adeescritora Adelaida M.F.

Kate odia a los chicos egocéntricos, prepotentes, de los que te miran con superioridad y tratan a las chicas como simples esclavas sexuales. Hasta que se cruza en su vida Daniel Bonatti. Él tiene todo lo que ella no soporta, y además, es su profesor. La atracción entre los dos es innegable, pero Daniel huye de las relaciones y Kate está totalmente en contra de los "rollos" de una noche, y más aún, si encima el tipo es de lo más detestable. ¿Pero qué pasa cuando el destino tiene otros planes? ¿Cuándo te das cuenta de que el odio y el amor, están demasiado cerca?


Erótico Sólo para mayores de 21 (adultos).

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1.

La alarma de mi teléfono suena a las siete de la mañana. La musiquita es insistente y bastante molesta, pero siempre me olvido de cambiarla. Intento coger el móvil a tientas y termino dándole un manotazo a la lámpara, que cae al suelo de mi habitación con un gran estruendo.

—Mierda —murmuro aún medio dormida. Me incorporo en la cama frotándome los ojos y el grito de mi madre desde el comedor termina por despertarme del todo.

–¡Katherine, son las siete! —Cómo si no me hubiese dado cuenta. Me desperezo, y recojo el desastre del suelo.—¡Katherine! —grita de nuevo mi madre.

—¡Te he escuchado! —vocifero.

Vivo en Londres, pero voy a la Universidad de Bristol, justo en el noroeste de Inglaterra, y este es mi último año. Las vacaciones de Navidad han terminado, y me incorporo de nuevo a la vida universitaria. A mis padres no les hizo mucha gracia que eligiera una universidad tan alejada de mi casa. Yo también me sorprendí al principio, porque nunca he sido una de esas chicas independientes que ansían ver el mundo y "abandonar el nido" rápidamente. Me considero una persona tranquila, estudiosa y responsable. Y que conste, no soy ningún "ratón de biblioteca" o "cerebrito".

Escogí la carrera de Historia porque me apasiona; y en un futuro me gustaría dirigir un museo o una galería. Sí, lo sé. Son ambiciones bastante altas pero, ¿quién sabe?

Elegí la universidad de Bristol porque necesitaba un cambio. Tenía que alejarme un poco de mis padres, y de esta ciudad. No es que sea una persona anti social ni nada por el estilo, aunque tampoco soy el alma de la fiesta.

Hasta hace casi cuatro años, justo antes de empezar la universidad, tenía un novio. Un chico que me engañaba con su mejor amigo. Sí, habéis leído bien. Me dejó por otro después de casi tres años juntos. Lo vergonzoso fue cuando se corrió la voz por el instituto y yo, que soy de esas a las que les gusta pasar desapercibida, me convertí en el centro de atención y de las burlas crueles. Esa fue una de las razones, supongo que la principal, de mi "huida"; sobre todo, cuando tu ex vive justo dos calles más allá de la tuya.

Al principio me costó relacionarme, adaptarme a una nueva vida sola y dejarlo todo. Pero son etapas nuevas y al final, terminas acostumbrándote a los cambios. Ahora me cuesta adaptarme a estar aquí, en casa, cuando no estoy en la Universidad.

Me pongo unos vaqueros, una sudadera y unos deportes. Mi madre me espera en la cocina dando vueltas, mientras murmura cosas incomprensibles. Como lo suponía, está de los nervios. Siempre hemos estado muy unidas, y lo pasa muy mal cuando nos alejamos.

—Tu padre estará aquí en cinco minutos, y aún no has desayunado.

Me pone delante un plato con un par de tostadas y un zumo de naranja. Normalmente mi padre suele llevarme a Bristol o recogerme, porque no tengo coche. Allí me muevo en bicicleta, mucho más cómodo y más económico.

—Relájate mamá —le digo con voz tranquila.

—Ya sabes que es Don puntualidad —refunfuña mientras se dirige hacia las escaleras.

Cierto, mi padre de paciencia anda cortito.

—No sé como Rosie lo soporta —añade mi madre con la voz forzada, mientras intenta bajar mi maleta ella sola por las escaleras.

Me apresuro a levantarme y ayudarla.

—Iba a bajarla ahora mamá, pesa demasiado.

Es tan cabezota.

Rosie es la mujer de mi padre. Mi madre y él se separaron cuando yo tenía once años. Al principio la situación fue rara para mí, pero ahora se llevan mejor.

Hace seis años mi padre conoció a Rosie, se casaron, y ahora tengo una hermana de dos años y medio llamada Anne. Como vivo en Bristol prácticamente todo el curso universitario, no puedo verla mucho.

Mi madre y Rosie tienen una buena relación, no son mejores amigas, pero alguna que otra vez, han dejado a Anne quedarse aquí en casa con nosotras.

—Tú acábate el desayuno —me ordena.

Me dirijo de nuevo a la mesa y me apresuro a terminármelo. ¿Ganas de volver? No, lo siguiente. Una vez que sales de casa, cuesta acostumbrarte a tu vida de antes.

Para cuando mi padre aparca frente a mi casa, mi madre, mi maleta, y yo, estamos fuera, en el jardín. Casi lo escucho suspirar de alivio por no tener que esperar.

Me vuelvo entonces hacía mi madre y la abrazo. A pesar de que este es el cuarto año que estoy fuera, no puede evitar emocionarse.

—Venga mamá, que el tiempo pasa rápido —le digo para reconfortarla mientras se seca los ojos.—Y son mis últimos seis meses.

Tuerce la boca en un intento de sonrisa.

—Lo sé, cariño.

Saca un pañuelo del bolsillo y se suena la nariz.

—¡Molly, mujer!, ¿siempre la misma escenita? —grita mi padre metiendo mi maleta en el coche y subiéndose de nuevo.

Mi madre lo mira de mala gana. Le doy un último abrazo y me dirijo al vehículo. Antes de subirme, le digo adiós con la mano.

Mi padre resopla.

—Ahora se queda sola —le digo, saliendo en su defensa.

—Lo sé hija, pero tiene a Jhon....Ron...

—Paul —le corrijo. Él no ha conocido nunca a los novios de mi madre, sobre todo porque para mi madre eso sería dar un gran paso en sus relaciones, y nunca ha estado preparada para eso.

Mi madre empezó a salir con Paul hace casi un año, pero no le gusta comprometerse. Desde lo de mi padre creo que tiene miedo a ello, a que vuelvan a salirle las cosas mal. Después de que mi padre y ella se divorciaran ha tenido tres relaciones contando a Paul, y siempre terminan porque, según ella, quieren cosas más serias.

Paul me cae bien, la quiere; a veces él me da un poco de pena. Si ella no deja a un lado todo ese miedo, lo perderá, y ya no es una chiquilla precisamente. Pero no me echéis mucha cuenta. No soy una experta en estos temas. Hace cuatro años que en mi vida solo hay estudios, estudios y más estudios. Por lo menos sé que dedicándoles tiempo, no me traicionarán.

Unas tres horas y media después, llegamos a Bristol.

Vivo en la zona de Montpelier. Es un buen barrio, tranquilo; y la universidad queda a unos veinte minutos andando, aunque casi siempre voy en bicicleta.

Mi padre aparca en la puerta, es una de esas casas adosadas; pequeña (bueno, pequeña porque vivo con dos amigas), para vivir sola está bastante bien. La puerta de entrada está abajo, junto a una especie de trastero, y unas escaleras que conducen a la vivienda principal.

—Sigo pensando que este edificio no es seguro —refunfuña mi padre agarrando mi maleta, y mirando la casa con el ceño fruncido.

—Lo es. —Ya he perdido la cuenta de las veces que se lo he asegurado.

La fachada está un poco descuidada, pero por dentro es bonita. El propietario nos aseguró que no habría problemas, y así ha sido, salvo por un par de cosillas con el agua caliente.

Natalie viene corriendo hacia mí cuando entro, y me abraza con efusividad.

—¡Kate!

Es la más alocada de las tres. Su familia vive a menos de una hora en coche de aquí, en Throwbridge. Su padre murió hace quince años, por lo que su madre prácticamente tuvo que hacerse cargo de ella y de otros dos hermanos. Así que decidió irse de casa, pero no excesivamente lejos.

Estudia Arte en la Universidad y, al principio de empezar a vivir con nosotras, nos desquiciaba un poco porque era bastante desordenada. Ya no lo es tanto, pero puedes encontrarte olvidadas por ahí algunas de sus témperas o brochas.

Su especialidad es el género masculino. Sabe utilizar a la perfección sus armas de mujer y tiene físico para eso. Su pelo es castaño y completamente liso. Nunca tiene que planchárselo o estar dos horas como yo intentando dominarlo, suele llevarlo en una coleta alta o una trenza. No es demasiado delgada, y tiene piernas kilométricas. También odia sus pecas. Su forma de vestir es sencilla, tirando a un poco hippie. Pero cuando se arregla parece una chica completamente distinta.

—¿A qué no sabes con quién estuve en Año Nuevo?— pregunta guiñándome un ojo. Su lista de tíos es amplísima, no creo que acertara ni de coña.

—No sé, sorpréndeme —respondo dejando lo que estoy haciendo para mirarla.

—Con Michael Frey —dice levantándose de la cama y volviéndose a sentar. Tengo que pensar unos segundos, hasta poder recordarlo.

—¿Frey? ¿El mismo capullo que casi te atropella con la moto?

—Ehhh, si...ese —dice nerviosa y menos sonriente.—El caso es que en la fiesta esa a la que te dije que iría estaba él, y entre copa y copa...nos liamos.

Mi boca se abre de sorpresa y ella me mira con una sonrisa culpable.

—Espera, espera... ¿tú y él? Pero si te has pasado dos meses mirándolo mal.

—Lo sé Kate, pero...

Niego con la cabeza.

—Madre mía, Natalie. Dime que solo hubo besos...

—No tuve oportunidad de más. Casi le vomito encima, así que...se marchó.

—Ya decía yo. ¿Se volvió a portar como un capullo, no?

—Un poco, pero es normal. No iba a quedarse ahí mientras yo....tú sabes...

La miro divertida.

Michael Frey es un tío que siempre está haciéndose el guay por el campus. Típico cliente oficial de gimnasios que utiliza a las chicas para pasar un buen rato, y después si te he visto no me acuerdo.

Un día casi atropella a Natalie con su moto a la salida de clases, y ni siquiera le preguntó si estaba bien. Las chicas y yo hemos presenciado de vez en cuando los divertidos espectáculos que nos ofrecen sus ligues, despechadas. No encontramos una explicación a que hace un chico como ese, en una universidad como la nuestra. Todo un misterio.

—Solo ha sido algo de una noche. Empezaba a ser una fiesta aburrida y apareció.

Respiro hondo y le doy una palmada en el hombro.

—No sé cómo pueden gustarte ese tipo de chicos, y encima enrollarte con ellos porque estabas aburrida...

—Mujer, que tampoco es así. Michael está muy bueno.

—Si tú lo dices...

Admito que soy bastante distinta a mis dos amigas. Jane es responsable, pero también le gusta divertirse. Y no es que yo no lo haga, pero prefiero pasar desapercibida, centrarme en mis estudios y no volverme loca por los chicos. Supongo que desde lo de Eric, no me ha apetecido fijarme en nadie. Además los tíos de hoy en día huyen de los compromisos, y no me va la idea de tener un rollo de una noche.

Algún día encontraré un chico responsable, trabajador y bueno con el que compartir mi vida, pero mientras llega, seguiré centrada en terminar mi carrera con las mejores notas.

Después de comer nos sentamos un rato a ver la tele, y a esperar a que Jane haga acto de presencia.

Aparece casi a la hora de la cena, abriendo la puerta con el pie, cargada de bolsas y una maleta.

—Joder Jane, cada vez que vuelves de tu casa, parece que la dejas vacía —le digo, yendo a su encuentro junto a Natalie.

Las tres nos abrazamos.

—Cuánto echaba de menos esta tranquilidad—Suspira, sacando cosas de las bolsas.

No me extraña, pues convivir con seis hermanas no puede ser nada fácil. Ella siempre bromea sobre que sus padres son unos "marchosos", en el sentido sexual de la palabra.

—La pesada de mi madre con eso de que no nos alimentamos bien. Ya sabéis como es —resopla.

—Y a nosotras nos encanta que piense eso —suelta Natalie con alegría cogiendo los recipientes.

Me acerco para ayudarla y le digo:

—Te alegras porque no vas a tener que cocinar, floja.

Y las tres nos echamos a reír.

Jane coge la maleta y se dirige a su habitación. Natalie me guiña un ojo y sale detrás de ella.

Me siento de nuevo en el sofá, y empiezo a hacer un poco de zapping por los canales de televisión. A los pocos minutos, Natalie y Jane aparecen de nuevo en el salón.

—Te ha contado Natalie lo de su rollito navideño, ¿no? —me pregunta Jane, que se sienta junto a mí mientras Natalie va directa a la cocina.

—Sí, nada más cruzar el umbral.

—Con lo capullo que es...—comenta Jane, poniendo los ojos en blanco.

Natalie no es de las que se encariña pronto con los tíos, así que esperamos que este, no esté en su lista de propósitos de Año Nuevo.

Después de cenar aprovecho para dejarlo todo bien ordenado para mañana. Los libros que voy a necesitar, y la ropa que me voy a poner: unos vaqueros y un jersey rosa claro de cuello alto.

3 de Abril de 2021 a las 07:55 0 Reporte Insertar Seguir historia
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