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Mae Joie se encuentra en una noche cambiante a su primer amor, Jeon Jungkook. La noche dejará estragos, aún más si su vida esta a punto de cambiar.


Cuento No para niños menores de 13.

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te esperaré esta noche

Recordar a Jeon Jungkook en un momento como aquel no ayudaba en nada. Joie permanecía sentada mientras su novio se arrodillaba frente a ella con una caja de terciopelo entre las manos. Eran obvias sus intenciones, desde la primera vez que mencionó la cena en un restaurante a las afueras de Seúl, aquel que tenía pinta de ser europeo. Mae Joie era intuitiva.


—Conocemos todo del otro, fue mi sueño la primera vez que salimos. Cuando te vi entrar con un hermoso vestido amarillo que se guarda en mis más preciadas memorias, supe que un día llegaríamos a esto. Somos unidos, amigos y, sobre todo, en estos tres años de pareja, hemos superado todas las dificultades que han puesto para nosotros. El matrimonio es la cosa que quiero hacer contigo, ser a la primera que vea al despertar y la última cuando duerma —Aquella caja se abrió, la hermosa sortija con un diamante pequeño se dejó ver. Joie no supo que hacer, pero la sonrisa radiante de él no la dejaba pensar en que le diría. Las miradas de los comensales le quemaban la espalda, inclusive la anciana que la miraba con ternura le hacía sentir que lloraba en cualquier momento—. Mae Joie, cásate conmigo.


Y como un rayo en su propia mente, aquella imagen de Jungkook en las rocas de la playa de Busan le borraron la vista. Su sonrisa, el toque delicado de sus manos, el olor de su cabello, la brisa que movía su camisa roja, todo lo recordaba. Su realidad era otra, Min Yoongi estaba arrodillado frente a ella, con un traje, el cabello negro como la noche, y sus ojos, aquellos de mirada filosa ahora brillaban con intensidad. Lo ama, lo sabe. A Jungkook le ama de otra forma, pero él no está ahora.


—Sí.


Sin titubear, sin lágrimas, sin más. Pronunciar sí jamás fue tan difícil.


Min Yoongi la abrazó como nunca, sus brazos le tomaron la cintura delicadamente y le susurró cuanto la amaba. No hubo aplausos, lo agradeció. Tomó la pequeña sortija y le sonrió, después la puso en su dedo anular.


Min Yoongi ya no era más su novio, ahora era su prometido. La sortija le pesó.


Camino a casa llamó a su madre, con la voz entrecortada dijo por primera vez: "estoy comprometida". Una parte de ella sonreía como una chiquilla con juguete nuevo, porque Min Yoongi era perfecto en todos los sentidos, lo amaba por quien era, lo amaba. Pero fue inevitable no pensar en Busan, la mitad de ella se estancó en la playa, y esa noche la quería otra vez.


Jungkook, ¿vendrás a mí esta noche?


No quería estar sola, porque estaba segura de que la oscuridad de la noche le haría temer de sí misma. Tenía el presentimiento de que huiría si se le presentara la oportunidad.


—¿Quieres quedarte conmigo esta noche? —le preguntó a Yoongi.


—Tengo que ir por Holly al veterinario, hace diez minutos tuve que haber estado allí. Lo siento Joie, quería quedarme contigo hoy, pero mañana te llevaré a la cafetería que te gusta. Aún no te entrego el libro que traje de Tokio, estoy ansioso porque veas la hermosa portada que tiene —Yoongi le tomó la mano, sus dedos jugaron con la sortija y una leve sonrisa surco de sus labios—. Hoy Joie, soy la persona más afortunada del mundo.


—Yoongi, jamás creí oír tantas cosas dulces como hace un rato. ¿Viste a la anciana de la mesa de frente? Estaba a nada de llorar —Joie, sin saber por qué, besó el dorso de su acompañante. Tenía la necesidad de demostrarle su amor en cada movimiento que hacía. Evitó creer lo mal que estaba haciendo—. Mi madre quiere venir lo más pronto posible, al parecer la foto de la sortija no le bastó.


—¿Llamaste a Nabi?


—Aún no, será una charla bastante larga. Es mejor que lo haga cuando llegue a casa.


—Yo llamaré a mis padres, deben estar desesperados. Fueron los primeros en saber.


—¿Cuándo supiste que querías casarte conmigo? —había una gran necesidad de su parte en saber todo detrás de la propuesta. Tal vez escuchando su respuesta le haría comprender mejor los sentimientos de Yoongi. Las palabras que le había dicho cuando se lo estaba proponiendo no bastaban. Quería más.


—No lo sé, estoy bastante seguro de que, con el paso de los días, la señal era más fuerte. Una vez te dije que no creía en el matrimonio, pero es verdad eso que dije. Mi sueño desde que te vi fue conocerte, no supe en qué momento me enamoré tanto de ti. En tres años cambié drásticamente de opinión, tal vez aun crea que solo es una hoja con nuestras firmas, que ante todo seremos algo más formal, pero la necesidad de hacerlo me invadía. Quiero hacerte feliz Joie, mi felicidad es esta. No deseo más en el mundo.


—Yo tampoco deseo nada más en el mundo.


No supo si le bastó, pero le reconfortó. Fue suficiente como para no pasar la noche en vela. Min Yoongi jamás había dicho tantas cosas correctas en el momento equivocado. Así le pareció a Joie.


Esperó que el auto se alejara lo suficiente como para que no la viera y caminó sin rumbo por el ajetreado Itaewon, lleno de bares y de personas alegres disfrutando de un sábado. Su vestimenta contrastaba con las vibras del lugar, ese vestido rojo que tanto le gustaba, le hacía sentir que se asfixiaba. Se detuvo en una esquina y con las manos temblorosas se quitó la gargantilla rosa, inclusive llegó a ahogarse en sus propios movimientos. Su bolso quedó en el suelo, la gargantilla también. Buscó refugió en una banca cercana de un restaurante, no regresó por aquel objeto rosado, solamente recogió su bolso. Entre esas acciones, con los faros de las calles el anillo lució en su mano. Mae Joie no esperaba que a sus veinticinco afuera de los bares de Itaewon contemplará el inicio de su nueva vida, comprendió de golpe que estaba comprometida.


¿Yoongi se sentirá de la misma forma ahora? Se preguntó en medio de su crisis. Ojalá sí, se respondió inmediatamente. "Ojalá Min Yoongi en este momento que está recogiendo a Holly del veterinario estépensando en su primer amor y que su vida jamás será la misma, ojalá le esté pesando lo mismo al decir que está comprometido". Primer amor. Jeon Jungkook y su primera historia de dolor.


En la esquina de la calle encontró un lugar, un bar que no tenía nombre, pero la música agradable le hizo entrar sin pensar en nada. No quería emborracharse, pero si necesitaba una copa de vino y tal vez un momento a solas. Su departamento le haría hacer locuras. Ese sentimiento de querer escapar seguía atormentándole el pecho.


Entre todos sus recuerdos de ese día, la clara voz de Jungkook diciéndole que esperará por él le hizo derramar las primeras lágrimas. Después de todo, esperaba llanto esa noche. Consiguió sentarse en una mesa alejada del bullicio de las personas y pidió una copa de vino tinto, porque tan pronto sintió el escozor picando su garganta y sus pies más relajados, supo que había sido buena idea no regresar.


Su vieja historia comienza en verano, en Busan, en una noche que recuerda como si hubiera sucedido ayer. Mae Joie solo tenía veinte cuando después de cinco años se encuentra con Jeon Jungkook, su mejor amigo de la infancia y su primer amor. Hablar de Jungkook siempre es una batalla interna, porque aquel chico de dientes grandes que la hizo sufrir la mayor parte de su adolescencia le sigue afectando.


El verano en Busan prometía demasiado. Iba de visita con sus abuelos, regresaba a su antiguo hogar y alejarse un poco de la vida de la ciudad era lo mejor. Viajó en autobús, releyó su libro favorito y sobre todas las cosas pensó en el amor (en una persona).


Pero la Mae Joie de cinco años después no podía dejar de llorar recordando todo. Dejó de lado sus recuerdos y enfocó toda su atención a su presente, al bar en donde las luces se habían apagado y el escenario parecía un pedazo de paraíso. La canción que se reproducía en el fondo le era conocida, tanto que su piel se erizo y se levantó de su lugar lentamente mientras ladeaba su cabeza. Su aspecto desastroso llamó la atención de unos cuantos. Casi tambaleaba.


De nuevo ese rayo en su cabeza, aquella vivida imagen de sus fantasías en el escenario sosteniendo una guitarra. Era él. Jeon Jungkook estaba cantando frente a sus narices.


Joie sintió que se desmayaba.


Realmente era él, la canción que tocaba se lo terminó de confirmar. Aquella que le cantó cuando estuvieron juntos. Su cabello seguía siendo el mismo, aunque con más volumen. Su cuerpo parecía haber sido ensanchado, aquellos varoniles brazos que se movían como hojas le hicieron suspirar. Y aquellos ojos de niño le hicieron llorar. Jeon Jungkook al parecer seguía siendo el mismo, deseó que ella no tuviera nada diferente, pero no.


Temió ser reconocida y al intentar huir el estruendo de su copa cayendo al suelo hizo que todos le prestaran atención. Sus miradas se encontraron en medio de aquel lugar lleno de caras desconocidas. Sus orbes no se apartaron ni un segundo. No se pudieron apartar aun cuando un mesero tenía una servilleta en el pie de Joie porque estaba sangrando.


Todo parecía ir en cámara lenta, en la cabeza de ella se reproducía su melodía favorita de Chopin. Un encuentro que no era esperado. Él no siguió cantando, bajó de aquel paraíso y las luces dejaron de alumbrarlo, Joie temió que desapareciera entre la oscuridad asesina. Pero no fue así, en cambio sus dedos rodeando suave su muñeca hicieron su fantasía verdad. Jeon Jungkook ahora estaba frente a ella mirándola cerca.


—Señorita está sangrando, es mejor que se siente. Llamaré a la ambulancia.


Y de pronto el dolor se hizo presente, miró de reojo su piel sangrando, aquella que sobresalía de sus zapatillas y donde seguramente se había impactado la copa. Sintió la necesidad de sentarse cuando fue consciente de lo que había pasado. Jeon Jungkook no se iba, ni tampoco pronunciaba palabra. Era una simple persona.


—¿Estás bien? —su voz le hizo despertar, aquellos intensos sentimientos que tuvo cuando Yoongi se le propuso no se asemejaba a lo violento que era ahora. Su piel de pies a cabeza se tornó sensible a su presencia, inclusive aquellos ojos inofensivos no tuvieron comparación a los de su prometido. Nada tenía comparación. No estaba haciendo bien en comparar—. Joie, me asustas.


—Y-yo, creo, e-estoy bien. Me duele.


No supo de donde vino aquella voz entrecortada, pero el pretexto de oír su voz de él una y otra vez lo valía. En algún punto creyó que jamás escucharía su nombre provenir de Jungkook, su pie sangrando era lo único que la mantenía cuerda.


—La ambulancia viene en camino, no te asustes.


Asintió un poco realista. Su pie parecía estallarle en cualquier momento, tuvo que morderse la lengua para no gritar. Siempre había sido muy cobarde con la sangre, en especial con la suya, inclusive una vez se había desmayado cuando se rompió una uña. No quería que sucediera ahora. Jungkook se arrodilló para quitarle la zapatilla y ver que tan grave era la herida, Joie no tenía el valor de mirar. Sintió su cuerpo hormiguear cuando tocó su pantorrilla, con eso sin duda podría desmayarse.


—Parece que no es grave, no vayas a desmayarte —dijo con una leve sonrisa en los labios, dejó ver sus dientes saltones, pidió con voz grave un vaso de agua fría y en cuanto se lo dieron le hizo beber con calma. Fuera las luces de la ambulancia la hicieron sentir un poco más tranquila—. Todo va a estar bien.


Los paramédicos entraron al lugar y cuando la vieron dirigieron la camilla hacia donde estaba. La mano de Jungkook seguía apretando su muñeca, en un ataque de desesperación entrelazo sus dedos con los de él.


—Por favor, quédate solo unos minutos conmigo. No creo que sea tan valiente como para quedarme sola en la ambulancia.


Una luz hizo brillar la sortija que reposaba en su dedo anular, ese que estaba entrelazado de su mano. Ambos la miraron, y al principio solo unos segundos, él no pudo apartar mirada de eso, pero después cuando la camilla comenzó a moverse dejó de mirar. Mientras, Joie quiso esconderse en el primer lugar que viera. El efecto Jungkook la estaba haciendo ansiosa.


—Al parecer solo fue una cortada simple, no necesita puntadas Señorita Mae. Por ahora limpiaremos la herida y podrá irse.


—Sí, muchas gracias.


Sus manos siguieron entrelazadas mientras limpiaban la herida y quitaban los restos de vidrio esparcidos. Su ropa olía a vino tinto, inclusive su vestido se había manchado tras el impacto. Era un desastre completo. No pudo pronunciar palabra porque cualquier cosa que se atravesaba para iniciar una conversación le parecía fuera de lugar. ¿Cómo has estado, Jungkook? ¿Qué haces cantando en este bar? ¿Cuándo llegaste a Seúl? ¿Dónde te hospedas? ¿Recuerdas aquel callejón solitario? ¿Te sorprendería si te digo que sigo esperándote cada noche aúndespués de cinco años? Eran muchas preguntas, pero ninguna era oportuna.


Fueron los cinco minutos más largos e incómodos de su toda su vida. Si cinco años atrás le hubieran dicho que se encontraría con Jungkook y se quedarían en silencio incómodos el uno con el otro le hubiera parecido broma. Mae Joie y Jeon Jungkook jamás se habían quedado callados. Pero todo cambia. El tiempo cambia a las personas.


El paramédico dejó ir a Joie y Jungkook con la condición de que consiguieran cuanto antes unas sandalias, de lo contrario su herida podría infectarse. A causa de eso, ambos tuvieron que quedar en una posición aún mas incómoda: ella tenía sus piernas sobre las de él. Nada estaba bien.


—Ha pasado mucho tiempo, Mae Joie.


Jungkook trató de romper el silencio, Joie estaba pensando en las posibilidades que había de regresar a casa sin Jungkook de compañía. Pero en cuanto escuchó de nuevo su voz esperando que iniciaran una conversación por el pasado; por el pasado de dos mejores amigos que siempre quisieron ser más. Se rindió.


No quiso contestar a su afirmación, tal vez era muy pronto para hablar de tiempo y sus derivados, los estragos eran fatales. Simplemente le miró a los ojos y le sonrío de la manera más sincera que pudo haber sonreído. Jungkook se merecía todo en el mundo y lamentablemente Joie desconocía las posibilidades de su persona.


—No sé cómo regresaré a casa esta noche, ni siquiera puedo caminar —dijo al aire, sin esperar una respuesta. Miró sus piernas que reposaban sin nada, miró la mancha de vino que cubría la mayor parte de su vestido e imaginó en lo fatal que debía verse, seguramente su maquillaje se había corrido.


Vaya noche para coincidir.


—Mi auto está estacionado cerca de aquí, déjame llevarte.


Era una mala idea, ella en el auto de Jeon Jungkook no podía ocurrir porque seguramente haría locuras como hacerle entrar a su departamento y en un arranque de soledad gritarle lo mucho que lo ha esperado. Pero no hay ninguna vía segura además de esa.


—Salvarías mi vida —susurro, avergonzada. Él atinó a sonreírle.


—Iré por el auto.


Se dio la vuelta y corrió con delicadeza, Joie miró sus pies moverse en medio de la oscuridad. De pronto se estremeció con el aire mismo, el toque de sus manos en sus piernas le picaban como si se tratase de una adolescente. Tocó sus mejillas calientes.


Jungkook regresó en minutos, con una sonrisa de oreja a oreja y sin la camisa cubriéndole los brazos con todos sus pequeños tatuajes que Joie desconocía. Lo hicieron ver como si el tiempo no hubiera pasado en su persona. Por un momento creyó que seguía siendo el mismo chico de Busan.


¿Cómo llegaría al auto si ni siquiera podía apoyar su pie? Una vez tendría que ser sometida a la idea de que necesitaría ayuda. El chico inmediatamente ofreció su espalda como única alternativa, Joie tuvo que morderse, de nuevo, para no maldecir. Se aseguró de colgar su bolso en su cuello y tomar la mochila de Jungkook en sus manos, después de todo estaba ayudándole. Una vez dentro del auto, pudo respirar. Estaba preocupada porque su aliento molestara su cuello, así no contuvo la respiración y cerró los ojos ante cualquier tentación que se le pudiese presentar. El auto se encendió, aún sin saber cómo romper el silencio que arrastraban de cinco años.


—Estás diferente —Joie se sobresaltó en el asiento, la había tomado desprevenida. Jungkook mantenía los labios cerrados, como si tuviera que callarse para no decir cualquier estupidez que pudiera imaginar. Tal vez él también tenía muchas preguntas por hacer, pero no había valor.


—¿Diferente en qué sentido? —vacilar era una escapatoria digna para ambos, pero era sincera al definir a qué tipo de diferente se refería. Mae Joie había cambiado en muchos aspectos, así que no quería meter la pata y decir algo sumamente innecesario si no lo ameritaba.


—Tu cabello luce diferente, por ejemplo. Tu vestido no es algo que seguramente usarías si no hubieran pasado cinco años. No lo sé, estás cambiada, en el buen aspecto.


—Tus tatuajes, son demasiados —miró su brazo derecho que se encontraba descubierto. La mariposa se podía apreciar mejor, también el pequeño dibujo de un pequeño trece que estaba escrito con la letra más delicada que alguna vez pudo ver—. Lo digo en el buen aspecto.


—Siempre quise hacerme uno, pero nadie me advirtió que son adictivos. Por el momento ya no planeo hacerme más. Son costosos.


Una vez más se encontraron sin nada que decir, Joie tenía el presentimiento que en algún momento dado preguntaría sobre su sortija. Quería estar preparada para saber que respondería. Una vez más fue consciente de que no ocurría, pero una parte de ella, una que no era escuchada quería si pasará.


—Mi edificio es ese —señaló la estructura gris que se encontraba justo delante de ellos. Era un camino rápido, no habían transcurrido ni cinco minutos—. Tendrás que entrar al estacionamiento, será más cómodo para ambos.


Jungkook siguió sus instrucciones y de un momento a otro ya estaban estacionados. El único ruido que se podía distinguir era el de la radio en un volumen mínimo, Joie reconoció la canción, después de todo compartían los mismos gustos musicales.


—¿Quieres entrar un momento? Puedes tomar una copa de vino o un vaso de agua, tengo una pizza en el refrigerador o podemos ordenar algo.


—Me encantaría.


Joie agradeció que solamente tuvo que caminar de su brazo hasta el ascensor, seguía sorprendida por la facilidad con la que había aceptado. El ascensor se sentía pequeño para ambos, aunque estuvieran juntos, querían todavía mas cercanía.


Cuando llegó la hora de ingresar la contraseña para abrir el departamento, sus manos se volvieron débiles y torpes. Recordaba la contraseña, pero al parecer sus manos nos sabían cómo actuar ante un chico, bueno tal vez sí, pero no frente a Jungkook.


—¿Necesitas ayuda?


En un susurro cerca de su oído le dijo su contraseña, sus dedos ágiles dieron con la contraseña y abrió la puerta con un solo suspiro. Ella seguía aferrada a su brazo, su cara estaba cerca de su cuello mientras su pie vendado descansaba sobre el otro. Seguían estando cerca. Ya dentro de su piso, la luz tenue iluminó a su amigo. Quiso fotografiarlo ahí mismo. Por fin pudo ponerse los zapatos más cómodos que encontró dentro, hizo pasar a Jungkook.


—Iré a cambiarme de ropa, por favor siéntete como en casa.


Caminó lo más rápido a su habitación, cuando se aseguró que la puerta estaba cerrada se acercó a su cama y tomó el primer almohadón que encontró, lo estrelló con su cara y gritó lo más fuerte que pudo. Tenía mucho que procesar, entre ello, que estaba, de nuevo, portando una sortija que su prometido (antes su novio) le había entregado. O que también, mientras ella gritaba, Jeon Jungkook (la persona que más amó) estaba en su piso. Se apresuró a cambiarse para estar con él lo más pronto posible.


Se detuvo frente al espejo, viendo como corría por todos lados cuidando hasta el último detalle de su apariencia. Era Mae Joie, pero parecía que volvía en el tiempo, donde estaba loca y perdidamente calada de Jeon Jungkook.


¿Qué se supone que estoy haciendo ahora mismo? ¿Esto es engañar? Se dijo, porque de pronto se sintió como si estuviera ocultando algo. A ella misma, a Yoongi, inclusive a Jungkook. Un sentimiento desconocido la invadió de pies a cabeza. Se sintió como culpa. Dejó de preocuparse por su cabello y salió de su habitación, frotó sus manos y al sentir el anillo pensó en quitarlo, pero después de todo era su realidad y no haría nada por ocultarlo más.


Se alarmó cuando no vio a Jungkook en el sofá, pero cuando entro al salón lo vio mirando las fotografías que tenía cerca del televisor. Eran tres en total: una era con Min Nabi con togas de graduación, la segunda era de la primera cita con Yoongi y la última era de ella con sus abuelos. Él noto su presencia y se alejó para llegar con ella.


—¿Ya no te duele? —por más tonto que pareciera, a Joie le pareció que su pregunta escondía otra intención. Negó con la cabeza.


—Un poco, mentiría si dijera que no.


Caminó a la cocina esperando cumplir su palabra de servirle una copa de vino, Jungkook la siguió.


—Para ser sinceros te vi en el bar desde que entraste. Casi corrí cuando te sentaste, pero me detuve cuando comenzaste a llorar. No quería importunar.


Joie se sonrojó hasta las orejas. Por un momento había creído que nadie la había visto, pero no fue así.


—No era un buen momento, si te hubieras acercado hubiera sido vergonzoso. De cualquier manera, nuestro encuentro fue fatídico en todos los sentidos —acercó las copas y dio un sorbo pequeño. Ambos tenían auras de adultos, nada parecido a su último encuentro.


—Quiero preguntarte esto desde que te vi, pero creo que me asusta tu respuesta —Jungkook dijo con la voz entrecortada, toda la atención de Joie se centró en el chico que parecía vulnerable con el sosiego del alcohol recorriendo su garganta—. Una vez más te pediré que me dejes hacer un movimiento.


—Hazlo —Joie dio otro sorbo y alejó la copa hasta la esquina de su barra.


Jungkook tomó su mano derecha y con la delicadeza de su toque sacó la sortija de su dedo, para sostenerla con la mirada fija en ella. Fue extraño estar sin aquel accesorio que era más. No parecía tener intención de devolvérsela.


—Te lo propusieron esta noche —afirmó. Seguía mirando el objeto con atención. Joie no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba haciendo—. La última vez que nos vimos, cuando estábamos en Busan te dije que esperaras por mí. Tarde demasiado ¿no lo crees, mi vida?


Se miraron a los ojos cuando él terminó de preguntar, Joie rompió en llanto que guardó toda la noche. Estaba tan sensible con sus manos tomadas y el eco de su repentino llamado. Jungkook dejó la sortija en la barra para acariciar sus mejillas con el cariño mas dulce que ella recuerda. Quiere besarle y tenerlo cerca, pero no era justo para Yoongi, ni para nadie.


—Te extraño cada noche que me encuentro solo, cuando miro la luna porque éramos tan inmaduros para decir que nos amábamos. Estábamos asustados de la intensidad de nuestros sentimientos. No hay noche que no piense en la playa, en ti, sobre todo en ti, Mae Joie.


No pudieron contenerse más y se abrazaron con necesidad. Joie seguía llorando y susurrando que también lo había extrañado. Jungkook besaba sus manos esperando que éstas pudieran pertenecerle. No pudieron besarse. Joie no pudo.


El suceso en Busan se reprodujo en su mente. Todo el verano esperó a Jungkook en las rocas por capricho, él alguna vez le había dicho que su lugar favorito eran las rocas. No apareció hasta una semana antes de que ella se marchara.


Esa noche Joie supo que si encontraba a Jungkook le diría que lo amaba, o que no podía dejar de pensar en él. Entonces lo vio caminar por la playa, con una camisa roja y sus tenis colgando en su cuello. Se veía como una película.


Joie y Jungkook eran demasiados jóvenes, demasiado temerosos e inmaduros como para aceptar que si decían en voz alta sus sentimientos podían cambiar su vida. Habían sido los mejores amigos que de pequeños se tomaban la mano, y que de mayores se besaron esperando que el destino siempre los mantuviera siempre juntos. Y la noche de la playa esperaban más. Él tomó su mano y entrelazo sus dedos, ella se atrevió a jugar con su cabello. Se besaron. Pero no se dijeron lo que sentían, en cambio hubo una promesa.


—Mae Joie, te prometo que una noche nos volveremos a encontrar. Y esa noche cambiará nuestras vidas por siempre. Será así. Mientras, tenemos que estar preparados para que llegue ese momento.


Después de esas palabras no se volvieron a encontrar, no hubo mensajes de texto, ni siquiera una carta. Joie había ido a Busan para el funeral de su abuela, hace dos años, pero esa vez fue acompañada y de alguna manera u otra no se encontró con Jungkook. La compañía de Yoongi había hecho que por una vez no pensará en él.


No estaba segura de que volviera a olvidarse.


—Es muy tarde ahora, cariño —se atrevió a llamarle de esa forma. Deshizo su abrazo y tomó la sortija—. Tú, persona cruel. Te llevaste todo de mí esa noche y cuando Min Yoongi se arrodillaba con la sonrisa más linda que jamás vi, solo podía pensar en ti y en Busan. En que a ti te amo de una manera totalmente diferente de lo que le amo a él. Hago muy mal en comparar, pero esta noche fue lo único que pude hacer. Tu toque me estremecía, tu voz diciendo mi nombre me hizo creer que si estaba contigo un minuto más cometería la locura de no dejarte ir.


—Pero ahora estamos aquí, Joie. Después de cinco años de no decirte lo mucho que te amo, que esperaré por ti todo lo que tenga que esperar y que si te casas con él seguiré queriéndote de la misma manera.


Pasó rato sin que ninguno de los dos pronunciara palabra, Joie estaba sentada en el sofá junto con Jungkook. Ambos sin querer romper el terrorífico silencio, parecía que se habían quedado secos después de decir todo lo que tanto tiempo llevaron en sus corazones.


Comprobaron que el sentimiento era mutuo. Y eso asustaba más que nada.


A Joie le temblaban las manos y no podía imaginar en cómo sería ponerse la sortija de nuevo. Pensó en Yoongi, en Nabi, en su vida ahora. Estaba tan asustada.


—¿Cómo lo conociste? —como si Jungkook supiera que pensaba en Yoongi, atinó tanto en la pregunta. Joie necesitaba tener claras las cosas.


—Es hermano de mi mejor amiga. Min Yoongi me invitó a salir cuando estaba en la universidad solo porque su hermana se lo había pedido.


—Fue todo lo que necesitabas —Joie ya no recordaba como Yoongi estuvo ahí para ella cuando fracasaba, cuando su abuela falleció.


—Se volvió la persona más cercana a mí. Mi mejor amigo, mi alma gemela, mi novio. Cuando comencé a salir con él me sentía tan sola. No podía visitar a mis padres y mi hermana se había mudado a Tokio con su esposo. Me ayudó a sobrellevar la vida de adulto.


Jungkook no preguntó nada más, se levantó y fue directo a la foto donde ella salía con Yoongi. La miro mucho y después se acercó a la puerta, Joie fue con él.


—Es tan injusto que haya dudado cuando me ponía la sortija, que estuviera tan emocionada con la idea de tenerte aquí, en mi departamento. ¿Qué haré si te vas así? ¿Seguiré extrañándote como todas las noches? ¿Me arrepentiré de haberme casado? Me asusta saber que aún cinco años después casada con el hombre de mi vida, me arrepienta de haberte dejado ir —le tomó las mejillas y de nuevo comenzó a llorar, Jungkook la tomó por la cintura y la llevó al taburete de la cocina—. Mírate, te encontré en un bar cantando la canción que tocaste para mí la última vez que estuvimos juntos. No sé nada de ti.


—Llegué aquí hace seis meses. Me transfirieron del trabajo, pero quise cantar en el bar porque fue lo que siempre quise hacer. Era mi primera noche.


Sus ojos se encontraron y sin que pudieran pensarlo se besaron. En ese momento la mente de Joie se quedó en blanco, cerró los ojos por inercia y siguió sus instintos de cercanía. Hubo suspiros, sus manos encontraron el camino a ciegas para entrelazarse. El corazón de ella retumbaba en sus oídos. Por alguna extraña razón se sintió como si fuera una despedida.


Se encaminaron hasta la habitación, donde una vez que tocaron la cama se abrazaron con los sentimientos a flor de piel. Se miraron. Se tocaron. Se sintieron después de mucho tiempo. Joie se obligó a tomar una foto mental de su rostro iluminada por la luz de la noche. En algún momento se quedó dormida, con los brazos de Jungkook sosteniéndola con fuerza, como si temiera que se escapara. Joie jamás había tenido un sueño tan lindo.


Despertó casi sin saber dónde estaba, palpó la cama sin rastro de Jungkook. Se levantó de golpe, entrando en pánico. Miró su mesita de noche en donde había una nota. Jeon Jungkook se había ido.


Deseo que si vienes a mí será con toda la certeza de que haces lo correcto. Sin lamentar que hayas dejado a tu prometido, inclusive a tu vida. Quiero que seas feliz, Joie, conmigo o sin mí. Esperaré por ti todo lo que sea necesario. Y si no vuelves, sabré que al mejos pude tenerte una noche. Perdón por una vez más irme sin haberte dicho que te amo. Te amo. Por favor, sé feliz.


A la vuelta de hoja estaba su número, el lugar donde vivía y su lugar de trabajo. Miró su mano derecha, la sortija había regresado a su dedo. Tal vez había pertenecido siempre.


Esa mañana no paró de pensar en que haría. Era muy egoísta tener la idea de que dos personas estaban dispuestas a amarla sin condición, ella era una persona egoísta. Y la respuesta estaba ahí mismo. Una fantasía o una realidad.


Con las manos temblorosas tomó su teléfono y llamó a la persona que quería tener. Así de fácil, sin pensar en que era una decisión correcta o no, en si algún día se arrepentiría. Tal vez, después de todo, estaba arriesgando su vida. Mae Joie era una persona intuitiva, siempre supo que hacer.


Al tercer timbre se escuchó un suave hola. No hubo dudas, siempre había sido él.


fin.—

4 de Julio de 2022 a las 03:07 0 Reporte Insertar Seguir historia
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