La vida en el condado de Umiza ha sido la misma desde que tengo memoria, las personas, sus trabajos, así como las hermosas locaciones de la zona.
Pero me he sometido tanto al trabajo que se me ha olvidado lo que es el amor, ello me lleva a recordar a mi único y controversial amor, Angelica Valentina.
Aquella chica con la que me he topado cientos de veces y me trae loco desde la segunda vez que la vi en aquel estacionamiento.
Su cabello largo rojizo meneaba con el viento, su ropa primaveral fascinante se apegaba a sus hermosos ojos azules. Por otro lado, a mí siempre se me hacía tarde para llegar a la oficina e iba a casi todas partes vestido de traje debido al tiempo.
En esa ocasión ella me saludó sonriendo y agradeciendo que mi figura se viera diferente cada vez que nos topábamos pues a veces estaba limitado por la cantidad de trajes que tenía en mi armario.
—Elegante como siempre —destacó con bella voz.
—Muchas gracias, Angelica —contesté.
—Me ayudas con las... —preguntó olvidando cómo respirar y por suerte la conecté a si pequeño aparato portátil a tiempo.
—¿Mejor? —la observé.
—Sí —asintió acomodando la cánula nasal que estaba en ambas fosas nasales.
—¿Cómo has estado? —tomé sus compras y las metí en la parte de atrás de su auto.
—Muy bien, ¿cómo ha estado, señor Cárdenas? —cerró la cajuela.
—Atareado con el trabajo, no dejan de llegar clientes a la firma —respondí.
La plática así se cortó porque sus padres llegaron y, para no incomodarlos me fui.
Después Angelica llegó corriendo a darme mi maletín que había olvidado, le di las gracias.
Vi que se había quitado su cánula y que había apagado la máquina.
Me dirigí, entonces, al trabajo.
Terminó la jornada, regresé a casa para almorzar, bañarme y sentarme en la sala ver televisión.
Así se repetía la misma rutina a excepción de que no siempre me encontraba con Angelica.
Cuando pasaba no era en el mismo lugar ni con la misma ropa y mucho menos la misma hora.
El mes siguiente de habernos encontrado en ese lugar, yo salía del trabajo vestido formalmente con un traje gris en vez de ser negro como el mes pasado.
Entré a la misma plaza para hacer las compras, tenía mucha hambre, así que, antes de ir al supermercado almorcé comida tailandesa del local más vacío, me gustó la textura; tiré la basura en el bote y me volteé.
Angelica con sus diecinueve años me estaba observando, sentí que me sonrojaba.
—Hola —me saludó sonriendo.
—Ah, hola, Angelica —le devolví el saludo.
—¿Qué haces aquí? —me cuestionó.
—Haciendo las compras —miré su hermoso vestido floreado.
—¡Son las 4 de la tarde! —dijo—, creo deberías cocinar en las noches tu almuerzo y llevarlo al trabajo.
—No sería mala idea —pensé—. ¿Qué haces sola aquí en la plaza?
Hizo una pausa y creí que tendría un ataque.
Me tocó la mano diciendo que estaba bien, que no me preocupara.
—Empiezo a dominar esto —soltó—. Vine a la plaza para comprar pinturas y así, hacer bellos cuadros artísticos en casa.
—Conozco el puesto indicado —quise ayudar.
—¿Qué tal si tú me llevas ahí y yo te acompaño al mercado? De todos modos, mis padres y mi hermana Spring, salieron de la cuidad para llevarla a su primera conferencia por haber hecho un descubrimiento científico —agregó mirando todo menos a mí que le estaba hablando desde hacía unos minutos.
Comenzamos a tomar paso al negocio de mi amigo Ciro Jenkins, ella tomó mi maletín.
Metió mis dedos entre el manubrio de este.
—Eres muy olvidadizo con tus cosas.
—Solo cuando estoy contigo —pensé en voz baja.
—¿Dijiste algo? —alzó sus cejas.
—Llegamos —canté—. Pasa... ¿Ocurre algo?
—No fui a la conferencia fuera de la ciudad fingiendo que estoy mejor para quedarme contigo. No es coincidencia que nos encontráramos esta vez.
—Me quedé corto de palabras —pronuncié, luego, se avecinó a besarme en los labios, yo le respondí el gesto y la aparté de mí por nervios.
Compró lo que quería.
Luego fuimos al supermercado.
Me había explicado que planeaba quedarse en casa durante lo que duraba el viaje de mi familia, si me pudiera quedar con ella.
Asentí con la cabeza cuando me lo pidió en la sección de lácteos, le compré un yogur bebible de fresa y un rol de canela.
Pagué las compras y empezó a sufrir los síntomas del Pulmón Frío, el cual era una rara enfermedad respiratoria que hacía que los pulmones vaciaran por completo el oxígeno que contenía y para controlar ello se le tenía que conectar al enfermo a un tanque de oxígeno combinado con dos medicamentos fuertes.
Actúe enseguida.
Le coloqué todo, pidiéndole que se calmara.
El cajero nos vio con preocupación, le ofreció agua a Angelica y ella la tomó.
Nos fuimos a sentar en las bancas junto a las bolsas plásticas llenas de productos, le pasé su yogur y su rol para que lo comiera.
—Te agradezco que me ayudes —se apenó—, pocos son quienes lo hacen.
—Descuida, no me molesta —le acaricié su mejilla que estaba pálida tras el ataque que pasó.
Se le formaron ojeras prominentes y no quería que las viera. Le alcé la mirada, bajé mi mano y ella me la colocó de nuevo en su mejilla.
—Llueve —concluyó—, podemos pedir un taxi.
Nos subimos al primer taxi que nos hizo caso, las compras sonaban en la cajuela cuando subía la velocidad el conductor que miraba el cuerpo de Angelica.
Le di mi saco para que así el asqueroso dejara de verla y amenacé al taxista.
Bajamos las compras en mi casa.
Se iba a quedar aquí toda la noche y gran parte de la mañana siguiente.
—Fue lo último en guardarse —dije depositando el último producto en su respectivo anaquel.
—¿Qué quieres hacer? —se me acercó de una manera inadecuada.
—Mira, eres hermosa. Más no nos conocemos lo suficiente —aclaré.
—Quiero que me abraces, nos metamos bajo cobijas en el sofá y veamos una película que yo quiera —rogó.
Hice lo que me propuso, de cena pedimos pizza vegetariana porque fue al acuerdo al que llegamos.
Se hizo tarde y nos aliviamos de habernos bañado antes, así solo nos teníamos que dormir en el sofá.
Apagué la televisión.
Cerré los ojos, supe que se acostó encima de mí porque lo sentí, la abracé con un brazo.
Le di las buenas noches.
No me respondió, se había dormido profundamente.
Cada momento que nos encontrábamos casualmente era verla más enferma, a veces, me daba pena porque sabía que estaba débil.
Pero, ese encuentro fue el último porque pasaron tres años y dejamos de coincidir.
Solo esperaba a que no muriera.
Encima de todo eso, yo estaba cruzando por un divorcio naciente con mi antigua pareja con la cual había desperdiciado demasiados años de mi vida.
Ojalá que esta tortura amorosa se acabe de una vez porque ya a esta edad que tengo, las personas dejan de desear relaciones informales. Gente como yo, quiere seriedad en una relación romántica (algunas).
En un universo diferente, el Planeta Tierra ha cambiado por mucho. Las guerras, la corrupción, el calentamiento global y muchas otras actividades humanas la llevaron a su destrucción paulatina. Ahora, no solo las plantas, el clima y el suelo evolucionaron, sino también las personas. Leer más sobre Mezone.
Gracias por leer!
Se trata de una historia que combina lo difícil que puede ser sobrellevar las dificultades que se presentan en la vida, con lo tierno y pintoresco del amor, la emoción y el deseo de vivir. Es una historia que mantiene una buena narración, sin perder el hilo conductor entre los capítulos. Recomendada