Londres, Inglaterra.
Octubre de 1940
04.10 horas
La luna oculta entre las nubes se negaba a brindar de luz las oscuras calles de Londres, el clima parecía sacado de una de las novelas de Bram Stoker, existía un silencio como si temiera de algo que debería haberse quedado enterrado en el pasado, la densa neblina solo contribuía a hacer crecer la inquietud en los corazones de la gente de Londres, la luz de las lámparas predispuestas ordenadamente en un hermoso patrón de zigzag no lograban erradicar por completo a las sombras que brotaban de los callejones, el corazón de la población estaba llena de incertidumbre, de miedo y desesperación, debido a la guerra y sus horrores que habían llegado por fin a las Islas británicas y con ellos bombardeos constantes y descarados por parte de los alemanes, esto era algo simplemente inaudito, pero no era lo único que atemorizaba a los corazones de la población Londres.
Desde hace unos meses habían estado ocurriendo varios crímenes que eran francamente aterradores, una antigua leyenda urbana comenzaba a circular entre la población, pero esta vez más despiadada que en su origen, lo que la gente llamaba un trastornado imitador se había propuesto recrear de nueva cuenta los crimines de Jack el Destripador, pero ahora no hacia distinción entre clase alta o baja, joven o viejo, ni siquiera le importaba el género de la víctima.
Las autoridades estaban más que perplejas ante los asesinatos, varias de las víctimas estaban bajo investigación policial debido a denuncias por parte de fuentes anónimas, se tenía la sospecha de que conspiraban en contra la seguridad de todos los británicos y de la misma Corona, dando información de lugares importantes como los pocos refugios, o los vitales radares. Pero el culpable de dichos asesinatos nunca fue encontrado.
Una nueva y última víctima, seria cobrada esa gélida noche de octubre, pero esta vez esta victima sería una que paralizaría a Londres, no ante el miedo, no ante la desesperación, sino de ira, de rabia, de una sed de sangre.
—Tu vida siempre ha sido mía Ethan, destruir tus sueños y esperanzas siempre ha sido mi meta desde un inicio, nunca te quise realmente, siempre te he visto como mi herramienta para cumplir mis sueños, no me importan los lazos que crees que existen entre nosotros, no son nada,— Gritaba con un rostro lleno de locura un chico rubio vestido con un elegante traje oscuro, sus labios estaban manchados de sangre dándole a su sonrisa un toque macabro, en sus manos los antiguos guantes blancos ahora estaban desgarrados y manchados del color carmesí proveniente de la herida en su abdomen, su rostro mostraba una incomodidad al hablar, atado firmemente en una silla de metal donde había sido golpeado constantemente.
Tatuada en su cuello, una cruz esvástica se mostraba en todo su esplendor, para disgusto de la persona que lo había interrogado, pero se negaba a decir una palabra. Sin decir una palabra saco de su cinturón una daga adornada exquisitamente con la silueta de un zorro y corto rápidamente las cuerdas que lo retenían sentado, solo para darle una rápida apuñalada en el estómago.
—Mátalo Jack, me es inútil dialogar con el y yo que pensé que mi hermano mayor sería un poco más sensato, pero es simplemente otro perro rabioso al que hay que sacrificar—Ordeno con un rastro de indiferencia un chico delgado, de ojos azules que parecían atrapar la poca luz que existía en la habitación, imitando de una forma maravillosa las profundidades del océano. Si bien su rostro no mostraba más que indiferencia, esos profundos ojos azules mostraban desprecio y decepción.
—Claro yo eh de morir hoy, pero viviré siendo la pesadilla que nunca te dejara dormir, ¡Me escuchas Ethan! ¡Nunca moriré sin importar lo que hagas, no desapareceré siempre viviré en la memoria de nuestra madre, en tu memoria e incluso en la del asqueroso perro que es Jack!— Y con esa mirada como si pulsaran un botón, simplemente abandono la cordura, riendo sin parar deleitándose del abrazo de la desesperación y el odio, del dulce odio que sentía contra su hermano menor, de la desesperación de nunca haber sido el hermano modelo entre los cuatro, siendo solo el tercero en todo, el que nunca tendría un brillo propio, siendo una simple sombra al margen de todo, invisible a ojos de todas las personas.
Simplemente ignorando los pensamientos que el segundo príncipe tenía en su mente, su hermano Ethan camino hacia una de las paredes, dándole un simple asentimiento a Jack para que terminara su labor.
—No me importa lo que usted crea y opine Príncipe James, todas esas personas con las que colaborabas están descansando en pedazos, mis manos están manchadas de sangre de personas inocentes y culpables pero viviré con eso siempre persiguiéndome en sueños, soportando los murmullos de la gente sobre la sombra que oculto, yo soy Jack el Destripador, la herramienta de muerte y terror de la corona inglesa, creado por el príncipe Oscar de la Casa de Windsor, para eliminar las amenazas a la familia real, incluidos los miembros de esta— Susurro con tranquilidad un joven pelinegro, de tez pálida casi enferma, mientras sacaba lentamente dos dagas de plata sin ninguna distinción más allá de la tela negra que las adornaba , con un paso lento como si considerara sus acciones, se acercó al rubio que reía de forma maniática en el suelo. —Y por orden de la familia real, bajo el cargo de conspiración contra la corona, corrupción de las leyes que rigen y protegen a nuestra nación soberana, espionaje y terrorismo, se te sentencia a morir a manos del monstruo que azoto esta nación hace setenta años cuyo legado paso de generación en generación. —
El ambiente se llenó del sonido inquietante de una persona ahogándose, y en un momento todo sonido se detuvo de forma abrupta.
Jack se levantó de la posición en cuclillas en la que estaba, y con una mórbida precisión quirúrgica abrió el abdomen removió el hígado y ambos riñones, y con un segundo corte removió el tatuaje nazi del cuello, eliminando de esta forma los prejuicios que podrían surgir contra la Corona.
Una vez que realizo esto, camino escoltando al príncipe Ethan camino hacia la salida de la maltrecha casa, a la vez que guardaba ambas dagas en una funda ubicada en la espalda, los órganos que extrajo los guardo en una bolsa de cuero al igual que el pedazo de piel, que metió posteriormente a su gabardina, camino junto al príncipe sin decir ninguna palabra durante al menos dos calles, para llegar a donde estaba un Rolls Royce negro, abrió la puerta del auto para que el príncipe subiera y una vez ambos estuvieron arriba Jack encendió el motor y simplemente condujo por las desiertas calles de Londres, con el conocimiento de que el cuerpo no sería encontrado hasta en la tarde o en unas horas. <<Tal vez pueda descansar lo que resta de la mañana, tal vez pueda pedirle el día libre a su majestad aún tengo que servirle a la princesa Kristen>>. Y con pensamientos mundanos abandono el hecho de que alguien más había muerto bajo su mano esa noche.
Jack Bright
