aldec01 Aldeco René

Al ceder las puertas se dejo admirar una plaza repleta de bestias repugnantes, babeantes animales que se aglomeraban y acariciaban sus cornamentas con las pesuñas delanteras. Destellos de marfil me cegaban al intentar mirar hacia arriba, obligándome a contemplar el rededor por su parte baja y descubrir que me encontraba en un viejo Coliseo, en un circo lleno de fetiches. Gire desesperado intentando regresar, pero la puerta detrás de mi se cerro justo en mi cara golpeándome y tirándome al suelo.


Cuento Todo público.

#leeLajusticiadelruedo
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La justicia del ruedo.

A excepción del hombre,

ningún ser se maravilla de su propia existencia.

Arthur Schopenhauer.


Caminaba a tientas sobre un pasillo a oscuras intentando mantener el equilibrio, mareado vomitaba el recuerdo de aquellos monstruos obligándome a tragar todas esas pastillas. Estaba desnudo y solo podía guiarme por unos cuantos destellos al final del túnel. Lentamente el contorno de una puerta se presentaba ante mi llegada, dándome la bienvenida en un estruendo oculto tras de sí; zigzagueaba tambaleante aparentemente hacia mi ruina y la fatal aceptación de un destino ajeno. Golpes, gritos, mugidos, blasfemias e insultos exigentes de sangre devoran la esperanza y todo anhelo de una nueva oportunidad. Apresure el paso hasta poder recargar mi frente en aquel conjunto de tablas viejas y acariciar su borde con la yema de mis dedos, comenzaba a ceder el único eslabón que me separaba de todo lo que aun desconocía, de la ruina y la verdad, de Dios y el hombre, del hombre y la bestia.


Al ceder mi único impedimento admire una plaza repleta de bestias repugnantes, babeantes animales que se aglomeraban y acariciaban sus cornamentas con las pesuñas delanteras. Destellos de marfil me cegaban al intentar mirar hacia arriba, obligándome a contemplar el rededor por su parte baja y descubrir que me encontraba en un viejo Coliseo, en un circo lleno de fetiches. Gire desesperado intentando regresar, pero la puerta detrás de mi se cerro justo en mi cara golpeándome y tirándome al suelo. A pesar de la vista borrosa al incorporarme, intente mirar de frente tratando de buscar otra salida lejos del caos y todo aquello que aun no comprendía; la figura de mi verdugo comenzaba a dibujarse entre la momentánea penumbra, en un andar presuntuoso que hacia danzar el polvo entre cada paso. Pronto él estuvo frente a mí, dejando al fin descubierto su silueta ridícula, mirándome con aquellos ojos pequeños intentando indagar mi temor. Su poco maquillaje remarcaba aún más el pelo en su hocico, castaño fulgurante entre un blanco polvoso abanicado esporádicamente. Exangüe mire en todas direcciones implorando encontrar una salida, mas mis movimientos eran observados en un ritual del cual no se debe perder detalle alguno; solo quedaba el enfrentamiento o morir al intentarlo. La desgracia sonreía a lado mío mientras yo secaba mis lagrimas con el antebrazo.


Pronto aquella aberración se acercó nuevamente a mí, sujetándome por el cuello entre sus pesuñas para besar mi frente y dejarme de nuevo en donde me encontraba. No deseaba luchar, pero ahora el instinto me obligaba a recordar mi origen entre notas y palabras que de nada sirvieron.


— Todos esperan un buen espectáculo — profirió después bufar.


Tosía mientras me levantaba, incorporándome al recargar mis manos en las rodillas e intentar relajarme por un instante. Observaba con desdén el paso tranquilo de aquel que me exigía una bacanal, su sombra estrellada mimetizándose entre la basura que caía de los estrados donde cientos de monstruos escupían o vomitaban. Mis dientes castañeaban, mezcla de frio y temor, de duda y pena, de existir y desear ser ajeno; el infinito eco gutural brindando la misma absurda despedida. Él orgullo le obligaba a modelarme aquella ropa de mil y un lentejuelas en un traje de aparentes luces, levantando el rostro al publico y agitando sus asquerosas patas en un andar apaciguado y sin decoro.


Silencio, un instante en que la duda mira indiferente a la cotidianidad o la obligación. De mi verdugo escapaban mechones de pelo castaño fuera de su saco y taleguilla, ambas prendas solo podían cubrir una miserable parte de su asqueroso abdomen gracias a una faja oscura que más parecía un sostén. En su pata inferior derecha sostenía un capote rojo o tal vez vino que no podía dejar de admirar, experimentando una mezcolanza de emociones en las cuales dominaba el deseo, el miedo y la ira. Una gota comenzaba a recorrer mi entrepierna creando un hilo constante que terminaba en mis pies formando un charco, me había orinado.


—¡Vamos maldito animal estúpido! —Grito aquella aberración al arrojar su montera y dejar al descubierto un par de cuernos miserablemente pequeños—. Saciemos esta sed de sangre que se nos exige, dejemos que tu muerte se la inversión adecuada a la tarifa que cada uno de ellos a pagado; solo queda aceptar con orgullo la gloria de morir en este lugar.


De mi boca escapaban sonidos sin sentido, tartamudeaba la misma primera vocal intentando implorar compasión. La rotunda negativa al mirar golpear la tierra con su pata inferior derecha y volver a bufar al sacudir su rostro.


— Tú aquí no tienes decisión alguna y tu existencia a partir de ahora se justifica al divertirlos y entretenerme. Cada uno de ellos —señalando las gradas repletas de todos esos seres incomprensibles y detestables— está aquí ansioso implorando contemplar la muerte, anhelando olfatear la sangre mezclarse con tu sudor al intentar huir. Observarlos y descubre un morbo significativamente insatisfecho.


— ¿Por qué yo? — Pregunte al cubrir mi rostro con ambas manos y sollozar.


— ¿Y quien más? — Respondió mientras reía—. Si continuamos hablando en cada uno de ellos se dejara ver mas fácilmente su verdadero yo, la impaciencia del aroma fresco de un cadáver y la gloria de una apuesta ganada en tentativas de minutos sobrantes.

No podrías imaginar cuantos orgasmos se lograrán gracias a ti.


Al incorporarme mis rodillas comenzaron a temblar, mi cabeza pesaba tanto que mi espalda se curvaba fijando mi vista en el suelo; estaba atrapado en un asqueroso bacanal donde mi sangre llenaría las copas de unos cuantos y mi piel sería el cobijo de algún ternero, dejando mis huesos al olvido, así como a la imaginación del sol y las ratas. ¿Acaso había perdido? ¿Por qué luchaba? De nuevo su maldita risa, aquella carcajada opacando el fragor y mi estúpida melancolía. No podía soportarlo más, pero tampoco evitaría el anhelo de poseer aquel color ondulante entre sus asquerosas patas. Levante furioso mi rostro y arremetí contra él desesperado por arrebatarle lo que era mío.

Lentamente mi carrera llegaba a su fin después de sentir la caricia del terciopelo en mi nuca, dejándome a espaldas de mi futuro asesino en su andar contrario sobre rosas color lila. ¿Acaso había atacado a su sombra o es que solo se trata de ridiculizarme antes de morir?


—¿Lo notaste? —Pregunto al voltear su rostro por encima del hombro izquierdo—. Solo una insignificante porción del placer; tan fuerte como tu deseo de vivir y el de ellos por verte muerto. No vayas a permitir que esto sea fácil, estoy seguro de que lograremos el clímax y el olvido se encargara de honrarte.

9 de Febrero de 2021 a las 03:01 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Continuará…

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Aldeco René Permíteme contarte todas aquellas historias sin final feliz.

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