alksander-dawntower Alexander Darktower

Silvamia, una tierra fría y tranquila, durante generaciones a sido el hogar de los temidos señores vampiros y sus ejércitos de "andantes", criaturas sin voluntad que obedecen todas las ordenes de sus amos. La incapacidad de matarse entre ellos, los ha llevado a unirse y hacerse cada vez más fuertes. Pero los seguidores del "hombre flagelado" y los cazadores errantes, se han dispuesto a enfrentarlo. Fríos y oscuros vientos se alzan desde oriente, y con ellos una oscuridad más terrible llegara a alterar la estabilidad de la zona.


Fantasía Todo público. © Todos los derechos reservados

#Vampires #Hombres-lobo #cazadores #Castles #Magic #Oscuridad
0
13.3mil VISITAS
En progreso
tiempo de lectura
AA Compartir

La fría Silvamia.

Alderan es un pequeño pueblo en medio de la inmensa meseta de Silvamia, ubicada al otro lado de los Alpes de Carpacia, en la zona más occidental de Antigua, el llamado continente “occidental” para los Aurelianos.

El valle goza de una enorme belleza, con amplias planicies, enormes bosques milenarios, cataratas, grandes ríos navegables y los siempre imponentes Alpes que cubren todo el horizonte. En estos hermosos paisajes, se vive una antigua y sangrienta guerra, que ha terminado con tantas vidas que ya es imposible calcular cuantas.

En medio de uno de estos bosques, tres hombres, tres de los llamados ejecutores errantes, persiguen a toda velocidad a un hombre que se escapa de ellos. Los ejecutores son fácilmente distinguibles por sus atuendos oscuros, generalmente de color café oscuro o negro con rojo, portando un sombrero de ala ancha, con el rostro generalmente cubierto o con una barba muy larga, llevando siempre dos pistolas al cinto, seis dagas y una espada de acero vareliano, siendo distinguidos por su símbolo de un hombre despellejado en una cruz. Estos hombres, fervorosos creyentes, fanáticos, cruzan toda Silvamia dando caza a los llamados ejércitos de la oscuridad, comandados por los terribles señores bebedores de sangre.

El bosque era cada vez más espeso y difícil de transitar, teniendo muchos troncos podridos en el suelo, lo cual dificultaba aún más la persecución. La niebla solo permitía ver a escasos metros por delante, pero para la fortuna de los perseguidores y la desgracia del perseguido, los primeros contaban con una excelente vista y un gran olfato. El primero de los ejecutores, un hombre alto de unos dos metros, corpulento, muy fuerte, con una barba negra larga y canosa, con unos ojos sombríos como la noche, la mirada serena a pesar de la persecución, denostaban la gran experiencia de aquel que dirigía al pequeño grupo de ejecutores. Conocido como “el viejo lobo”, un experimentado ejecutor con más de cuarenta años trabajando para la orden de la luna llena, tenía un gran conocimiento del terreno y sabía cuándo alguien le mentía. A pesar de su edad, unos cincuenta y cinco años, todavía era capaz de pelear tan bien o incluso mejor que cuando estaba en sus años mozos. Su compañero más joven, apodado “cachorro gris” era el hijo del viejo, de apariencia similar a su padre, aunque siendo un poco más alto, superando los dos metros diez centímetros, y además por tener una cicatriz que pasaba desde lo alto de la frente, pasando por el ojo derecho y el labio, hasta llegar a la barbilla.

Aquel que seguíamos era un hombre delgado, de no más de un metro setenta, de piel extremadamente blanca, ojos de color lila, con un cabello negro un poco largo y descuidado. Su ropa era una elegante tenida, una camisa blanca y el resto de su ropa de color negro a excepción de su cinturón rojo, siendo toda ropa muy elegante, la cual mostraba la alta cuna de la cual proviene. Aquel sujeto, a pesar de la ropa que llevaba, era sumamente rápido y ágil, pudiendo esquivar los obstáculos naturales, árboles caídos, ramas, hojas secas, e incluso un lobo que le salió al paso.

La carrera se hacía cada vez más intensa, siendo una verdadera cacería para intentar matar aquel individuo que huía como si de un fantasma se tratara, salvándose de todos los disparos que efectuamos en su contra. El inmenso bosque pronto estaba por terminar, acercándonos cada vez más a la salida, pudiendo ver los rayos de luz de la luna a la salida. Una vez saliéramos aquel sujeto no tendría oportunidad contra nosotros, ya que a campo abierto le sería más difícil escapar, más aun si tenemos a la luna de llena de nuestra parte.

Nuestros corazones se aceleraban a medida que nos acercábamos a él, pero también era innegable aquel extraño presentimiento, aquella raza sensación que encogía nuestros corazones a medida que nos acercábamos a la salida, como si supiéramos que algo nos estaría esperando ahí fuera, al asecho, amparados en la noche, bajo la luz de la hermosa luna y en medio del inmenso frio característico de Silvamia.

El primer en salir detrás del perseguido fue el “cachorro gris”, siendo seguido de su padre quien iba muy cerca de él, mientras que yo fui el último en salir de aquel bosque, aunque a la salida quede cegado por la fuerte luz de la luna, la cual daba directo en mis ojos. De inmediato recupere la concentración, dándome cuenta que mis compañeros se habían detenido a la salida. Grande fue mi sorpresa al ver que aquel que perseguíamos se había detenido al frente de nosotros…solo que no estaba solo.

Por primera vez mi corazón latía tan rápido, mi sudor era tan frio y mis manos temblaban tanto…era la primera vez que veía de frente a un ejército completo de un señor de los vampiros. Como si todo hubiera estado planeado, un grupo de unos seis vampiros lo esperaban a la salida, junto a centenares de sus andantes, los cuales estaban armados y preparados para el combate. “Pobres cachorros” dijo aquel el vampiro mientras nos miraba, teniendo su cara iluminada por una gran sonrisa de satisfacción al habernos llevado directo a su trampa. En efecto, estábamos encerrados, completamente rodeados por centenares de enemigos, a los cuales jamás podríamos vencer, ni siquiera teniendo a la luna de nuestro lado, aunque tampoco nos iríamos sin luchar…

El primero en lanzarse al combate fue el cachorro, quien recibió una bala de plata directo en la frente, muriendo antes que si quiera pudiera acercarse al vampiro. La muerte de su hijo enfureció al viejo lobo y a mí también, pero antes que me lanzara de cara contra los vampiros, me detuvo y me ordeno que me fuera, que no podía morir en aquel lugar. Intente rehusarme, pero una bala en el brazo cambio mi parecer…herido, no tuve más remedio que huir, viendo como el viejo moría, luego de recibir al menos diez disparos, aunque antes de caer logro destrozar el cuello de un vampiro y atravesar su corazón con una de sus dagas, aunque otros dos comenzaron a chupar su sangre hasta dejarlo vacío. De un momento a otro había perdido a mis compañeros de los últimos dos años…

El escape de aquel lugar fue mucho más tortuoso que la persecución anterior. Malherido, sangrando, iba dejando un claro rastro para los vampiros, quienes enviaron a tres de los suyos para tratar de darme caza. Que gran ironía, el cazador siendo cazado. Nos había tomado dos meses poder dar con el paradero de aquel vampiro y darle caza, pero ahora, era este quien nos había llevado directo a su trampa, cazándonos uno por uno antes que si quiera pudiéramos reaccionar, viéndome obligado a huir, como un cobarde, sintiéndome como un traidor a mis compañeros y a mi fe, aunque no era tiempo para lamentaciones, todavía tenía que escapar tal como el viejo lobo lo había ordenado.

Dos vampiros jóvenes y una vampiresa me seguían de muy cerca. Iban siguiendo el rastro de sangre, como tres perros de caza, siguiendo a un conejo herido, el cual corre desesperado por su vida, aun sabiendo que más temprano que tarde los sabuesos darán con su paradero, acabando con su patética existencia…aunque este no era ningún conejo, solo un perro asustado…

En medio del bosque, en un pequeño claro junto a un gran arce, me detuve a descansar. Estaba exhausto, fatigado, apenas podía moverme. La fría transpiración recorría todo mi cuerpo, mientras que mi corazón late tan fuerte que siento que pronto terminara saliendo de mi pecho, destrozando mis costillas en el proceso. Correr ya se había vuelto completamente inútil, estaba desecho y pronto los tres vampiros lograrían encontrarme y matarme, cosa que merezco por huir como un maldito cobarde, aunque aún estaba a tiempo de redimirme…quizás no sería capaz de acabar con los tres vampiros, pero al menos me llevaría a uno…

En medio del bosque se podía escuchar las conversaciones de los tres jóvenes vampiros, quienes sin miedo alguno, hablaban a todo pulmón, casi gritando, compitiendo por cuál de los tres se llevaría “el gran premio”, siendo notorio que los tres eran demasiado jóvenes y que quizás sería la primera vez que podrían cazar a un hombre lobo, aunque de seguro ya habían practicado con humanos anteriormente… El más joven de los tres parecía el más entusiasmado, siendo quien más énfasis ponía en la tarea de cazar aquel perro herido y cobarde que se escondía en el bosque. Casi al mismo tiempo, como si se hubieran puesto de acuerdo, los tres vampiros encontraron el rastro de sangre que iba directo a un gran arce en el centro de un pequeño claro en el bosque. Gracias a la luz de la luna podían ver que el rastro se detenía del otro lado, lugar donde su presa estaría quieto, resignado a morir. El mayor avanzo desde el lado derecho, mientras que la muchacha lo hizo desde el lado izquierdo y el más joven quedo rezagado a la parte posterior, por si llegaba a ser una trampa y alguno de los dos llegaba a requerir ayuda inmediata. Para su sorpresa y desgano, en el lugar solo quedaba un pequeño charco de sangre, producto de la herida en el brazo, pero nada más. Parecía que el lobo había conseguido parar la hemorragia y escapar. El más joven de los vampiros se apoyó al otro lado del árbol, cerrando los ojos y levantando la cabeza, abriendo los ojos justo a tiempo para ver que el hombre lobo estaba arriba de él. El chichillo fue rápidamente apagado por un fuerte gruñido y el sonido de una garganta al ser destrozada de un solo mordisco. Nuevamente, los papeles se invertían, el más joven de los vampiros yace muerto al lado del árbol, con su garganta arrancada por el lobo y con una daga en el corazón, ahora solo quedan los otros dos. La visión del hombre lobo, hizo que el mayor de los tres vampiros comenzara a temblar, dejando en claro que era la primera vez que veía uno. Su enorme y musculosa estatura, sus grandes y afilados dientes, sus ojos rojos brillantes, su pelaje largo y café, y por sobretodo, aquellas enormes y afiladas garras, tan grandes como dagas, le daban un aspecto terrorífico. Aun así, el lobo estaba en una desventaja de dos a uno. Los vampiros comenzaron a girar en círculos en torno a él, para intentar atacarlo, tomándolo desprevenido por la espalda, pero para su sorpresa, la muchacha pronto echo a correr apenas tuvo oportunidad. Aquello había sido una distracción, la cual pudo haber resultado bien si no hubiera sido por los sentidos agudizados del lobo, el cual logro salvarse del golpe letal del vampiro, aunque este si logro herirlo en el lado izquierdo de la cara. El ingenuo vampiro, termino con una espada clavada en su pecho, muriendo al instante, igual que su pequeño compañero. El falso escape y su rápida reacción le permitieron huir a través del bosque, corriendo tan rápido como podía. La vampiresa no tuvo tiempo para lamentarse, reanudando la búsqueda, aunque pronto perdió todo rastro del lobo, viéndose obligada a volver con los demás.

El lobo había conseguido llegar hasta la salida del bosque, estando a salvo de los vampiros al otro lado de un arroyo cercano. Poco a poco el sol comenzaba a salir por los montes carpacios, dándole un respiro al saber que ningún vampiro intentara atacarlo de día, ya que es cuando son más vulnerables. En el arroyo comenzó a lavar sus heridas, sacando la bala de plata que tenía incrustada en el brazo. Pronto comenzó a llorar, no solo por el dolor al tener que sacar la bala, la cual le quemaba como si de un metal caliente se tratara, sino que era por sus compañeros, por aquellos dos que habían sido su familia los últimos años, como compañeros, amigos y ejecutores errantes. Ambos habían muerto de una manera muy rápido, y según yo, muy poco digna para lo que habían sido en vida, mereciéndose algo mejor. En ese momento, mirando a la luna antes que desapareciera y contemplando al sol naciente, jure que combatiría hasta ver muerto al último vampiro, cobrando venganza por mis dos camaradas caídos. Esta guerra milenaria entre ambas especies, ahora se había convertido en una guerra personal, más de lo que ya era…

2 de Septiembre de 2017 a las 20:17 0 Reporte Insertar Seguir historia
0
Leer el siguiente capítulo El monasterio

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~

¿Estás disfrutando la lectura?

¡Hey! Todavía hay 3 otros capítulos en esta historia.
Para seguir leyendo, por favor regístrate o inicia sesión. ¡Gratis!

Ingresa con Facebook Ingresa con Twitter

o usa la forma tradicional de iniciar sesión