ald_merci Alexandro de la Riva

Lex Demers es un joven que vive su vida de la manera mas normal en Hollow Creek, o al menos eso espera. Tiene el trabajo de ser un exorcista por contrato que trabaja cada noche para limpiar la ciudad de las malas energías y espíritus que asechan, por el precio correcto. La vida de Lex cambia de manera drástica al enterarse de una conspiración religiosa que se lleva a cabo en su ciudad, quedando a manos de el y sus amigos el descifrar el misterio que ha despertado en el lugar.


Suspenso/Misterio Sólo para mayores de 18.

#accion #horror
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Bienvenidos a San Dellatore

San Dellatore es una metrópolis ubicada entre Ontario y Quebec, en Canadá. Esta cuidad al abarcar gran territorio entre un estado y otro, se ha tenido que dividir en una serie de distritos entre estos, siendo cinco exactamente. Distrito noveno o District9 (más conocido internacionalmente), sería lo que es la parte alta de la ciudad, es decir, la parte de la ciudad donde los edificios son más altos que los sueldos de los que lo habitan, cosa que no es hablar poco puesto que las rentas de los departamentos de lujo no pueden ser costeadas por trabajadores comunes ni en diez vidas. Esta zona abarca gran parte de la metrópolis situándose en el centro de esta, siendo un centro turístico de gran atracción puesto que muchos le han llamado la mezcla de lo mejor entre Nueva York y Los Ángeles, debido a que combina lo mejor de cada ciudad dejando fuera todo lo negativo (la gente tan bizarra básicamente). Parecido a este distrito, esta lo que es Cascada Sakura o Sakura´s Fall (su nombre internacional), siendo el barrio oriental más occidental del mundo. El contexto es el siguiente, el barrio esta estilizado desde hace años con temáticas orientales de distintas épocas y culturas manteniendo su estética a la par en que la ciudad avanza. Los turistas afirman que de noche este distrito parece una ciudad de un mundo de ciencia ficción por todas las luces. Se dice que es el barrio oriental más occidental del mundo ya que solo tiene un 10% de población asiática, predominando en el lugar todo tipo de minorías y gente caucásica. A pesar de que este fenómeno lleva siglos, por alguna razón la cultura occidental jamás ha tratado de cambiar la estética o cultura puesto que los mercados, restaurantes, etc. son 100% orientales, pero ya sabes, te atenderá un occidental ya que las personas orientales a lo mucho son dueños de los negocios y no empleados, hasta donde se llega a saber. Hablando de distritos más residenciales (aunque todos tienen su propia área de suburbios para vivir), está el más famoso de la ciudad por razones equivocadas. La Bahía de Alyson o Alyson´s Bay, un distrito cuyo puerto coincide con la bahía de Hudson. Un distrito tranquilo alejado del ajetreo de la ciudad dedicado a la pesca y al turismo para personas que están cansadas de las grandes edificaciones (hipsters). Un distrito del cual podrían salir cientos de fotografías para postales, teniendo casas construidas de una forma más clásica, faros aun siendo utilizados, etc. Antes se mencionó que este distrito era famoso por las razones equivocadas, y esto es porque desde hace algunas décadas, este distrito se vio como foco de investigación para todos los obsesionados en el fenómeno OVNI, ya que los avistamientos de platillos voladores se hicieron presentes, aunque esta sería una de las cosas más normales que suceden en la ciudad. Como toda ciudad, siempre se debe tener un barrio o distrito que no es muy sabio transitar a altas horas de la noche, este distrito sería el de Santa Esperanza, un distrito que cualquiera juraría que se trata de un pedazo de México traído al norte del continente Americano. Este distrito tiene la mala fama de estar lleno de pandilleros al más puro estilo cholo clásico, fama que es hasta cierto punto es verídica ya que el lugar está gobernado por cuatro pandillas: Las Adelitas, una pandilla constituida exclusivamente por mujeres rudas pero justas, quienes visten por lo general tank tops y ombligueras, con pantalones cargo con estampado militar; Los hijos del Pachuco, una pandilla mixta que opto más por el estilo clásico pachuco, una pandilla más centrada en las exhibiciones de autos, pero que no dejan de ser peligrosos si se les busca problemas; Las Colonias, una pandilla que opta también por el estilo cholo clásico, pero adornando su piel con tatuajes y con vestimentas rojas y verdes. Básicamente esta pandilla se formó gracias a que durante los 80s y 90s habían más pandillas en el distrito, sin embargo las que en ese entonces gobernaban comenzaron a exterminar a las más débiles, por lo que tuvieron que unificarse en una sola y hacer frente. Sus miembros son tranquilos pero no les gustan los extraños; por ultimo tenemos a la pandilla más peligrosa del lugar, siendo La Plata de Judas, compuesta por miembros que cargan con el peso de ser homicidas en su mayoría. Al ser la pandilla más antigua, los demás les respetan tratándolos como asesores o intermediarios al haber conflictos entre los demás grupos e incluso miembros de la comunidad. Básicamente nada pasa en el distrito sin que ellos den el visto bueno (hablando de negocios dentro de las organizaciones mencionadas). Sus miembros usan tatuajes de manga estilo black out en ambos brazos, ojos tatuados de negro y los de alto rango portan bandanas negras con blanco, adornadas con una corona de espinas de plata con dos cuernos saliendo de estas. Por obvias razones, no hay nadie que sea capaz de retar su autoridad, solo basta con echarles una mirada.

A pesar de existir un ambiente algo tenso en el lugar al ver todos los colores y vestimentas, cada pandilla protege su territorio por lo que aun sin el apoyo de la policía local, tiende a ser un barrio seguro. Amenos claro que entres de noche pues allí si te expones a una situación peligrosa, pero vamos, nadie con buenas intenciones suele andar de madrugada.

El ultimo distrito de la ciudad y el que nos concierne para el inicio de esta historia, seria Hollow Creek, un distrito residencial donde podemos encontrar en su mayoría a las familias felices que vemos en las series de comedia de los 90s. Empresas pequeñas pero prosperas operan en el lugar por lo que muchos no deben viajar largas distancias para ir a trabajar puesto que al alcance de su hogar tienen su lugar de trabajo junto con arroyos para que los niños jueguen al igual que en sus parques naturales. Al ser casi enteramente residencial, este distrito es de los más seguros para vivir en la ciudad gracias a tratarse de varios fraccionamientos privados en una zona conjunta. Un hermoso lugar para vivir donde todos se levantan temprano para comenzar el día con una taza de café desayunando en familia. Amenos claro que seas un holgazán como Lex Demers.

Siendo mediodía para ese momento, Lex no parecía tener interés en despertar y levantarse para llevar a cabo su día a día. Con su despertador en el celular habiendo sonado en varias ocasiones, llegando al grado de que este deicidio silenciarse solo, dejando de sonar desde hace un par de horas. De no ser porque alguien estaba a su puerta tocando durante varios minutos, este jamás se habría despertado. Estirándose en la ventana sobre su cabecera y moviendo un poco las persianas dio aviso a la persona que bajaría enseguida. Se sentó al filo de la cama contemplando uno de su tenis mientras llevaba su mano derecha a su rostro tallándose los ojos. Lex no era nadie especial, era de estatura media, complexión media, nadie que pudiese destacar en una multitud. Piel morena clara en días normales, pero por su privación de luz solar aparentaba tener cierta palidez de ultra tumba. Cabello oscuro con un peinado en tupe largo, dando un estilo retro. Sus ojos siempre mostraban una mirada triste, sin embargo esta mirada la ha tenido desde que sus conocidos saben de su existencia.

Después de un rápido lavado de rostro con el agua del lavabo de su baño y ponerse la playera menos sucia que tenía a la vista, bajó las escaleras de su casa para abrirle a quien estaba en la puerta. En esta, esperaba una chica de estatura media como la de Lex, rubia con cabello arreglado en una sola trenza que caía sobre uno de sus hombros; ojos azules, grandes y expresivos. Pequeñas pecas cubrían gran parte de su piel blanca. Con esta apariencia y el vestido corto que portaba le daba una presencia angelical, aunque por su expresión de molestia en el momento no lo pareciera mucho.

—No miento, llevo cuarenta minutos esperando a que te dignaras a abrirme —decía la chica mientras se habría paso dentro de la casa.

—Adelante, pasa Eliza siéntete en casa por favor —decía Lex en un tono sarcástico aun despabilándose.

—Créeme, si fuera mi casa no se vería así —respondía Eliza mientras quitaba unos jeans de una lámpara—, a juzgar por tu rostro lleno de baba seca y marcas de almohada deduzco que el Rey se acaba de despertar.

—Ha acertado con creces mi lady —decía Lex mientras hacia un ademan en forma de burla—, ni siquiera me has dicho que haces aquí tan temprano, ¿no deberías estar en la escuela?

—Fui a la escuela, Demers son las dos de la tarde —respondía Eliza mientras abría las persianas de la casa dejando entrar la luz—, estuve esperándote desde las nueve de la mañana en el Instituto Galaham, casi haces que llegue tarde a clase por tu culpa. No te mataría mandar un texto avisando que eres un egoísta holgazán que no asistirá a la entrevista.

—Carajo, entonces era hoy —decía Lex en un tono despreocupado mientras se servía cereal—, juraría que lo marque en el calendario, “Miércoles nueve de la mañana: entrevista con los muerde biblias para que me dejen estudiar en su secta”. Ahora jamás podré estudiar el creacionismo en lugar de la evolución. Sinceramente Adán y Eva tiene más sentido si justificamos que de pronto hacemos tantas pendejas en la historia, después de todo nuestros antepasados cogieron entre primos.

—¿Terminaste? —preguntaba Eliza mientras veía a Lex comer su cereal mientras reía—. Mira, si no quieres entrar a mi escuela da igual, pero prometiste que después del verano volverías a tus estudios, ¿Por qué no intentas volver a la UDELL?

—¿A la Universidad Dellatore? No después de lo que me dijeron —respondía Lex terminando su cereal—, al parecer si faltas demasiado te dan de baja permanente y no te permiten volver a inscribir. Los pendejos se creen de Harvard.

—Entonces, ¿así como así? ¿Renuncias a la escuela? —preguntaba Eliza decepcionada y un tanto sarcástica.

—Solo digo que estudiar no está en mis planes directos por ahora —respondía Lex mientras lavaba algunos platos—. Mi empleo actual me consume demasiado tiempo por las noches, sin mencionar energía por lo que trabajar toda la noche y estudiar todo el día no suena muy sano.

—Claro, tu empleo, como pude olvidar tu empleo —decía Eliza en un tono burlón—, estafar personas con tus supuestos exorcismos, un empleo bastante hereje, ¿no lo crees?

—En ningún lado de la biblia se menciona a Jesús pasándole a sus panas una charola para que pusieran dinero —respondía Lex de forma pensativa—, así que creo que la iglesia y yo estamos a mano.

A pesar de la actitud cínica y sarcástica de Lex, junto a la personalidad tipo niña scout de Eliza, estos habían sido mejores amigos desde que eran pequeños. Los padres de Eliza junto a sus dos hermanos pequeños en ese entonces, Lance y Lana, vivían en unos suburbios en Toronto siendo vecinos de los tíos de Lex quienes se hacían cargo de el después de que este perdiera a su padre cuando apenas tenía tres años en un accidente, y luego su madre cuando tan solo tenía siete años quedando bajo la tutela de aquellos tíos. A pesar de ser vecinos e ir a la misma escuela, nunca se hablaban, apenas sabían de la existencia uno del otro. Eliza siempre fue una chica linda y amistosa por lo que le era fácil hacer amigos, mientras que Lex siempre fue alguien frio siendo tratado como el bicho raro, sufriendo burlas todos los días, aunque debido a su temperamento agresivo este siempre se veía metido en peleas. A la edad de nueve años, el padre de Eliza quien entonces era capitán de la policía de la ciudad, fue abatido una noche en un operativo que resultó ser una emboscada. Eliza se tornó callada, dejando de ser la chica amistosa de siempre, sentándose cada recreo sola en los columpios para así poder llorar sin molestar a nadie. Un día, Lex se paró frente a Eliza y le lanzo al regazo una bolsa con Gusanos de dulce picante (alimento favorito de Lex desde siempre). Al dárselos, este le dijo que cuando él estaba triste, esos gusanos siempre le levantaban el ánimo por lo que quería dárselos y ver si así dejaría de llorar ya que, según Lex, su llanto le hacía difícil escuchar sus propios pensamientos siendo algo bastante molesto. Desde entonces, Eliza no se separa de Lex siendo grandes amigos desde entonces aun con sus personalidades tan opuestas pues a lo largo de los años se han brindado apoyo, siendo ellos dos contra el mundo. Aun cuando Lex se fue a los quince años a estudiar la preparatoria en un internado en la Columbia Británica, al reencontrarse era como si apenas hubieran pasado un par de días sin verse.

Aun cuando discuten casi todos los días, son inseparables, puesto que pueden discutir de forma intensa y un segundo después, bromear como si nada hubiese pasado. Ya que la casa de Demers y el departamento de Eliza estaban en la misma calle del fraccionamiento, esta pasaba gran parte de su día con él por lo que casi eran compañeros de casa. Cada día Eliza partía a su departamento cerca de las siete de la tarde para terminar los proyectos o tareas pendientes, mientras que Lex usaba ese tiempo para revisar algunos contratos de clientes relacionados a su trabajo. Lex desde hace unos años, se había hecho de una aplicación donde anunciaba su servicio como una especie de caza fantasmas y exorcista de hogares, cosa que en San Dellatore por su alta actividad paranormal es algo que abundan este tipo de farsantes, sin embargo Lex resalta de estos farsantes pues cada trabajo que ha hecho ha quedado completo, siendo capaz de limpiar el aura de un hospital psiquiátrico, eliminando la sensación tétrica que estos guardan, por lo que es considerado el mejor en la ciudad.

Ese día específicamente, y al acompañar a Eliza a la puerta, Lex comenzó a llenar una maleta con algunos objetos mientras lee el contrato que había tomado, al parecer en la aplicación los solicitantes deben llenar los datos sobre el tipo de cosas que suceden dentro de su hogar, como una especie de filtro que le facilitaría el trabajo. Este caso se trataba de algo clásico, podríamos decir, según la información, en el hogar las luces se encendían y apagaban solas, los objetos tienden a moverse solos y algunas cosas se descomponen sin razón, sufriendo esto desde hace dos semanas. Al leer esto, Lex comenzó a llenar la bolsa que cargaba con tres licoreras pequeñas con agua, tres cirios con espejos pequeños pegados en cada uno, sal mezclada con pólvora, un crucifijo de Jerusalén hecho de hierro forjado con incrustaciones de madera. El contrato se llevaba a cabo en el Distrito nueve de la ciudad, en un barrio residencial con casas bastante lujosas y espaciosas. Los solicitantes eran un empresario y su familia, quienes decían llevar semanas con el problema, al parecer un sacerdote les había recomendado los servicios de Demers aunque estos se veían bastante escépticos, sin embargo era su último recurso, por lo que Lex al despedir a Eliza, partió hacia su destino. Era obvio que se trataba de una familia que a pesar del corto tiempo, se veían afligidos. La familia Matheus había estado viviendo en esa casa por más de cinco años. La señora Matheus afirma que ni ella ni sus hijos jamás habían experimentado fenómenos de esa índole antes, hasta hace apenas unas cuantas semanas. Al cuestionarles más detalles, el padre de familia, un hombre de edad algo avanzada, y todo un estereotipo de hombre rico pues se vestía con las clásicas camisas con un suéter en V, menciona que los switches de la casa se apagan y prenden solos y que varios objetos parecieran caminar unos centímetros por si solos. Demers después de pensar unos instantes reflexionando sobre la información, le informo al padre que la familia debía irse de la casa un par de horas para que el trabajo se llevara a cabo de forma precisa.

—¿Quieres que te dejemos solo a ti, en nuestra casa? —decía el padre de una forma un tanto despectiva.

—Lo que hare puede ser peligroso anciano, si algo te pasa a ti o tu familia no habrá quien me page —respondía Lex mientras se paseaba por la sala como si buscara un punto en específico—. No tiene que preocuparse de nada, para cuando vuelvan sentirán el cambio drástico.

—Si no hay de otra, pero te advierto que hay cámaras en cada rincón —decía el padre con un tono prepotente.

—Carajo, y yo que me quería robar la estatua fea de Don Quijote de la entrada —respondía Lex de forma sarcástica mientras pisoteaba una parte de la duela de la sala.

El padre mientras murmuraba entre dientes salió de la casa junto a su familia. Mientras, Lex continuaba pisoteando la duela de la sala hasta detenerse en un punto fijo. Inmediatamente se quitó su maleta y comenzó a sacar los instrumentos que había traído. Los cirios, los comenzó a encender y a colocarlos en forma de triángulo, para comenzar a dibujar un circulo de un metro con cincuenta de circunferencia hecho con sal, cruzándose entre los cirios. Tomo cada uno y poniéndolo en su frente recitaba una oración para después encenderlo y devolverlo a su lugar, dos Ave María y un padre nuestro para el cirio final, siendo cada oración recitada en Latín. Mientras llevaba a cabo este proceso, todas las luces en la casa se apagaron repentinamente después del primer Ave María. Mientras recitaba el segundo, puertas cerca de él comenzaban a azotarse con violencia. Para cuando rezaba el Padre Nuestro, algunos adornos comenzaban a caer como si algo se acercara hasta donde él estaba, quedando solo en la oscuridad, con los 3 cirios como su única fuente de luz. Lex se puso de rodillas dentro del círculo de sal, tomando el crucifijo entre ambas manos, rezando en latín.

Sanctum protector fidelum, peccator est spe, huius lucis visibilis, guide in semita invisibilia —repetia una y otra vez Lex mientras los sonidos se hacían más fuertes y aparatosos.

Los rezos de Lex debían estar funcionando, puesto que los ruidos que le rodeaban comenzaban a ser mucho más potentes, como si algo quisiera callarlo. Las llamas de los cirios comenzaban a atenuarse como si se fuesen a apagar a causa de un viento inexistente, sin embargo, antes que las llamas se extinguieran, Lex sin dejar de rezar, dejo caer un poco de sal sobre cada cirio provocando que por la pólvora, las llamas se extendieran de una forma que desafiaba a la física pues proyectaban una luz incandescente. Al iluminar toda la sala, Lex pudo visualizar una criatura bastante horripilante. Tenía el cuerpo de un humano pero con extremidades delgadas teniendo a la piel en los huesos. Al no tener ojos se podían apreciar unas cuencas hundidas mostrando solo oscuridad de cada una. No tenía nariz o labios, dejando ver su mandíbula y dientes putrefactos mientras babeaba y emitiendo chillidos escalofriantes, chillidos de dolor. La criatura estaba en posición fetal en una esquina de la cocina tratando de ocultarse en alguna zona oscura, encontrándola tras una isla en la cocina.

—Tu primer error fue mostrar señales de forma tan especifica llamando la atención en poco tiempo —decía Lex mientras ponía sal sobre el crucifijo—, eres el espíritu chocarrero más ruidoso que he visto hasta ahora, ¿Por qué será así?

Lex comenzó a caminar fuera del circulo pateando accidentalmente el circulo de sal, ocasionando que las llamas de las velas comenzaran a temblar como si aquella ráfaga de viento volviese, ocasionando que la luz comenzar a disminuir de forma considerable. Cosa que la criatura notó pues la sombra que le acobijaba comenzaba a extenderse, dejando de chillar poco a poco.

—Tu segundo error, fue intentar ahuyentarme desde un inicio —decía Lex acercándose más hacia la ubicación de la criatura—. Te seré honesto, si te hubieras quedado callado puede que me hayas hecho dudar sobre tu existencia. Ahora solo queda preguntarme, el porqué de tu existencia.

Al llegar al lugar donde la criatura se ocultaba, era demasiado tarde. Los cirios se habían extinguido completamente dejando a Lex en completa oscuridad. Debido a la potencia de la luz que había hace poco, este estaba encandilado, por lo que en la oscuridad solo podía escuchar jadeos y objetos arrastrándose a su alrededor, estando en desventaja en medio de la cocina. Los jadeos y ruidos se escuchaban a sus espaldas, los lados y frente a él, por lo que era difícil determinar la ubicación de aquella repugnante criatura. Lex comenzaba a mostrarse nervioso, su pulso se aceleraba y comenzaba a escucharse agitado. Podía sentir como una garra escalaba por su espalda causándole un escalofrió de ultra tumba mientras trataba de rezar para calmarse, pero debido a su voz temblorosa esto solo parecía serle divertido a la criatura. Lex podía sentir la respiración en su nuca, teniendo a la criatura sobre el. Pero esta se mostró confundida, al sentir como la respiración de Lex se controlaba de un momento a otro.

—Tu tercer error, fue creer que yo había cometido un error —dijo Lex con un tono de satisfacción en su voz.

En un movimiento rápido, Lex chocó el crucifijo con su encendedor, provocando que este se incendiara como si fuera yesca en una fogata. El crucifijo se vistió de unas llamaradas azules que iluminaban toda la cocina y sala, la luz de este era más fuerte que los cirios. Tomó el crucifijo haciéndolo estrellar en el pecho de la criatura sometiéndola contra una pared. Esta chillaba de dolor y miedo puesto que trataba de detener el crucifijo con sus manos y piernas, sin embargo las llamas quemaban y desintegraban su cuerpo poco a poco como si se tratase de una polilla en el fuego. Las llamas lastimaban severamente a este monstruo, pero para Lex el crucifijo seguía tan frio como siempre, sin sufrir ningún tipo de daño.

—¡Desterrado fuisteis del cielo! ¡Maldecido en la tierra Seréis! —Gritaba Lex mientras presionaba cada vez más el crucifijo venciendo la fuerza del monstruo— ¡El suelo que piséis en brazas se convertirán! ¡El aire que respiréis en tu pecho ardera! ¡Yo te destierro de esta vida y la siguiente! ¡En el nombre del Padre, Hijo…

Los brazos de la criatura se desintegraban por completo, llegando el crucifijo ardiente al pecho. Espíritu Santo —Terminaba Lex en el momento que la criatura comenzaba a estallar en llamas. Bastó solo con un roce de este crucifijo para que el cuerpo de este ser ardiera como si se tratara de simple papel en una vela. A pesar que se retorcía en el suelo estas llamas no desaparecían, consumiéndolo poco a poco. Las llamas acabaron con el monstruo, consumiéndolo por completo sin dejar ningún rastro. Donde pareciera que debía haber manchas de quemaduras de la criatura, estaba todo intacto. Después de esta sesión, Lex se dispuso a recoger sus cosas y comenzar a encender todas las luces de la casa mientras paseaba con él un cirio encendido, rezando una y otra vez el padre nuestro. En cuanto entraba a alguna habitación, comenzaba a revisar de forma superficial los artículos que encontraba: adornos, fotografías, etc.; como si buscara algo en concreto, sin saber realmente lo que era.

En lo que llegaba la familia de vuelta, Lex leía un libro forrado en cuero que cargaba en su chaqueta, un libro bastante antiguo puesto que las hojas se mostraban amarillas. Este libro, parecía estar escrito enteramente a mano con algunos dibujos que parecían más bien garabatos, al parecer era de este libro de donde había sacado la información necesaria para limpiar la casa. Un libro que había estado en el poder de sus manos desde la muerte de su padre. Siendo este un libro demasiado valioso para Lex, ya que al ver llegar a la familia, ocultó rápidamente este en su chaqueta.

—¿Entonces? Espero que ya todo esté en orden —decía el padre de la familia en un tono incrédulo—, ya me estoy hartando de los charlatanes.

—La casa está limpia su majestad —decía Lex mientras extendía su mano para estrecharla con la de aquel hombre.

El padre de familia después de titubear unos segundos, decidió extender su mano. Al estrecharse las manos, Lex apretó con fuerza la mano de este hombre tirando de esta hacia el mientras subía la manga del suéter que este portaba. Llamo su atención que bajo el reloj del hombre, había una mancha negra que rodeaba toda la muñeca parecido a un moretón.

—¿Suele usar el reloj tan apretado? ¿O es acaso que usted y la señora les gusta ponerse creativos en el dormitorio? —Decía Lex mientras revisaba la otra muñeca del hombre—. No lo creo, su otra muñeca está limpia.

—¡¿Qué mierda crees que haces cabrón?! —decía el hombre bastante molesto tratando de forcejear.

Lex sin decir nada y en un rápido movimiento, despojo al hombre de su reloj para examinarlo más de cerca con el uso de una luz ultra violeta que carga en sus llaves. Al pasar la luz sobre lo que sería la mica que protege el mecanismo de las manecillas, se notaban dos manchas extrañas en el número doce, y en la unión de las manecillas.

—¿Dónde compró este reloj, señor Matheus? —preguntó Lex aun inspeccionando el reloj.

—No lo compre en ningún lado, fue un regalo de la oficina al jubilarme —respondió el Señor Matheus en un tono despectivo.

—¿Hace cuánto fue que se jubiló? —preguntó Lex mirando nuevamente al señor Matheus.

—Si tienes que saberlo, hace dos semanas, ¿Por qué? —preguntó el señor aun molesto.

—Adivinare, después de recibir su obsequio, apareció ese moretón en su muñeca —decía Lex apuntando la mano del señor.

—Pues sí, pero es tan solo un moretón porque la correa me aprieta un poco —respondía Matheus algo confundido—. Me ha pasado antes con otros relojes.

—Pero antes no había sido maldecido —respondía Lex con seguridad en su voz.

—¡¿Maldecido?! ¡¿De qué mierda estás hablándome?! —gritó sorprendido el señor aferrándose de su muñeca.

—El espíritu del cual me hice cargo, es a lo que vulgarmente nos referimos como espíritus chocarreros —explicaba Lex mientras se acercaba a la familia—. Normalmente esos espíritus habitan edificaciones abandonas o muy viejas ya que adoran los rincones oscuros entre muebles. El problema es que estas cosas suelen aparecer desde que una familia se muda, no esperan años y luego comienzan a joder a los habitantes. Alguien envío ese espíritu para joderlo, la pregunta es ¿Por qué? Y también ¿Quién?

El señor Matheus comenzó a encogerse en si mismo lentamente con su mirada en shock, mientras su familia comenzaba a abrazarlo igual de asustados que él, temerosos con su hija comenzando a llorar un poco, preguntándose todos porque alguien haría algo así. Demers mientras salía de la casa y caminaba a su auto para marcharse, con una voz tranquila e indiferente les decía que no se preocuparan, que al exorcizar la casa se aseguró que el espíritu desapareciera por lo que no debían preocuparse.

—Por favor, no puedes dejarme así —decía el señor Matheus asustado—, te pagare lo que sea, pero por favor ayúdame a quitarme este hechizo de mí, ayúdame a encontrar al culpable.

—No soy chaman mi amigo —respondía Demers subiendo sus cosas a la cajuela—. Me dedico a exorcizar casas no a exorcizar personas, además esa clase de maldiciones son temporales, en un mes se te quitara la marca, y como dije antes, elimine el espíritu maligno. Ahora, si pudieras pagarme para irme que tengo que ir a casa a no hacer nada.

—Por favor, ayúdame a encontrar al que hizo esto, te pagaré bien lo juro —decía el señor mientras desde su teléfono realizaba una transferencia bancaria.

—Ya te dije, no soy chaman y no hago…—Demers se quedó callado al ver que en su cuenta se había transferido una suma de cuatro dígitos—. Puta madre, mira. Lo más que puedo hacer es decirte como borrar esa marca, y puedo ayudarte a identificar al hijo de puta que hizo esto, pero es todo.

La familia comenzó a emocionarse un poco ante la respuesta, mientras Demers ponía el reloj sobre el suelo de la calle, para comenzar a dibujar un medio círculo encerrando el reloj, usando la sal que le quedaba. Extendió el reloj dentro de este, dibujando con la misma sal dos líneas paralelas verticales que tocaban cada punta del reloj. Tomando una navaja de su bolsillo del pantalón, realizo un pequeño corte en su pulgar lo suficientemente profundo para dejar caer sangre sobre la mica, para después tomar un poco de agua de una de las licoreras, agua que al estar bendecida causaba una reacción extraña con la sangre. Murmuró unas palabras que la familia no pudo identificar bien, pero suponían se trataba de alguna oración pues finalizó con una persignación sobre el símbolo. Encendió un cigarro con su encendedor, para dejarlo caer encendido sobre el símbolo.

En cuanto las llamas tocaron el símbolo, este junto al reloj explotaron en una llamarada ardiente como si estuviesen sumergidos en una fundidora. Un fuego que comenzó siendo rojo se tornaba azul, mientras despedazaba todo en su interior, dejando solo cenizas en cuestión de segundos. Después de esto, Demers apago su encendedor de un soplido, pegando la parte caliente del metal en su herida del pulgar para cauterizarla, mostrando dolor en el proceso. Sobre las cenizas, dejo caer más agua bendita para forjar una especie de pasta con todo lo calcinado.

Tomó la pasta del suelo y sin avisar comenzó a untarla sobre la muñeca del señor Matheus a forma de pomada. Al esparcirla bien sobre la piel, desfajo al señor su camisa y con la navaja rompió un pedazo de esta para amarrarla como vendaje en la muñeca.

—Listo con eso debería bastar —decía Demers amarrando la muñeca—. Al incinerar el reloj lo que hice fue devolver el golpe a quien haya lanzado la maldición o el trabajo de brujería. Debería reunirse con sus ex colegas, estos tendrán la marca que antes tenía y así sabrá quien fue el que lanzo el hechizo.

—Entiendo, pero ¿Por qué me embarras esta cochinada? —decía el señor Matheus algo asqueado.

—Esta cochinada como dice, es un remedio Post-conquista en México —respondía Demers sacudiendo sus manos de los residuos—. Los sacerdotes de la época se toparon con los rituales en ese entonces paganos de los aztecas. Descubrieron que mezclando algunos rituales de la cultura Católica Española y los rituales religiosos de los Aztecas podían combatir trabajos de brujería de forma efectiva, sin importar quién o como se haya lanzado. Al quemar el reloj que sería el instrumento activador de la maldición, limpiamos la impureza que le rodeaba; el agua bendita es para purificar las cenizas. Lo pongo en tu piel para eliminar la marca, algo así como una pomada.

—Fascinante, ¿pero por qué me rompiste y amarraste un trozo de camisa? —preguntó el señor Matheus con fascinación.

—No tenía gazas y tuve que improvisar —respondió Demers con una sonrisa.

—Pudiste pedirme una, aquí tenemos en casa vendas —decía la señora Matheus con molestia en su voz.

—No quería incomodarla, sentía que abusaría de su confianza si la mandaba por vendas —respondía Demers.

Demers se dispuso a retirarse, no sin antes advertirles que esa pomada causaría un ardor insoportable por toda la noche, que por nada en el mundo debía retirarse la venda ya que eso significa que está funcionando. El ardor causado seria la señal que la maldición está peleando por mantenerse activa, pero que si se la retiraba. Ni todo el dinero en el mundo podría ayudarlo, ya que las cosas empeorarían.

Mientras Demers subía a su auto, podía escuchar como los ardores en la piel que le había advertido al señor Matheus comenzaban a hacerse presentes ya que podían escucharse algunos alaridos de dolor. Soltando una pequeña carcajada irónica para sí mismo, subió al vehículo bajando la ventanilla para terminar aquel cigarro que había encendido, contemplando el vecindario por la noche, con solo las luces mercuriales iluminándolo y solo los grillos como sonido ambiente. Mientras reposaba en su auto, Demers decidió revisar algunas notas en aquel cuaderno forrado en cuero, mientras de tanto en tanto daba una bocanada de humo a su cigarro encendiendo la radio, conectando su teléfono para escuchar música de techno soft.

A pesar de estar bastante concentrado en la música y su cuaderno, algo llamó su atención en la periferia de su ojo. En el espejo retrovisor, logró divisar una figura oscura como si portara un manto negro. Esta figura parecía estar lejos de él, ya que apenas podía darle forma al rostro, pareciendo estar completamente desfigurado como si la piel estuviera pegada a los huesos, sin ningún musculo, observando unos enormes ojos negros. Al principio, Demers no parecía darle importancia, como si aún no se percatara tal cual de lo que sucedía. Esto cambio cuando aquella figura comenzaba a caminar hacia el auto de Demers, retorciéndose como si sus extremidades se fueran a despegar del torso en cualquier momento. Esto hizo que Demers bajara inmediatamente del auto para ver mejor aquella criatura. Al poder tener mejor visión de lo que sucedía, observó como aquel ser se quedaba quieto, observándolo fijamente como si al tener a Demers de frente o al menos mirándolo directamente le evitara acercarse más. Como un depredador, buscaba a atacar su presa de espaldas. Ambos se miraron fijamente por unos instantes, como un duelo de miradas. El teléfono de Demers comenzó a sonar y vibrar dentro del vehículo, haciéndolo desviar la mirada del ser. Fue una distracción de apenas un par de segundos, sin embargo cuando Demers devolvió su mirada, aquella criatura ya no se encontraba por ninguna parte, como si solo se hubiera desvanecido. Decidiendo ignorar lo sucedido, pensando que lo más probable es que haya sido su imaginación o algún residuo de memoria debido a lo vivido hace poco tiempo, subió a su auto nuevamente para responder el teléfono, que recibía una llamada de Eliza.

—Si olvidaste tu llave, acuérdate que hay un repuesto bajo la tortuga de cerámica —decía Demers mientras observaba los espejos retrovisores—. ¿Qué dices? ¿Estas segura?

Demers pego su cabeza al volante mientras escuchaba lo que Eliza le decía. Todo indicaba que un amigo en común de ellos se había metido en un problema, pero que por la forma de reaccionar de Demers era como si no le sorprendiera. Le dijo a Eliza que él se haría cargo, ya que estaba cerca de Santa Esperanza. Al colgar la llamada, se dispuso a conducir para ayudar a este supuesto amigo.

El trayecto no sería largo, ya que ocurría algo curioso con el Distrito9 y Santa Esperanza, los cuales eran una dualidad uno de otro en todo sentido de la palabra. Eran los Distritos que más pegados estaban uno de otro, dividiendo las favelas y casas humildes de las enormes edificaciones urbanas un muro de concreto de 8 metros de altura rodeando toda la parte donde coinciden ambos distritos, sin duda una forma poco sutil de acentuar el estatus económico.

Demers llegó en menos de diez minutos al lugar en cuestión, parando una calle frente a una casa donde parecía haber una fiesta debido a que se escuchaba música alta y se lograban ver personas bebiendo y festejando, era como si supiera exactamente donde llegar. Miró un poco el terreno del lugar, para después sacar de su guantera un pequeño maletín con un cerrojo de seguridad biométrica. Al abrirlo, se encontraba dentro una Beretta de 9mm y un cartucho de ocho balas, con algunas otras guardadas en la parte inferior del maletín. Sin pensarlo dos veces, tomo el arma cargándola y guardándola de forma discreta en un bolsillo interno de su chamarra. Bajó del auto y se dirigió de forma discreta a la fiesta, entrando sin problemas ya que todos se encontraban distraídos por la música, charlando o bailando. Tomando una cerveza de la hielera que estaba en la cochera, comenzó a preguntar sobre su amigo, el cual después de preguntar a un par de personas, por fin le dijeron donde se encontraba, por lo que se dirigió rápidamente debido a que por la vestimenta de la mayoría, era obvio que estaba en territorio de Las Colonias.

Después de atravesar la casa, caminando entre un tumulto de gente bailando en los pasillos, intimando en los sillones y consumiendo estupefacientes, por fin logró salir a lo que era el patio de la casa. Había un conjunto de personas con los colores de Las Colonias, portando armas rodeando a un sujeto Rubio, con cabello lacio algo despeinado portando pantalones y teniendo su camisa en su mano, junto a una chica de cabello negro quien solo tenía una sábana cubriendo su cuerpo, era obvio que los habían encontrado con las manos en la masa.

—¡¿Ahora qué hiciste Johnny?! —gritaba Demers mientras se acercaba al tumulto de gente armada.

—¡Yo no hice nada! —gritaba el sujeto rubio de vuelta a Demers.

—¡Este pendejo se cogío a mi morra! —gritó uno de los cholos apuntándole con una revolver.

—Ah sí, solo eso —respondía Johnny algo avergonzado.

Demers se interpuso entre los cholos y Johnny a manera de defenderlo, mientras estos comenzaban a amenazarlo diciéndole que se moviera. Al parecer tanto la chica como los demás cholos conocían a Demers teniendo una amistad bastante extraña. Quien parecía ser líder de esa banda se acercó diciéndole que se quitara del camino o que por el contrario también la llevaría de perder junto a Johnny.

—No mames Guillermo ya guarda esa chingadera —decía Demers tratando de calmarlo—. Si los vecinos ven tu desmadre, te van a echar a la patrulla y aquí va a valer madre este pedo.

—Quítate cabrón y déjame tronarme a este pinche chapulín —Decía Guillermo bastante molesto.

—Déjame hablar con este pendejo, dame chanza —respondía Demers aun tratando de tranquilizarlo.

Guillermo al parecer decidió darle unos minutos, guardando su arma e indicándole a los otros que hicieran lo mismo, por alguna razón tenía confianza en Demers. Lex entonces, se reunió con la chica y Johnny, diciéndoles que él iba a arreglas las cosas, pero que para eso era necesario que ambos mantuvieran su boca cerrada ya que teniendo a todos esos cholos ebrios y enojados, todo se podría descontrolar de forma rápida. Tanto la chica como Johnny estuvieron de acuerdo con los términos de Lex, sin tener mucha opción.

—Entonces que pedo cabrón —decía Guillermo aun molesto—. No me vallas a decir que este pendejo es camarada por que los compas no se cogen las viejas de otros.

—Entiendo tu punto, y no, Johnny es un pendejo —respondía Demers de forma tranquila—. Pero sinceramente wey, tu sabes que en estas fiestas...

—¡¿Quién es tu vieja pendejo?! —grito la chica bastante enfurecida—. ¡Al menos Johnny no anda con sus pendejadas ni me habla nomas cuando anda caliente!

—Ya valió verga, gracias por nada —decía Demers mientras se quitaba de en medio para beber su cerveza en una silla de plástico que había cerca.

Guillermo nuevamente saco su arma apuntándoles a la chica y a Johnny, mientras este último miraba a Demers en busca de ayuda, sin embargo este se había puesto cómodo en la silla mirando su celular con su cerveza y una bolsa grande de papitas.

—¡Ya me tienes hasta la verga pinche vieja malagradecida! —gritaba Guillermo mientras apuntaba con su arma quitándole el seguro.

—¡Exacto cabrón! Es una malagradecida —decía Demers nuevamente poniéndose en medio sin soltar la bolsa de papas ni la cerveza.

—¿De qué hablas ahora tu cabrón? —preguntaba Guillermo confundido.

—Wey, te partes la madre todo el día, para comprarle cosas bonitas —decía Demers—. Todo para que llegues a tu casa y descubras que esta changa se come el plátano del árbol ajeno, menospreciando tu esfuerzo por la relación.

—No tienes idea wey, pinche vieja culera —decía Guillermo con su voz temblorosa tratando de no llorar, mientras bajaba su arma.

—Yo se wey, te entiendo cabrón —decía Demers mientras palmeaba la espalda de Guillermo —, pero dime, ¿acaso esta no es ya una relación toxica de ambos? Es obvio que no es la primera vez que le apuntas con un arma, ni será la última. Entonces, porque no dejarlo por la paz.

Guillermo abrazó a Demers comenzando a llorar y desahogarse por varios minutos, mientras este de tanto en tanto y sin llamar la atención seguía comiendo las papas y bebiendo la cerveza. Después de que Guillermo se desahogara, les dijo a la chica y a Johnny que se largaran de su casa en ese instante o que habría problemas.

—Tu si eres compa mi pinche Lex —decía Guillermo —, tú no eres culo como ese pinche güero mierdero. Dime wey, ¿Cómo te pago cabrón?

—Pagarme que o que, yo nomas vine por el Güero mierdero—decía Demers confundido.

—No hay pedo wey, tu si eres mi compa —respondía Guillermo insistiendo—. No me dejes así, y dime que puedo darte cabrón, por ayudarme a entender que esa pinche vieja no vale madre.

—Pues ya que insistes wey —decía Demers algo pensativo—. Échame unos kilitos de la que mató a Bob Marley ¿no?

Después de unas carcajadas de Guillermo y sus amigos, accedió a darle lo que sería un ladrillo de marihuana a su fiel amigo, quien por la expresión en su rostro sorprendido al recibir la cantidad, uno podía deducir que solo lo decía de broma, sin embargo no iba a desperdiciar la generosidad otorgada por los cholos locales. Después de esto, Demers se dispuso a irse junto con la chica y Johnny para llevarla a su casa, y posteriormente estos dos volver a sus hogares. Al llegar a la casa de la chica, Johnny bajó junto con ella para despedirla, pero esta despedida duraba demasiado pues se besaban y abrazaban en cada momento, desesperando a Demers.

—¡Tengo sueño ya despídanse a la verga! —gritaba Demers desde la ventana del auto.

Ambos al ver su momento arruinado, decidieron despedirse ya al fin. En el auto y de camino hacia Hollow Creek, Demers regañaba a Johnny. Al parecer no era la primera vez que ese drama se vivía ni era la única chica con quien había sucedido, siendo al parecer un comportamiento común en este último.

—Ya te había dicho que Kareli era problemática —Decía Demers mientras conducía y encendía un cigarro.

—Ya sé que si, al igual Eliza me lo repitió muchas veces —respondía Johnny mirando por la ventana.

—¿Si sabes que la morra mañana va estar con Guillermo otra vez verdad? —decía Demers —. Es el pinche juego toxico que traen esos weyes, o quizá es un fetiche raro. El caso, es que ella no te quiere realmente, nomás para coger.

—Creo que se lo que dices, y quizá tampoco yo la quiero —decía Johnny pensativo—. Pero te prometo que no volverá a suceder, realmente escalaron las cosas hoy. Pudo ser peor de no ser porque llegaste.

—Para alguien que puede ver y escuchar gente muerta —decía Demers—. Te cuesta mucho escucharnos a los vivos, pero por qué no, te daré el beneficio de la duda, quizá ya no te metas en estos problemas. Pero si lo harás de nuevo, que de perdido sea una chica distinta.

—Gracias, eso es todo lo que necesito de mi Pana —respondía Johnny chocando el puño con Demers—. Pero debes admitir que fue divertido hasta cierto punto.

—¿Qué un cholo te amenace con una pistola? —decía Demers de forma sarcástica—. Si claro, cuando vivía con mis abuelos en México era la diversión dominical preferida del barrio.

—No hablo de eso pendejo y lo sabes —decía Johnny de forma irónica—. Apuesto que es la primera fiesta que caes desde hace meses. Eliza y yo te hemos visto, muy apenas interactúas con otros seres humanos, necesitas relajarte, para ti solo es trabajo y más trabajo.

—¿A dónde quieres llegar Stiles? —preguntó Demers algo confundido.

—Es hora de que hagamos una fiesta —respondía Johnny—. Y por hagamos me refiero a ti, quieras ocultarlo o no tu casa es la mejor para una buena fiesta y lo sabes. Debes relajarte Lex, tanto trabajo y cero descanso volvieron loco al sujeto de El Resplandor.

—Jack Torrance, el tipo que dices es Jack Torrance —respondía Demers.

Mientras seguían en su camino hacia Hollow Creek, Demers hacia reflexión de lo que Johnny le decía. Era cierto que desde hacía más de un año, este no tomaba un descanso de su trabajo, provocándole trastornos en su ciclo de sueño. Pero fue cuando miro el retrovisor nuevamente, donde al ver aquella figura que le acechaba en Distrito9, sentada en el asiento trasero como si nada, mirándolo fijamente con esos ojos vacíos, fue cuando dijo: Tienes razón, quizá sí debería darme un descanso de vez en cuando.

28 de Febrero de 2022 a las 23:01 0 Reporte Insertar Seguir historia
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