alksander-dawntower Alexander Darktower

2032. El colapso de EE.UU, la caída de la Unión Europea, el desastre de China y la guerra de corea, han generado consecuencias nefastas a lo largo del globo, y Chile no es la excepción. Tras el inicio de una dictadura, igual o peor que la vivida entre 1973 a 1990, algunos grupos intentan sublevarse contra el nuevo régimen. Algunos con menos éxito que otros. Acompañen a Alex, Kancero, Juan y Rodrigo, en este Chile distopico, donde se da origen a la Operación Siglo XXI, aquella que promete revertir todo el mal que esta ocurriendo.


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Luthor I

“Kasuka ni terasareta tsuki no michi

Bokura wa doko e yuku no darou?

Kasuka ni yureru kojou no tsuki

Imada minu mirai o utsushite yo”

-¿Sabes que te puede pasar si alguien te encuentra escuchando eso?

-Me da igual, soy un funcionario del Ministerio de Defensa y Control Ciudadano, nadie se atrevería a tocarme si quiera un pelo.

La lluvia caía a través de la ventana del auto en el cual viajábamos. Eran las siete de la mañana, y poco a poco se podía ver a personas y vehículos salir a las calles, luego de finalizar el toque de queda.

Dos años de dictadura, oh, lo siento, dos años del “glorioso gobierno del salvador Santoro”. Menudo hueón, pero es el que por desgracia nos tocó.

Durante años, la gente decía que no se volvería a repetir lo del 73’, pero mírenos ahora, sesenta años después y de rodillas ante otro pequeño Pinochet. Como era de esperar, las crisis nos vuelven más huevones de lo que ya éramos, pero esta vez nos pasamos un poco demasiado.

La crisis económica había sido más fuerte de lo que habíamos previsto. La economía estadounidense se desplomo luego de la mala gestión de Trump, seguida por los conflictos raciales en aquel país; el colapso de la Unión Europea tras la anexión de los estados del Báltico por parte de Rusia a inicios de la década del veinte; la caída de un meteorito en China que provoco un colapso de la economía del gigante asiático; la guerra de corea en el 28’ y finalmente la sublevación de la armada, la cual tomó Valparaíso, arrestando a los parlamentarios y provocando la dimisión del gobierno.

Ahora, el general Santoro se hizo con el poder. Al comienzo prometió restablecer el orden y la paz, dejando el poder cuando las cosas se estabilizaran. Pero eso no ha pasado. La situación económica sigue tambaleante, además del surgimiento de un grupo considerado terrorista por el gobierno, el autodenominado Batallón Libertad, un grupo de insurrectos que buscan derrocar el gobierno e intentar reinstaurar el gobierno democrático previo al golpe. Una labor bastante difícil.

-¿Tienes demasiado trabajo hoy?- Antonia era mi compañera de viaje y trabajo. Llevábamos algunos meses trabajando en la misma oficina. Nos habíamos conocido años atrás y desde entonces éramos amigos, aunque siempre trato de mantener cierta distancia.

-No demasiado, lo rutinario-Le respondí mientras nos acercábamos a la oficina. Por razones obvias, había detenido la música. No me la jugaría con los militares cerca.

Todos los días pasábamos por el centro de la ciudad. Siempre me había gustado ver la gran bandera flameando. No la azul, blanca y amarilla con la estrella roja en el centro, si no que la blanca, azul y roja, aquella que había visto durante las primeras tres décadas de mi vida y que había sido nuestra bandera durante décadas. Aunque la bandera había cambiado, la moneda seguía igual. Se estaban realizando trabajos de ampliación de las instalaciones, pero en el subsuelo, aprovechando las nuevas técnicas de construcción que daría más seguridad al emblemático edificio.

Nuestra oficina quedaba a pocos metros de la moneda y a escasos metros de las ruinas de la otrora casa central de la Universidad de Chile. Algunos ilusos contrarios al nuevo gobierno habían tomado el edificio, enfrentándose a carabineros. Lo que no se esperaron, fue que un tanque Leopard les volara la entrada a pedazos, y que luego los “boinas negras” les cortaran las cabezas. Luego de aquello, el edificio se dejó en ruinas como un recordatorio de que les ocurre a quienes intentan desafiar la autoridad del gobierno.

Aquel episodio de violencia fue el primero de muchos. No por nada nuestras cárceles pasaron a estar repletas y luego a estar completamente vacías. Ciertamente las listas de espera por trasplantes no desaparecieron por obra divina.

-Te noto algo cansado-dijo ella al bajarnos-tienes más ojeras que de costumbre.

-No es nada-Le dije sonriendo-es solo que tuve problemas para conciliar el sueño.

-Igual que todos-Un mecho de cabello colorín le había cubierto el ojo derecho, aquellos ojos oscuros pero dotados de cierto atractivo-es difícil dormir bien con todo lo que a pasado.

-Si…ciertamente no se puede saber que es vivir una dictadura hasta que estas en una,

-Espero que nadie te escuche decir eso-Estaba nerviosa, como cualquier persona con algo de materia gris entre las orejas-eres bastante despreocupado.

-Siempre lo he sido-Le respondí encogiéndome de hombros-llevo treinta años buscando la muerte y nunca me ha encontrado. Así que dudo que lo haga ahora. Sería bastante cómico.

-No tienes respeto por nada, ¿sabías?- Siempre que tocábamos el tema se cruzaba de brazos y me miraba molesta.

-Por algo trabajo aquí, ¿no lo crees?

-Estamos aquí porque necesitamos trabajar-Dijo en voz baja-. Estamos en el trabajo más seguro de este país.

-Y el más peligroso-Le recordé

-La ciudad está llena de militares, nadie se atreverá a intentar algo, y menos contra nosotros.

-Si tú lo dices.

Siempre éramos de los primeros en llegar a la oficina. Ella más que nada por acompañarme. Yo, porque no soportaba estar en casa. Aquel lugar me agobia y asfixia. Mi hogar está lejos y en manos de los terroristas. Mientras las calles de esta inmunda ciudad están infestadas de militares y narcotraficantes. Los primeros son incapaces de acabar con los segundos. Y si aquellos documentos que encontré son ciertos, la razón es que los protejan.

A veces me da miedo seguir hurgando en aquellos documentos, pero mi curiosidad es más grande. Además, ¿Qué es lo peor que puede pasarme? La muerte sería un regalo luego de todos estos años.

¿Qué me diría el yo de hace quince años si me viera trabajando en este lugar? ¿Qué me dirían mis padres al verme trabajando para un dictador? ¿Qué me diré yo mismo el día que muera?

El reloj suena, ya son las ocho y los últimos trabajadores ya han llegado a sus oficinas. Cada día más papeles se amontonan en el Ministerio. Hace décadas que no tenían tanto trabajo como ahora. Ministerio de Defensa y Control Ciudadano. Más bien de represión ciudadana, aunque eso es trabajo para el Ministerio de Justicia y Pacificación Interna, otrora Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Como cambian las cosas en poco más de una década. 

11 de Septiembre de 2017 a las 02:01 0 Reporte Insertar Seguir historia
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