que ya lo había sido hasta el momento. Ese guardia en quien confió, era Hupio, fruto de la relación entre su padre, un guardia, y su madre, una civil. Tras el ascenso de Lucifer, su padre le obligó a formar parte de la guardia ya que era el momento perfecto para hacerlo, por lo tanto, en contra de los deseos del chico, sucedió de tal forma. Su madre estaba sumamente preocupada porque conocía la forma de ser de Lucifer, y tenía miedo que hiciera daño a su hijo, a diferencia de su esposo, que sentía tranquilidad ante la situación de éste. Estrecharon lazos el emperador y él de tal forma que era imposible no verlos juntos, era prácticamente su mano derecha, pero sin cumplir ninguna de sus atrocidades o al menos por el momento, ya que, a través de manipulación constante, aquel ser bondadoso y puro que comenzó en dicha guardia, pasaría a ser alguien sin escrúpulos para acatar los deseos de su líder.

Los hermanos comenzaron a intervenir en la situación por fin. Ésta era demasiado delicada al principio y durante siglos, Lucifer estaba realmente desatado, nadie podía decirle, ordenarle ni sugerirle nada, el orgullo podía con él. Pero en cuanto vieron óptima la situación decidieron dar el paso, se opusieron a la forma en la que estaba tratando todo lo que sus padres habían elaborado, y él reaccionó tajantemente. No podía permitir tal falta de respeto, tal blasfemia a su divina figura, por lo que el destierro de ambos era inminente, tardó tan solo unas jornadas en lograr que Belcebú y Satanás terminasen en el punto más lejano del Infierno, donde construyó una prisión para la ocasión, a la que llamaría el Zuranko, residiendo allí desde entonces. Lucifer consideraba con respecto a sus hermanos que simplemente por existir ya era un delito suficiente como para encerrarlos allí para toda la eternidad, sin embargo las cosas cambiarían demasiado temprano.

En una de las jornadas, Lucifer estaba paseando por el Infierno, cuando unos gritos llamaron su atención. Éstos provenían de una pequeña morada en la que se hallaba una mujer muy humilde pariendo en condiciones inhumanas, pero no había otra elección si quería hacerlo. Entonces, lejos de ignorar la situación, Lucifer se adentró en el hogar, si se le podía calificar de dicha manera. Sus intenciones estaban algo borrosas, nadie comprendía que estaba haciendo, pero podían imaginarse que llevaría a cabo cualquier atrocidad, aunque, sorpresivamente no fue así. La mujer estaba tan asustada que por un momento se detuvo la salida del bebé, ya que se encontraba paralizada por el miedo. Lucifer con sus habilidades mágicas logró extraer de forma rápida e indolora a la criatura, para luego envolverla con sus aberrantes brazos pegándola acto seguido a su pecho. “Escucha mi corazón pequeña, escucha lo que da vida a tu emperador y por tanto a su imperio, porque serás tú quien des lugar a mi estirpe”. Su madre, consternada por las infames palabras del líder, le arrancó a su pequeña de las manos. Éste, lejos de alterarse o llevar a cabo cualquier acción mortal contra ellas, simplemente, se acercó, besó la frente del bebé y se marchó por donde había entrado.

Lucifer conocía perfectamente las propiedades de todo aquello que sus antepasados, las Entidades Supremas, representaban, sobretodo, el Bien, el Mal, la Vida y la Muerte. Por lo tanto, era conocedor de toda la ciencia entorno a ellos y sus actos. Entre todo esto, el desarrollo del mal, ya que existía una sección que él llevaba meditando demasiados siglos, y es aquella en la que el mal puede llegar a reproducirse. No puede hacerlo con la sangre de un solo individuo por más malévolo que éste sea, es imposible. Por lo que no le bastaba consigo mismo, necesitaba alguien más, pero nada ni nadie era infame como él, y todavía no podía acceder al Cielo desde allí, ya que en aquel lugar es donde verdaderamente la gente horrible vivía. Y sí, trataba de manipular a Hupio, pero por más esfuerzos que emplease en dicha tarea, no lograría que su integridad empeorase tanto como él pretendía.

Sin embargo, barajando varias opciones, llegó a meditar algo que sí parecía interesante. No podía trabajar con los seres que ya existían, sin embargo, sí podría hacerlo con aquellos que todavía no. Es decir, cualquier bebé nacido en el Infierno, porque sí, existe la natalidad en ese lugar, siendo ésta además creciente, le serviría, por lo que decidió llevar a cabo su primera prueba, con el objetivo de que en caso de un resultado positivo, reproducir su mal con esa criatura, e incluso hacerlo con más vástagos hasta crear un nuevo ejército en su favor.

Tras aquella reflexión y el acontecimiento causado en consecuencia, se retiró a su hogar para proseguir con sus tareas como emperador, aunque dedicaba más su tiempo a asuntos lúdicos, los cuales eran muy resonados por su carácter bárbaro entre las gentes del pueblo. Una de las que más le reconfortaban era la más atroz de ellas, mediante la cual, habitantes del Infierno se colocarían en fila a lo largo de los Jardines del Dolor hasta que Lucifer se personase en el lugar. Después uno de sus siervos haría sonar una trompa, la cual anunciaba que la caza había dado comienzo. Ellos correrían con el objetivo de escapar de los objetos, flechas o incluso hachas que Lucifer arrojaba sin descanso. Siempre morían todos los seleccionados, ya que eso era lo que verdaderamente le entretenía, la agonía de sus víctimas hasta alcanzar el último aliento.

Pasaron algunas décadas, Lucifer había marcado un ritmo lento en cuanto al desarrollo de su mandato, las cosas no avanzaban realmente, todo se había paralizado desde hacía bastante tiempo, el pueblo se había acostumbrado tanto a ese modo de vida que sus protestas directamente se habían consumido por completo. La melancolía aprestaba toda forma de vida de forma permanente. Él estaba aburrido de la monotonía, sus sueños de dominar el universo no habían hecho más que suavizarse, carecía de ambición, los abundantes asesinatos cometidos por sus manos ya no le causaban la misma sensación que al principio, algo debía hacerle renacer, pero Hupio no lo conseguía, él secuestraba habitantes del Infierno, organizaba desfiles imperiales que reluciesen el poder de la cabeza máxima, Lucifer, e incluso sugería unos juegos como los que los nuevos residentes del lugar llevaban a cabo en sus vidas terrenales, ya que el Imperio Romano estaba reluciendo cada vez más allí.

En cambio, continuaba desesperado por dar comienzo algo nuevo, hasta que, la espera dio por fin sus frutos. Una joven caminaba tras cuatro personas que iban caminando y reían a carcajadas por las oscuras calles del Infierno. Estaban divirtiéndose, ella, llena de odio y maldad, casqueó los dedos, un humo negro brotó de su mano, le sopló para hacerlo llegar hasta los sujetos en cuestión, lográndolo sin mucho esfuerzo. Esto les paralizó brutalmente, sentían miedo, ella se aproximó a ellos, a cada uno de sus rostros, disfrutó cada milisegundo del dolor que experimentaban, como una mosca atrapada en una jeringuilla que lentamente está siendo arrinconada hasta aplastarse. Sus alientos fríos soplando contra su rostro, perforó súbitamente los cuatro torsos uno por uno con su puño, de potencia descomunal, logró atravesarlos totalmente. Experimentaron cómo se escapaba de ellos hasta la última partícula de vida existente en su interior. Por gusto personal, arrancó cada cabeza del resto de su correspondiente cuerpo únicamente usando sus sanguinarias manos. Además de otros miembros.

Hupio, entonces, hizo llegar a Lucifer el rumor que más helaba la sangre a la población. Los cadáveres aparecieron decapitados en el centro del Infierno, con los miembros separados del cuerpo pero igualmente posicionados donde debían ir. Todo el mundo estaba paralizado por el asunto, una mezcla de dolor, pena y temor recorría sus venas. No querían salir de sus casas. Los ya acostumbrados al autoritarismo de Lucifer, seguían albergando esperanza sobre el futuro de luz y prosperidad al que estaban destinados con Sandur y Hiale, pero este suceso significaba algo distinto. Significaba que el propio pueblo estaba desarrollando la maldad de su líder, una maldad que hasta la fecha solo la albergaba él, pero el resto todavía abogaba por el amor y la paz. Alguien se dedicaba a asesinar otros habitantes y acto seguido llevar a cabo una declaración de intenciones para con el resto de miembros de dicha sociedad.

El mandamás tenía claro qué estaba ocurriendo, pero no podía revelar la verdad a los demás ya que estaría exponiendo su proyecto más soñado. La autora de dichos crímenes era nada más ni nada menos que el bebé al que besó el día de su nacimiento, el producto de la maldad de quien traicionó durante su infancia a sus padres, de quien amaba el mal en todas sus facetas, de quien abogó por el odio, de quien deseaba ver arder el Infierno y todo lo que no fuera éste, el producto de la maldad de Lucifer. Por qué sabía que ella era la responsable, porque nadie más sería capaz de aquello, algo que perfectamente podría haber llevado a cabo él, nadie más salvo ella, la niña que seleccionó para dar comienzo a la siguiente parte de su absolutismo. Esperó con deleite a que se cometiera el próximo crimen, y sucedió. El cadáver destripado de la mujer que presenció parir a dicho bebé se hallaba en la entrada de su hogar. Observó atentamente cada detalle de la escena, la adoraba, su creación era exactamente lo que esperó durante tanto tiempo, ahora había que encontrarla. Ordenó por tanto a los guardias que registraran cada rincón del Infierno hasta dar con ella o algo que les guíe hasta su paradero. Tardaron un lustro, pero tras 47 crímenes atroces, dieron con ella mientras se marchaba ensangrentada de la escena de uno de tantos. La arrestaron, aunque no para castigarla, sino para llevarla frente al que se consideraba nada más ni nada menos que su padre, el responsable de todo aquello sin duda.

Arrastrada hasta el salón dónde se encontraba postrado en su trono el Emperador, comenzaron una conversación cercana pero con una palpable tensión engendrada por el mal que habitaba en cada uno de ambos despreciables seres.

–Hola hija mía. -Saludó Lucifer-.

–Yo no soy tu hija. -Estalló ella-.

–Ya me entiendes, no soy tu padre de forma directa sino del mal que brota de tus entrañas. -Se explicó-.

–Comprendo.

Tras esta presentación Lucifer reveló a Koanu, tal y como se llamaba ella, que todo lo que hacía, además de cómo era, tenía una razón, una verdadera explicación. Algo, que si no le había narrado su madre a lo largo de su estancia en el Infierno, ella ya se lo intuía. Señales que se dibujaban en su cuerpo, aspectos de éste y pensamientos que solo podrían asemejarse a alguien. Era como si él mismo le hubiera engendrado. De hecho, su poder era algo único en la población del lugar, fuera del árbol genealógico de los ALO no se había registrado algo así jamás. Sólo ellos tenían ese don y el derecho a poseerlo. Le pidió que se acercara, ella, esposada, lo hizo, pero tan pronto como Lucifer chasqueó los dedos, los grilletes se abrieron, quedando por fin libre. Reconoció esto como un buen acto hacia su persona, que le agradecería de por vida, pero lo que vino después era todavía más sorprendente. Se levantó de su trono para permitir a Koanu sentarse en él. Ella sintió una autoridad que ansiaba, sin embargo, Lucifer no le estaba indicando que sería su sucesora ni mucho menos, pero sí su mano derecha. Aquella que le ayudaría a cumplir sus más oscuros y ansiados objetivos. Tanto, que desde ese instante en adelante, acondicionó una de las estancias del Templo totalmente para ella, además de ordenar la elaboración artesanal de un trono para su colíder. Todo estaba orientado a su anexión al gobierno Luciferiano.

Aunque toda esa relación provocó un severo distanciamiento entre la figura de Lucifer y su hasta entonces fiel servidor Hupio, a quien poco a poco despreciaba de forma cada vez más descarada. Ya no le hacía falta en absoluto, por lo tanto, sobraba. Hupio se sintió utilizado, ya había logrado adaptarse al modo de vida de su líder, había conseguido amarle, pero no se percató de que Lucifer nunca sintió amor por él, simplemente lo veía por lo que era, un siervo más. Entre Koanu y Lucifer le lanzaban comentarios despectivos, lo maltrataban e incluso le obligaban a cometer asesinatos por su propia diversión. Éste, que cada vez se vio más envuelto en una espiral sin escapatoria, no podía parar de acatar sus órdenes por miedo a lo que pudiera ocurrir. Hasta que simplemente no fue más útil y se le ordenó marchar hasta la sala de ejecuciones. Una vez allí cayó al suelo por los empujones de sus verdugos, Lucifer apareció con Koanu, quien portaba una ballesta en sus manos. Ésta ballesta había sido el arma ejecutora de Lucifer por siglos, y ahora éste había instruido a su hija espiritual en su uso. Hupio no podía aguantar más la tensión de saber que desaparecería para siempre, lo había dado todo por él, y ahora se lo iba a pagar así. Cuando estaba a punto de producirse el disparo, Lucifer ordenó a Koanu que bajase el arma, revelando que solo deseaba sentir el miedo de Hupio, y que, de ese modo, le liberaría de su condena, aparte de confirmarle que ya no sería su guardia nunca más. Éste, dolido, se marchó de allí, pero con un claro objetivo, regresar para recuperar todo lo que le arrebató, tiempo, lealtad, felicidad, todo…

Hupio, cuando ya había sido expulsado del Templo sin razón alguna más que el capricho de Lucifer con Koanu y por tanto su favoritismo en torno a ella, trató de recopilar fieles que le ayudasen en su camino contra el líder. El pueblo, que intentaba aprovechar cualquier oportunidad para revelarse contra su opresor, le siguió en un principio. El número de seguidores aumentaban por momentos, era sorprendente, pero pronto notaron los ideales de Hupio infundados por el autoritario. No casaban con ellos, recordándoles que el ahora abandonado guardia imperial, había cometido verdaderas atrocidades en nombre de Lucifer. Aunque muchos se empeñaron en proseguir con el asunto, muchos otros abandonaron. Generándose así una disputa entre los que de verdad pensaban que les liberaría de lo que estaba pasando y los que tenían la certeza de que una vez lograra su objetivo, despreciaría todos sus esfuerzos, reduciéndolos a simples ratas que comerían las sobras de sus éxitos. Desatándose así la primera gran brecha en la población, que haría resonar todas y cada una de las piedras del Templo de Lucifer, donde el Emperador, preocupado por la insurrección decidiría enviar un escuadrón a reprimir los instintos del pueblo. Aunque no pudieron contra ellos, ya que pronto los derribaron. Pero está información no llegó a Lucifer hasta que se desató la verdadera tragedia, acababa de estallar la Primera Guerra Civil Infernal, entre el Bando Liberador y el Bando Anti-Hupionista. El primero estaba, como no, liderado por Hupio, y el segundo, por uno de los oradores civiles más importantes del Infierno, Puderoes, quien a través de su intelecto había sido el primero en llegar a la conclusión de que el camino de Hupio les llevaría a la perdición.

Lucifer se enteró entonces del fracaso de su ejército, pero ya nada podía hacer por frenar una guerra civil en la que todo el pueblo estaba involucrado, era imposible frenar dicho conflicto ya que no quedaba quien lo hiciera, unos estaban de un bando y otros del contrario, pero nadie del suyo. Tres siglos se mantendrían dichos choques durante los cuales tuvieron lugar miles de batallas, contiendas, muertes, destrucciones de regiones enteras, aniquilación de familias al completo, entre otras muchas atrocidades. Puderoes, consiguió algo, que muchos de sus enemigos, mediante la palabra, encontraran el verdadero camino, el del pensamiento, antes que el de la guerra. Muchos eran los nuevos adeptos al movimiento conocido como el Puderismo, que desafío hasta al mismísimo Lucifer, y que puso en jaque el poder que Hupio había desarrollado durante la guerra. Su bando había crecido tanto en número que las batallas siempre se inclinaban en favor del líder intelectual, fracasando cada vez más el que alguna vez fue el confidente de Lucifer. Y es que esto interesaba realmente al Emperador, ya que realmente se acabaría con las intenciones de quien pretendía arrebatarle todo por venganza. Por ello, pronto logró matar en una sola noche, conocida como El Sueño de los Rebeldes, con su magia, mientras dormían, a todos y cada uno de los soldados del Bando Liberador, en favor del Bando Anti-Hupionista.

Una vez amaneció y Puderoes conoció la noticia de la sospechosa muerte de todos, sintió tal rechazo por lo ocurrido, intuyendo inmediatamente que el responsable en la sombra de todo aquello había sido quien más odiaba, Lucifer, tomó una decisión de última hora. Dirigió todas sus tropas a quien faltaba por morir, Hupio, quien fue asesinado de forma multitudinaria y atroz por todos los hombres de Puderoes que tuvieron oportunidad de hacerlo, algunos de los cuales habían servido junto a él en su propio bando antes de ponerse del lado Puderista. Para después de esto, con la rabia de saber que su victoria había tenido lugar gracias a la intervención de quien era el motivo de todas sus desgracias y de la guerra en sí misma, Puderoes se cortó el cuello con la Daga del Pensamiento, siendo el referente de todos sus leales servidores además de compañeros de batalla, quienes decidieron también quitarse la vida en su honor y en honor a sus principios.

Lucifer indirectamente había, por tanto, salido victorioso de la guerra ocasionada en su contra, una guerra en la que se disputaban o una rebelión para destronarle por parte de aquel a quien uso para luego traicionar, o la liberación de un pueblo frente a un nuevo líder que acabaría con la vida de aquellos que le ayudaron a ascender hasta el triunfo debido a las enseñanzas de su maestro, el considerado por todos los allí presentes generaciones tras generaciones como el Emperador del Mal, título que se ganó a pulso, ya que su predilección por ese lado de la balanza estaba más que demostrado, día tras día, año tras año, siglo tras siglo, era interminable, y lo seguiría siendo por muchos siglos más para desgracia de todos.

Tras el fin de la Primera Guerra Civil Infernal, quiso conmemorar su triunfo creando lo que él denominaba la Espiral del Mal, o lo que Dante describiría años más tarde en sus escritos como los Nueve Círculos del Infierno. Para Lucifer, aparte de considerarlo la mayor construcción acaecida durante su mandato, también lo tenía por el entretenimiento más colosal que habría experimentado jamás en toda su longeva existencia. Nueve anillos concéntricos que descenderían hasta el punto más profundo del Infierno, donde –a pesar de la creencia popular de que los pecadores eran las víctimas de todo tipo de castigos dependiendo del nivel en el que se encontraran, condicionado a su vez por el pecado cometido en vida– los todavía bondadosos habitantes del Infierno eran arrojados como mercancía barata para, según el antojo del líder conforme a cada sujeto buscando su mayor disfrute, ser torturados de diversas formas eternamente.

Aquel nuevo símbolo del Imperio, no era más que una declaración de intenciones de su mandamás y un capricho infantil del mismo. Sus magnitudes eran inimaginables e incomparables a nada elaborado en la Tierra hasta nuestros días. Era simplemente algo aterrador y aberrante por partes iguales. Toda la población que habitaba el lugar estaba tan asustada por lo que tendría lugar tras la finalización del proyecto que preferían asesinarse entre ellos antes que tener que ser víctimas de esa bestia inanimada pero dotada de vida por el mismísimo Lucifer. De hecho, llegaron a tratar de sellar, aunque sin éxito, el Huo para que ninguna persona bondadosa de la Tierra fuera a parar a aquel lugar que había dejado de ser un paraíso para convertirse en una infinita y tortuosa realidad persistente. Infinitos esclavos inocentes de cualquier acto malévolo fueron quienes cimiento a cimiento levantaron aquella feroz máquina de “no matar” curiosamente sino de “castigo sin fin” que es peor que la muerte a ojos de la mayoría de seres vivos con algo de conciencia.

El éxito de Lucifer en términos personales, gubernamentales y bélicos le había conducido a un estado de euforia difícil de comparar con sus épocas pasadas. Obsesionado con Koanu y su futuro junto a ella, decidió sellar por siempre su vínculo, cerrando el círculo que determinaría el fin del que fuera su plan por siglos. En la misma sala del Templo donde ambos entablaron su primera conversación, Lucifer ordenó a Koanu tomar el Puñal de la Locura –afilado desde el nacimiento de ésta con el propósito de que, una vez llegado el momento, cumpliese con la voluntad del Emperador– para luego pedirle expresamente que produjera un corte en su brazo izquierdo desde la muñeca hasta el hombro, pasando por el pecho, para llegar finalmente a la muñeca del brazo derecho. Koanu, que confiaba ciegamente en él, acató sus deseos, comenzó por tanto a sangrar brutalmente y sin control, fue entonces, solo entonces, cuando se percató de lo que estaba sucediendo, cuando fue consciente de cómo le había utilizado, de que solo era un instrumento más para construir su tan ansiado ecosistema de infamia, que su sangre sería el germen de algo masivamente superior a lo hasta entonces vivido por todos, que ella al no ser de la gran estirpe de líderes a la que pertenecía Lucifer, no lograría sobrevivir a aquello.

Él también lo sabía, además perfectamente, pero si era verdaderamente sincero, no le importaba, su egocentrismo, su arrogancia, su ambición, su falta de empatía, culpa o cualquier resquicio de bondad impedían dicha tarea por completo, la de amar al resto, la de cuidar, la de hacer felices a los demás, pues qué puede esperarse de un ser que llegó tan lejos como acabar con la hasta entonces aparente vida eterna de sus padres para conseguir lo que quería con ansias, es decir, por su propio beneficio y bienestar. Lucifer calcó el acto llevado a cabo por Koanu, entonces ella, con un caudaloso llanto brotando incesantemente de sus lagrimales, se aproximó al líder, para acto seguido éste envolverla con sus sangrientos brazos en forma de abrazo, y ella hizo lo mismo después. Sus respectivas sangres se juntaron, se derramaron y restregaron por ambos cuerpos, hasta que la tez de Koanu se tornó cada vez más pálida para caer rendida a los pies de Lucifer muriendo al instante. Pero él era más feliz de lo que jamás lo había sido, le era indiferente la pérdida de alguien que había estado a su lado sin descanso durante el último siglo, para sí mismo lo primordial era el acto final de su gran obra, su descendencia, el pacto final entre dos sangres colmadas de oscuridad, para dar a luz al origen de más seres de dicha índole, pero a una desorbitada escala titánica, todo un verdadero Imperio rendido a los pies de su amo.

13 de Octubre de 2022 a las 12:46 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

Conoce al autor

Marek Makani Marek Makani, nacido Marcos Marín Molina, es un autor español especializado en cuento y novela corta. Algunas de sus obras más célebres son sus Narraciones Independientes, Hellands, sus novelas gráficas RUINA o Red for Blue, las series MANIAC o Kosmik Tales y los cuentos de su antología Necrotales.

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Hellands
Hellands

Hellands es un universo literario desarrollado por el escritor Marek Makani. Este comienza con la historia del Génesis de Hellands, tratando éste de las Entidades Supremas, la muerte de Guag, la confrontación con el cielo y la fundación del Infierno. Tras esto llegaremos hasta la Baja y la Alta Era Luciferiana, una época devastadora para todos los habitantes de la dimensión Yonawe, el origen del mal en dicha dimensión a partir de las infames intenciones de su más temido líder. Y para continuar conoceremos SZAO, KIO, y SUO, hijos accidentales de Lucifer y que tras la desaparición de uno de ellos, concretamente KIO, se embarcarán en un viaje a través de todos los entornos del Infierno en el que nacieron. Descubriremos por tanto entornos hostiles, bizarros, violentos, surrealistas, urbanos, futuristas, decadentes, desérticos e incluso helados, sí helados. Y muchas más historias tras éstas. Es una aventura infinita que constará de tantos números como el autor lo desarrolle por lo que de momento podríamos contar con una historia inical e infinitas tras esta. Hay mucho por delante y tú puedes formar parte de ello... Leer más sobre Hellands.