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Araña de huerto

—¿Esa cosa es un insecto? ¡Es enorme! Es casi de mi tamaño.

—¿Verdad? Menos mal estaba muerto.

—¿No lo mataste tú con la pala, papá?

—No no, ya lo había encontrado así, al lado de los tomates. Solo lo estoy enterrando.

—¿Y cómo crees que murió?

—Lo más probable es que haya sido un araña. Ya ves como está envuelto en esa tela blanca...

—¿De verdad? ¿Hay arañas tan grandes como para hacer eso?

—Existen arañas bastante grandes. Hay una que llaman algo así como "araña de los cocoteros", en Australia. Vi que crecían hasta el tamaño de un perro más o menos.

—Creo que mi maestra lo llamaba "cangrejo de los cocoteros", no «araña»

—Bueno, igual sigue siendo un arácnido.

—¿Y por qué está morado de ese lado? ¿Las arañas también golpean?

—Mmm..., debe ser por donde inyectó su veneno.

—Se ve muy feo, debió dolerle. A mamá aún le duele su rodilla, y su moretón no está tan grande.

—Los animales a veces son violentos por instinto. No hay nada que podamos hacer más que darles su espacio.

—Menos mal lo encontraste así. Las arañas dan miedo.

—En realidad, nos conviene que haya una araña encargándose de los insectos grandes. Ayudan a que las verduras crezcan sin preocuparnos de que se infesten.

—¿La araña está cuidando el huerto entonces?

—Y la casa ya que está, imagina qué pasaría si los insectos entraran a la casa. Como sea, mejor dejar el bicho ahí y no acercarse al huerto durante unos días.

—¿Por qué? ¿Crees que haya más?

—En realidad, planeaba fumigar, pero creo que ahora es mejor no molestar a la araña mientras busca otro lugar con insectos. No te la querrás encontrar con hambre.

—No, pero... ¿Y si nos encuentra a nosotros? ¿Crees que entre a la casa?

—Tranquilo, estamos a una buena distancia de la entrada y yo cerraré todo más tarde.

—¿Lo prometes?

—Sí sí, y ya anda a almorzar que se debe estar enfriando. Avísale a mamá que entro cuando acabe aquí.


Me quedé mirándola mientras terminaba de apuntar en su libreta. No parecía preocupada pero tampoco reflejaba estar satisfecha con lo que había escrito.

—¿No te dijo algo más?

—¿Quién? ¿Papá? Creo que no. Luego entré a almorzar y ayudé a mamá a lavar todo.

No puedo decir que la psicóloga haya sido una persona incomoda de tratar, pero al mirarme por encima de los lentes me obligó a inclinarme hacia atrás y repensar si le había dicho algo en tono maleducado. Sospeché que mi miedo a las arañas no era algo tan simple de manejar, pero esperaba que sea fácil para ella tratar conmigo, sabiendo que era muy común tenerles miedo. Comprendo que las fobias no se olvidan de un día para otro, y como solo era un mocoso entonces, mi mayor contribución a la mayoría de conversaciones con adultos era asentir con la cabeza y pensar en otras cosas; pero en las sesiones que tenía con esta señora no veía ningún interés por su parte en conversar solo de arañas.


—Está bien, creo que es suficiente por hoy querido, dile a tu madre que pase a conversar conmigo —dijo a la vez que señalaba afuera de su oficina—. Saliendo puedes tomar todos los dulces que gustes.


Y eso hice. Luego de tomar "frescura de fresa" en un puño y "paraíso de piña" en el otro, estaba listo para mi pelea de box diabética mientras esperaba a que mamá converse con la señora quien, al recibirla, se disculpó con ella explicándole que "no se le daban muy bien los niños".

Mi espera tampoco fue tan aburrida. Pude entretenerme mirando a muchos pacientes mientras esperaban a ser atendidos. La gran mayoría, personas feas con tatuajes en la cara que, según mamá, debían tener problemas con drogas o alcohol. ¿Por qué mi fobia era algo tan complicado para la señora entonces? Sabiendo que normalmente lidiaba con casos que, a simple vista, eran mucho más difíciles que el mío.

Entre uno y otro de mis rounds con los dulces, alcanzaba a escucharle explicando como "no parece haber un trauma infundado" y que "a veces es mejor que ignoren el tema para que puedan desarrollar una vida normal". Para mi tenía sentido saber menos de las arañas para olvidarme del miedo que les tenía, pero tampoco creía tener problemas con todas. Digo, si van a ser del tamaño de un perro, pues todavía, pero si tengo que matar alguna pequeña con el pulgar antes de meterme a la ducha, no veía por qué no podría encargarme yo; aún así, mientras pudiese comer dulces y saltarme algunas horas de clase, no tenía problema en conversar de mi miedo que, poco a poco, me iba pareciendo cada vez más absurdo.


Acabada la sesión, recuerdo muy bien que la señora hizo el favor de llevarnos a un hotel a mi madre y a mí, ubicado lejos del campo y cerca a la ciudad.


—Necesitamos quedarnos en otro sitio mientras se resuelve el tema de tu padre y fumigan la casa —me explicó mamá, sin apartar la vista de la ventana del auto. Yo pensé que ella lloraba por estar lejos de papá, o porque los despedirían por no haber cuidado los cultivos, pero no estaba seguro de qué decirle para tranquilizarla en ese momento.


Me explicaron que mi padre había desatendido el huerto por querer "darles su espacio a las arañas", y toda la tierra se había plagado de insectos y malas yerbas. Él tendría que pagar por su negligencia y explicar a las autoridades por qué no había cuidado el huerto correctamente, por lo que no podría acompañarnos. De camino al hotel pasamos por la finca. A la distancia se podía ver una docena de, lo que yo asumí, eran fumigadores trabajando con los policías, en sus trajes blancos de cuerpo entero, revisando el suelo y tomando fotografías, todos dentro del límite marcado con la cinta amarilla que envolvía el huerto y la casa.


Con el tiempo y luego de conversar con algunas personas entendí que no había una plaga de arañas o de insectos, al menos no en plural. El único insecto que les importaba era el que había muerto cerca de los tomates aquel día. Resultaba que el insecto se llamaba Lizeth Paucar, de 6 años; la segunda hija de la familia dueña de la finca que, jugando en un día desafortunado, se perdió cerca de nuestra casa. La pequeña fue amordazada, abusada y golpeada hasta la muerte, para luego ser envuelta en una sábana y enterrada en el jardín. Según mi padre, dejarla así era evidencia de que la araña cuidaba el huerto.

23 de Diciembre de 2020 a las 18:28 2 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

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