No sé cuántas veces he soplado las velas del pastel de mi cumpleaños número diecinueve, al principio pensé que era un mal sueño, una especie de sueño dentro de otro dentro de otro puesto que siempre que terminaba con los festejos, de abrir algunos regalos que me daban mis padres, ropa en el mejor de los sentidos y, gracias a dios, ropa de buena calidad y buen gusto. Después de salir con mis amigos y amigas a tomarnos algo y después matara el rato haciendo tonterías por el pueblo, divirtiéndonos jugando con latas, jugando partidas de futbolito, ir a bares y antros a jugar algo de billar entre nosotros y con desconocidos y, lo mejor, comer y comer toneladas de comida; pizza, tacos, hamburguesas, papas fritas, lo que quisiera pues era mi día de ser consentida. Después de todo eso e irme a dormir, las cosas simplemente volvían a suceder, los mismos lugares, los mismos regalos, las mismas frases, era como si todo lo anterior hubiese sido tan solo un ensayo de lo que pasaría al día siguiente, un déjà vu masivo por así decirlo.
En un primer momento fue estresante recibir los mismos comentarios una y otra vez, salir a los mismos lugares se hizo monótono y aburrido después de las primeras cinco veces o tal vez antes, sinceramente no lo recuerdo bien, sin embargo, hubo una vez en la que me desperté nuevamente, para mi sorpresa, era mi cumpleaños, de nuevo. Decidí que haría las cosas diferente, que buscaría hacer algo más divertido, empezar las cosas de manera diferente. Recuerdo que la primera vez, simplemente decidí levantarme más tarde de lo normal, tomarme las cosas con calma, salir del cuarto y ser recibida por mis padres, con sus caras iluminadas por las sonrisas de que su hija se hacía un año más mayor, no pude más que fingir una sonrisa para no romperles el momento de alegría que llevaban viviendo ya muchas veces sin darse cuenta. Llegamos al comedor y sople las velas, deseando que esto terminará, que pudiese ser capaz de vivir mi vida con normalidad, como debía ser.
Después de comer algo del delicioso pastel de tres leches que, ya en este punto, me tenía harta, mis padres preguntaron si tenía planes con mis amigos o algo por el estilo, le dije que sí, que saldría con ellos festejar a algún lugar de fiestas, la sonrisa de mi padre flaqueo por un momento, como había hecho otras tantas veces. Llegando la tarde salí sin más de la casa, despidiendo de mis padres, cerrando la puerta detrás mía y me dirigí al bar más cercano, sola, a beber unos tragos, quizás eso me ayudaría en algo, pensé. Recuerdo haber ignorado el sonido del celular hasta llegado el punto que lo apague para que me dejarán de molestar, en ese punto ya estaba un poco ebria, y cuando aquel hombre se acercó y comenzó a acariciarme la cintura, ya estaba más que borracha, alegre por alcohol en mi cuerpo, disfrutando del cálido abrazo de un desconocido, en la cama de un hotel de mala muerte.
Recuerdo que desperté asustada y sorprendida al mismo tiempo, no había resaca, no había un desconocido al otro lado de la cama con su asqueroso cuerpo al aire y, lo más sorprendente, estaba en casa, en mi cuarto, sin ningún rasguño, sin dolor, sin malestar alguno, nada había sucedido a pesar de que las cosas realmente ocurrieron. Fui al baño de mi cuarto tan solo para mirarme en el espejo, revisar no solo mi rostro, sino también mi cuerpo entero. Nada. Ni una sola marca, mi intimidad intacta, todo en su lugar y yo seguía sin poder creérmelo, no recuerdo cuanto tiempo pase sentada en la orilla de la cama, pensando en todo lo que había ocurrido y, mejor aún, en todo lo que podía hacer ahora.
Viví cientos de aventuras después de aquel día. Me escape con mis amigos a lugares a los que antes temía acercarme, fui casa de la chica de la escuela que peor me caí de todas y le di una paliza enfrente de sus padres, dentro de su propia casa; salí con unos amigos que no había visto en mucho tiempo e hicimos destrozos por la ciudad, destrozamos autos de profesores que odiábamos, allanamos casas y tiendas y pasamos varias noches en prisión y, sin importar nada, siempre amanecía en mi cama, segura e intacta. También me acosté con el chico de mis sueños e hicimos cientos de cosas que a la gente normal les resultarían extrañas en la cama y ¿por qué no? me decidí por abrir mis horizontes y probar nuevas cosas, con diferentes personas, diferentes formas y con diferentes sustancias que mis amigos pudieran conseguirme en un tiempo récord de tan solo unas horas para así poder saciar mis locos deseos de una joven que había vivido poco a pesar de tener 19 años tan solo.
Descubrí que me había perdido de tantas cosas tan solo por ser una "niña buena" que seguía las reglas de los adultos, pero ahora yo me creía una adulta que podía tomar sus propias decisiones y, mejor aún, sin ser reprendida hiciera lo que hiciera, sin responsabilidad sobre mis actos, me creía todo poderosa, podía ser lo que se me antojará hacer en un solo día y despertaría al siguiente sin ningún daño ni represalia pues sería un borrón y una cuenta nueva para hacer lo que quisiera y vaya que mis deseos se hicieron cada vez más fuertes, más extremos y bizarros pues las cosas que hacía me aburrían pronto; yo necesitaba emociones cada vez más fuertes y peligrosas para saciar mi sed de libertad.
Y eso es lo que me trajo a este momento, sentada en la orilla de la bañera con mis mejillas sonrojadas, mis ojos rojos y llorosos, desnuda y mugrienta, frente a mi está un pedazo duro y grisáceo de carne podrida que antaño debió ser un pene, pero ahora no era más que un bulto cercenado y asqueroso que había caído de mi interior. Sabía exactamente lo que eso significaba, lo que el estrepitoso sonido de las patrullas de policía que taladraban mi dolorida cabeza querían decirme y lo que los golpes en la puerta de mi habitación en cuya cama descansaba un cadáver robado del cementerio querían decirme, no eran más que felicitaciones por haberme convertido en lo que yo pensaba era una adulta que no tenía que rendir cuentas a nadie, que podía vivir sin responsabilidades, eran el recordatorio que quedaría plasmado en fuego en mi mente por toda la vida de que ayer, justo ayer, fue mi cumpleaños número diecinueve.
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