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I

La cuenta regresiva hacía la salida estaba teñida de sangre. El goteo continuo solo era acallado por la oscuridad que, arrastrándose lentamente por la alfombra, comenzaba a anunciar lo inevitable. Era el sabor de la muerte, pero él aún no lo sabia. Una dulce melodía, brillante pieza. Su composición disonante empañaba la pared de silencios. Una blanca, otra negra, algo de sesos y el crescendo hacía el final. Ni siquiera Beethoven podría haberlo imaginado mejor. Era el trabajo perfecto. Incluso el charco de sangre se detuvo antes de escapar por debajo de la puerta, evitando que cualquiera viese la pieza sin terminar. El aire acondicionado, el goteo lejano de una canilla perdiendo. Eran todos míos: los aplausos. Para mí. Cerré los ojos y dejé que el cuerpo volviera a la vida en mi mente, invitándome a bailar. La alfombra roja me hizo sentir una verdadera estrella; tuve que sonreír. Podían ocurrírseme los mejores chistes, pero por desgracia aquí arriba nadie ríe. Hace demasiado tiempo que ya nadie ríe. O emite algún sonido. Está tan vacío con el cuerpo sin vida que yace a mis pies.

Dejo que el arma resbale de mis dedos e ignoro el ruido hueco que produce al tocar el suelo. Un disparo al corazón conservaba más melodía que eso.

Mientras me giraba para alejarme, unos pasos aproximándose por el pasillo me paralizaron. Era como un mimo siendo atrapado en pleno acto, en medio de la mentira. Pero esto era real, muy real. El baile que desplegamos fue real, o al menos la mitad de su cerebro así me lo confirmó.

Respiré. Exhalé. Concentré todo mi ser en mantener la mirada sobre la rendija de la puerta para ver aparecer la sombra de dos pies del otro lado. La canilla seguís goteando, el aire se volvía más y más denso y los sesos se deslizaban por la pared en silencio. Respetando la tensión contenida en mi cuerpo por el momento. Aparecieron los dos pies, pero su dueño no llamo a la puerta. Solo permanecía allí. Me preparé para lo peor. O lo mejor. Era un duelo de Titanes. Yo aquí dentro atrapado con mis demonios, una pistola cargada y medio cerebro. Él en cambio lo tenía todo; por qué era parte del mundo real. Lugar cruel y frío, hostil. Y aún así sus zapatos baratos de cuero marrón encajaban mucho mejor que miera existencia. Salud por eso.

Tome nuevamente el arma en un movimiento de película, le saque el seguro y apunté. Amenacé al desconocido pero él no pareció amedrentarse. Más bien se alejo por el pasillo, ignorando por completo que detrás de la puerta de la habitación 809, del hotel Exit, en una tarde de poco sol, se hallaba el cadáver de un hombre solitario, despiadado. Mal ganador y peor perdedor. Algo enamorado de la vida pero cegado completamente por la soledad. Por la ya, nada.

Junto a él, el cuerpo del inquilino.

12 de Junio de 2021 a las 00:38 0 Reporte Insertar Seguir historia
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