Idea de Eli: Sobrevive solo uno y en un momento de locura se descuartiza.
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Les observas desde una distancia prudente, acechando entre las sombras del bosque. Sientes lástima por sus almas, no creías ser capaz de encariñarte con ellos después de tan solo seis meses, pero fue inevitable. El objetivo era claro: fingir interés por la escritura para ganarte su confianza y conseguir traerles al bosque con la excusa de una lluvia de estrellas.
Relájate.
Todo está marchando según lo planeado. No pienses en los cuatro que faltan, con esos cinco debería ser suficiente.
Será suficiente.
¡No llores!; ¡son ellos o tú!; ¡es el precio de la libertad!
El gélido viento otoñal coqueteaba con las amarillentas hojas del bosque, haciéndolas bailar. A Natalia se le dibujó una amplia sonrisa mientras dejaba caer su cuerpo en la amplia manta morada. Su madre se la había regalado hacía cuatro años para su viaje a Europa. La pequeña del grupo tomó aire, permitiendo que el característico olor del lugar deleitara sus fosas nasales. Le habían recomendado aquel bosque para poder disfrutar de la lluvia de estrellas más espectacular de las últimas décadas, y quería aprovechar la ocasión para pasar una noche divertida con sus amigos.
Los aspirantes a escritores consiguieron encontrar el sitio perfecto para acampar y que los árboles no se interpusieran demasiado entre el cielo y ellos. Mientras Germán y Fred terminaban de montar la tienda, Janeth rebuscaba entre los rincones de su bolso intentando encontrar el spray para los mosquitos que evitaría regresar a su casa pareciendo un mapa humano.
—Recordad que mañana debemos madrugar, no quiero llegar tarde a casa, todavía necesito rellenar varios informes para el tribunal. Va por ti Fred —comentó la peliblanca con tono autoritario.
—¡Sí mamá! Sin cobertura no podré ver los nudes de Peluca en instagram, así que en cuanto termine la lluvia de estrellas, iré a dormir —bromeó Fred, guiñándole un ojo.
Germán rió por lo bajo mientras Jan soltaba un suspiro.
—A todo esto, ¿sabéis algo de él? Últimamente anda desaparecido… Igual que Rowena, Eli y Martín —preguntó Natalia con tono preocupado.
—¡E Isa! Ahora que estamos arrasando en las redes y está más cerca de conocer a ese tal Ben parece que ya no le interesa —añadió Fred.
—Seguro que estarán ocupados con otros asuntos y en cuanto puedan volverán a nuestras quedadas de los viernes —expuso Jan, intentando calmar al grupo.
—¿Qué estás leyendo Andrés?; ¿nos vas a psicoanalizar? —preguntó Fred volviendo la mirada hacia su compañero y dejando de lado, con una rapidez preocupante, la anterior conversación.
Andrés, que se encontraba sentado apoyándose en la copa de un árbol, levantó la mirada. Había estado tan concentrado en su libro que consiguió anular las voces de sus compañeros, hasta el momento de escuchar su propio nombre.
—¨La interpretación de los sueños¨ de Freud, me lo recomendaron en la carrera.
La tienda de campaña ya estaba lista, así que Fred se acercó hasta su amigo, intrigado.
—¿Entonces qué significa soñar con grupos Coreanos manteniendo sexo homosexual entre ellos?
—Que lees demasiados fanfics —replicó Jan entre risas— ¡Aquí estás! —exclamó alzando la mano con el spray en señal de victoria, para después echárselo por el cuerpo.
—Chicos, no quiero ser aguafiestas pero empieza a oscurecer, creo que deberíamos ir a buscar leña para hacer fuego, cada vez hace más frío —comentó Natalia hacia sus compañeros.
Andrés no dudó en levantarse, volviendo la vista hacia sus dos amigos, que no parecían compartir su ímpetu por colaborar.
—¿En serio tenemos que ir nosotros?; ¿no pueden ir ellas y pintarse después las uñas? —preguntó Fred con desgana.
—¡Frederico! —extramó Jan frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.
El moreno suspiró, sabiendo que aquella era una batalla perdida. Germán replicó los pasos de sus compañeros y los tres salieron en busca de leña.
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NEGRO
Fred, Germán y Andrés llevaban caminando aproximadamente media hora cuando Germán tropezó con una piedra, cayendo en las coloridas hojas del bosque. El grito de dolor alentó a sus compañeros.
—¿Estás bien? —preguntó Andrés al contemplar a su amigo tirado en el suelo.
—No demasiado… creo que me he torcido el tobillo.
—¡Genial! ¿y ahora qué hacemos? Si no traemos leña las chicas nos castrarán —replicó Fred cruzándose de brazos.
—Podemos volver y buscar alguna alternativa, seguro que lo entenderán...
—No. Id vosotros, yo os espero aquí, el camino está bien marcado, al regreso me ayudáis para caminar —contestó Germán, acallando el dolor que le producía aquella fractura.
Andrés observó a su amigo dubitativo, no le gustaba la idea de abandonarle allí, pero la leña era necesaria.
—¿Estás seguro?
—Tranquilos, estaré bien, no me moveré de aquí —bromeó el lesionado, intentando relajar el ambiente.
Andrés y Fred prosiguieron su camino, mientras Germán subía la tela de su pantalón para poder observar la herida, no era demasiado profunda para su suerte.
Germán…
El moreno se sobresaltó, mirando a ambos lados, pero no parecía haber rastro de personas a su alrededor.
¨Pero los incontables zumbidos afuera me indicaban que ellas seguían al acecho, como un depredador haría con un animal herido...¨
El venezolano juró escuchar palabras provenientes de algún lugar del bosque, como si las trajera el viento, pero el susurro era tan ínfimo que podría estar confundiéndolo con simples ruidos de la naturaleza.
Sintió cómo su cara se hinchaba, y, de pronto, estaba sentado en la cama de una habitación. La inflamación le impedía verlo todo con claridad, pero un extraño ruido le guió hasta la ventana del lugar. Zumbidos, el sonido era tan fuerte que debía de haber miles o millones de insectos afuera. Un escalofrío recorrió la espalda de Germán, pero lo que realmente le sorprendió fue darse cuenta de que podía caminar con normalidad. La figura de una abeja al otro lado del cristal le hizo sobresaltar, el animal daba golpes, como si intentase entrar al lugar a la fuerza. Aquella situación le estaba resultando familiar a Germán, demasiado familiar...
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AZUL
—¡Me duelen los pies! —exclamó Fred con expresión de angustia.
—A mi también, ¿qué tan difícil puede ser encontrar algo de leña en medio de un bosque?
—Las chicas deben estar acordádose de todos nuestros muertos, seguro que están abrazaditas y asustadas.
—Permíteme dudarlo, Fred —replicó Andrés con una sonrisa.
—¿Las mujeres no suelen temer a la oscuridad?
—¿De dónde te sacas esas ideas?
—De las revi... ejem... n-no lo sé.
Andrés…
Un soplo de viento rozó la mejilla del mexicano y le hizo estremecer.
—¿Has oído eso?
—¿El qué? —preguntó Fred confuso, mientras golpeaba una piedra en su camino, intentando entretenerse.
—Juraría haber escuchado mi nombre…
¨Lo peor de la penumbra, conté en sesión, es el silencio, la soledad.¨
Aquella frase resonaba en bucle en su cabeza. Andrés comenzó a inquietarse, contrastando con la aparente tranquilidad rociada de agotamiento que vestía Fred. Aceleró el paso, intentando alejarse de la voz siniestra que parecía perseguirle. Sintió sus cinco sentidos desvanecer, ya no podía notar el característico olor del bosque, no escuchaba a los pájaros ni las hojas jugueteando con el viento otoñal. Su visión se volvió borrosa. Dejó de distinguir los troncos de los árboles a su alrededor. Parecía estar encerrado en si mismo. No podía gritar. Sus piernas no respondían. Y entonces la imagen de un hombre entrado en años, mirándole y apuntando algo en su libreta, le asustó. Observó su alrededor, en las paredes descansaban diplomas enmarcados que le dieron una pista sobre el lugar en el que se encontraba; una consulta de psicología. De pronto, se apagó la luz, haciéndole entrar en pánico...
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AMARILLO
Fred observaba confuso como Andrés avanzaba con rapidez a través del bosque. A pesar de gritar su nombre numerosas veces, no parecía escucharle.
Fred…
El moreno intentaba seguirle el ritmo a su amigo hasta que escuchó el susurro de su propio nombre. Se giró instintivamente, y al volver la vista hacia el frente, perdió el rastro de Andrés. «Este me quiere gastar una broma... » Pensó, o más bien, rogó para si mismo.
¨Richard suplicó por un instante, pero ya no había marcha atrás. Vertí el bidón alrededor y encendí la caja de cerillas¨
Aquellas frases le resultaron familiares, pero no conseguía recordar dónde las había oído, o tal vez leído. «¡Son mías!; ¡son mis frases». Pensó, sin entender el porqué le venían ahora a la mente. El olor a quemado inundó sus fosas nasales y sin saber cómo ni cuándo, apareció en un cuarto minúsculo, débilmente iluminado por unas rallas paralelas que se encontraban rozando su rostro. Se acercó más hacia aquella fuente de luz y contempló la imagen de una mujer que le resultaba terriblemente familiar, estaba la cama con otro hombre. Sintió el impulso de salir y al hacerlo, se dio cuenta de que en una de sus manos sujetaba un bidón, ya sabía lo que debía hacer...
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VERDE
—Estos pendejos se han perdido, estoy segura —comentó Jan mientras se acomodaba al lado de Nat en la manta, contemplando la belleza del cielo despejado.
—Al final se van a perder la lluvia de estrellas —contestó Nat apenada.
—Y si no se dan prisa, tal vez la lluvia de estrellas sea lo último que nosotras veamos —replicó la peliblanca mientras frotaba sus brazos con ambas manos, intentando entrar en calor.
—¡Creo que me he traído unas mantas! Deberían estar en la tienda, deja, voy a ver.
Jan sonrió a modo de aprobación, alzando la mirada de nuevo hacia el cielo, repleto de puntos luminosos imponiéndose sobre las hojas de los árboles que les rodeaban.
Janeth…
—¿Qué ocurre, Nat? —preguntó la venezolana, extrañada por haber sido llamada por su nombre completo.
Pero su compañera no respondió, así que decidió no darle más importancia y siguió admirando aquel milagro que la naturaleza le estaba regalando a su iris mientras en su mente trazaba un plan para buscar a los chicos por la mañana en caso de que no aparecieran en lo que quedaba de noche.
¨Era hermoso, sus venas repletas de sangre, sus movimientos cónsonos y su radiante color rojo¨
De pronto, una intensa luz la cegó, obligándola a cerrar los ojos. Cuando volvió a abrirlos, contempló como un hombre vestido con una bata blanca la observaba detenidamente. Intentó gritar, pero su contrario parecía no poder escucharla. Quería levantarse, pero sus músculos no respondían. El hombre se marchó un instante, para volver con un bisturí. Su respiración aceleró en cuanto divisó aquel objeto acercarse hasta su cuerpo. Notó el frío tacto de la punta del instrumento y después un dolor insoportable que se adentraba en su interior. El hombre cortó la piel entre sus pechos...
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MORADO
Nat entró en la tienda de campaña en busca de su mochila. Comenzó a revolver entre los montones de artículos totalmente innecesarios que sus compañeros habían traído a la acampada. Sonrío al ver su peluche de la Dama Gata guardado en la mochila, era el regalo que su madre le había hecho hacía diez años por su cumple, siempre le gustó dormir con él.
Natalia…
La Paraguaya creyó oír su nombre, pero no le dio mayor importancia, prosiguiendo con su búsqueda.
Natalia…
La morena frunció el ceño, volviendo la vista hasta la puerta de la campaña. Allí, en medio del lugar estaba Eli, sonriendo. Nat replicó su expresión, aunque sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¡Eli!; ¿qué haces aquí? Pensé que tenías que terminar un cuadro y no vendrías, ¿cómo has llegado?; ¡que alegría verte!
El semblante de su contraria se volvió serio.
—Lo siento Nat…
Natalia la observó confusa, pero volvió a sonreír.
—¡No seas tonta!; ¡lo importante es que hayas podido venir!
—No quiero… no quiero hacer esto, pero es la única manera, el único modo de que él me libere…
Aquella conversación cada vez se volvía más confusa, incluso siniestra. Natalia no quería alarmarse por la actitud de su amiga, pero comenzó a preocuparse.
—¿Él?; ¿de quién hablas Eli?
—El Wendigo… lo siento tanto… Ellos ya están muertos, ya tengo sus colores, solo me falta el tuyo. Espero que sea suficiente… debe serlo.
—Me estás asustando… —replicó Nat mientras comenzaba a retroceder lentamente hasta una de las paredes de la campaña. Su corazón aceleró y la cabeza le daba vueltas.
¨La bailarina principal apareció y dejó mudo a lo que quedo del público, el cual aplaudía y gritaba, pero pidiendo auxilio ante la danza de sangre, colmillos, pelos y garras. ¨
El mareo se volvió más intenso, sus ojos no podían enfocarse pues el cuerpo de Nat daba vueltas al compás de la canción del Lago de los cisnes. Cuando por fin pisó el suelo, contempló las miradas atónitas del público. Sus brazos estaban cubiertos de pelo y tenía garras en vez de manos, pero el espectáculo debía continuar…
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El hechizo había funcionado, con tan solo unas pocas palabras podías hacer realidad las ideas más aterradoras; las suyas propias, haciéndoles revivirlas en bucle hasta la eternidad, de la misma manera que sus personajes debían hacerlo cada vez que un lector recorría las páginas de sus libros. No fue casualidad elegir a los escritores de terror más prometedores, estrellas a las que hiciste caer como la lluvia convirtiéndolas en fugaces.
Suspiras, no hay nada que puedas hacer para remediar su destino.
Te agachas y agarras la muñeca de Natalia, realizando un corte vertical con un cuchillo para poder extraer su sangre morada y verterla en un pequeño bote.
Ya están todos, el verde de Jan, el azul de Andrés, negro de Germán y amarillo de Fred.
¡Pero espera!
¡No!
¿Y el rojo?
¡No porfavor!; ¡no puede ser!; ¡se supone que iba a liberarte!
Tragas saliva y observas el cuchillo, sabes lo que esto significa.
Tal vez si realizas un corte pequeño, no tengas que morir. Debes terminar el cuadro, ¿qué sentido tendrá sino?
Te sientas en el suelo de la tienda de campaña y deslizas la tela del pantalón para poder dejar al descubierto el tobillo. Aprietas los dientes y realizas un corte fino, pero la sangre no fluye. Suspiras angustiada y decides profundizar. Nada. Pruebas con la otra pierna, pero tampoco consigues sangrar. Los cortes se vuelven cada vez más y más profundos. Tal vez debas amputar… Pero ese cuchillo es demasiado pequeño y poco afilado, necesitas algo mejor. Recuerdas que cerca de aquí hay una pequeña cabaña, seguro que tendrán una motosierra, piensas.
El camino parece no tener fin, pero por alguna razón sabes perfectamente hasta donde ir. El siento sopla con fuerza pero no sientes frío. Las preguntas acechan tu mente sin descanso;
¿Por qué no sangras?;
¿Por qué no sientes dolor?
La oscuridad del lugar resulta molesta pero después de una media hora divisas la cabaña. La cerradura está rota así que consigues entrar dentro sin problema. Para tu relativa suerte en un rincón del lugar, apoyada sobre una mesa de madera, hay una motosierra. Intentas encenderla y parece funcionar bien, así que tragas saliva de nuevo y procedes a cortar una de las piernas. La sangre no aparece, pero lo que más te sorprende es el dolor, o, más , la ausencia de este. Confusa, decides cortarte el otro pie, aún puedes salir de allí arrastrándote con las manos. Nada.
Los recuerdos comienzan a tropezar en tu mente.
Un viaje de amigos.
Escapada al bosque.
Martín, Luca, Rowena, Bel y tú…
Una historia de Halloween que no conseguiste terminar, historia en la cuál hechizabas y matabas a tus amigos para usar los colores de su sangre en una obra…
Bienvenida a tu propia historia de terror.
Gracias por leer!
Una historia de fantasía y terror realizada con una pluma suave que a su vez esconde hechos escabrosos, solo Is Bel puede llevarnos con tanta elegancia a través de la muerte. Ortografía y gramática muy cuidadas. ¡Felicidades a la autora!
Un cuento hermosamente contado, pero que en su interior muestra una historia intensa y oscura. Lo que sería una simple escapada, resulta ser algo más. ¡Va a mis favoritas!
Una gran forma de narrar y una trama muy interesante se unen para contar una historia que resulta amena y fácil de leer. Recomendada totalmente.
No hay pérdida a la hora de leer a Isabella Rozborska. Su prosa y su narrativa nos transportan como siempre al lugar de los hechos gracias a sus delicadas metáforas que emplea... 5 estrellas!
La escritora vuelve a sorprender con una historia magnífica, estructurada con gran originalidad, donde el horror visceral se presenta revestido por una belleza encantadora, una narrativa hechizante y dinámica que logra llenar de colores la muerte y la locura. ¡Muy recomendable!
La autora es capaz de trasportarte suavemente por los caminos de la decadencia, un relato hermoso y siniestro a partes iguales. Felicitaciones a la autora
Esta historia demuestra que para escribir un gran cuento de halloween no se necesita sangre. Se necesita imaginación y mucha creatividad. Dos características que están siempre presentes en cada una de las historias de la autora. ¡Una hermosa forma de narrar una historia de terror!
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