ManuAstudilloAlmeida Manu Astudillo Almeida

Renato y Luis viajaron con sus novias a una ciudad cercana para festejar el fin de semestre. Los acompañó Daniel, el hermano mayor de una de las mujeres, quien condujo todo el camino. Festejaron toda la noche y, a la madrugada, un grito los despertó. Encontraron a uno de ellos muerto en la bañera. ¿Quién fue el asesino? ¿Cuál sería su motivación?



Suspenso/Misterio No para niños menores de 13. © Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0

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Luis esperaba sentado en las gradas de la entrada a la universidad. Vestía pantalón jean entubado color negro, botas de caña alta café, camiseta blanca en v. Eran las nueve de la mañana de aquel miércoles y fumaba su quinto cigarrillo. Inhaló una pitada más y una pizca de ceniza cayó en su corta barba de tres días. Se la sacudió con la mano derecha y acto seguido se acarició su cabello negro, enviando hacia atrás los mechones que les estorbaban en la cara. Desde que terminó el colegio, había dejado crecer su cabellera y hoy, a sus veintitrés años, le llegaba hasta la altura de la clavícula. Inspiró su tabaco una vez más y después acomodó sus gafas oscuras que ocultaban unas incipientes ojeras, provocadas por las largas noches dedicadas a estudiar para los exámenes finales. Las gafas ocultaban también sus grandes ojos negros, brillantes, su arma de seducción preferida. Mientras fumaba, acariciaba el dorso de su mano izquierda, recorría las prominentes venas, un anillo plateado colocado en el dedo medio. Sus dedos eran largos y delgados; y sostenía el cigarrillo con las falanges medial.

Dos días más y terminaba el semestre. Estaba cansado y deseaba con ansias que por fin llegara el viernes, cuando podría viajar a Santo Domingo de los Colorados a 150 km de distancia. En este lugar, los padres de Renato, su mejor amigo, tenían una casa de campo que pasaba desocupada la mayor parte del tiempo. El plan era perfecto: Luis viajaría con su novia Paulina, la mujer más hermosa de la Universidad Benalcázar donde estudiaban. Era una mujer alta y delgada; cabello lacio castaño, largo hasta la cintura. Su cara ovalada, con labios grandes que, casi siempre, los pintaba de fucsia. Su nariz un poco gruesa y sus grandes ojos verdes la hacían perfecta. Junto a ellos iría Renato, un muchacho de veintidós años de edad, medía 1,79 de estatura, cuerpo fibroso, su cabello, castaño oscuro, lo llevaba muy corto a los lados y largo en la parte superior. Lo peinaba hacia atrás. Era lampiño. Quijada recta, nariz delgada y ojos pequeños marrón oscuro. Por su actitud extrovertida, su virilidad y su buen sentido del humor, pudo conocer cientos de mujeres desde los trece años. En este momento tenía una ‘relación abierta’ con Lorena, una chica que conoció en un bar dos semanas atrás, y con quien disfrutaba su tiempo libre. Luis aún no la conocía.

Renato llegó, se sentó junto a Luis y le quitó el tabaco de los labios. Le dio dos pitadas y dijo:

- ¿Cómo va lo del viaje?

- Está todo preparado. Ya compré las cervezas y el whisky para entrada la noche. Pero mi papá me quitó la licencia de conducir y no hay quien maneje.

- No jodas… ¿Por qué te quitó la licencia?

- Mi papá descubrió que el viernes pasado manejé algo tomado.

- Ya sé… dile a Daniel que nos acompañe. Él sabe manejar y, si sabe que voy a ir, seguro querrá acompañarnos.

- ¿Al hermano de Paulina? No creo que quiera. ¿Qué va a hacer? ¿Cargarnos el arpa o pasarnos los condones? – Rió – pero igual le voy a decir. Espero que mi viejo nos preste el auto.

- Debemos buscar la forma. Una oportunidad así no se nos vuelve a presentar. Te das cuenta: nuestras chicas borrachitas y en bandeja para disfrutarlas.


El día viernes, por la tarde, tomaron el auto de los padres de Luis y viajaron fuera de la ciudad. En el asiento de atrás viajaban Lorena y Renato quienes no desaprovecharon la oportunidad para besarse y tocarse bajo la ropa. Lorena era una mujer muy bella. Su cabello muy largo, castaño claro con rayos color rubio. Mirada intensa gracias a sus ojos marrones. Nariz gruesa y labios grandes perfectos. Era muy delgada y usaba ropa entallada a su figura. En el asiento del copiloto estaba Luis y su novia sentada sobre sus piernas.

Manejaba Daniel lleno de ira. El muchacho era delgado y medía 1,80 de estatura. Su boca era pequeña al igual que sus ojos oscuros. La nariz delgada, cuya punta estaba dirigida al suelo. Era misántropo, por lo cual sufrió de acoso durante su adolescencia. Tenía veintisiete años.

Llegaron al lugar y Luis bajó para abrir una puerta negra grande de hierro fundido, cuyas bisagras hicieron un ruido incómodo. En el auto avanzaron cerca de diez metros, atravesando un camino de tierra rodeado por árboles frutales frondosos, hasta llegar a una casona. Ingresaron y encendieron las luces. La sala era espaciosa con un gran ventanal que iba de pared a pared. Había tres sillones grandes, muy antiguos, de color beige. En medio, una mesa cuyo tablero era de vidrio, sobre el cual se desplegaba una capa, de medio centímetro, de polvo. Más adelante una vetusta mesa de metro y medio de largo, con seis sillas de estilo decimonónico. Junto a la puerta de madera, se veía una escalera de madera tipo caracol. Los adornos de los pasamanos con figuras de animales inventados, estaban detallados con minuciosa precisión.

Los jóvenes limpiaron un poco la casa, llevaron sus cosas a las respectivas habitaciones y, después de media hora, bajaron para preparar la fiesta. Renato encendió un parlante con entrada USB, a la cual conectó su celular para seleccionar las mejores canciones del momento. Luis bailaba con su novia y Renato hacía lo mismo con Lorena, tiempo después intercambiaron parejas y continuaron celebrando. Daniel estaba sentado en uno de los sillones. Fumaba un porro mientras veía a Renato bailar. Imaginaba estar con él, ser abrazado por sus fuertes brazos, acariciando su prominente pecho, lamiendo el tatuaje de media luna que llevaba en la parte de atrás de su cuello. Minutos después se sintió mareado, se despidió de todos y subió a su recámara.

Ambas parejas cayeron por el cansancio y el alcohol. Se sentaron en uno de los sillones y empezaron el juego de caricias, besos y retiro de prendas. En eso, Renato se quedó dormido.

- Renato, Renato… ¿Qué pasa? – preguntó Lorena.

- Seguro ya está borracho. Mejor deja que se duerma y a lo que se despierte continuamos – sugirió Paulina.

- Vamos, yo lo llevo – terminó Luis, quien lo cargó en brazos hasta su habitación y lo recostó en una cama de dos plazas.

Lorena estaba nerviosa y preocupada. Prefirió quedarse junto a Renato. La mujer se desvistió y se quedó solo con su cachetero rosado y un brassiere del mismo color. Al dejar el resto de ropa dentro de un viejo armario, gritó. Paulina llegó al instante.

- ¿Qué pasó?

- Mira, mira – respondió Lorena, muy asustada, señalando un cráneo que estaba dentro del clóset.

- ¿Qué hace esto aquí? Parece que es real.

- ¡No me importa! Por favor llévate eso lejos de aquí.

- Sí, tranquila. Ya te traigo un vaso de agua.

Minutos después, Paulina y Luis se enceraron en su habitación. Solo ellos pudieron cumplir el plan original esta noche.


Un grito ensordecedor a las cinco y cuarto de la mañana fue el atisbo de la tragedia. Era Daniel quien estaba desesperado en la puerta del baño. Renato seguía durmiendo; pero Paulina y Luis llegaron corriendo y gritaron al ver el piso de baldosa lleno de sangre. Luis, envalentonado, abrió lentamente la puerta que conducía a la ducha. Lorena estaba muerta. Había sido apuñalada. Luis tomó su celular para llamar a la policía pero Paulina lo impidió, diciendo que tenían drogas y esto los metería en mayores problemas.

Los tres cavaron un hoyo en el patio y la enterraron superficialmente hasta pensar mejor las cosas. Le dirían a Renato que ella regresó a la ciudad por la mañana. Pasado el mediodía, este despertó y, al enterarse de la supuesta decisión de Lorena, fue a buscarla pero el auto había desaparecido. La llamó por teléfono varias veces pero nunca contestó.

Tiempo después, Paulina y su hermano salieron a caminar. En la casa los amigos conversaron hasta acabar lo que sobró de las bebidas. Antes de llegar al estado de inconsciencia total, Luis empezó a hablar:

- ¡No puedo más! Debes saber la verdad. Lorena apareció muerta en el baño y no sabemos como sucedió.

- ¡Lorena muerta! – Gritó Renato – debe ser una broma.

- Daniel la encontró en la ducha hoy en la mañana.

Renato se levantó. Golpeó las paredes, lanzó varias cosas al piso y lloró de los nervios.

- Seguro que fue ese maricón. Él siempre quiso algo conmigo y por eso mató a Lorena. Recuerdas que te conté que él me espiaba mientras me bañaba en el gimnasio. Ese hijo de p…

- Tienes razón. Debió ser él.

- ¿Qué vamos a hacer? Nos van a culpar a todos.

- Tranquilo. Enterramos a Lorena en el patio de atrás. Por la noche la sacamos y vemos alguna quebrada o algo para dejarla.

Renato se sumió en un estado de nerviosismo. Fumaba desesperadamente, ensimismado, llorando. Afortunadamente no me enamoré de ella- pensó. Tiempo después habló:

- Debemos hacer algo contra Daniel – sugirió frenéticamente– Esto no se va a quedar así. De la misma forma como mató a Lorena, así debe morir.

- Mejor guarda la calma. Te vas a joder la vida matando a hijo de p...

- ¡No me importa! Borraremos cualquier evidencia para que no nos involucren. Más de noche te busco y conversamos para pensar bien lo que vamos a hacer.

Los hermanos llegaron de su paseo y encontraron a Renato al pie de la tumba improvisada de Lorena. Estaba llorando y fumaba un cigarrillo para calmar su desesperación. Al ver a Daniel, lo insultó y le asestó varios golpes. Paulina los separó y subieron corriendo a la habitación. Al anochecer, Renato entró al cuarto de Luis y lo despertó.

- ¿Ya pensaste cómo nos vamos a deshacer del maricón? – dijo en voz baja, para que Paulina, quien estaba en el baño, no escuche.

- Me da miedo… pero no te voy a dejar solo en esto. En la bodega hay un rifle. Llevamos a Daniel al bosque y le disparas. Tiene que ser lo más lejos posible para que Paulina no se entere.

- Está bien. Vamos – dijo Renato. Caminó algunos pasos y se desvaneció. Paulina salió del baño y lo vio en el suelo.

- ¿Qué pasó?

- Desmayó de nuevo. Lo voy a llevar a su habitación.

- Esto es sospechoso. Voy a preguntar a Daniel, a lo mejor sabe algo.

- ¡Espera! Mejor no le digas nada. Acompáñame a dejar a Renato en su cuarto.

Después de acostar al muchacho, la pareja fue a su recámara y cerraron la puerta.

- Renato y yo tenemos la sospecha que tu hermano mató a Lorena. Es mejor que no le digas nada.

- ¡Mi hermano un asesino!

- Sabemos algunas cosas y él es el único que pudo haber sido. ¿No has notado algo extraño en él?

- Su conducta siempre ha sido rara. Mis papás gastaron mucho dinero en su tratamiento.

- ¿Tratamiento?

- Hace algunos años descubrí a Daniel tratando de envenenar a mi mamá. Por eso estuvo internado en una clínica, pensamos que ya estaría bien.

- Debes alejarte de él. Paulina no quiero que te pase nada, te amo – dijo Luis asustado.

- No te preocupes, yo sé cómo controlarlo. También te amo – terminó Paulina y lo besó en los labios. Luis se dio vuelta para buscar un saco y vio un cráneo sobre una mesa.

- ¿Qué es esto?

- No sé. Ese mismo cráneo estuvo en el cuarto de Lorena anoche. Tengo miedo – dijo Paulina y abrazó Luis.

- No pasa nada, tranquila. Debemos buscar algún lugar para dejar el cuerpo de Lorena.

Nuevamente un grito de Daniel al amanecer alarmó a todos. Luis estaba en las mismas condiciones que Lorena la noche anterior. Renato culpó a Daniel y lo golpeó. Paulina entró y los separó. Le gritó a su hermano que se encierre en la habitación.

- ¿Por qué golpeas a mi hermano?

- Luis está muerto. Daniel lo mató.

- ¡¿Qué?! – gritó Paulina y corrió al baño. Vio a Luis con una herida en el pecho. Estaba cubierto de sangre. Se arrodilló y lloró.

Permanecieron en silencio mucho tiempo. Después conversaron. No sabían qué hacer con los cuerpos y no querían ser vistos como culpables. Renato decidió llamar a sus padres y ellos venían en camino. Analizaron a Daniel. Paulina contó que su hermano permaneció dos años en una clínica psiquiátrica por intentar asesinar a su madre. Ahora solo quedaba esperar que lo lleven a la cárcel o al manicomio.

Daniel durmió todo este tiempo. Despertó con un fuerte dolor de cabeza y buscó entre las cosas de su hermana alguna pastilla, de las que ella tomaba a diario. Entre las cosas que guardaba encontró un frasco de GHB, utilizado para dormir a las personas. Descubrió también un sobre amarillo. Lo abrió y encontró fotos de Paulina y de Renato completamente desnudos, manteniendo relaciones sexuales. Soltó las fotos y vio caída una carta doblada. Fue escrita por Renato pidiéndole perdón por no poder amarla porque sabía que Luis estaba enamorado de ella. El escrito delataba su relación desde hace tres años. Daniel se sentó en el piso a llorar.

Recordaba las torturas que vivió en la clínica donde sus padres lo internaron para corregir sus ‘desviaciones’ como las llamaban. En este lugar fue sometido a descargas eléctricas. Fue golpeado brutalmente e incluso abusado sexualmente por sus compañeros y enfermeros. Recordaba también a Renato, su amor frustrado.

Su hermana llegó y vio todas sus cosas esparcidas por el cuarto. Ella lo golpeó como lo hacía constantemente.

- ¡Estás loca! Tú los mataste para quedarte con Renato. Voy a contarle todo – gritó Daniel.

- ¡Cálmate! Déjame explicarte. Hermanito ven, abrázame. En verdad estoy mal. Ayúdame – dijo mientras las lágrimas corrían por su rostro. Luis la abrazo, temblando de miedo. Paulina levantó un poco su pierna y sacó un cuchillo que, al instante, enterró en la espalda de su hermano.

- Perdóname… tenía que hacerlo – dijo Paulina, bajando simultáneamente con su hermano hasta recostarlo en el piso.

Renato llegó y encontró la atroz escena que delataba a la verdadera asesina.

- ¿Qué hiciste?

- Mi amor… ahora vamos a ser felices como siempre quisimos.

- Te dije que lo nuestro no podía ser. Solo era sexo ¿Cómo pudiste hacer esto? ¡Suéltame!

- Siempre te he amado. No me arrepiento de haber hecho todo esto.

- Yo no voy a estar con una asesina ¡Me das asco! – terminó Renato, se dio vuelta y caminó rápidamente para tomar su celular; pero al instante desmayó de nuevo.

- No te preocupes, yo me encargaré de hacerte feliz.

Paulina recogió las cosas que estaban regadas y las guardó junto a su ropa. Fue al cuarto de Renato y recogió algunas de sus pertenencias en otra maleta. Bajó a la entrada de la casa donde dejó el equipaje y caminó varios metros hasta encontrar el auto que lo había escondido la noche anterior. Subió de nuevo a la habitación y, con mucha dificultad, bajó a Renato y lo subió al vehículo.

Volvió a la casa para limpiar las manchas de sangre y cualquier evidencia. Bajó arrastrando el cadáver de su hermano y lo enterró junto al cuerpo de Lorena y el de Luis.

Arrancó el auto y se fueron sin dejar ninguna huella. Solo la luna fue testigo de lo acontecido.

-FIN-



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Esta es una de las primeras historias que escribí. Empezó como un cuento para radioteatro (2010), después como un guión para cortometraje, que fue filmado y presentado como trabajo universitario (2012) y ahora la presento en esta plataforma. Gracias por leerla y espero sus sugerencias.
21 de Septiembre de 2017 a las 12:02 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

Conoce al autor

Manu Astudillo Almeida Escribo... Para poner en orden mis ideas. Para que mi pensamiento y evolución se plasme en cada personaje. Para que la historia de ficción, pendiente en mi mente, se funda (sin demarcar) con la historia del mundo. Para que cada párrafo sea un reto investigativo y poético. Para vivir mis frustraciones a través de seres ficticios. Para revivir mi pasado que, muchas veces, pareció fantasía.

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