Ledered


Un funcionario de la Capital, Giusseppe E., investiga acerca de uno de los casos de corrupción más importantes en la ciudad del Calafate.


Crimen Todo público.

#fiction
1
694 VISITAS
Completado
tiempo de lectura
AA Compartir

La llegada

Un avión aterriza en el Aeropuerto Internacional del Calafate, y, de ahí sale Giuseppe E, un hombre que viste un traje y un sombrero. Junto a los demás pasajeros, E. recoge su equipaje. Al pasar por un detector de metales, E. es palpado por un guardia calvo y robusto, mientras que otro, canoso y flaco, lo mira con desconfianza.

–Avanza –le dice el primer guardia agresivo.

E. ve a un grupo de 8 hombres sentados, en dos mesas pequeñas de la cafetería del aeropuerto, hablando en voz alta y al mismo tiempo. Se acerca, y los ve dar sorbos a un mate que se pasan entre sí, hasta llegar a uno que lo recarga de agua hirviendo con su termo. El hombre del termo es moreno, canoso, alto, robusto, viste una camisa de cuadros, chaleco azul y tiene un carné que dice: “Agencia de taxi El Cóndor: Marcelo Gianotti”.

–Señores, ¿Quién se supone que me lleva? –dice E.

–¿Qué hablás, gil? –le responde uno de los hombres sentados.

–Mirá con quién estás hablando, cachivache, que he sido citado.

–Aaaah. Señor Giuseppe –dice Marcelo–. Yo le llevaré, acompáñeme.

E. sigue a Gianotti hacia la salida del aeropuerto y al abrir la puerta el viento la azota con su fuerza. El taxista saca todo lo que tiene en los asientos traseros: papeles, carpetas, basura, comida, gafas, una gorra.

–Ya le desmonté la oficina, siéntese –dice el taxista.

El viento le sopla el sombrero de la cabeza. E. al voltearse, lo ve desaparecer mientras se aleja. Sube al taxi y le pregunta a Marcelo:

–¿Sabe a dónde me debe llevar?

–Claro, el intendente me dio las instrucciones.

El taxista arranca el carro. En el camino, E. ve el paisaje y escucha el viento (a pesar de que las ventanas están cerradas). Es una zona árida como el desierto, con el cielo despejado y la luz del sol invadiéndolo todo, a excepción de las sombras de algunas colinas. A diferencia de cualquier desierto, el lugar tiene abundancia de plantas y la arena es más oscura. Hay una gran línea de asfalto que divide las colinas y el paisaje desértico que tiene pocos cruces. La población es escasa, y los pocos caminantes de la carretera son por lo general mochileros que parecen extranjeros. E., cansado, se quita el abrigo y lo usa como almohada para dormir.

Despierta en otro paisaje. Está en un pueblo con calles casi abandonadas, aunque nota que los interiores (restaurantes, cafeterías, locales y la estación de buses) están más habitados. Los pocos caminantes son mochileros y lo que los delata es su confusión, su aspecto físico y la inmensa carga que llevan en la espalda.

E. sale del taxi y le pregunta a Marcelo:

–¿Dónde queda el hotel Bajo Calafate?

–A dos horas de aquí.

–¿Entonces a dónde me llevó?

–A donde me dijo mi jefe.

–¿Por qué?

–Porque trabajo para él.

–¿Dónde me hospedo?

–¿Y yo qué voy a saber, gil?

–Bueno, no hay que ser groseros.

–Dejá de llorar, gorila.

–En fin, ¿Cuánto te debo?

–Nada, el intendente ya pagó el viaje.

–Gracias.

–Chao.

El taxi se va rápido, sin darle tiempo a E. para despedirse.

E. se pone el abrigo, porque el viento en el pueblo es más fuerte que en el desierto y busca un hospedaje mientras se pierde en la niebla. Pasa por un restaurante de waffles cerrado, una agencia de turismo, la estación de buses y un parque. Está tan preocupado por encontrar un lugar para dormir, que no se entera de que ha caminado por la misma cuadra durante una hora. Se percata del error y se desvía. Encuentra muchos edificios de dos pisos con las luces apagadas y decide volver a la cuadra. Se detiene en la estación de buses, y le pregunta a uno de los que atiende, acerca de un lugar para hospedarse. El tipo le dice que es muy tarde, que todas las posadas están cerradas y, le invita a dormir en una sala de espera.

E. pone su equipaje en una sala vacía y se sienta en el suelo. Al lado de él, hay una mujer con pelo negro, joven, vistiendo un abrigo de pluma que lleva audífonos. E. le toca el hombro y le pregunta:

–¿Cuánto lleva aquí?

–¿Qui? –responde la mujer.

–¿Mucho tiempo?

–¿Tiempó? Je n'ai pas compris.

E. la ignora, y trata de dormir apoyándose en su equipaje. Se levanta cuando le dicen:

–Señor fiscal, tiene una llamada.

–¿Dónde?

–Venga.

El señor lo guía al teléfono y le dice al auricular:

–Sí, papá, ya tengo al fiscal.

El joven cuelga y le dice:

–Perdón señor E. Solo se preguntaba si estaba aquí.

–Entiendo.

–¿Quiere ir al hostal que tiene reservado?

–Por favor.

El joven lleva a E. a su carro y se dirige hacia el hostal.

–¿Quién es su padre?

–Es uno de los secretarios del hotel.

–¿Y tú qué haces acá?

–Laburo para mi viejo hasta terminar mis estudios.

–¿Qué estudias?

–Criminología.

–Yo casi estudié eso… Pero me da asco descubrir las atrocidades del humano, además me voy percatando de que los crímenes actuales son mucho más brutales que en el pasado.

–¿Cómo?

–Recuerdo haber leído en el periódico acerca de un caso fatal y grotesco –traga saliva –. Usted debe estar acostumbrado siendo parte de la juventud, pero para mí, lo que pasa ahora es visceral.

–No creo que sea tan malo, deme un ejemplo.

–Hace dos años leí acerca de un asesinato repugnante e inhumano. Pero esta es una suprema aberración a la humanidad, ya que el criminal, mató a su esposa estando embarazada y al mismo tiempo, mató a su hijo. Esto podría considerarse una acción psicótica, pero estas acciones se van normalizando.

–¿Entonces, por qué mierda es usted un fiscal?

–No soy fiscal, trabajo en el departamento de anticorrupción en capital.

–¿Y no se ha topado con algún asesinato?

–Sí y cuando lo encuentro se lo doy a los policías.

–Bueno, igual hay que tener cuidado con lo que se ve.

–Claro, puede ser muy repugnante.

–Y riesgoso.

–¿En qué sentido?

–En el único sentido que hay.

–¿Qué?

–La única verdad que hay es la realidad.

Llegan al hostal y el joven se va. En la recepción E. pide su habitación y le dicen:

–Lo siento señor, pero aquí no se puede entrar sin reserva.

–Está a nombre de Giuseppe E.

–La reserva venció hace 12 minutos.

–Pero tengo que dormir en algún lugar.

–Saque la reserva.

–¿Cómo?

–Mire, es muy tarde para realizar la reserva, lo tenés que hacer en nuestra oficina principal que se encuentra en el pueblo principal.

–¿Y por qué no se hace eso acá?

–Reglas son reglas amigo.

E. va a la sala, y como acostumbra, se desnuda para dormir en el sillón, mientras los huéspedes lo ven, incómodos e impactados. Igualmente, E. no se da cuenta al comenzar a dormir por el viaje en la madrugada.

Despierta, y ve la misma niebla. Se levanta del sillón, se estira, y un grupo de huéspedes sigue viéndole. E. se voltea, y al ver a los huéspedes, se tira al sillón y les grita:

–Fuera.

Los huéspedes retroceden, y E. se viste acostado en el sillón. Se levanta nuevamente del sillón, y se acerca a la recepción:

–¿Cuánto tiempo ha pasado desde que llegué?

–Dos horas señor –responden en la recepción.

–¿Cuándo oscurece?

–En media hora.

–Pero son las ocho.

–Bienvenido al Chanten.

E. sale del hostal, y recorre las afueras del pueblo, para tratar de ubicar el edificio, pero al dejar de toparse con niebla, se topa con la infinita línea de asfalto del desierto. Se dirige al restaurante de waffles, y solo ve una mesa larga con mucha gente sentada. Se acerca a la cajera y pregunta:

–¿Tiene mesa individual?

–Mire caballero –le dice la cajera alegre –, aquí todos comparten una mesa para tener la oportunidad de conocerse y de socializar. Se topará con extranjeros y compatriotas muy agradables, con los que podría formar lazos de amistad. Aquí no tenemos otra mesa que no sea la general.

–Pero no conozco a nadie.

–Señor está causando malas vibras, o se sienta o se va. Así de simple.

E. se sienta en la mesa y, la única razón para quedarse es porque tiene mucha hambre. Pide un waffle de jamón y queso y comienza a conversar con un hombre alto, del pelo amarillo, con un poco de barba, flaco y con ojos azules.

–¿Cómo te va?

–Hej –responde el hombre.

–¿De dónde sos?

– jeg forstår dig ikke.

–No entiendo, ¿español?

El hombre niega.

–¿English?

El hombre niega.

El waffle llega, E. se lo come y al salir, se siente invadido por la mirada de aquel hombre. Sigue para el hostal y al voltearse, se percata de la gran altura que tiene aquel hombre, que le sigue desde que salió del restaurante. E. acelera el paso hacia el hostal, se esconde en su sillón de la sala y ve a aquel hombre hablando con la recepción. Se acerca a aquel hombre, y termina siguiéndolo hasta una puerta de vidrio que da con las habitaciones. Llegan a la habitación 6, y hay una hoja que dice: “Reserva de Giuseppe E., encargado de la oficina anticorrupción. 18:21”. E. le pregunta al hombre:

–¿Esa es su habitación?

El hombre lo mira.

E. dice lo mismo mientras lo gesticula con las manos.

El hombre asiente.

–Esa habitación la reservé –dice señalando su nombre en la hoja.

El hombre abre la puerta y al ver dos camas dice gesticulando señalándose a sí mismo y a E.:

– så lad os dele.

E. lo mira confuso.

El hombre dice lo mismo, acostándose en la cama de la derecha, e indicándole a E. para que se acueste en la cama izquierda.

–Bueno –responde E. –, pero espere.

E. vuelve a la recepción, ve a un cúmulo de huéspedes examinando su equipaje mientras susurran y los ahuyenta con un grito, ve las ventanas de la sala y solo logra ver algunos faroles encendidos, a causa de la niebla nocturna. Se lleva su equipaje y vuelve a la habitación cargándolo.

Oscurece, y ambos compañeros duermen en sus camas.

6 de Septiembre de 2021 a las 22:33 0 Reporte Insertar Seguir historia
0
Leer el siguiente capítulo Sergio Tuntuli

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~

¿Estás disfrutando la lectura?

¡Hey! Todavía hay 24 otros capítulos en esta historia.
Para seguir leyendo, por favor regístrate o inicia sesión. ¡Gratis!

Ingresa con Facebook Ingresa con Twitter

o usa la forma tradicional de iniciar sesión