lucia-camacho Lucía Camacho

Alba Sanz es una doctora de urgencias en Salamanca que se va de vacaciones a Moscú. Lo que parecían ser unas vacaciones de desconexión, pronto se convierten en una auténtica pesadilla cuando un terremoto de nivel 6 asedia la ciudad. Lee Gabriel es un hombre de acción que tiene mucho que esconder, ni siquiera ese es su verdadero nombre. Espía norcoreano que sigue órdenes de un famoso díctador, se verá envuelto en una aventura que no esperaba cuando es enviado al foco de una guerra que está por llegar entre rusos y ucranianos. Todo esto y mucho más en esta historia llena de secretos, dobles intenciones, pasados oscuros y drama, mucho drama.


#2 en Acción Sólo para mayores de 18.

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Prefacio

Albania.

Moscú. La capital federal de Rusia es un destino que muchos eligen en sus vacaciones, a pesar de ser un país con una República Federal que posee estrechos lazos con Corea del Norte y China.

La ciudad es un importante centro político, económico, cultural y científico. Y fue por esto último por lo que la elegí como mi destino de viaje, pues desde niña siempre me ha interesado la ciencia.

Está situada a orillas del río Moscova, en el Distrito Federal de la Rusia Europea. Y en el curso de su historia, ha sido capital de una sucesión de estados desde el Gran Ducado de Moscú de la Edad media hasta la Unión Soviética de hoy día.

El Kremlin de Moscú era una antigua fortaleza y hoy es el lugar de trabajo del presidente de Rusia. Además de ser patrimonio de la humanidad. Y es justo en ese lugar en el que empieza esta historia.

Pero antes… deberíamos remontarnos al pasado, a unas semanas antes, al cementerio San Carlos Borromeo. En una tarde gris donde los truenos resonaban a cada tanto mientras una manta de lluvia caía sobre los presentes que bajo sus propios paraguas presenciaban un entierro.

Él era Antonio Sanz, un hombre con honores, Capitán de uno de los pelotones de la milicia española, que había muerto sirviendo a su país.

Ser hija de un militar no es cualquier cosa y no para todo el mundo puede ser un gran honor. Para mi hermano mayor y para mí era una carga, pero los demás siempre nos vieron desde fuera como la familia perfecta.

La melosa voz del párroco pidiendo a los cielos por el alma de un buen cristiano consiguió adormecerme en exceso. Miré a mi madre, Mercedes Sanz. Era una mujer orgullosa y fría que jamás demostró una sola muestra de afecto, pero que aquella tarde lloraba la pérdida de su esposo con tristeza fingida, sin derramar una mísera lágrima.

Mi hermano Ulises a diferencia de ella sentía la pérdida de nuestro padre, a pesar de que este se resistió hasta el final a darle el lugar que merecía. Ese hombre orgulloso jamás nos mostró su amor.

Los recuerdos sobre mi niñez siempre estuvieron manchados de oscuridad, mentiras, secretos y mucha sangre. Cuando pienso en aquella época, ni siquiera puedo separar la realidad de mis anhelos.

¿Sabéis qué es lo que ocurre cuando privan a una niña pequeña de afecto? Esta lo buscará en los lugares más recónditos y si llegado el caso no puede hallarlo… creará su propia realidad en su propia mente.

Siempre fui una niña solitaria, algo misteriosa y rara. Solía sentarme en mitad del jardín helado a observar el río falso de mamá, rodeada de peligrosos rosales con espinas mientras escuchaba de fondo las voces de los niños que jugaban en la casa de al lado y me ponía a inventar mi propio mundo.

Después de enterrar a papá, mamá se vino abajo y fue del todo un sinsentido pues ella jamás lo amó. Murió tan sólo una semana después en mis brazos, en mi propia sala de operaciones sin que yo hubiese podido ganar ese pulso con la muerte.

Esa era mi tortura: abrir en canal a mis víctimas sobre la mesa de operaciones, salvar la vida de desconocidos, pero sin poder hacer lo mismo con las personas a las que amaba. La sangre era mi maldición.

Después de eso… no pude volver a coger un bisturí.

«Eres hermosa. Algún día podrás usar tu belleza para cautivar a los hombres y usarlos en tu propio beneficio. Pero jamás olvides que son reemplazables. No te conviertas en una marioneta de tu propia vida.» Solía decir mamá.

Mi niñez no fue un camino de rosas, no fui una niña querida. Era un bicho raro al que apenas toleraban, al que educaban desde el desprecio.

El amor te hace débil – era la frase que mamá solía repetir hasta la saciedad y al final terminé por creérmela. Me convertí en un ser frío que no sabía tratar a las personas que me rodeaban.

Solía recordarla sentada en su peinadora cepillando su larga melena después del ocaso. Me dedicaba una sonrisa falsa y me invitaba a sentarme a su lado antes de contarme extrañas historias sobre dos hermanas.

«Había una vez, hace mucho, mucho tiempo, en las frías montañas de Albania, una humilde casita de madera en la que vivían dos hermanas. Cada una igual de hermosa que la anterior. La primera, la más joven: era orgullosa e inconformista, siempre ansiando lo que la mayor tenía, incluso su propia suerte. La segunda: bondadosa y soñadora, estaba dispuesta a dar cualquier cosa para contentar a los demás.

A pesar de la tosca actitud de la primera, la segunda siempre la amó y prometió que se quedaría a su lado para siempre. Durante mucho tiempo las dos hermanas vivieron en armonía. Pero, un buen día, a causa de un hechizo de amor la segunda rompió esta promesa.

La hermana más joven, en un acto cruel de venganza se alió con las fuerzas oscuras para encerrarla en una prisión. El pecado que cometió para dar una lección a su hermana fue tan atroz que perdió su alma y se convirtió en un ser vacío, sin humanidad.

Con el paso de los años trató de encontrar a un buen hombre con el que compartir su vida, pero todos se alejaban pronto de ella. Y así la soledad la fue volviendo cada vez más fría, hasta convertirla en un ser incapaz de sentir amor.»

Debía superar el pasado y avanzar hacia el futuro, pero … en aquella época estaba muy perdida.

«Deberías marcharte de viaje. Eso calmará tu corazón. Te ayudará a dejar atrás el pasado y los remordimientos.» Fueron las palabras de mi compañera en el hospital.

Un viaje para calmar mi corazón y dejar atrás el pasado. Aventuró que fuese con algún amigo, incluso se ofreció a acompañarme. Pero soy bastante reservada en mi día a día y el trabajo no me deja mucho tiempo para relacionarme. Así que … terminé haciendo una lista con todos los lugares que quería visitar y al final, el azar quiso que el elegido fuese Rusia.

El ruido de los coches mientras cruzaba las abarrotadas calles llenas de turistas me sacó de mis pensamientos.

Disfrutar de esos coloridos edificios, el paisaje y la calma del lugar eran sin duda lo que más me maravillaba de Moscú. Siempre me ha fascinado la capacidad que tiene el ser humano para construir cosas tan hermosas, verdaderas obras de arte.

Viajar no era lo mío. Era una obsesa al trabajo que se pasaba los días dentro de un hospital.

Caminaba sobre el puente haciendo fotografías por el lugar, pues me había prometido a mí misma que aquella vez iba a dejarme llevar, sería más espontánea y disfrutaría por primera vez de ese tipo de experiencias.

Debo reconocer que tardé más de diez minutos en darme cuenta de que la tapa de la cámara estaba puesta y que esa era la razón por la que las fotografías salían en negro.

La fotografía es uno de los puntos fuertes de Anabel, mi compañera de guardias en el hospital. La muchacha se empeñaba en que fuésemos amigas, pero a mí no se me da demasiado bien relacionarme con otros.

–Mira, mamá – escuché que decía una chica en español. La niña era rubia con ojos verdes y llevaba un bonito vestido violeta. Lucía sorprendida y eso sólo desató mi curiosidad. Miré hacia el lugar que la niña señalaba y vislumbré algo asombroso, a la par que preocupante: había una cascada en mitad del río como si hubiese un sumidero en el fondo. ­ ­­­­­­

Una bandada de pájaros salió de la ciudad en dirección sureste como si estuviesen huyendo de algo. Piaban desesperados tratando de alertar a la población, pero … ¿por qué? Si hubiésemos sabido leer ese tipo de señales, muchas muertes podrían haberse evitado.

Un grito de pavor de una joven morena alertó a varias personas. Un sinfín de ratas salieron de las alcantarillas a mansalva, recorriendo las calles de la ciudad a toda prisa, huyendo despavoridas de lo que estaba por llegar.

¿Qué era lo que estaba sucediendo? ¿Qué hacía que los animales quisiesen huir con tanta premura? ¿Qué era lo que ellos podían percibir y nosotros no?

Tardamos más de veinte minutos en librarnos de las ratas. Se suponía que todo debía terminar en ese momento, pero nuestra peor pesadilla estaba por llegar.

El silencio rodeó la ciudad seguida por la impaciencia de los conductores que se encontraban inmersos en un atasco que estaba lejos de disolverse. Las bocinas de los autos aparecieron en escena y entonces…

–¿Qué es eso? – volvió a preguntar la niña española con la vista fija en el río. Miré hacia el mismo lugar que ella y abrí la boca de par en par cuando vi el sumidero haciéndose más grande.

Si pensaba que eso era lo más raro que sucedería ese día, me equivocaba. Pronto la baranda se llenó de miles de curiosos que querían fotografiar e incluso grabar aquella anomalía, incluso los conductores habían abandonado sus vehículos para apreciarla. El viento se llenó de susurros, preocupación en algunos y diversión en otros.

Y de pronto, cuando la mayoría se había relajado, el suelo tembló bajo nuestros pies, como un corazón latiendo. Miramos hacia abajo, en un intento vano por descubrir que era lo que estaba sucediendo.

–Mami, tengo miedo – escuché que decía la pequeña de ojos verdes.

El miedo nos paralizó, evitando que pudiésemos salir corriendo para salvarnos de lo que estaba por llegar.

21 de Septiembre de 2022 a las 10:53 2 Reporte Insertar Seguir historia
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Leer el siguiente capítulo Capítulo 1: Provocado.

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Silvia Beatriz Giordano Silvia Beatriz Giordano
Ufff cuánta tensión. Muy bien logrado, autor
February 04, 2024, 22:57

  • Lucía Camacho Lucía Camacho
    Mil gracias por tus palabras. Me alegro de que te guste ☺️ February 05, 2024, 00:20
~

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