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Vivir y crecer como los bisteces: a chingadazos.

"La única garantía en la vida, es tener una vida por la que valga la pena morir" - SLUG


Todo tiene un origen, el de estas letras, se dio en la periferia de la ciudad. Nacido en la calle de Hamaca, en el Barrio de Labradores, y como si el nombre llevara la penitencia, crecí entre los remolinos de la tierra sin pavimentar en temporada de verano, los lodazales de Septiembre - Octubre y los charcos congelados de Diciembre. De la hamaca no hablamos, porque no había.


Soy afortunado de haber nacido en los 90’s, siempre he sentido un extraño aprecio y agradecimiento por crecer en esos días. Estaba enamorado de Daria Morgendoffer, de Selena Quintanilla y de Leticia Huijara, veía caricaturas, desayunaba y cenaba cereal, las bicicletas eran los bólidos en los que mis camaradas y yo huíamos de todo, del mundo real, del mundo blanco, de todo lo que nunca pretendíamos ser. Ser autoridades y/o dictadores era el sueño de los blandos, de los que nunca iban a poder querer lo que se tiene, de un montón de ambiciosos que nunca iban a entender de qué se trata el viaje.


Viví parte de la transición entre lo análogo y digital, consumíamos música, rayábamos las paredes y nos adueñábamos de las calles. Ya no leíamos los clásicos, leíamos a Sartre, Rulfo, Hemingway y Camus. En la casa, el VHS de "Sangre por Sangre" estaba al lado del CD "Enter The Wu-Tang", la gente hablaba de Bruce Lee, de Muhammad Alí, de boxear y de escribir para tener otro Nobel en la vitrina y otro campeón mundial salido del barrio. Crecimos en un contexto incierto, la manera de ver el mundo iba a cambiar para siempre, cambiaron algunos roles sociales y, sobre todo, algunos intentamos salir adelante en un mundo lleno de placebos, pero aún así se sobrevivía apenas. "La vida es perra, porque si fuera puta, sería fácil" se oía recitar a aquellos con las gargantas y los pies ya cansados.


El punto medio, después de la bendición del barrio, llegó entre los 17 y los 20 años, estaba perdido y pensaba que la vida era demasiado corta como para entrar a mis clases, para no sentarme a ver la vida pasar, para no fumarme una cajetilla entera, para no gastar los pocos centavos que mis padres me daban en mi dipsomanía. Había cambiado la bicicleta por largas caminatas a las 2 de la mañana, la casa más acogedora por la calle, a "Rocky" el perro corriente de más raza, por un círculo de personas igual o más perdidas que yo. Y como todo viaje que se hace montado en un vehículo sin frenos, solo tenía el destino de estrellarme. Todo eran problemas, con mis padres, con la ley, conmigo mismo. Desperté a las 22:57 de un 25 de Mayo en la cama de un hospital, sin casa, sin escuela, sin nada. Tenía ganas de acabar con todo. No tenía futuro y ni siquiera sabía qué hacer con él si llegase a tenerlo. No sabía que quería, solo estaba improvisando.


Y luego, llegó el golpe de realidad, ese derechazo que tiene bien pulido la vida para obligarte a responder o te lleva a las cuerdas a pedirle a alguien que tire la toalla por ti, porque ni siquiera tienes el poder de tirarla por ti mismo. Salí a un mundo de adultos que no conocía, mareado todavía por el choque de frente, empecé a hacer sombra día a día con las palabras. Me di cuenta de que había una forma de seguir de pie aunque la vida es un boxeador muy listo, no deja de hacerte pensar y cuestionarte cada movimiento, uno va persiguiendo su potente mano derecha, llena de todos los sueños de cualquier bobo que aspira al papel moneda y el éxito solitario, la fama y la gloria, la zanahoria que persigue el conejo y que lo convierte en comida y deshecho de la historia, mientras que con la izquierda va ablandando a la mala. Dejé que todos los demás se lanzaran a perseguir la chuleta dorada que al mismo tiempo les deshilachaba los sesos, mientras yo me hartaba de pegarle, como los carniceros a los bisteces.


Durante todo ese viaje, he andado de aquí para allá, me he topado con un montón de personas con las que he compartido el pan y vino, aunque a veces se termina el pan, aunque a veces no puedo beber otro trago. He estado arrodillado puliendo una taza de baño, mientras suena el soundtrack de los años que me hace mover la cabeza y he estado de pie explicando cómo funcionan las hojas de cálculo a un montón de adolescentes que saben que heredaran la empresa de papá, así que para qué preocuparse de más. Y aún así, después de todo, "el viaje sigue siendo el destino", sigue siendo el pensamiento que tengo al levantarme de mi cama ubicada en algún punto de la ciudad más grande del mundo.


Estos escritos vienen de cuando llueve y pienso en el café mientras miro la ventana, de cuando hace un chingo de calor, se destapa una cerveza y recuerdo entre risas y gritos a los que están rodeando la mesa, a los que se pudren detrás de unas barras o a tres metros bajo tierra. De cuando es momento de raspar la pista rodeado de luces y con los bafles retumbando en cualquier calle, de cualquier lugar. De permanecer callado mientras tomo apuntes y notas, tratando de entender cosas entre los libros y las conversaciones con personas más listas, que no aprendería de otra forma.


Esto es el testamento de una vuelta perpetua entre todos los caminos, acompañantes, rivales y acontecimientos entre ellos, que existieron y existen en un lugar donde el sol baja despacito, un lugar que está que arde pero que no explota, en donde los ríos tienen alcohol y sangre, donde los malos lloran y sienten, donde los buenos también cortan cartucho. Un sitio que está entre aquí y ningún lugar, donde el motor de todo también es el amor. El mundo donde no todos los sueños se cumplen, porque si eso fuera posible, estaría plagado de princesas y vaqueros...

23 de Enero de 2021 a las 03:26 0 Reporte Insertar Seguir historia
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