Taehyung entró en casa con el corazón palpitante y las manos sudando. Su piso de estudiantes estaba vacío, por lo que se quitó rápidamente el jersey de punto marrón que llevaba y jadeó al notar sus pezones duros y sensibles.
Era un desgraciado.
Se dirigió con la prenda en la mano y su bolso en la otra hasta su habitación y tiró todo en el suelo, sin importarle golpear su portátil o ensuciar la ropa. Sentía una gota fría recorrer su espalda cuando se tumbó sobre la cama y, por fin, pudo desabrochar sus pantalones de pinzas color crema y liberar una dolorosa erección erguida entre sus piernas.
¿Que qué le había pasado? Pues había cogido el metro, como cada día que volvía de la universidad, y allí estaba de nuevo aquel guardia alto de pelo azabache y un culo de infarto.
Culo que, por supuesto, Taehyung había estado mirando durante los siete dolorosos minutos que había tardado en llegar su tren, a medida que su pene se hinchaba y su boca babeaba por las ganas.
—¡Ah! Mierda... —el muchacho jadeó al rozar su glande rosado sin querer, intentando con todas sus fuerzas no volver a masturbarse. ¡La noche anterior lo había hecho tres veces! Siempre con la imagen de aquel agente en su cabeza, de los ojos negros escrutando a cada persona, sus manos venosas en el cinturón negro, con aquella porra brillante y tan perfecta para que lo follara con ella... —. Para de pensar, joder.
Sus intentos eran ridículos, por lo que no tardó mucho más en envolver su falo a punto de explotar con su mano y comenzar a acariciarlo de arriba abajo, rápido y duro, como quería que lo follara el guardia anónimo del metro.
Taehyung estaba seguro de que tendría una polla enorme, y su boca babeo al imaginarse a sí mismo chupando de allí hasta conseguir que se corriera y poder tragarlo absolutamente todo.
Estaba tan caliente por aquel hombre, tanto que no creyó durar más de tres minutos masturbándose hasta que sintió el líquido seminal entre sus dedos y las piernas entumidas por el orgasmo.
El castaño suspiró, con el flequillo rizado pegado a su frente y su cama hecha un desastre. Se incorporó unos minutos después de observar el techo fijamente, como si los patrones aburridos del yeso tuvieran algo interesante que contarle.
Se encontró a sí mismo con su imagen semidesnuda y acalorada en el espejo frente a su cama y no pudo evitar negar con una sonrisa entre los labios. Había esperado mucho, quizás era hora de mover ficha y acercarse como fuese a aquel guardia.
—Estoy enfermo —masculló para sí mismo, de camino al baño para tomar una ducha.
Masturbarse cinco veces al día pensando en él ya no era suficiente.
Gracias por leer!
Podemos mantener a Inkspired gratis al mostrar publicidad a nuestras visitas. Por favor, apóyanos poniendo en “lista blanca” o desactivando tu AdBlocker (bloqueador de publicidad).
Después de hacerlo, por favor recarga el sitio web para continuar utilizando Inkspired normalmente.