Sinceramente, la vida de preescolar era la de un rey. Porque a ver, vamos a ser sinceros, todo era mucho más fácil; No teníamos cosas llamadas “responsabilidades”, te felicitaban por hacer pipí dentro de la taza del váter, no tenías depresión por tu aspecto (para que mentirnos, ¡si ni siquiera te mirabas en un espejo!), y los pucheros eran porque tu muñeca favorita se había roto o te habías caído, y simplemente para callarte la boca tus papis te compensaba con un delicioso helado de Double’s ( de stracciatella, obviamente )... ¡Ah!, y por último, por no menos importante: LOS CHICOS.
¿Eh? ¿Los chicos? Si. Con esto me refiero a: chicos es igual a ilusiones. No voy a negar que el tener ilusión no es una cosa fantástica y todo eso… pero, también, con solo dieciséis años pueden romperte y hacerte muy vulnerable.
El amor es genial, y poder vivir alguna travesura de las suyas tiene que ser alucinante, pero solo si la otra parte lo corresponde, sino… estás jodido.
Todos nos enamoramos alguna vez ,y yo, no soy la excepción. Mi primera vez la sigo recordando perfectamente, es como el abecedario o el cuento de Caperucita Roja, nunca se olvidan.
Era mi último año de infantil. Con solo cinco años, mis amigas y yo jugábamos a ser cada una un hada de una serie que entonces nos flipaba. De repente un balón de fútbol chocó contra mi pierna:
-¡Eh! ¿Me lo pasas por favor ?
Me quedé estática. Era, era… no tenía palabras, había sufrido de un flechazo ¡mi primer flechazo!
- Oyee - me dijo, pero esta vez a menos de un metro y sacudiendo la mano por delante de mi cara para que me espabilara .
Pegué un brinco hacia atrás y abrí los ojos hasta el punto de que las cuencas se me iban. Al instante mis mejillas iban tomando un color rojo intenso, y al fin, reaccioné. Me agaché a tomar la pelota .
- to- toma - alcancé a decir.
- Gracias - cogió el balón con un ligero entusiasmo y... ahhh, una enorme y reluciente sonrisa que hizo girar todo mi mundo .
A partir de ese momento no tuve ojos para nada ni nadie que no fuese aquel hermoso chico de los ojos brillantes, la sonrisa encantadora, tez morena y pelo castaño entrelazado con reflejos rubios del sol de ese día .
No lo volví a ver después del final de preescolar, supongo que se cambió de ciudad, y para mi fue un golpe bajo, ya que el primer amor nunca se olvida ...
