matias-leon Matias Leon

Es un relato de un Cordobés cuando iba a cazar


Cuento Todo público. © Matías León
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De cacería en la espesa oscuridad

Muy buenas noches a todas y todos

Mi nombre es Eladio Fernandez y tengo 79 años.

Vivo en la ciudad de Cruz del Eje. Pertenece a la provincia de Córdoba Argentina.

Mi relato es cuando era mucho mas joven..


Todos los viernes a la 22pm me iba a cazar vizcachas al campo acompañado de mi rifle, Dios y la luna que era mi única luz en tan espesa oscuridad.

Las noches pasaban rapido y siempre regresaba con la comida para varios días


Un viernes de luna llena invité a mi hijo a su primera cacería lo cual antes no lo llevaba porque no mostraba interes. Pero siempre necesitaba ayuda para traer las liebres del campo hasta la camioneta.


En el viaje hasta el lugar le contaba que teniamos que ser lo mas sigilosos posible. Un solo ruido fuerte y se escapan en manada todas nuestras presas.


Llegamos al lugar y bajamos. Obviamente solo yo manipulaba el arma ya que mi hijo era menor y no queria un accidente!

Nos adentramos en el campo donde las estrellas eran como luciérnagas y la luna llena era mi farol para ver el camino a las cuevas.


Lo mas curioso y aterrado cuando nos adentramos en lo mas profundo del campo fue ver a todas las vizcachas congeladas, como si fueran estatuas mirando la luna llena

Nunca en mis años de caceria pude ver ese comportamiento.

Aproveche el momento y efectue el primer disparo

Luego el segundo y así en menos de 3 minutos ya teniamos mas de veinte vizcachas listas para llevar a la camioneta.


Cuando las atamos en las bolsas y nos las colgamos al hombro, al girar nuestras cabezas se nos presenta una una vizcacha. Pero no cualquiera! Estaba parada en dos patas y medía 2 metro de alto con trensas gruesas que caían por detras de sus orejas y sus ojos rojos como brazas me erizaron la piel.


Mi hijo empezó a gritar y llorar, como pude levante el rifle, apunté y efectúe tres disparos con los ojos cerrados.

Las valas sólo golpeaban el cuero y caían al piso como si fueran piedras que golpeaban la arena.

Agarré a mi nene de la cabeza y nos tiramos al piso, yo cubriéndolo empezé a orar mientras llorabamos ante ese aterrador monstruo.


Despues de estar arrodillado abrazando a mi hijo levanté la cabeza y ya no estaba, se fue sigilosamente sin dejar huellas ni rastro alguno.

Con todo el temor del mundo dejamos lo que habíamos cazado y huimos de ese lugar.


Hasta el día de hoy recuerdo sus ojos, su altura y esas trenzas bien armadas que caían por detras de sus orejas.

Desde esa noche, solo me dediqué a cazar de día..

17 de Enero de 2022 a las 01:22 0 Reporte Insertar Seguir historia
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