Estaba intentando perder peso, bailar a mi modo para que mi exceso de grasa se fuera lejos, aunque probablemente, regresaría… es así, siempre regresa… es casi una relación de hermandad la que tenemos, pero no, siempre somos un ser gigante, somos de talla plus… y eso no evitó que intentara ejercitarme al ritmo de canciones que captaban mi interior como recitando verdades que yo no podía decir a nadie; pero la tragedia pasó, un giro con mucha fuerza y mal planteado, un calzado que no me acompañó, se quedó fijo en su lugar y mi rodilla cedió.
Jamás un grito de dolor había desgarrado mi garganta; puse en su lugar lo que definitivamente estaba peor que un simple mal movimiento.
Primera vez una llamada a una ambulancia, primera vez tan aterrada… primero me trataron de exagerada, se burlaron de mí; entonces mi maravillosa depresión salió en mi defensa con un cuadro de ansiedad y una brillante crisis de pánico, donde incluso no podía respirar. Los médicos se quedaron mirando como si fuera un show más, pero esa madrugada se sabría la verdad.
Ligamento de la rodilla roto, incluso salió con un trozo de hueso, nadie entendía cómo algo así podía pasar. El peroné, fracturado en dos partes y una primera cirugía bajo los efectos maldita crisis de ansiedad que no me dejaba jamás.
Primer resultado, una placa y seis tornillos en el tobillo, aún me molesta un año después.
Un paro de empleados de una clínica me hizo esperar cuatro meses más sin poder caminar, mi rodilla estaba completamente inútil, algunos familiares se rieron de aquel accidente, otros me visitaron para cerciorarse de que era verdad. Yo, maldita sea yo… esperé visitas, llamadas, ex amigos… pero absolutamente nadie llegó.
Sin trabajo, no pude ayudar a mi héroe a pagar, gasté aquel dinero que podría haberlo hecho progresar…
El cirujano primero que todo me recetó visitar un experto en salud mental…
¿Tan obvio es que estoy tan mal?
Gracias por leer!
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