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Deseo de fin de año

El baile dio inicio a las 7 de la noche, en el lugar más arbolado con que cuenta el pueblo de Lázaro Cárdenas; sus asistentes, en su mayoría jóvenes arriba de 25 años, llegaron puntuales, pues el grupo que daría inicio a la festividad de fin de año es el más popular de la zona. La presencia de Amelia y su grupo de amigas no se hicieron esperar, las cinco mujeres experimentan el éxtasis de la música, de la embriagante sensación del tequila y el baile. Ahora faltando solo media hora para el final de la noche todo le parece un mal chiste.

Para Amelia esa fiesta representaba no sólo el término del año 2020, simboliza la firme decisión de arrancar de su corazón a Nicolás, un amigo del que se encuentra profundamente enamorada, un hombre al que rechazó infinidad de veces por la búsqueda de la persona perfecta, sin notar que se encontraba a su lado desde la niñez. Siente nostalgia al no tenerlo cerca y saber que él ya no le corresponde más.

Sin embargo, algo dentro de ella había cambiado, las fiestas ya no la animaban, perdió el interés de la música y el baile, y dejaba de anhelar la sensación de ser amada. Por eso, cuando los hombres invitaban a bailar a sus amigas, no había sentimientos dentro de ella, ningún tipo de envidia, celos o decepción porque ellos no la preferían, a sus 30 años comienza a perder la esperanza de amar.

Impávida e impasible observa el baile, mientras sus amigas corren para unirse al devastador espectáculo de tropiezos y pies magullados. Las muchachas se sienten princesas en la pista, los hombres galanes por hacerlas sonreír; sin poder evitarlo Nicolás acomete sus pensamientos, de pronto se encuentra sonriendo ante el recuerdo del baile de preparatoria, cuando la metió al auto para llevarla lejos del salón y confesarle su amor. El amargo sabor del arrepentimiento por rechazarlo ese día, le seca la boca, Amanda cierra los ojos y de lo más profundo de su ser pide un deseo:

“Él merece ser amado con la misma intensidad que está dispuesto a amar, Nicolás encontrarás una mujer de tu talla”.

—La luna también concede deseos.

El olor dulce de los frutos rojos inunda sus fosas nasales, su boca se humedece en seguida, ese olor se le antoja semejante al ponche que su abuela preparó la recién navidad pasada. Amanda abre los ojos para encontrarse con un hombre alto, robusto y de unos ojos verdes que combinaban perfectamente con la camisa oscura que porta; su cabello rizado y castaño inmediatamente hacen efecto en ella, su cara se torna ancha por la sonrisa que deja escapar.

El desconocido la mira con curiosidad, sus chispeantes ojos y su aspecto jovial le indican que tiene menor edad que ella. Sobre su hombro deja ver cinturones de cuero y prendas coloridas.

—¿Bailas? —le pregunta el desconocido.

Ella instintivamente niega con la cabeza, no porque el hombre que la invitaba a bailar fuera un vendedor, era porque intentaba evitar ser ridiculizada.

—Si bailas dejaré mi mercancía sólo para pasar tiempo contigo.

La mirada clara y afable, sin un atisbo de lujuria, del joven la domina.

—Está bien.

Sin darle tiempo a que cambie de opinión se pierde entre la gente, cinco minutos después, donde incluso Amanda pensó en rechazarlo, el centellante hombre de ojos verdes aparece. Le tiende la mano y cordialmente la lleva a la pista de baile. En medio de la multitud, sin preguntar nombre, edad, lugar de origen, ambos disfrutan de la embriagante música, de la noche, de la simpleza de las palabras.

Amanda comienza a experimentar un cosquilleo en su interior, el tiempo se transforma en su enemigo amenazando con el fin de la velada y todo aquel recuerdo del pasado se vuelve nuevamente pasado.

—Esta noche déjame ser tu sapo —en el rostro de Amanda se plasma una duda—, ese que cuando besas se vuelve príncipe.

Las palabras del desconocido calan en lo más profundo.

—Nada de besos, no hasta pasada la media noche —dice Amanda, tratando de contener la emoción que empuja por salir y de mantener la promesa de dejar ir a Nicolás pasado este año.

—Vayamos a un lugar tranquilo, déjate llevar y salgamos a un lugar mágico.

Impulsada por la palabra “mágica”, el hombre que le inspira confianza y el deseo de un nuevo inicio de año, le da el sí.

—Entonces, ¿vienes a este pueblo por trabajo? —le pregunta la mujer en un arrebato de curiosidad por el desconocido.

—Si, voy de pueblo en pueblo ofreciendo mi trabajo. La verdad es que la semana pasada fue la más dura, la noche de navidad —el silencio reina un instante—. Me di cuenta de la falta de humanidad que sufre este país, México, tan rico en tantas cosas, se está dejando corromper por la falta de amor.

El comentario lanzado le cae como balde de agua fría.

—Usan la palabra amor fríamente, por conveniencia y sin sentir la dimensión de esas cuatro letras —Continúo el joven—. Después de navidad pude irme, pero ver aquello me tiene trabajando más que nunca, pues el amor se confunde con lujuria, chantaje, manipulación, el significado familiar en el amor se pierde a pasos agigantados.

—Lo sé, yo misma he desgastado el amor.

—¿y tu familia? —preguntó el castaño, pero no tiene respuesta.

Amelia suele no hablar de sus padres divorciados, decir que ambos pudieron formar una familia separados y ahora cada uno comparte la cena sin estar ella presente le dolía, prefiere mantenerse alejada.

—Yo soy de familia numerosa, tengo muchos hermanos…

Mientras el desconocido relata la convivencia que tiene con sus parientes, las aventuras y vicisitudes compartidas, Amelia experimenta la irremediable necesidad de estar en familia, su acompañante se muestra generoso y le confiere seguridad, su empolvado corazón comienza a latir, a desear, a soñar, a necesitar el calor del amor.

—Llegamos —anuncia el joven.

Al bajar del auto, la brisa marina llena su rostro, se envuelve entre sus brazos para evitar que su calor se desprenda de su piel, el sonido del agua golpeado la orilla de la playa la estremece. Un nudo en su garganta se instala, camina hacia el agua hipnotizada por la maravillosa luna que decora el cielo. A su izquierda un apareja joven se abrazan, susurran promesas mientras los sellan con besos. A su derecha una pareja de ancianos, tomados de la mano, caminan lentamente hacia la profundidad del mar sin importar que las olas mojen sus prendas. A lo lejos, más personas disfrutan al lado de sus seres queridos, pues faltan cinco minutos para iniciar 2021.

—Hora de que el sapo se vuelva príncipe —anuncia su acompañante, quien ha leído en la expresión de Amanda una profunda tristeza.

—Lo siento —recibe de respuesta, unas pequeñas gotas nacen de sus ojos cerrados—. Tú no eres el sapo que espero, yo… estoy enamorada de un maravilloso ser humano, es comprensivo, paciente, inteligente, Nicolás es… todo lo que quiero.

Agacha la cabeza intentando no sentirse tonta, pero lo que Amando no ha notado es que el chico con olor a ponche de frutas ya no está a su lado.

—Si contestarás el teléfono no tendrías por qué estar llorando. —Los brazos de Nicolás rodearon su cintura—. Sentí la irremediable necesidad de venir a este lugar, donde besé tus labios por primera vez y también me rechazaste, pero no imaginé que estarías aquí. Amanda, esas palabras son el mejor regalo de fin de año.

Amanda atrae a su amigo hacía ella, le rodea el cuello con ambas manos y le entrega en un beso los años de amor ciego. Piensa, ¿quién eres? Que me has regalado el mejor día de mi vida.

—Soy el fantasma de la navidad presente perdido en un 31 de diciembre.

La respuesta no fue escuchada por Amanda, pero si recibió, el deseo que suplicó.

11 de Diciembre de 2020 a las 17:56 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

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Nelba Jiménez No hay imposibles en el mundo de las letras. https://www.instagram.com/seulrn.jimenez/

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