yuyugresly Yuyu Gresly

Bien y mal. Luz y oscuridad. Sin uno, no existe el otro. Sin ambos no hay un completo. Amelié y Leif son dos partes de un todo, por esa misma razón no deben estar juntos. Sin embargo ¿podrán luchar contra el destino que los quiere unir? ¿o se desatará el caos cuando finalmente se encuentren?


Ficción adolescente Sólo para mayores de 18.

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Capítulo 1: El encuentro

Es magia

:.Capítulo 1.:

Cada vez que se sumergía en el agua era como si sus sentidos se sensibilizasen siendo más consciente de su entorno. Desde donde se encontraba podía oír a su hermana cantando mientras tecleaba en su computadora, también los pájaros que debían estar posados en el manzano de la vecina e incluso las risas de los niños que venían del parque que estaba del otro lado de la calle. Era extraño. Una especie de don que no sabía cómo describir. Igualmente lo había interiorizado con el tiempo. Poder percibir le agradaba.

-¡Amy!

Se reincorporó para asomar su cabeza por la cortina de la tina. Su hermana estaba apoyada en el marco de la puerta sonriéndole.

-¡¿Te parece conocer la ciudad?!-Propuso emocionada.

-¿Puedes?

Adele era gerente de una cadena de comida y estaba constantemente ocupada. Odiaba entorpecerla y al mismo tiempo disfrutaba pasar tiempo con ella, auto generándose un debate mental cada vez que le proponía hacer algo.

-¡Claro! ¡Vamos, vístete!-La animó para posteriormente salir del cuarto de baño.

Escuchó los pasos de la mayor alejándose. Deducía que se dirigía a su cuarto, confirmándole el sonido de su puerta que estaba en lo correcto. Se tomó un momento para cerrar los ojos. Sonrió. Adele cantaba.

Salió de la tina empapando todo el suelo. Se quitó la ropa mojada y la dejó a un lado para posteriormente alcanzar una toalla. Se secó superficialmente, dirigiéndose luego a su habitación. Evitó cajas y llegó hasta una maleta abierta que tenía su ropa desordenada. Llevaban tres días ahí y no habían hecho demasiado. Tanto Adele como ella eran despreocupadas, aunque se prometieron organizarse para el fin de semana. Eso era al día siguiente. Aún tenían un día para holgazanear. La mudanza en sí fue un caos. Ir de Berna, la capital, hasta Zúrich, el centro bancario y financiero fue un agobio. Tuvieron que hacer varios viajes por una semana al no querer contratar un camión de mudanza. Tal vez no fue la mejor idea, pero resultó finalmente divertido dentro de todo el estrés que les causó.

-¡Amy ¿has visto mis pendientes azules?!

La voz de su hermana le llegó desde el pasillo.

-¡Dedé, creo que estaban en mi joyero!-Recordó mientras alcanzaba sus lentes.

Adele entró, ayudándola a buscar. Entre el revoltijo de cosas encontró una fotografía familiar. La observó, perdiéndose en sus pensamientos. Sus padres cumplieron en su infancia la labor de cuidarla y alimentarla, mas nada. Siempre hubo indiferencia de su parte y fue esa ambigüedad la que causó en ella sentimientos contradictorios en cuanto su persona. Amarlos, odiarlos, ignorarlos ¿qué debía sentir por ellos?

-¿Quieres colgarlo?

Dedé estaba a su lado con una sonrisa maternal. Asintió, entregándoselo. Mientras ella se vestía su hermana fue por un martillo y un clavo. Cuando regresó estaba ya con una polera que parecía más un vestido.

-¿Dónde?

Señaló la pared que se hallaba junto a su cama. Adele se subió a esta, no tardando en colgar el cuadro. Cuando terminó la miró con una sonrisa satisfecha. Le devolvió el gesto. Sabía que Dedé sí los odiaba y de todas formas aceptaba que ella los mantuviese presentes.

-Fuera está helado-Avisó al salir.

Terminó de prepararse, poniéndose pantis de franjas anaranjadas, verdes y rojas, un short y sobre su polera una chaqueta. Su hermana secó su largo y rebelde cabello oscuro dejándolo con más friz del normal. Rieron mientras Dedé se lo acomodó. A veces envidiaba el cabello domable y corto de su hermana. Por lo demás eran idénticas, teniendo ambas ojos azules los que heredaron de su padre, tan oscuros que en ocasiones parecían ser negros. Además, tenían una piel color beige y tersa. Adele siempre la instaba a cuidársela con crema después de cada ducha y protección solar cuando salía.

-¡Listo!-Chilló ansiosa su hermana cruzando el marco de su puerta mientras daba saltitos y aplausos, apresurándola.

Con 12 años de diferencia, en ocasiones pensaba que Adele era la más infantil de las dos. Disfrutaba constantemente de las pequeñas cosas y hallaba el lado positivo en todo lo que le sucedía. No obstante, era también una mujer fuerte y la admiraba por ello.

***

Cada vez que se sumergía en el agua, viajaba. No lograba comprender cómo era posible, ni siquiera qué significaban aquellos lugares que tampoco conseguía saber si eran reales o una ilusión. Tan extraños y solitarios. Melancólicos también, y en especial hermosamente dolorosos. Los sentía tan familiares, lejanos y de un pasado olvidado. Muchas veces sentía el deseo de quedarse o de encontrar algo allí que no sabía darle nombre ni forma. De igual forma, no era mucho tiempo el que podía estar de viaje. Se agotaba. Cada vez que regresaba, su cuerpo lo sentía más pesado y tenía somnolencia.

-Terminarás ahogándote.

Se reincorporó, quedando sentado en la tina en la que se hallaba. A su lado y dándole la espalda se encontraba su compañero de departamento, mejor amigo y a veces otra cosa. Apoyó su barbilla en su hombro para ver aquello que lo mantenía entretenido. Miraba un video de internet, de esos supuestamente graciosos que realmente dan pena ajena.

-Muero de hambre.

Adeben, su amigo, volteó a verlo posando sus ojos pardos en su persona. Sin decir nada, estiró su mano para tocar el piercing dérmico que tenía sobre su ceja derecha y después aquel que había en su labio.

-¿Todavía perdido?

-No.

Apartó su mano y suspiró.

Adeben se hizo a un lado cuando salió del agua. Se quitó la ropa sin pudor, alcanzando una toalla para atársela en la cintura. Cuando estaba por tomar el cepillo, se le adelantaron. Adeben se situó detrás suyo, comenzando a desenredar su largo cabello oscuro. Gran parte se había humedecido, pero no importó. Su amigo lo trenzó con paciencia y dedicación.

-¿Dónde fuiste esta vez?-Preguntó cuando terminó.

-A la represa-Respondió escueto.

-¿Trajiste recuerdos?

Frunció el ceño, mirándolo a través del espejo. Adeben sonrió divertido, meneando su cabeza y con ellos las rastas teñidas que tenía. Su piel era muy blanca, contrastando con la suya la cual era morena. Muchas veces los molestaban llamándolos Jour[1] y Nuit[2] por la diferencia de sus pieles, sus personalidades y en especial por sus ojos. Lo único que tenían en común era la edad. Ambos unos adolescentes de 17 años.

-¿Y bien?

Suspiró.

No podía lidiar con su humor retorcido.

Cuando Adeben salió del baño, terminó de secarse y vestirse con la ropa que estaba sobre una repisa. Ajustada, oscura y de combate. Fue a la habitación por sus zapatos y también su collar, uno que tenía una piedra azulada. Adeben llevaba una roja. Las compraron cuando estuvieron en Chile y Brasil respectivamente. Cuando su amigo le regaló la suya se sintió comprometido a hacerle también un obsequio. Cuando le entregó el collar, Adeben lo regañó. Que te hagan obsequios no significa que debas devolverlos. Pese a eso su amigo lo aceptó, llevándolo a diario.

-Hambre~.

Bajó por la escalera y llegó al piso inferior. Vivían en un dúplex. Muy reducido, pero acogedor. Con cocina y comedor abajo, teniendo en la parte superior el baño y la habitación. Se suponía que era individual, sin embargo, Adeben se terminó instalando sin pedir permiso. Por su parte, no tuvo quejas. El primer día ni siquiera pudo conciliar el sueño por lo solitario que era.

-Leif, comida-Exigió Adeben mientras se dedicaba a preparar el bolso.

-Podemos comprar en la ciudad.

-Vamos a un sitio donde todo tiene salchicha, queso, masa y papa-Se quejó-Y no estoy hablando de Alemania.

Entendió, alcanzando la puerta del refrigerador. Tomó algunas koftas[3] que les quedaron del día anterior y un pote de mulukhiyah[4] que puso a recalentar al fuego. No era adepto de la comida egipcia, pero tampoco era como si tuviese un interés por cualquier platillo. Después de haber recorrido múltiples países, no tenía nada como “comida de la infancia” o “la preferida de mi país”.

-¿Hay pan?

Adeben abría y cerraba las puertas de las alacenas hasta que dio con lo que quería.

-Llevaré un par-Dijo, metiendo pan pita en uno de los bolsillos de la mochila.

No tardaron en tomar asiento en el comedor. Era una mesa prácticamente encajonada a la pared con dos sillas en los extremos. La cocina estaba al lado, y un sillón había debajo de las escaleras. Le recordaba a la casa en la que vivió parte de su infancia, una pequeña, pero cálida.

-¿En qué piensas?-Cuestionó su amigo serio.

Adeben siempre estaba atento a sus emociones.

-En que extraño la nieve.

-Yo la odio-Se quejó.

-Bueno, es de esperarse cuando viviste en un país con dos estaciones.

-Exacto. Y me encantaba el verano-Aseguró bebiendo posteriormente de su sopa-Ahora estamos en medio de la ciudad. Extraño las dunas…

Era inusual que Adeben se pusiese nostálgico, no obstante, normalmente sucedía cuando rememoraba su pueblo natal, allí donde convivió con sus otros once hermanos. Él fue el doceavo, nacido de un amante de su madre y el primero en ser vendido.

-Leif-Lo llamó. Salió de sus pensamientos centrándose en su persona-Si quieres, podemos ir a ver la nieve.

Sonrió fugazmente.

-También las dunas.

***

Decidieron recorrer la Bahnhofstrasse[5] peatonal. Al ser la calle principal de Zúrich había diversidad entre comercio, arte y edificios que le eran conocidos por revistas y la televisión. Compraron café y castañas, tomaron fotografías y disfrutaron de aquel tiempo juntas hasta llegar a Linderhof[6] para ver la fuente de agua romana. Adele sabía de su predilección por lo antiguo, teniendo incluso preparado en un pequeño papel la historia de aquel lugar. La escuchó por un momento, perdiéndole el hilo cuando alguien entre la multitud llamó su atención. Era un hombre alto que debía bordear los 40 años. Lo extraño en su persona era su ropa oscura estilo militar. Con una chaqueta guerrera que le llegaba por debajo de la cadera, pantalón de tela firme estilo bombacho, y unas botas altas de combate.

Era el único con aquel aspecto.

De repente, el desconocido alzó su mirada encontrándose con la suya. Los ojos grisáceos ajenos la impulsaron a moverse por instinto. De forma mecánica llevó su mano derecha a su muñeca izquierda. Jaló la manga, queriendo cubrirla. La expresión que el hombre tuvo al ver aquel gesto no supo interpretarla. Sin embargo, su presencia pasó a segundo plano cuando Adele exigió su completa atención.

-¡Amy!-Hizo un puchero.

-Perdón-Señaló el río torpemente-¿Vamos más cerca?

-¡Oh, entiendo! Quieres fotografiar uno de los puentes ¿cierto? Pues hay uno cerca ¡Vamos!-Animada.

Siguió a su hermana, mirando el sitio donde vio al extraño. Ya no estaba, pero su intranquilidad seguía instaurada en su pecho. No podía comprenderlo ¿Qué había sido aquello? Intentó centrarse. No quería arruinar aquel paseo. Se forzó a sonreía y hablar de cualquier banalidad con Adele hasta que su mente dejó atrás todo malestar.

Y lo consiguió.

***

Ya listos, salieron del dúplex. Adeben se encargó de cerrar mientras él cargaba el bolso donde llevaban lo necesario para la misión. Avanzaron por el pasillo, llegando al ascensor. Presionó el botón y esperaron. Su amigo comenzó a tararear una canción popular. No lo diría en voz alta, pero de tanto oírla había acabado por gustarle también.

Entraron, accionando el último botón. La máquina se movió, crujiendo. Requería urgentemente de aceite, aunque eso de hace un mes.

Llegando al piso -7, salieron a un pasillo largo y de cerámicos blancos. Caminaron hasta la puerta que se hallaba al final y de ahí descendieron unas escaleras que daban a un enorme salón de techo alto donde personas se movían de un lado a otro transportando cajas, artefacto y demás.

Ellos se dirigieron a uno de los laterales donde un enorme círculo estaba dibujado en la pared de ladrillos. En su interior había doce piedras incrustadas con símbolos. Una de ellas estaba mal puesta adrede para que el hombre que estaba a su lado la acomodase cuando fuese necesario.

-Leif, Adeben-Los saludó con un movimiento de cabeza mientras revisaba la plantilla que tenía en sus manos-Zúrich, Suiza-Leyó su destino.

-¿Vi que lloverá? ¿No podemos ir a un sitio más cálido?-Preguntó su amigo. El mayor de barba canosa y aspecto fuerte lo miró con seriedad-Bien-Se rindió-Lo que la ruleta indica es lo que nos toca-Alzó sus manos y miró al techo-¡Nuestro destino está escrito!

-Idiota.

Volteó cuando oyó la voz femenina que le era conocida. Detrás de ellos se hallaban Margarethe y Margoth, hermanas físicamente parecidas, pero con un carácter discordante. La primera y mayor un lobo que más temprano que tarde podía saltar a tu yugular y la segunda un radiante girasol que se movía al ton del sol.

-¡Hola chicos!-Los saludó Margoth con una amplia sonrisa.

Adeben le correspondió con un movimiento de mano, ignorando completamente el comentario de Margareth. Por su parte dejó caer el bolso. Su hombro dolía por el peso. Además de que luego de su viaje se sentía exhausto.

-Si no estás en condiciones, no deberías ir-Comentó la seria. Sus ojos grises parecían dagas que perforaban su alma.

-Estoy bien-Alegó-Sólo vamos a acomodar un par de trampas-Acotó.

-Ya es hora-El mayor miraba el reloj en su muñeca, uno antiguo, pero de lujo.

Le contó una vez que fue un regalo de su padre. Allí la mayoría obviaba los accesorios, en especial aquellos que tenían un significado más personal. Pero el hombre lo cuidaba como lo más preciado que tenía en el mundo.

Bajó la mirada a su collar. También tenía un objeto que atesoraba.

-Tres segundos…-Susurró, alcanzando la roca en la pared-Dos, uno…-La giró.

Los ladrillos crujieron cuando un haz de luz afloró desde el centro, expandiéndose hasta el límite del círculo. Ante ellos no tardaron en ver un puente donde personas transitaban. También el cielo nuboso y un cachorro que cruzó sin percatarse el portal.

-¡Lindo!

Margoth se agachó a acariciarlo. Babeó sus manos, pero no le importó.

-30 segundos-Les avisó el hombre.

Adeben se colgó el bolso y tomó al perro, atravesando al otro lado. Iba a seguirlo, pero fue detenido por Margarethe quien lo sostuvo del brazo.

-Ten cuidado-Advirtió, liberándolo.

Asintió lentamente antes de reencontrarse con Adeben. El cachorro fue soltado, regresando este con su dueño.

-¿Qué te dijo?-Cuestionó de inmediato su amigo mientras se amarraba en una cola sus rastas.

-Nada-Lo tranquilizó, acercándose a un banco. Adeben dejó caer sobre este el bolso.

Sacaron sus ponchos de color rojo y cinturones de doble correa. Se los acomodaron y también se abastecieron con frascos de diversos contenidos y objetos varios. Tal vez iban en una misión de bajo riesgo, pero nunca estaba de más tomar precauciones.

-¿Listo?

Asintió, observando a las personas que ni siquiera notaban su presencia.

-Leif, hoy estás demasiado ensimismado-Comentó su amigo-No te distraigas-Dijo, entregándole su daga-Aquí no somos bienvenidos-Declaró con seriedad.

***

Para cuando llegaron al puente se sintió maravillada con la vista preciosa del río Limmat [7]y la iglesia Grossmünster[8]. Capturó aquella postal un par de veces y después el río donde por la cámara algo llamó su atención. Miró la última fotografía que tomó, ampliándola. En el agua ¿aquello era una cola? Alzó la mirada y nada más allá del vaivén que producía el viento.

-Dedé.

Se acercó a su hermana, mostrándole la fotografía. Adele estaba sentada en una banca de concreto. Se situó a su lado, esperando su comentario.

-¡Es hermosa!-Le sonrió.

-¿Ves el agua?

-Sí ¿Por? Sé que te gusta sumergirte en ella, pero aquí no puedes.

-No es eso-Señaló la cola-¿La ves?

-¿Qué cosa?-Frunció el ceño, no por molestia sino intentando ver aquello que insistentemente le indicaba.

-No la ves…-Pronunció desanimada.

-Y se supone que tú eres la que tiene problema a la vista de las dos-Bromeó.

Eso era innegable. Sin lentes no podía ver de cerca.

-Tal vez trabajar demasiado en una computadora me esté afectando ¿o será la edad?

-Dedé.

Adele rio. Era tan despreocupada.

-¿Te gusta aquí?-Poniéndose repentinamente seria-Desde hace tres años te he estado llevando de aquí para allá-Suspiró-¿No estás cansada? Temo que tengas otro colapso.

-Estoy bien-La tranquilizó tomando sus manos.

Llegar a Zúrich no había sido tan abrumador como en otras ciudades.

-A veces es difícil-Fue sincera.

Su última crisis no resultó nada agradable.

-Mientras estés a mi lado, yo estaré bien-Aseguró sonriéndole. Adele la abrazó comenzando a llorar. Era demasiado sentimental.

Dedé llamó la atención de algunas personas. Se apartó y secó el rostro, recomponiéndose. Ya en casa tendrían oportunidad de ahondar en aquel tema, pero fuera debían disfrutar. Adele se acercó al barandal, contemplando el horizonte. La observó hasta sentirse repentinamente extraña. Sus oídos zumbaron y su pecho se oprimió ¿Tendría una crisis en ese preciso momento? Se levantó aturdida y con la idea de ir hasta su hermana para que la contuviese, sin embargo, Adele ya no estaba. No había nadie ¿Cómo era posible?

No. No estaba sola. Sintió un escalofrío. Se giró, quedando sin aliento. Sus sentidos de alerta se activaron. Por alguna razón su cerebro le gritaba que debía huir del chico que se encontraba a unos metros de donde ella estaba.

***

Las yemas de sus dedos cosquilleaban. Sucedía algo de lo que aún no era consciente. Dentro suyo crecía adrenalina. Estaba en alerta ¿Por qué? No lo entendía. Adeben ya no estaba, ni nadie en el puente ¿Había viajado? ¿Cómo era posible?

En eso, lo supo. Sus ojos oscuros como el carbón se encontraron con unos azules profundo. Sus pies se movieron, y los de ella también. Corrió para alcanzarla. Sentía dentro suyo que no debía detenerla y, sin embargo, allí estaba persiguiéndola. Era rápida, pero no lo superaba en velocidad. La alcanzó. Tomó su mano, y en cuanto sus pieles hicieron contacto, una descarga eléctrica lo hizo abrazarse de su costado al mismo tiempo que caía de rodillas. Y no fue el único. La chica también se retorció de dolor, pareciendo estar este enfocado en el mismo sitio suyo, aunque del lado contrario ¿Acaso ella…?

-¡Leif!

Adeben llegó a su lado. Tenía un corte en su mejilla.

-¡¿Qué te sucedió?!-Cuestionó alterado.

-No estamos solos.

Su expresión fue seria y sus palabras acertadas. Un hombre de traje militar negro sostenía una daga que irradiaba luz como si del mismo sol se tratase.

-Un general…-Pronunció siendo inmediatamente consciente de que la situación se había vuelto delicada.

-Cuando desapareciste, él me interceptó, preguntando por la chica-Contó-La estaba vigilando. Ella se esfumó al mismo tiempo que tú. Lo entretuve hasta tu regreso-Resumió, mirando de reojo a la menor que lentamente se movía para huir-¿Quién es ella?

-No lo sé-Respondió más repuesto-Pero no la dejes ir.

Asintió.

***

Se encontraba aterrada ¿Dónde estaba Adele? ¿Dónde había ido el resto de las personas? Sus ojos escocieron. Otro chico de poncho rojo llegó, y no solamente él, aquel hombre que vio en la fuente romana también se encontraba en el puente ¿Y el resto? ¡¿Dónde estaba su hermana?!

No sabía de quiénes se trataban. No podía quedarse ahí. Se levantó con la idea clara de alejarse. No obstante, el más alto la tomó en un movimiento rápido del brazo. Se quejó ante el sobresalto y la fuerza que usó. Fue obligada a girarse. Sus ojos color pardo parecían los de un animal salvaje a punto de devorarla.

-¿Dónde crees que vas?-Siseó.

Pavor. Eso le causó. Su corazón latía desbocado ante el miedo.

Por instinto le dio una patada en su rodilla para soltarse. Ante la sorpresa funcionó, sin embargo, retrocedió inhábilmente dos pasos antes de caer sentada. Aquel el de rostro semicubierto maldijo antes de mirarla de forma asesina. Tembló. Su idea era correr, pero se quedó congelada. En eso, el desconocido descubrió su brazo derecho. Estaba totalmente tatuado con tinta negra.

-Adeben…-Advirtió aquel de piel morena y trenza larga.

-¡Entréguenla!-Les ordenó el hombre militarizado.

El de rastas lo ignoró, sacando de su bolsillo un encendedor. La llama de este aumentó ligeramente al pronunciar la palabra ignis, pero se volvió más monstruosa cuando sacó de su cinturón una botella que abrió con sus dientes, bebiéndola. El triángulo dibujado en el dorso de su mano se tornó rojo vivo.

Estaba incrédula ante lo que veía ¿Pensaba calcinar a todos los presentes? Debía correr, pero ¿dónde? ¿Al río? Podía saltar. Era su única opción. No lo pensó. Estaba en pánico. Sabía nadar. Eso era suficiente. Sin embargo ¿y su hermana?

De su garganta surgió un chillido al ver que la llama los rodeó en un círculo.

-Diablos.

El de trenza descubrió también sus brazos.

-¿Estás listo?-Preguntó divertido el de rastas-Es hora de regresar.

-Estás demente-Se limitó a responder el otro mientras sacaba de su cinturón dos piedras blancas con símbolos desconocidos.

¡¿Qué pensaban hacer?!

-¡Salta al agua!-Le gritó el hombre.

Ese fue su plan inicial, pero ya no podía efectuarlo. Se quemaría. Dentro de su cabeza no podía concebir lo que sucedía. Tan extraordinario, superando incluso sus más fantasiosos sueños. Si seguía ahí, perdería la cordura o la vida. No quería morir, no sin saber dónde estaba su hermana. Tal vez lo mejor era ceder a su instinto de supervivencia, dejarse llevar por la adrenalina que comenzaba a instaurarse en su pecho.

-¡Ve al río!-Le insistió al momento que rasgaba su ropa, dejando descubierto su brazo derecho donde tenía un tatuaje que no lograba detallar debido a la distancia.

Notó que pronunció un par ya que su boca se movió. El grabado en su piel brillo cegadoramente, y de este mismo sacó un báculo que debía medir un metro, siendo asombrosamente imposible que aquello fuese real.

¡Cada vez alucinaba más!

-Leif, comienza la invocación-Ordenó el de rastas mientras tomaba una posición de defensa.

El fuego continuaba rodeándolos, y la situación parecía que no tardaría en empeorar. Se hallaba en medio de lo que obviamente sería una pelea, y una que muy probablemente no involucraría combos ni patadas. Por ello, no tenía más opción. En definitiva, estaba lista para saltar al río.

-¡No te muevas!

No escuchó. Atravesó el fuego sin importarle que el calor la abrazara. Rodó. Eso era lo recomendado para mitigar las llamas ¿cierto? Daba igual. Pronto se sumergiría en agua. Sí, lo haría.

No.

Soltó un alarido cuando un lacerante dolor provino de su brazo, aquel que había apoyado para impulsarse y saltar el barandal. Bajó lentamente su mirada, palideciendo. Una daga le había atravesado la piel. Sangre emanaba. Lentamente volteó, encontrándose con dos miradas frívolas.

-¿Quién eres?-Cuestionó aquel larga trenza.

El círculo de fuego se había disipado, quedando una parte pequeña en la mano del de rastas quien justo en ese momento tuvo que usar su brazo libre como escudo para evitar un ataque de parte del hombre.

-¡Eres muy insistente!-Gritó molesto, devolviéndole el golpe con su llama la cual dividió, cubriendo sus dos manos con esta para continuar así con una serie de combos que hábilmente eran detenidos por el mayor.

-¿Quién eres?

No fue consciente de que tenía al otro frente suyo hasta que este le habló, quitándole también sin delicadeza el arma. Sollozó. Aquello era demasiado.

-¿Cómo es tu marca de nacimiento?-Exigió saber cuándo no obtuvo respuesta de su parte-¡Descríbemela!

-¡No…!-Se negó aterrada.

¿Cómo sabía de su marca? Era algo que a nadie se lo había contado. Solamente su hermana, padres y difunta abuela eran conocedores de aquel gravado en su costado izquierdo.

No quería seguir allí. La sangre borboteaba. La cubrió con la mano de su otro brazo, intentando detener de alguna forma el sangrado.

-Muéstramelo-Ordenó.

-¡Leif!

La advertencia llegó tarde. Una aguja luminosa se incrustó en su hombro.

-¡Salta al agua!-Le gritó nuevamente el hombre.

No se hizo de rogar. Desgraciadamente, el moreno la retuvo por la espalda, usándola así de escudo. Pero no lo permitió. Echó su cabeza hacia atrás, tomándolo por sorpresa. Golpeó su nariz. Su agarre cedió, dándole la posibilidad de liberarse. Sin embargo, un golpe en su nuca con la parte anterior de la daga la aturdió momentáneamente y también causó que sus lentes cayesen. Nuevamente fue sometida. Pataleó. El barandal estaba junto a ellos. No lo medió. Buscó posicionarse de frente, y al conseguirlo, se impulsó alzando sus pies para golpear el concreto y con ello conseguir desestabilizar a su captor. Cayeron, ella sobre el de trenza. Estaba libre. Se reincorporó de forma rápida para precipitarse por el puente. Fue torpe debido a su ceguera, pero consiguió saltar. Aunque quedó suspendida al ser tomada de su brazo el que resintió el tirón, así como su hombro. Alzó su mirada. El chico moreno debía estarla sosteniendo de su muñeca. Lo veía borroso.

-¡Suéltame!-Gritó cuando comenzó a ser alzada con dificultad. Tenía un lado herido ¿La tomó con este?

Se removió como una lombriz. Dolía y eso le dio igual. Su instinto la incentivaba a que no se dejase capturar. Debía caer. Y lo hizo. No supo qué sucedió, pero fue soltada. Cayó y su cuerpo se sumergió en el agua helada. Al salir, podía ver lo que estaba lejos. En los laterales había escaleras. Podía alcanzarlas, pero la corriente del río era fuerte y estaba siendo arrastrada. Debía salir del agua antes de congelarse. Su ropa pesaba. Se quitó la chaqueta para tener más libertad de nadar.

Su mente era un caos. Mientras intentaba sobrevivir no podía evitar cuestionarse cientos de cosas ¿Quiénes fueron sus atacantes? ¿Y el hombre de ropa militar? ¿Por qué la ayudó? ¿De dónde salió? ¿Estuvo bien confiar en él? Estaba a salvo, hizo bien ¿Pero realmente buscaba ayudarla o quería que bajase la guardia?

Y más importante ¿Dónde estaba su hermana?

-Ayuda…

El viento le estaban dificultando su objetivo. Se estaba cansando. Y peor, de la nada, fue hundida siendo arrastrada a lo más hondo. Todo empezó a oscurecerse y el aire escaseó. Dos siluetas borrosas la sostenían de sus brazos, jalándola. No podía luchar. Su cuerpo no reaccionaba. Moriría. No quería eso.

No tardó en perder la consciencia.

***

El General le dio un golpe en la cabeza con su báculo, causando que soltase a la chica. Y tras esta ser engullida por el agua, el hombre se marchó. Adeben llegó a su lado. Estaba peor. Cortes en toda su ropa, sangre manchando estas y leves quemaduras debido a su imprudencia. Margarethe se lo advirtió. A veces acertaba, otras no. Creyó que su mal presentimiento era envidia porque inicialmente Zúrich iba a ser su destino. Pero se equivocó. Adeben en cambió fue más cauto, y pese a eso, perdieron un combate que realmente nunca tuvieron oportunidad de ganar.

-Arriba.

Adeben lo ayudó a reincorporarse.

-No creo poder hacer un portal. No tengo energía la energía suficiente tras gastar la mayor parte en el primero. Tendremos que esperar a que nos recojan.

No respondió. Finalmente, Adeben acabó por cargarlo.

-Leif.

-Escapó…-Pronunció.

-¿Quién era ella?

-No lo sé…-Susurró, cerrando los ojos-Tal vez lo que he buscado todo este tiempo. La respuesta a cada una de mis preguntas…

Continuará.

[1] Día en francés.


[2] Noche en francés.


[3] Similares a las albóndigas. A base de carne de res o cordero, con especias y cebolla. Comunes en Oriente Medio, la India y los Balcanes.


[4] Sopa popular de Egipto donde se pican las hojas con ajo y cilantro. A veces se acompaña de carne (pollo, conejo, cordero, gambas, entre otros).


[5] Es una de las calles más importantes del centro de Zúrich, encontrándose tiendas caras y exclusivas del mundo.


[6] Sitio histórico del Castillo Romano y el posterior Kaiserpfalz carolingio.


[7] Nombre que adquiere el río Limago al llegar a su desembocadura en Zúrich.


[8] Una de las tres iglesias principales de Zúrich, esta jugó un papel importante en la Reforma Protestante.

19 de Marzo de 2022 a las 05:38 0 Reporte Insertar Seguir historia
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