sccaurmo I'm Ok

Si me hubiesen dicho que encontrar mi vocación en la fotografía me llevaría al borde de perderlo todo, no les hubiese creído; no le deseo a nadie el estar en la clase de situación en la que te preguntas si ya has muerto, Pero justo por eso esta historia es tan interesante, quizá ya termino y soy la única que no lo sabe.


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La última foto

¿Cómo se inicia una historia que aún no termina? Las peores historias son aquellas de las cuales no importa cual camino tomes, acabarás en el mismo punto.

Mi nombre es Lora, segunda y ultima hija de un matrimonio divorciado quien a pesar de los muchos traumas de la niñez, no soy sombría ni nada, solo una artista. Mas si me hubiesen dicho que encontrar mi vocación en la fotografía me llevaría al borde de perderlo todo, no les hubiese creído; sin embargo puedo afirmar que aunque haya luz puede venir la oscuridad y que no importa cuánto intentes alejarte, al final, las tinieblas acabaran consumiéndote si juegas cerca de ellas.


Todo comenzó hace tres meses con una locación inesperada que muchas veces visité de niña; si soy sincera mi madre afirmaba que me encantaba visitar a mi abuela, nunca le he creído, es decir no tengo nada en contra de ir a una cabaña alejada de todo ni tampoco odio a la mujer que trajo a mi padre al mundo, siendo francos no se pueden generar sentimientos sobre personas que no conoces , pero si sé que el dirigirme a esa casa si estaba entre los peores destinos que se me ocurrían en mi adolescencia.


Las pronunciadas curvas de la carretera, el pantano y el camino de piedras que da a la casa de bases de ladrillos son solo un preámbulo, lo que alguna vez fue cálido según relatos es frío, todo parece inerte incluso la habitación de mi abuela a la que no se me permitía entrar hasta que cumplí doce años. La mujer que alguna vez fue una artista como yo, una aventurera se extinguió y es solo una carcasa, un cuerpo de mirada vacía que se dedica a ocupar un asiento respirando correctamente gracias a una bombona de oxígeno.


Veinte años y nada cambia en la pintoresca cabaña, los edredones tejidos, las pinturas pastel, todo opacado y siniestro. Lo que más tiene vida en todo ese sitio no es la televisión, encendida como si mi abuela estuviese consciente de su alrededor, es el mural encima de una pequeña chimenea. Una colección de más de doscientas fotografías tomadas por esa mujer, había dedicado su vida a capturar la belleza en los lugares menos esperados, desde los barrios más pobres pasando por zonas peligrosas hasta llegar a la simpleza de la naturaleza. Aunque tenía más trabajos esa era su colección personal de instantáneas, decenas de fotos preciosas organizadas por tiempo gracias a las fechas puestas a mano en la parte posterior.


Era en ese mural lleno de vivencias que me refugiaba en esa cabaña para no acabar teniendo pesadillas como mi hermana mayor; culpable de que tomase fotografía como electiva a la universidad, y de mi frustración de esa época sintiendo que nada de lo que pudiese capturar sería tan emblemático como el trabajo de vida de mi abuela; una cosa llevo a la otra y hace noventa días que decidí seguir los pasos de mi abuela, intentar volver a tomar cada una de las fotografías.


Tampoco imaginé que acabaría visitando esa cabaña voluntariamente, al igual que cuando era niña y en mi adolescencia, como hace tres meses el lugar seguía igual. En medio de la sala, frente al pequeño televisor, el cuerpo delgado tal cadáver con sus huesudas extremidades y profundos ojos tal cráneo, los cabellos escasos en y labios resecos de los cuales unas pequeñas gotas de saliva se escapaban. Su cuidador insistía en limpiarla, vestirla con holgados vestidos que seguramente ella nunca hubiese usado, razones suficientes para creer lo que siempre he creído, mi abuela ha estado mas de aquel lado que de este, y esto es solo un borrón de lo que alguna vez fue una persona.


El verle fijamente me hacia estremecer, no me gustaba, mucho menos hablarle como mis tíos insistían; por eso nunca lo hacía. No era una visita amigable, tenía un propósito, la última serie de fotografías, esas que había tomado antes de ser encontrada inmóvil en una parte del bosque habían sido tomadas a unos metros de esa cabaña.


Entré por cortesía, en el pasado a veces sentía terror de estar ahí por la infantil idea de que si movía un solo objeto de toda aquella estancia el universo se destruiría, seguro que no era la única, todos ahí evitaban tocar alguna cosa y quizá no era una idea tan tonta, pues en el momento en que decidí tocar algo, todo lo que pasaría en las siguientes horas quedaría escrito.

Era un objeto algo grande y de color cobrizo, una fina capa de polvo lo cubría como si fuera inmaculado; la vieja cámara instantánea de mi abuela, la tome con la delicadeza con que tomas algo que sientes que se va a quebrar en pedazos, virutas de polvo volaron desde la esquina donde confinada en una mesa había estado abandonada y sobre la superficie rustica de madera un papel blanco, del mismo tamaño que todas las demás fotografías en la pared se veía aun mas abandonado que toda la casa.


Dude en tomarla, pero como nadie me veía solo la levante tomando aire de golpe al ver la imagen en ella, una porción boscosa y oscura, verde pero profunda, tanto que sentía que me robaba el aliento; la levanté mirándola junto a las demás sobre la pared, era distinta y basándose en la inscripción con la misma letra cursiva de mi abuela era la última que había tomado, mi meta.

Solo de escuchar al cuidador venir deje la cámara en su sitio, no recuerdo si me tome la molestia de despedirme antes de dejar la edificación. Si que tenia la foto que quería y no podía dejar de ver.


La serie estaba compuesta de seis fotografías, incluida la ultima, las primeras cinco eran luminosas contrarrestando con la ultima que parecía ser de noche; pensé que era un juego de luces pero después de caminar durante dos horas sin tomar alguna foto comencé a pensar que quizá mi abuela pasó mas tiempo recorriendo ese bosque del que se pensaba. Y no la culpaba, había mucho que fotografiar, y con mi cámara que a diferencia de la de mi abuela si podía tomar más de mil fotos, no dudaba en capturar cada imagen; era hermoso, verde musgo y azul cielo con ligeros rayos de sol escapándose entre los árboles, las aves de muchos colores cantaban revoloteando de un lugar a otro, y hasta una mariposa y un escarabajo acabaron siendo mis modelos.


A pesar del cansancio mantenía una sonrisa, me sentía conectada con la valiente mujer de los relatos, la intrépida fotógrafa, cuando estaba tras el lente.

La primera foto de la serie fue un claro en medio de altos bosques, la segunda fue una roca que, a pesar de los nuevos musgos y sedimentos seguía ahí firme y eterna. Después de cuatro horas tenía cinco de las seis fotos. Solo entonces saque la última de ellas de mi bolso, ya la batería de mi teléfono con el que había identificado las otras capturas y mi agua se habían agotado pero no iba a detenerme, a pesar del escalofrío que la fotografía me causaba la alce cerrando uno de mis ojos para comparar, buscando alguna copa frondosa y del mismo espécimen vegetal que el de la instantánea a lo lejos.


Más de seis minutos estuve viendo al horizonte, incluso me subí a una roca recibiendo el sol del medio día en mi espalda para ver mejor, no fue hasta que di un suspiro y comencé a considerar irme a almorzar que el viento, como si susurrase erizo mi piel haciéndome voltear centrando mi vista en una rama. Un ave de color rojizo me observaba.


No dudé en levantar mi cámara para fotografiarlo presionando varias veces el obturador, fue cuando revisé lo que había tomado que todo se volvió raro, el ave estaba ahí y el árbol sobre el cual estaba posado también, sin embargo también habían algún tipo de raíces verde oscuro cubiertas de pesado musgo húmedo cubriendo el suelo, incluso entrelazándose con las de los demás arboles de colores más castaños. Enseguida revise el resto de las fotografías del ave, y aunque miraba con mis propios ojos y no estaban ahí, en cada fotografía ahí estaban.


Di unos pasos con el ceño fruncido, todo se había vuelto extraño y loco.


Caminé a donde las extrañas raíces debían estar, volví a tomar una fotografía, esta vez del suelo bajo mis pies mirando enseguida el resultado observando entonces las raíces incluso rodeando mis pies. Como una persona con sentido común di un paso atrás acabando por caer contra el suelo, como si alguien hubiese tomado mis tobillos, fuertemente.


Mi corazón latía fuertemente, mi respiración estaba jadeante, intenté levantarme pero no podía moverme, había sombras pero no podía ver a los lados, sentía como serpientes, como si las raíces tomaran mi cuerpo. Quería gritar pero tampoco podía.


Intentaba removerme, mis hombros dolían de la fuerza aplicada, a la par que una pequeña lágrima se escapaba de mi ojo izquierdo hacia abajo pude levantarme sentándome de golpe como si hubiese sido empujada. Toqué mi cuerpo con rapidez asustada y no había nada extraño, ya me imaginaba que me había golpeado la cabeza, mas aun cuando a mi espalda no reconocía camino y a los lados todo parecía igual de luminoso notando al final que a mi lado al salirse de mi bolsillo había acabado la ultima foto de mi abuela, ese árbol era del mismo color que esas raíces raras que seguro había soñado.


Estaba segura que todo había sido un delirio por un golpe en la cabeza. Eso tenía sentido.


Lo estaba hasta que miré la cámara encendida con las fotos que había tomado hace unos pocos minutos, las raíces, el pájaro. El mismo animal que busque levantándome de golpe al darme cuenta que la rama en la que estaba posado, el árbol en cuestión, no estaba a mi alrededor.


No estaba en ningún sitio.


Enseguida quise regresar pero no había retorno, no recordaba haber llegado por ninguno de los lados. Toque mi teléfono y con la batería muerta era inútil, había aprendido a no depender de ese objeto llevando un reloj analógico para saber por lo menos el tiempo, por lo que puedo afirmar que eran cercanas las dos de la tarde, llevaba seis horas tomando fotografías, cuando la escuché.


“Mi pequeña Lora, estas inmensa”, dijo una voz femenina.


La conocía, sabía que la había escuchado en algún sitio, pero no lograba identificarla.


Aprendiendo de mi experiencia tome una fotografía frente a mí, otra a mis pies y otra a mis espaldas. Estaba de pie sobre las raíces, parecían venir del frente y acabarse en algún punto a mis espaldas, por esa razón decidí retroceder, debía salir.


Sentí que camine durante horas antes de volver a tomar las tres fotografías y darme cuenta que parecía estar en el mismo lugar, o peor aún, las cosas bajo mis pies estaban andando conmigo. Pase un rato caminando sobre rocas y tomándome de ramas antes de darme cuenta que era inevitable, solo existía el adelante.


Y hasta sentarme a esperar se escucha mejor ¿O no?


No le deseo a nadie el estar en la clase de situación en la que te preguntas si ya has muerto, Pero justo por eso esta historia es tan interesante, quizá ya termino y soy la única que no lo sabe.


Inhale y exhale, tomé todo el coraje que había reunido para hacer cada hazaña que mi abuela a la hecho en su vida para dar un paso, pasó lo mismo con el segundo, sentía frío y por mi erizada piel parecía que lo había a pesar de que el sol estaba en su apogeo e incluso caía sobre mi cabeza gracias a como lograba escaparse entre las hojas.


Volví a encender mi cámara para tomar todo a mi alrededor, aunque habían aves y altos troncos, había luz y verdes de miles de tonalidades, la revelación digital mostraba totalmente lo contrario; nada decía que era de noche, pero el follaje espeso de los arboles no permitía el paso de luz y hacia del sendero un lugar sombrío en tonos fríos entre marrones y purpúreos, solo siendo verdes las raíces que se engrosaban al avanzar.


“Lora, ¡Ven aquí, Lora!”, la voz se escuchaba más fuerte, como si la persona que emitía estuviese aun más cerca.


Repetí las capturas, a la lejanía todo era oscuridad, pero parecía que me acercaba al árbol, algunos avisos de madera cuyo contenido ya había sido borrado por el tiempo me decía que alguna vez hubo personas en esos parajes, lo que veía con mis ojos, la maleza que debía saltar me decía totalmente lo contrario.


“¡Lora!”, una afirmación animada esta vez pensé que me dejaría helada, porque estaba casi en mi oído, pero cierta calidez me rodeó haciéndome sentir en el lugar feliz. Mas mi sentido común me hizo sentirme aterrada; di un paso atrás y con mis manos temblorosas tome mi cámara fotografiando justo al frente, trague grueso antes de abrir la vista previa quedándome plasmada con la escena capturada.


Una mujer mayor, no tan mayor, usaba su cobriza cámara instantánea para capturar una ardilla sobre un rojizo tronco, el animal ni se inmutaba solo parecía olfatearle, como si ella la hubiese hipnotizado.


—Es imposible... —murmuré.


Y como juego un pedazo blanco de papel fotográfico llamó mi atención entre un arbusto, no dudé en tomarla y verla, la ardilla sobre el tronco rojizo, pero no fue eso lo que me hizo abrir los ojos de mas, si no el texto escrito en letra cursiva, la letra de mi abuela.


Volví a caminar al frente sintiendo la calidez —. Hola. Soy yo, Lora... —le hablé.


La mujer de la fotografía era tan distante a la coraza de persona que estaba en la cabaña, era la personas a que quería conocer.


Seguí hablando, me hacía sentir menos asustada pensar que ella estaba ahí conmigo. Caminé unos diez metros antes de subir mi cámara y volver a tomar fotos a mi alrededor; izquierda, centro y derecha, en la primera mi abuela caminaba un poco más adelante de mi, las raíces ya eran tan gruesas como mi cuerpo e incluso había ramas del mismo color rodeando el resto de los arboles, como contaminándoles al asfixiarles con esa esencia sombría. Pase a la foto encontrándome con una imagen en negro y la ultima demasiado similar a la primera.


Volví a fotografiar al frente y de nuevo era una foto negra.


Avance un poco mas sintiendo como si algo me frenara aunque no había nada frente a mí. Volví a capturar al frente teniendo el mismo resultado. Verifique que la cámara funcionase al fotografiar alrededor, al tomar arriba era obvio que las ramas del sombrío árbol estaban sobre mí.


Tomé una ráfaga de unas catorce fotos, algo enojada con el ceño fruncido revise una a una notando una gran variedad de fotos negras, trece de ellas.


—¡Al fin! —Exclamé al ver el árbol, había logrado la foto de mi abuela.


Grande, verde, musgoso y enredado. Igual que todos los árboles a su alrededor, como si me absorbiese no podía dejar de detallarlo, cada rama curvada, cada hierva en el puso e incluso algunos papeles que parecían fotos mal impresas de la cámara de mi abuela en el suelo. Quise subir la mirada a volver a ver la luz de sol, no pude moverme.


Así como era oscura la fotografía, mi vista comenzó a oscurecerse, y en lo que me di cuenta a mi alrededor solo había oscuridad.


“¡Quiero Irme! ¡Déjame salir! ¡Por favor!” gritos desgarradores azotaron mis oídos.


Mi abuela, era la voz de mi abuela.


Busque con la mirada hasta encontrarme con el esquelético cuerpo que siempre asemeje a un cadáver frente a mi abrazándose a sí misma, sus delgados dedos arrancando sus cabellos. Mi rostro fue de terror, quizá horror, intente retroceder pero no había salida. Toque cada parte del oscuro alrededor, grite hasta que mi garganta dolió.


Para cuando me di cuenta, vi a mi espalda y la mujer que alguna vez fue implacable estaba hecha polvo y se fue desvaneciendo a la par que no sentía más fuerza para levantarme acabando por agacharme a solas en aquel helado y solitario lugar. Quería llorar y las lágrimas no salían, tardé en darme cuenta que mi cámara ya no estaba como mi bolso y aunque rebusque en mis bolsillos no había teléfono, no había llaves, no había identificación solo un papel.


Un papel fotográfico, la foto que alguna vez fue de aquel árbol ahora era de mi abuela tirada en el suelo que lentamente cambió como si al agitarla se revelara; frente a aquel árbol sombrío yacía mi propio cuerpo tirado, mis ojos estaban abiertos pero mi mirada estaba ida, respiraba pero no me movía.


Mi última foto era solo la coraza de lo que alguna vez fui como persona.

23 de Noviembre de 2021 a las 14:27 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

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I'm Ok Escribir como a muchos me libra de cargas emocionales. Mi lema: La mejor forma de descargar tus demonios es hacer algo creativo. ¿Les gustaría acompañarme en mi variedad de historias? La mayoría son cortas para los lectores con poco tiempo como yo, no son nada perfectas pero son mías.

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