Cierro la puerta y la cerradura es una figura grande, la cual no me esfuerzo en contemplar. Hago este acto despacio, con calma. Primero el derecho y luego el izquierdo. Tampoco sé qué pensar. Tengo los pies fríos y los noto demasiado. En cambio, el tronco me arde.
Me entretengo mirando la nada y pensando con lo que miro pero no veo. Dos trozos de alguna cosa extraña caen y hacen mucho ruido. El viento juega a mover esas cosas por el suelo. Mi cabeza piensa en ese conjunto de sonidos. Más adelante, escucho a alguien pegar golpecitos a una tubería. Ya hacen una orquesta.
De la gente que se me cruza, no puedo decir mucho. No me fijo en nada. No son muchos, ni hacen escándalo. Pero escucho sus pasos y cuchicheos. Aquí la cabeza me empieza a doler al oír tantos ruidos cuotidianos pero, cansinos y llenos que vaguería,
Directamente, me pongo las manos a la cabeza y ya no sé nada.
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