vrio_side Olga Rivera

Vincent vive en una morgue delante de un cementerio. Es un escéptico de lo sobrenatural, igual que el resto de su familia. Janosh, su primo, ha decidido pasar su año sabático con ellos; a él le fascina el estilo de vida, trabajo y en general todo lo relacionado con la familia. Para Vincent, su primo es demasiado raro de comprender. Una noche tendrán la oportunidad de presenciar algo completamente salido de una película serie B. Igual que en estas películas, tendrá que enfrentarse a criaturas que parecen querer comérselo vivo, en un sentido retorcidamente figurado ¿Comenzará Vincent finalmente a creer? Entre las rarezas de su primo y el acoso de aquellas criaturas ¿Cuál es peor?


Paranormal Lúcido No para niños menores de 13. © Siete Eventos Horrorosos por Vrio Side se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.

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Prólogo

Una gran parte de la gente siente fascinación por el mundo de lo sobrenatural. Por los fantasmas, los monstruos, las leyendas y los mitos escabrosos que suelen contarse. En la misma medida, no es raro la existencia de gente que no cree en nada de eso: los llamados escépticos. Yo soy uno de ellos. O eso quiero creer. Bien no es que quiera ser escéptico per se, es solo que es difícil creer en algo que puede y debe tener una explicación perfectamente lógica.

Como justificación déjenme decirles que he vivido con total tranquilidad delante de un cementerio y ayudando en el negocio familiar: la morgue del pueblo. ¿Qué lugar más escabroso pueden querer como prueba irrefutable para un escéptico? Nunca me ha pasado nada, ni tampoco he presenciado algo extraño en los diecisiete años que llevo de vida. Tampoco a mis padres o hermana. Que yo sepa, claro.

Mis padres no son escépticos, pero tampoco se dejan llevar por la superstición. Para ellos, los sucesos extraños que ocurren son consecuencia natural de su trabajo. Al final la superstición no ayudará a terminar el trabajo; menos en una madrugada lluviosa y con una mala conexión eléctrica haciendo que titilen todas las luces de la casa.

¿Por qué hablo de mi familia y mi escepticismo? Por mi primo Janosh, un seudo gótico con sus ropas, cara y uñas pintadas en negro. Él está fascinado con el estilo de vida de mis padres, su trabajo y el hecho de que vivamos frente al cementerio. Bueno, es un negocio y es mejor si está ubicado cerca, ¿no?

Aun así, con un año de vida más que yo, un buen rendimiento académico, increíblemente bueno en los deportes y popular; es completamente opuesto a lo que creería como un raro, uno idiota, además. Estoy seguro de que debe ser un gran insulto a la ideología gótica.

La situación actual va así: mis tíos, familiares de línea materna, decidieron concederle a su hijo favorito una petición de año sabático en la que descubrir «el significado a su vida». No, es en serio, así se los pidió. Ellos se lo concedieron —tampoco sé porqué aceptaron tal argumento—, pero ¿adivinen dónde quiso pasar ese año sabático? ¡En mi casa!

Mis padres lo recibieron con los brazos abiertos, como era de esperarse. ¿Y yo? ¿Es necesario explicarlo después de toda esta introducción? ¿Saben lo molesto que es compartir un cuarto que por años fue solo tuyo? Por si no tuviera suficiente con ello, durante la primera semana nos acostumbramos a su curiosidad extrema por nuestra rutinaria vida, lo suyo rayaba en obsesión. Más de una vez tuve que detenerlo mientras me seguía al baño preguntando si había tenido algún evento paranormal. Mis padres, por otro lado, no lucían sorprendidos con su interés por la morgue, y ni una ceja levantaron por el morboso placer en sus ojos cuando hablaban del cementerio o el proceso de embalsamiento de los cadáveres.

Las pocas veces que nuestras respuestas parecían satisfacerlo, o al menos mantener a raya su interés, se sentaba afuera de la casa en una silla y miraba hacia el cementerio pensativo. La mirada puesta durante horas hacía un punto no específico en el horizonte como si esperara que algo sucediera. Mi hermana tuvo menos de un día para terminar llamándolo «rarito». Concordaba con ella, la muy afortunada que no compartía su cuarto con él.

La segunda semana la situación se tornó incómoda. Mi espacio sagrado de la casa comenzó a llenarse con sus rarezas: carteles, figuritas, USBs y ropa negra tirada por aquí y por allá. Como si eso no fuera suficiente, traía cosas de la morgue; como etiquetas equivocadas de los difuntos, bolsas herméticas donde se había guardado alguna de las pertenencias y utensilios viejos que mis padres le regalaron, entre otras baratijas.

En los siguientes días tuve que acostumbrarme a hacer una limpieza cada tercer día para tirar la basura extra que se acumulaba por su culpa. Durante ese primer mes, cada noche durante la cena nos pedía anécdotas con finales extraños. Mis padres solían mirarme buscando una respuesta, yo miraba a mi hermana y ella a mis padres. No, nada de eso había sucedido jamás en nuestra familia. Está bien, sí, tal vez hubo eventos curiosos, pero no nos parecía lo suficiente relevante para recordar.

A los dos meses de vivir con nosotros, Janosh consiguió un trabajo de medio tiempo en la librería esotérica local. Su humor apagado en los días consecutivos les hizo creer a mi familia que su interés había muerto. Yo sabía que no era así porque lo veía llegar con un libro diferente cada noche, prestado de su trabajo. Siempre me comentaba la lectura de estos. Decía que los libros viejos eran mejores a la información hallada en Internet. Yo lo dejaba hablar y respondía con el usual: «Ah, vaya».

Una madrugada me despertó para decirme que saldría de casa rumbo al cementerio. Lo vi, a través de la ventana que daba hacia el lugar, saltar el muro del terreno y perderse en su interior. Regresó casi una hora después con algo bajo el brazo. Tuve curiosidad por saber qué demonios se había traído, ya que no cargó palas o algún otro objeto al salir. Al preguntarle sus ojos centellearon felices.

—Los cementerios deben ser aprovechados cuando tienes uno a la mano —dijo en un fallido intento de sonar misterioso. Se limpió la tierra de las manos en la ropa y caminó hacia mí dejando el cuarto sucio con sus zapatos.

—¿Cómo aprovechas uno? —dije, más que seguirle la corriente, porque sinceramente quería saber cómo se aprovechaba uno a parte de los servicios de morgue, florerías y misas funerarias.

—¡Con un ritual! —Me mostró con orgullo la portada del libro que traía. Ni siquiera estaba escrito en nuestro alfabeto. ¿Cómo demonios se leían?

—¿Con uno de tus libros, velas encendidas, plantas quemadas y dibujos en el suelo? —dije en tono irónico.

—Sin olvidar que debes decir las palabras correctas. — Con una uña pintada de negro, me indicó una página con símbolos no latinos.

—¿Qué tipo de hechizo hiciste? —ignoré su intento de corregir mi argumento mirando la página. No entendía absolutamente nada de lo escrito ahí.

—Una invocación a un espíritu del aire.

—¿En un cementerio? — continué, escéptico. — Vaya forma de ser coherente. ¿Y? ¿viste algo? ¿se te apareció a saludar? ¿te hizo elevar?

—No… pero espero que un día de estos aparezca.

Rodé los ojos y le di la espalda para tenderme nuevamente en la cama. Era en serio, cuando decía que era un idiota. Mi único alivio fue que al menos no habían exhumado una tumba. Creo.

2 de Noviembre de 2021 a las 11:55 0 Reporte Insertar Seguir historia
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