beepthing Adolfo Martínez

En la Eclesia del pueblo de Nevrochi, se lleva a cabo un ritual sagrado en niños para encontrar a posibles elegidos por el Gran Pilar. Sin embargo, Tarcus pudo ver las vidas de esas cinco personas y ninguna era la suya. A partir de lo que vio, comienza a buscar la forma de sobrevivir algunas crisis claves que ocurrirán a futuro, como una enfermedad grave, el gobierno de un emperador desquiciado y la guerra contra los albinos. Pero sus planes cambian cuando se encuentra con la elegida albina, y aunque intenta escapar para evitar un cambio en la ruta de vida de la niña, el afecto que sintió por ella al vivir su trágico destino le impide ignorarla. A partir de ese momento, comenzará a ayudar a la niña para que alcance su máximo potencial sin convertirse en una herramienta de la Eclesia.


Fantasía Fantasía oscura No para niños menores de 13.

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Capítulo I - Una nueva y antigua vida


“—Estarás más cerca de los dioses y ellos te acogerán en el jardín celestial si crees fervientemente”


Y después de tanto tiempo, desperté del trance. Sí, yo viví cinco vidas. Cada una de ella hasta los veintiocho años de edad, y el final de todas esas vidas terminaban de la misma forma. Ellos cumplieron un profundo deseo gracias a la Gran Columna, y en consecuencia, salvaron el mundo.

De pronto, me di cuenta de que un sacerdote vestido con una túnica negra de diseño extravagante, me miraba fijamente. Se había inclinado para verme al rostro.

El sacerdote se me hacía extrañamente conocido.

—¿Visteis algo, niño? ¿Qué sentisteis? —preguntó, mientras me miraba frunciendo el ceño.

—No, nada de nada.

Mentí. En esas cinco vidas, había visto lo que la Eclesia le haría a los niños. Lo peor sería que cortaran mis bolas y me pusieran a cantar como un gorrión todos los días para entretención del clero. O algún sacerdote me usaría como ramera gratuita.

¿Lo único bueno de vivir en la Eclesia? Comida gratis. ¿Lo malo? Absolutamente todo, a la clase más baja de la Eclesia, los Quírigos, los alimentaban con los restos que dejaban los Quarídegos.

En fin, la vida libre de un plebeyo era mucho mejor que vivir en la parte inferior de la casta Eclesiástica.

De pronto, me di cuenta que la mirada del sacerdote se había agudizado, y ahora me observaba con más atención que antes. Decidí llevarme un dedo a la nariz y actuar como un niño tonto que quedó embelesado por la estructura del monasterio.

El sacerdote chasqueó la lengua y desvió la mirada.

—Hemos terminado. Llamaré a tus padres.

—Bueno.

El sacerdote me quitó el collar sagrado y se marchó del salón. Cuando cerró la puerta, me limpié el sudor de la frente. Conseguí una buena experiencia gracias a que viví esas cinco vidas. Sin embargo, ¿un niño pequeño podría actuar como un adulto? Sería sospechoso.

Además, se grabaron en mi mente las últimas palabras dichas por una voz extraña. Esto pasó casi al salir del trance. “No somos ni el alfa, ni el omega, solo humanidad”. ¿Qué cojones significaba eso? ¿Y por qué razón viví esas cinco vidas?

Peor aún, ya casi no recordaba nada de mi verdadera vida. ¿Era noble? ¿Era plebeyo? ¿Por qué me encontraba en este monasterio?

Después de un rato, entraron mis supuestos padres. Se veían decepcionados. Vestían ropa típica de nobles de bajo nivel.

—Gracias por la oportunidad concedida, sacerdote. —Dijo una mujer, quien parecía ser mi madre.

—Nos disculpamos por quitarle parte de su valioso tiempo —Dijo aquel que parecía ser mi padre. Eran bastante educados.

—No es necesario que os disculpéis.

Finalmente, el sacerdote nos llevó hasta la salida. Afuera, el cielo nublado daba indicios de que en cualquier momento se largaría a llover.

El monasterio era inmenso y poseía un jardín cuidado al más mínimo detalle. Quedé embelesado, incluso después de vivir esas cinco vidas, no dejaba de sorprenderme la arquitectura de las Eclesias. Aunque claro, el trabajo pesado se lo llevaban los Quírigos, la casta más baja de los clérigos.

Mientras caminábamos, mis padres se iban quejando, ya que tenían la leve esperanza de que me eligieran como Quarídego, un clérigo de un nivel superior a los Quírigos.

—¿Por qué querían meterme al monasterio? —dije, con curiosidad.

Noté a mi padre incomodo por la pregunta.

—Bueno. Era una excelente oportunidad para ti.

—¡Es una buena vida dentro del monasterio! —dijo mi madre—. Estarás más cerca de los dioses y ellos te acogerán en el jardín celestial si crees fervientemente.

Me los quedé mirando, parecía que estaban desviando la pregunta adrede. En fin, era normal que la baja nobleza intentara alcanzar mayor poder en distintas organizaciones tanto del reino como religiosas, incluso gremiales.

Solo espero que no se les ocurra alguna otra locura. Después de todo, no vi a mis padres en ninguna de mis cinco vidas vividas, por lo que dudo mucho que alguien como yo tenga un papel relevante en la historia de la humanidad.

Tampoco ansío el deseo de la Gran Columna. ¿Inmortalidad? ¿Un amorío verdadero y real? ¿Eterna juventud? Lo único que puedo decir es que vivir cansa demasiado. Además, el esfuerzo realizado por esas cinco personas para alcanzar el deseo de la Gran Columna fue exagerado.

En fin. Por ahora aprovecharé este conocimiento y me las arreglaré para vivir una vida tranquila. No creo que sea necesario alterar los acontecimientos ya que todo indica que alguno de ellos va a salvar el mundo. Aunque es una lástima, ya que dos de los cinco elegidos tuvieron una vida bastante trágica.


♦♦♦


Ya en casa, me encontraba en la habitación de mis hermanas, descansando. No me lo podía creer. Somos más de siete hermanos. ¿Es que acaso éramos una familia de conejos? Lo peor fue que casi no recordaba nada. Era como si tuviera que comenzar una nueva vida.

Y sí, me enteré de que tengo solo seis años y estoy entre la medianía de edad de los siete hijos. El mayor de ellos tiene doce.

A mi alrededor, la más pequeña de mis hermanas estaba jugando con muñecas de trapo y con tazas de barro hechas por mi padre.

Sí, la pequeña me había arrastrado a esto con el fin de jugar. Por mi parte, aproveché esta ocasión para escaparme de las tareas del hogar y pensar en los posibles eventos del futuro. Había comenzado a llover y mis hermanos, los sirvientes y mi padre estaban acarreando el heno, entrando a los animales y colocando sacos de serrín para evitar que el agua entrara a la casa.

—¿Quiedes más? —preguntó mi hermanita. Su nombre era Cizca y tenía tres años de edad. Era la menor de la familia.

Sonreí y asentí ante su petición. La niña parecía feliz. Obviamente me sirvió un té imaginario. Las hierbas eran caras y no había ninguna posibilidad de que le dieran algunas para jugar. El agua la traíamos del río y no nos dejaban desperdiciarla por ningún motivo, era un bien preciado.

Mientras le seguía el juego, me sumí en mis pensamientos. A pesar de conocer el futuro, hay ciertas cosas que me inquietan. La primera de todas es una temible enfermedad que causará muchas muertes y sucederá en ocho años más.

Luego vendrá el fallecimiento del emperador, siempre se especuló que la peste acabó con él. Y así lo sucederá su hijo, un bastardo cabrón con mucho odio sin motivo. Se vendrán tiempos difíciles para todos. Y peor aún, la Gran Columna será tomada por los albinos, retomando una antigua guerra y rompiendo el pacto de no agresión.

Cuando volví de mis pensamientos, me di cuenta de que mi hermanita Cizca había desaparecido de la habitación. No me importaba mucho, ya que solo quería tener un poco de tiempo a solas con mis pensamientos y cuidarla era solo una simple excusa.

En fin, ¿cómo se logra prevenir una peste mortal? ¿Y puedes evitar la ira irracional de un desquiciado con mucho poder? Sencillamente no lo sé. ¿Teniendo poder para contrarrestarlo? Puede ser, pero que un noble de clase baja suba en la escala social es casi imposible.

Bueno, en realidad hay una forma fácil de subir de estatus, pero solo un subnormal podría contemplarlo como una opción. Y eso sería hacer un pacto con uno de los elementos enviado por los mismos dioses. Pero si hiciera eso, le quitaría la fuerza a uno de los elegidos por la Gran Columna.

Por mi parte, prefiero evitar cualquier escenario que signifique un fin para la vida humana. Obviamente porque no tengo la intención de morir tan joven. Lo más sabio era dejar que los acontecimientos siguieran su ruta sin alterarlos. Sin embargo, ¿era posible que hubiese otros como yo?

Moví la cabeza de lado a lado. Si vivieron esas cinco vidas, entenderán que alterar las rutas originales podría ser devastador para la humanidad. Solo por esa razón podía estar tranquilo.

Suspiré y me refregué los ojos con los dedos. Conocer el futuro te ayuda a buscar un método para un buen vivir, pero la ingenuidad de creer que mañana será un día mejor quizás es lo que mantiene la llama de la vida ardiendo. ¿Por qué? Simple. Mi llama se estaba apagando mientras pensaba en la clase de futuro que se aproximaba a nosotros.

En fin, aunque sé todo lo que sucederá, se me hace imposible pensar en una solución. Lo único que se me ocurre es escapar a la frontera y buscar algún lugar donde pueda cosechar y cazar. Alejarme de la multitud para evitar la peste, y asentarme en algún pueblo olvidado en la frontera del reino para no convertirme en un objetivo a destruir del emperador desquiciado.

Son muchas cosas dentro de mi cabeza. Si bien, alejarse es una buena solución, el problema viene al momento de pagar los impuestos, la falta de seguridad ante los bandidos y los graves problemas territoriales con los señores feudales.

Aunque claro, uno se enfrentaría a estos problemas si es que antes no se convierte en comida para Cardrillos, unas criaturas enormes que alcanzan los tres metros de altura, que corren a cuatro patas y que tienen una cabeza enorme de aspecto terrorífico, llena de venas y con unos ojos que casi se les salen de las cuencas oculares.

¿Y qué es lo peor? Aparte de ser devorado en vida, es la forma simétrica de la boca de estas bestias con ambas comisuras levantadas a una altura cercana al ojo. Eso les daba la apariencia de que se estaban riendo en tu cara mientras te perseguían. Y para darle un poco más de ironía, el aullido que soltaban era alternado y bastante parecido a una risa sarcástica.

Me da repelús al recordar que uno de los métodos de tortura del emperador desquiciado consistía en alimentar a estas bestias con personas en el coliseo de la capital. Todavía siento que puedo escuchar a esa gente gritando histérica mientras eran devorados por una bestia que reía a cada bocado.

También hay otras criaturas bastante agresivas y que dificultarían tener una vida pacifica en la frontera, pero ninguna era tan temible como los Cardrillos.

De pronto, mi hermanita volvió a la habitación. Traía la tetera de barro en sus brazos y la cargaba con dificultad.

—¿Mamá te dejó usar agua limpia y te dio hierbas?

Mi hermanita me miró fijamente durante un rato y luego asintió.

—Shí –dijo ella.

De lo poco que pude observar, casi de inmediato me di cuenta de que nuestra madre tenía la tendencia de consentir mucho a esta niña, así que era una posibilidad real de tomar un poco de té. Miré la lluvia de la ventana mientras ella organizaba todo para volver a jugar.

Cizca imitaba mucho a mamá al preparar el té. Era como una esponja que lo absorbía todo, aunque su forma de absorción era bastante selectiva según sus gustos.

Me dio la taza. Estaba fría pero no le di importancia a ese detalle. Bebí dando un enorme sorbo al té, ya que Cizca parecía muy interesada en que lo probara. Al instante, sentí un sabor amargo y una textura cremosa, como si estuviera comiendo tierra mojada.

Rápidamente escupí el té sin pensarlo. Miré la taza y dentro había lodo y trozos de lo que parecía ser maleza del jardín.

—¡Niña tonta! ¡Cómo se te ocurre darme agua de lluvia y con cosas del jardín! ¿¡Es que acaso tienes aire en la cabeza en vez de cerebro!? ¿¡Acaso te faltan ovejas en el corral o eres tonta de profesión!?

Cizca quedó en Shock, no me había dado cuenta, pero los escupitajos le llegaron directamente al rostro y ahora ella también estaba manchada con un poco de lodo.

Vi como la cara de Cizca se deformó, pequeñas gotas de lágrimas comenzaron a salir de sus ojos como si fuese el preludio de una tempestad. De pronto, comenzó a llorar a gritos.

Y fue ahí cuando supe que estaba en serios problemas. La niña consentida de mamá había comenzado a llorar a cantaros.

—¡Cizca! ¡Hermanita de mi vida no llores! Deja de llorar por favor, te lo ruego.

Me acerqué a ella y le acaricié la cabeza pero no me hizo caso. En un intento desesperado por detenerla, agarré la taza.

—Hermanita, ¿Ves? Esta deliciosa, muy deliciosa. Mira como bebo tu té —dije, mientras simulaba que estaba ingiriendo esa porquería.

—Pedo no estás bebiendo —dijo con voz sollozante. La había logrado calmar un poco. Eso ya era un avance.

—¿Cómo que no? ¡Mira! —respondí con una falsa sonrisa.

Puse mi lengua para bloquear el paso del agua con lodo hacia mi garganta y levanté la taza. Grave error. Al sentir el líquido arenoso empujando mi lengua, mi cuerpo actuó instintivamente y tosí con más fuerza. Derramé el contenido de la taza y ambos terminamos manchados de lodo.

No dije nada más. Derrotado por una niña de tres años, simplemente dejé la taza en la mesilla y me senté a escuchar la serenata de una niña consentida. Se largó a llorar a gritos.

Nuestra madre no tardó mucho en llegar a la habitación. Y sí, nos vio a nosotros sucios por culpa del famoso “té”, y después le echó un vistazo a la habitación. Parte de la ropa de cama estaba parcialmente manchada con lodo, por no decir que en el piso se había formado un mini-charco marrón.

Peor aún. Cizca no paraba de llorar y comenzó a señalarme con el dedo. Quedé anonadado. Esta niña era una pequeña cabrona.

Traté de explicar la situación, pero nuestra madre estaba convertida en una bestia embrutecida y por más razones y justificaciones le diera, solo conseguía enfurecerla más.

Y fue así como en mi primer día después de vivir cinco vidas anteriores, me castigaron severamente. Me bañaron con agua sin calentar en un día frío de lluvia y además me dieron varias nalgadas. Puedo confirmar que la sensación de dolor en un niño está totalmente aumentada, porque a pesar de que me forzaba a no derramar ni una lagrima, mi cuerpo no dejaba de sabotear mis intentos.

Yo. Un hombre que vivió cinco vidas y cada una de ellas duró hasta los veintiocho años de edad, terminó derramando lágrimas por unas nalgadas. Jamás me había sentido tan humillado en toda mi vida ni en las otras también.

La habitación había que compartirla con tres de mis hermanos. Y entre que jugaban a lanzarse almohadas o comenzaban a pelear sin motivos, no conseguía pegar ni una mísera pestaña.

Lo malo de todo esto, es que no podía apoyar mi trasero en la cama por el dolor, así que me puse a dormir de lado. Vaya día para el olvido.

29 de Mayo de 2022 a las 20:06 0 Reporte Insertar Seguir historia
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