multumlilia Liliah Nam Pacem

Kim Daehyun vivía abrumado de recuerdos cuando conoció a Jeon Sunwoo. La pérdida tatuada en sus días nunca lo dejó recuperarse por completo. Para Sunwoo, Daehyun no es más que un desastre embotellado en un cuerpo desaliñado que necesita espabilarse. Para Daehyun, Sunwoo es un demente controlador que nunca conseguirá su objetivo: cambiarlo. Si el dicho dice que los opuestos se atraen, ambos escupirían antes de reír. Sacarse de quicio hasta la cólera no es romántico. Usarse para beneficio propio parece la única manera en la que pueden relacionarse. Pero el misterio tras la muerte del novio de Daehyun, enreda inevitablemente sus caminos cuando Sunwoo decide que va a ocuparse de Daehyun, y su caos. LIBRO EN FÍSICO DISPONIBLE EN AMAZON Y BAJO PEDIDO CON DEDICATORIA + OBSEQUIO (@multumlilia en Instagram o multumlilia.carrd.co, link en la bio) Control (primeros 5 capítulos autorizados para su publicación en Wattpad e Inkspired) Primera edición en Amazon Kindle, 2021 © 2019, Liliah Lilia Nam Pacem Libros [email protected] © Todos los derechos reservados © Diseño de portada: Patricia Díaz Fornaris Lilia Nam Pacem Libros apoya la protección del copyright. No reproducir, escanear, ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo, valora el esfuerzo de la autora, el producto de su trabajo, y la motiva a seguir publicando. ISBN: 979-853-759-355-3


Erótico Sólo para mayores de 21 (adultos).

#control #romance #liliah #erótico #novela
57
7.5mil VISITAS
Completado
tiempo de lectura
AA Compartir

Prólogo: de Gimpo a Seúl

Mientras Jeon Sunwoo intentaba subir la última caja por las escaleras, sintió que perdía el equilibrio, al perder toda la visión de sus piernas. Con el vértigo en su estómago, regañó su exceso de confianza. Pensó que había memorizado los escalones.

Pero había apoyado mal su pie y estaba cayéndose. Se habría golpeado la cadera —o la espalda, o la cabeza, para romperse un hueso o azotarse una vértebra— si no fuera porque unas manos grandes en sus omóplatos evitaran su caída. Una vez Sunwoo recuperó el equilibrio, no fue tímido al aclararse la garganta con incomodidad, esperando que su tensión se percibiera en los músculos de su espalda. Él estaba todo lleno de polvo del viaje, pero aún así deseó que las manos ajenas estuvieran limpias. No necesitaba más puntos específicos para lavar su ropa, o lavarse a sí mismo.

Pero antes de poder decir algo al respecto, el dueño de las manos exclamó: —¿Quiere ayuda? —fue una voz grave y calmada la que pronunció aquellas palabras tras él. Sunwoo, teniendo que confirmar que todavía no podía ver nada del suelo o sus pies por la gran caja, respondió, muy a su pesar:

—Por favor.

Entonces el hombre tras él tomó la caja de sus manos y subió el tramo de escaleras que faltaba para llegar al segundo piso. Sunwoo observó su espalda en cuanto pudo. Una chaqueta verde, unos jeans viejos, cabello negro peinado, como el suyo. Le siguió hasta el piso, pero no evitó abrir con amplitud los ojos cuando lo tuvo en frente, aunque pudiera parecer descortés.

Pues no esperó que el hombre, superándolo en estatura, fuera tan atractivo a primera vista. Esa impresión era difícil de lograr, incluso para un hombre gay saludable como Jeon Sunwoo: ojos oscuros de doble párpado, piel lechosa, labios rosados, bien definidos y pomposos sobre una barba cuidada. El vello de aquel rostro parecía agradecido de abrigar la jovial mandíbula en el hombre. No pudo estar más que abrumado por la vista, aunque su expresión y sus lentes de aumento redondos no lo delataran en un milagro. Porque con la manía que se le hacía natural, se deshizo de cualquier rastro de sorpresa y lo miró, neutro.

—¿Se está mudando, eh? —preguntó el hombre, con una sonrisa que enmarcó agradable entre sus mejillas. Sunwoo parpadeó un par de veces, evitando mirar al atisbo de su cuello que notaba sobre su camiseta gris. No le importaba si lo tenía limpio o no, aunque quisiera curiosear. ¿Dónde estaban sus modales?

—Gracias por ayudarme —entonces le dijo Sunwoo, haciendo una leve reverencia.

—Claro, no hay de qué —respondió el hombre, amable, aunque Sunwoo no demostrara mucha cordialidad—. Después de todo seremos vecinos —apuntó, y Sunwoo miró en la puerta tras él, señalada con un 202 de metal plateado en el centro. Así que él sería su vecino.

—Oh, ¿202?

—Así es —el hombre le extendió la mano—, soy Kim Seokmin, pero puede llamarme Seok.

Sunwoo lo miró, y luego sus manos. No quería resultarle fastidioso a primera vista, así que con un breve escrutinio se obligó a extender su propia mano. Sus uñas se habían visto limpias. No iba a ser un problema tocar su mano si no tardaba en volver a entrar y lavarse. Solo debía ser cuidadoso y no tocar nada más.

Así que aceptó su apretón, y respondió: —Soy Jeon Sunwoo, pero puede llamarme Sunwoo, supongo. —no supo si sería muy pronto para dejarlo ser informal.

El hombre no dejó de sonreír, soltando su mano: —Sunwoo-ssi. Estupendo, ¿de dónde viene?

—De Gimpo.

—Vaya, un largo camino, bienvenido a Seúl. —dijo, pasando su peso de un pie al otro—. Bienvenido al sauna, mejor dicho, últimamente hace un calor de locos. No soporto el verano.

Sunwoo soltó una risa seca, aunque genuina. Seokmin era agradable: —En Gimpo no es tan distinto, solo un poco más húmedo. Me gusta más aquí —respondió, y Seokmin cerró la boca, no menos divertido.

—Entonces no diré nada, no arruinaré la reputación de la ciudad —dijo, y ambos rieron. La conversación, sin embargo, fue interrumpida por una pequeña mano que tiró de la chaqueta de Seokmin. El hombre se volvió hacia el pequeño niño que, sin fijar la mirada a un lugar diferente al suelo, intentaba llamar su atención.

Sunwoo observó a la criatura una vez, y tuvo que hacerlo de nuevo, al notarlo sudando. El pequeño castaño observaba el suelo con los ojos muy abiertos, agitado, en su pijama de dibujos animados. ¿Qué le sucedía?

—Oye, Chung Hee —eso no debía ser extraño, porque Seokmin solo acarició suave en su cabeza. El niño no lo miró de vuelta—. ¿Cómo estás hoy? Saluda a Sunwoo, es tu nuevo vecino de abajo —el pelinegro tenía buena intención, pero el niño, completamente en silencio, solo aferrándose a su brazo, lo tiró hacia arriba en las escaleras, para que fuera con él. Seokmin frunció ligeramente el ceño—. ¿Quieres que suba? —preguntó, dejándose llevar un poco por él.

Miró hacia Sunwoo, antes de subir las escaleras, y dijo: —Lo siento, Sunwoo-ssi, parece que soy solicitado —exclamó, con una sonrisa radiante. Al parecer, su característica—. Nos vemos luego. Si necesita algo, no dude en pedírmelo.

Y así, despareció tras los barandales de las escaleras, conducido por el pequeño Chung Hee, si no olvidaba su nombre. Sunwoo los vio desaparecer hacia el tercer piso.

Seokmin parecía haber estado viviendo mucho tiempo allí como para llevársela con otro residente. Eso no lo inquietaba, y no le incumbía. Pero ese niño... ¿estaría bien? Había parecido pálido y asustado. Parpadeó una vez más y sacudió la cabeza. De nuevo, nada que debiera interesarle.

Se dio la vuelta, y dándole un empujón a la puerta que cuidadosamente había dejado abierta, tomó la caja y se adentró a su nuevo apartamento. Cerró tras él cuando dejó la caja en el suelo, y respiró hondo, dándole un vistazo mosqueado al cúmulo de cajas y objetos forrados de plástico repartidos en la sala de estar. Su primer apartamento propio. No más alquileres. Suspiró.

Entonces se puso en marcha a desempacar, asqueado por el polvo, dejando ir al fondo de su cabeza el encuentro con el pelinegro amigable que le había ayudado a subir.

Desconoció que sería esa la última vez que lo vería.



Kim Daehyun corrió alrededor del parque del campus universitario sintiéndose en perfecto estado físico. Sus pulmones ardían un poco por el esfuerzo, pero la brisa fresca de la mañana le golpeaba el rostro oliváceo, liviano en su ropa deportiva. Hacía un día totalmente hermoso. Las aves cantaban su armonía tranquila, el sol adoraba bellamente a las flores olorosas. Todo parecía en paz, como la madre de los eufemismos.

No sintió sed, a pesar de haber corrido casi por media hora. Su sed era saciada con la frescura veraniega novata ofrecida antes del mediodía. No había momento en el que se sintiera más vivo, que en los que corría, consciente del mecanismo de su corazón golpeando en sus costillas. Su coleta castaña golpeaba levemente en la nuca en el mismo agite que los jóvenes estudiantes cruzaban por el parque —algunos curiosos, observándolo correr— en destino a sus clases mañaneras. Él nunca tomaba clases en las mañanas. Estas eran destinadas para dormir y correr. Esas eran sus prioridades después de su carrera en Artes Plásticas y su novio.

La canción que se reproducía en su móvil se detuvo dejando entrar una llamada. Daehyun, sin dejar de correr, contestó la llamada con sus audífonos.

—¿Hola?

—¿Hola? ¿Hablo con el pariente de Kim Seokmin?

El hombre disminuyó el paso.

—Sí, su novio. ¿Quién habla?

—Su número estaba por contacto de emergencia en el móvil de señor Kim. Le habla el agente Lee Jiyong, de la estación de policía metropolitana de Seúl. ¿Podría presentarse en la sede de Myeong-dong lo más rápido que pueda?

Daehyun se detuvo por completo.

—¿Qué? ¿Estación de policía? —preguntó, frunciendo el ceño—. ¿Qué ocurre?

Hubo un silencio en la línea.

—Sería mejor que viniera primero y luego...

El corazón de Daehyun seguía golpeando contra sus pulmones cuando se fastidió. Él no era asustadizo, pero la voz del oficial Lee estaba poniéndolo inquieto.

—Diga qué demonios ocurre —exclamó, no logrando frenar las maldiciones de su boca—. Y-Yo sé... —musitó, y se aclaró la garganta que de golpe se vio congestionada por la angustia que le recorrió el cuerpo. No debía anticiparse, pero... —. Yo sé que la sede de Myeong-dong es... es la de los forenses. ¿Qué intenta decirme? Sea directo conmigo. Y si es esta una broma, dígale a Seokmin que voy a partirle el culo.

El oficial se quedó en silencio de nuevo. Daehyun empuñó sus manos, sintiéndose un poco mareado.

—Oficial.

—Su cuerpo fue encontrado hace una hora al frente de su edificio de residencia —exclamó el llamado, seco—. El hombre se lanzó desde el quinto piso.

Había menos aire en sus pulmones. Uno que era agrio e imposible de exhalar.

—¿Usted intenta decirme que...? Es una broma, ¿cierto?

Silencio.

—Ponga a Seok en el teléfono ahora.

Silencio. Un suspiro. —Señor Kim...

Daehyun se tapó la boca, sintiendo sus piernas temblar con violencia.

—Es mejor que venga a la estación y le daremos todos los detalles. No podemos hablar de esto por teléfono.

Con ojos cristalizados, Daehyun miró a su alrededor, perdido. Miró sin observar a la mujer pelirroja que salía de unos de los bloques de la facultad que se levantaba impecable junto al parque.

—¿Señor?

Daehyun no funcionaba.

Ha Neul notó su estado extraño, y desvaneció su sonrisa, ahora acercándose.

—¿Señor? ¿Sigue allí?

Todo pasó rápido. La chica gritó, corriendo hacia el castaño. La cabeza de Daehyun se golpeó fuerte contra el pavimento al caer.

—¡Daehyun-ah!

Se había desmayado.

—¡No! ¡Eso no es cierto! —gritó, desgarrando su garganta, sintiendo el agarre de su padre intentando retenerle—. ¡¡Eso no es verdad!!

El oficial de policía observaba a Daehyun con vergüenza, optando finalmente por bajar la cabeza. En su trabajo como oficial de policía no era nuevo ver las reacciones de los familiares cuando se enteraban que sus seres queridos morían. No eran nuevos los gritos, o el llanto y el escándalo colérico. Pero el chico que estaba frente suyo, llorando a gritos, con su cabello largo alborotado, y su rostro herido, lo hacía sentir cohibido y apenado.

—¡¡Ustedes no lo entienden!! ¡¡Seok tenía planes y aspiraciones!! ¡¡Tenía un novio que lo amaba!! ¡¡Él era feliz!!

—Señor Kim, realmente no me agrada tener que repetirlo. El reporte fue de los testigos. Ellos lo vieron lanzarse.

—¡¡No puede hablar en serio!! ¡¡Él no quería matarse!!

El padre de Daehyun, Kim Chinmae, tomó al joven de los hombros y lo removió con brusquedad para callarlo. Ambos compartían facciones, solo distanciándolos la edad.

—¡Daehyun! ¡Mantén la calma y escúchame! —gruñó—. Quizá no lo sabías, quizá ninguno de nosotros lo sabía —exclamó, agitado—. Quizá pasaba por algo que nunca compartió. ¿Piensas que los suicidas van por ahí comentando sus planes? No lo hacen si no quieren ser detenidos.

El llanto de Daehyun aumentó, pero joder escuchó las palabras de su padre. Todo su cuerpo iba a colapsar por la congestión de angustia, sus dientes mordisqueando sus labios hasta sangrar. ¿Podía ser verdad? Su corazón se negaba a la idea. Su novio, aquel hombre con el que había compartido los últimos dos años de su vida, que era tan testarudo y fuerte, ¿había querido matarse?

No tenía sentido. No lo tenía.

Ellos iban a almorzar juntos ese día. ¿Entonces al hombre no le había importado, y había decidido acabar con su vida un par de horas antes? No, no tenía sentido. No tenía sentido, y nadie podía convencerlo de lo contrario.

—Papá, escúchame. Seok no deseaba morir —exclamó, con la voz quebrada. Sentía su ojo derecho palpitar, y dejar fluir un dolor por su frente. Su desmayo le había dejado un leve trauma en el rostro, pero nada lo detuvo de ir a obtener explicaciones.

Aunque aún se negara a creer en lo que le decían.

Su padre, negando con la cabeza, le interrumpió.

—Dae..., estás cansado, y triste. Lo entiendo, es mejor que vayamos a casa y volvamos otro día —pidió, intentando llevárselo. Daehyun se negó.

—¡No! ¡Yo lo sé, Seokmin no quería morir! ¡Él estaba por la mitad de su carrera, tenía todas las cosas que había deseado! ¡Él no quería morir!

—¡¿Cómo puedes estar tan seguro?! —preguntó su padre, ahora exasperado—. Nunca terminamos de conocer a las personas, Daehyun-ah.

Daehyun sollozó, zafándose de su padre: —Él no...

Pero entonces el hombre mayor le tomó por las mejillas, y musitó solo hacia él, suave. No olvidando que trataba con un corazón roto.

—Escucha, Dae. —Lo miró a los ojos, y Daehyun sollozó una vez más—. Sé que es difícil... Sé que te duele. Pero estar discutiendo aquí no hará que vuelva —afirmó, observando cómo su hijo, con los ojos irritados, comenzaba a lloriquear entre temblores. Sólo después de la muerte de su madre lo había visto en tal estado—. Estás de luto. Permite los sentimientos que estás evadiendo. No pelees más contra la corriente.

El castaño cerró los ojos, no más convencido. Era imposible para el cuerpo de Daehyun digerir una idea como esa. Su corazón, emitiendo latidos desesperados, se apretaba cada vez con más fuerza en su pecho. Se sentía enfermo, roto y engañado. ¿Cómo podía estar sucediendo esto? ¿Cómo podía haberle deseado unas buenas noches a su novio el día anterior, y había visto ahora su cuerpo magullado en una camilla en la morgue? Casi se había lanzado al cadáver creyendo imposible que el hombre dejara de respirar, si no fuera porque los forenses lo habían detenido. Todo era surrealista para el castaño, incapaz de obtener equilibrio.

Toda esta situación era demasiado. Si el día siguiente despertaba en esa dimensión todavía: se volvería loco. Respiró hondo, sofocado. ¿Qué era todo esto? ¿Por qué decían semejantes cosas de su amado? ¿Por qué eran tan crueles?

—Ellos mienten, papá —susurró, abriendo lento los ojos. Fijó la mirada con el hombre que le había dado la vida, y el Kim Padre entrecerró los ojos, demostrando su agotamiento. Llevaban más de dos horas en aquel lugar, y había visto cosas —gracias a su visita a la morgue— que nunca había necesitado ver. También se sentía bastante confundido y enfadado. Había acudido al llamado de Ha Neul —la amiga de su hijo— al decirle sobre su desmayo, pero todas las noticias que había recibido de allí habían sido una caída en picada. Sabía, y observaba el dolor que sentía su hijo, y aunque deseara darle la razón en sus argumentos, el simplemente no podía. La situación era bizarra y compleja, y aunque su hijo estuviera en desacuerdo, el concordaba con el argumento de los forenses y los policías.

Porque todo indicaba que la muerte de Kim Seokmin había sido nada más y nada menos que un suicidio.

Tragó saliva, y abrazó a su hijo de un tirón. El Kim hijo soltó un ligero respingo, pero se dejó sostener.

—Tienes que aceptarlo, Daehyun. Ya no hay manera de devolver el tiempo. Ahora solo nos queda asimilar lo que pasó. Respetar las decisiones del destino —musitó, lo suficientemente bajo para que solo su hijo lo escuchara. El castaño comenzó a mojar sus ropas con las lágrimas que soltaba, pero no le importó. El policía los miró con preocupación por el estado de Daehyun, pero el Kim padre le dijo que tenía todo bajo control, permitiendo por fin que el oficial se alejara. Pero Daehyun tenía problemas para respirar adecuadamente.

¿En qué realidad maldita estaba siendo hundido?

Era una pesadilla.

Era una pesadilla de la que probablemente nunca saldría.

27 de Junio de 2022 a las 20:54 0 Reporte Insertar Seguir historia
4
Leer el siguiente capítulo Parte primera: una llave y tres cafés (I)

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~

¿Estás disfrutando la lectura?

¡Hey! Todavía hay 6 otros capítulos en esta historia.
Para seguir leyendo, por favor regístrate o inicia sesión. ¡Gratis!

Ingresa con Facebook Ingresa con Twitter

o usa la forma tradicional de iniciar sesión