lotusvowmoon Kimberly García ciamar Ciamar

Hay algunas promesas que duran para siempre, hay otras que son difíciles de cumplir, al final del cuento siguen siendo promesas. ¿Quién dijo que la vida de un príncipe era sencilla? Froilán es egocéntrico, se ríe de todos y de todo. Sigue riendo como siempre después de un golpe de estado y también lo hace después de tener que huir para no ser asesinado. Su abuelo incluso muerto no dejo que las cosas fueran sencillas para él. ¿Amalia? Amalia solo quiere terminar la universidad, ella esta molesta, quiere que el egocéntrico hombre instalado en su casa se vaya a otro lado y la deje tranquila. Sus padres no ayudan, al menos no cuando son tan hospitalarios con el hombre, tampoco cuando la dejan todo el tiempo sola atendiendo al hombre. ¿Qué esperar de un príncipe huyendo y una chica obstinada?


Romance Contemporáneo Todo público.

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Capítulo 1


27 años atrás



***

Arnold suspiró, las reuniones entre los cuatro reyes siempre resultaban cansadoras e incluso un tanto aburridas. Tres de los cuatro presentes, incluyéndolo a él, habían tenido que presentarse a esa reunión tras un largo viaje, sin apenas haber tenido tiempo para descansar, por lo que no se encontraban del mejor de los humores, y aunque los reyes sabían como comportarse de forma correcta cuando la situación lo demandaba, se conocían desde niños y se encontraban en confianza, por lo que el decoro que podría detenernos en otras circunstancias no les impediría decir lo que pensaban.

Esa reunión en particular había sido convocada por él mismo, pero eso solo lo hacía peor. Sabía que el anuncio que tenía que hacer le traería problemas, y que no sería bien recibido por todos los presentes.

Aun así, estaba convencido de estar haciendo lo correcto.

Lo único bueno de esas reuniones, reflexionó Arnold, era que estas siempre eran realizadas en Spardias, un reino que siempre lo había fascinado, e incluso podía decirse que era su favorito. Cada uno de los cuatro reinos tenía un campo de especialización, en el caso de Spardias se trataba de las armas y la tecnología.

A Arnold le encantaba coleccionar armas y siempre disfrutaba de un buen duelo, aún a sus cuarenta y ocho años parecía estar lleno de vida... por supuesto, siendo el rey de Atlis, nunca admitiría que ese era su reino preferido, mucho menos a su propia gente.

Se acomodo en su silla y dio un vistazo a su alrededor.

Se encontraba en una amplia sala en un extremo del palacio real, se trataba de un lugar recluido y de paredes gruesas, pensado específicamente para poder realizar esas reuniones sin oídos indiscretos.

La sala en sí misma no era particularmente lujosa: apenas tenía unas cuantas estanterías y expositores con viejas armas, nuevas invenciones y algunos libros. No parecía la clase de lugar que los reyes elegirían para reunirse, y por eso mismo resultaba perfecta. A pesar de los tiempos de paz que corrían actualmente, nunca se podía ser demasiado cuidadoso.

Tanto Arnold como los otros tres reyes se encontraban sentados frente a una amplia mesa circular al centro de la habitación. Zahid, rey de Spardias, se encontraba a su derecha. A su izquierda se encontraba Bereck, el rey de Malycea, y frente a él se encontraba Regina, la reina de Olvum.

—¿No estás acaso muy viejo para seguir al mando, Arnold? —Preguntó el Rey Zahid más de manera fastidiosa que porque en realidad fuera una duda. Arnold lo miró alzando una ceja, mas expectante a lo que el hombre trataba de implicar.

—Quiero decir —continuó Zahid—, llevas veinte años gobernando Atlis ¿No es tiempo de que alguno de tus hijos tome el poder? —Arnold ni se inmutó ante la insistencia en la pregunta de Zahid, él siempre había sido así.

Zahid y el habían sido amigos desde la infancia y siempre habían estado ahí el uno para el otro. El Rey de Spardias siempre había estado allí para él, a través de las travesuras de la infancia y las complejidades de la corte. Ambos siguieron siendo unidos incluso después de crecer y enamorarse con sus respectivas parejas.

E incluso cuando Arnold se rebeló contra su padre, Zahid estuvo allí.

—¿Hubieras preferido que mi padre siguiera reinando? No te metas en mis asuntos Zahid —dijo Arnold con un tono seco.

Antes de que Arnold subiera al trono, su padre y su abuelo habían oprimido a los otros reinos. Atlis era el reino mas grande y tenía una gran cantidad de recursos de todo tipo, lo que les daba una gran ventaja.

Arnold había decidido poner fin a este ciclo de opresión. Esto, por supuesto, no había sido fácil, y la historia que lo había llevado a convertirse en rey era larga y compleja, pero finalmente había logrado sus objetivos y había iniciado varias iniciativas para mejorar las relaciones entre los reinos, una de estas era el programa de intercambios. Al comienzo creyó que los otros reinos no aceptarían estas iniciativas, pero lo hicieron, pues todos necesitaban algo de los otros, y por suerte todos los reyes actuales comprendían que tener buenas relaciones con sus vecinos era beneficioso para todo el mundo. La paz de la que disfrutaban actualmente no era perfecta, pero en general funcionaba bastante bien. Arnold temía que eso no fuera a durar mucho tiempo.

Aun así, no quería sacar a coalición temas tan pesados tan pronto. Esperaba que la respuesta a sus noticias fuera más favorable si conseguía que todos se relajaran un poco primero.

—¿Por qué mejor no remodelas este viejo reino? —añadió Arnold apenas un segundo después— ¿Cuánto tiempo vas a hacer que siga arruinando las flores de Regina? —su objetivo principal era aligerar su anterior comentario... y si de paso incordiaba un poco a sus viejos amigos, aun mejor.

Spardias, a pesar de ser un reino que le daba mucha importancia a la tecnologia, había pasado por algunas décadas difíciles que habían resultado en una infraestructura anticuada. Debido a esto, el reino aun no contaba con ningún aeropuerto.

Regina miró a Arnold molesta desde el otro lado de la mesa. Su reino, Olvum, estaba ubicado entre Atlis y Spardias, y era bien sabido que a su reina no le gustaba que la comitiva real de Atlis tuviera que pasar por su reino cada vez que decidía realizar una reunión entre los cuatro reyes. Decía que arruinaban la vegetación.

El reino de Olvum era conocido por estar lleno de todo tipo de plantas y flores, hasta tal punto que las ciudades parecían estar construidas en medio del bosque. Muchos decían que se trataba del reino mas hermoso, y Regina sin duda estaba de acuerdo.

Sin embargo, pasar por Olvum era la manera más rápida de llegar hasta Spardias. La única otra opción era rodear el continente por barco, pero se trataba de un viaje largo y costoso y el rey de Atlis no podía darse el lujo de perder el tiempo.

Regina golpeó la mesa con su bolso para atraer la atención de los tres reyes. Realmente se sentía como una niña pequeña otra vez cada vez que hacían esas reuniones, los cuatro habían crecido juntos, e incluso aunque ahora todos eran responsables de sus propios reinos, cuando se reunían no podía evitar sentir que volvía a tener quince años y estaba ayudando a Arnold a escapar de su casa.

—¿Y bien? —preguntó.

Pero en vez de responder, Arnold se limitó a sonreir, sumido en sus propios pensamientos.

Era increíble lo mucho que habían cambiado las cosas desde que eran niños, especialmente para el reino de Atlis.

Atlis, al igual que Olvum, estaba gobernado por un sistema de casas. Atlis tenía tres casas, siempre emparentadas por sangre: Liones, Aquano y Osius. Cada una de las casas tenía su propia especialidad, y se suponía que todas se complementaran para gobernar el reino. La casa de Aquano fomentaba la paz y la empatía, la casa de Osius fomentaba la inteligencia y la estrategia y la casa de Liones, de la cual siempre siempre salía el príncipe heredero, fomentaba la fuerza y la determinación.

Antes de Arnold era costumbre que el hijo mayor heredara el trono y se colocara a la cabeza de la casa de Liones, no importaba si el hijo mayor no tenía las aptitudes para entrar, debía obligarsele a hacerlo bien. Esto es lo que habían hecho con Arnold.

Pero él había decidido cambiar las cosas. En vez de poner a su hijo mayor, Winar, en la casa Liones, había dejado que sus hijos eligieran y fueran elegidos por las casas que se ajustaban mejor a ellos. Así, Olnar Caesonia, su segundo hijo, había crecido como el líder y joven maestro de la casa de Liones, mientras que Winar, había crecido en la Casa de Osius. Arnold siempre había sabido que Olnar estaba mejor capacitado para reinar. Por supuesto, también estaba Blanca, su hija menor, pero ella misma le había confesado que prefería cuidar de sus hermanos mayores que convertirse en reina ella misma.

Al igual que Arnold, Blanca también había notado la pequeña mancha negra que estaba instaurada en el corazón de Winar y con los años se hacía más grande. Incluso habiéndose dado cuenta Arnold ya no podía hacer más.

Regina carraspeo, forzando a Arnold a salir de su pensamientos.

—¿Y bien? —repitió, ansiosa por que el rey revelara el verdadero proposito de esa reunion de una vez por todas.

—¿Y bien qué cosa? —preguntó sin vergüenza.

—¿No estas mayorcito para andarte con este tipo de juegos? ¿Para qué has querido que nos reunamos hoy? Soy una mujer ocupada —Dijo Regina, levantando un poco la voz.

—Con tantas casas atrás tuyo, no me imagino lo ocupada que haz de estar —Escupió sarcásticamente Bereck, el Rey de Malycea.

Se trataba de un hombre muy tranquilo, serio, pacifico y siempre el único con la capacidad de hacer que los demás reyes callaran.

—¡Oh! Querido ¿estabas aquí? —comentó Regina riéndose por lo bajo.

Pero Bereck la ignoró.

«Tan infantil » Pensó el hombre poniendo su semblante estoico.

Regina era una mujer inteligente, había estado obligada a serlo pues cuando el último rey había muerto, habían incontables casas detrás del poder. Su lucha por llegar al trono fue probablemente la más sangrienta que cualquiera de todos los reyes, a pesar de que todos habían llevado batallas importantes para llegar al poder.

La madre y el padre de Regina habían muerto de manera violenta a temprana edad. Lo peor de todo era que ella lo había visto todo. Cualquiera que viera a Regina habría dicho que se trataba de una mujer tranquila, pero ella llevaba todo el peso de un oscuro pasado sobre sus hombros. El hecho de que su madre hubiera sido la amante de su padre y ella fuera una hija ilegítima no ayudaba.

De eso se trataba la cantidad exuberante de casas detrás del poder, muchas hermanas y algunos hermanos ilegítimos, la gran mayoría mujeres, habían luchado interminablemente por el trono. Regina había luchado por su vida muchas veces, había enfrentado toda clase de venenos y había pasado muchas noches en vela, con miedo a quien alguien pudiera salir de la oscuridad para asesinarla.

Después de todo, los grandes reyes solían llegar al trono con un rastro de sangre tras de ellos, y ella no había sido la exepcion. Regina había llegado al poder con una voluntad de hierro y con ello se había asegurado de mantener a raya a todo aquel que intentara derribarla.

Nunca más. Nunca más permitiría que pusieran su reino en caos. Nunca más permitiría que pasaran por encima de ella.

Mientras Regina podía dar la impresión de ser muy cariñosa y cuidadosa, no tenía mucha piedad con quienes buscaban cosas no correspondidas.

Bereck, por otro lado, era un rey más pacifico y callado.

Su reino, Malycea, estaba rodeado de arena, pero eso no quería decir que fuera menos importante, la mayor parte del tiempo quienes viajaban hasta allí podían visitar las grandes bibliotecas. Se trataba probablemente el reino con más libros, paleontólogos y criminólogos. Estudiaban los huesos y vestigios del pasado, la historia.

Desde pequeño discriminado por su color de piel moreno, Bereck tenía una lucha interna en sí mismo.

Quería que su reino fuera mejor, pero no tenía interés en ser el Rey. Nada de eso importó cuando decidió que sería leal a sus amigos. Uniendo su vida a una alianza tan inquebrantable como improbable, tuvo que tomar el trono y luchar contra el estigma de la sociedad.

—Ahora que ya entramos en confianza, vamos a nuestro tema. —Todos giraron la cara hacia el rey de Atlis.

—Probablemente Olnar será mi sucesor —dijo de manera sincera Arnold. Suponía que no tenía sentido dilatarlo más.

—¿Probablemente? o ¿Seguramente? —interrogó Zahid alzando una ceja.

—Bien, seguramente —Aceptó Arnold.

—El niño es muy joven todavía ¿por qué no Winar? —Bereck añadió creyendo su opinión acertada.

—Es muy ambicioso —Regina comentó lo que Arnold no se atrevió a decir sobre su hijo mayor.

— ¿Y? ¿Acaso es malo ser ambicioso? ¡Mira donde llegamos todos nosotros siguiendo nuestras ambiciones y sueños! —Espetó Bereck no entendiendo el punto de Regina.

—Es una ambición maliciosa, nosotros no éramos así de jóvenes. —se defendió Regina.

—Escúchame, si no escoges a Winar pronto habrá una guerra interna entre las casas. —Añadió Bereck como último punto.

Y Arnold lo sabía, pero también tenía plena seguridad en que Olnar lucharía por lo que realmente era correcto, él no lo había tenido fácil, él próximo rey tampoco lo tendría. De todas maneras sería una prueba, una que el que estuviera destinado a ser rey debería superar, él ya había calculado las variables y posibilidades y simplemente se había cansado de tanto pensarlo.

—¡Tu no puedes entenderlo! —gritó Zahid que se había sumergido en la discusión en algún momento. Arnold solo los miró atentamente, pacientemente hasta que se cansó.

Un estruendo acompañado de una mirada molesta y un entrecejo arrugado se mostró a los demás en la expresión de Arnold, que con su puño había golpeado la mesa.

Arnold se aseguró de que tenía la atención de los demás antes de continuar.

—En el peor de los casos Olnar deberá hacerle frente a la situación, y si él no mereciera su consideración y respeto no lo habría nombrado esta tarde en esta reunión ¿Cuándo empezamos a dejar que los prejuicios nos dominaran? Si consideran que por el ser el mayor Winar es quien debe reinar están muy equivocados. —Arnold le extendió una mirada sagaz a Bereck y el hombre volvió a tomar asiento tras la acalorada discusión.

—Es cierto que la ambición es buena, pero siempre y cuando sea sana y debo aceptar que Winar es un gran hombre con muchos dotes, pero no puedo evitar sentir que su pecho esta vacío y todos nosotros sabemos muy bien que cuando el globo esta lleno de aire lo único que hace volar sin ritmo y sin destino. —Arnold se acomodó sobre su asiento y los demás respiraron incómodos.

No les gustaba lo serio que se mostraba.

No había sido su intención recordarles el hecho de que sus reinos eran un desastre mucho antes de ellos.

Guardaron silencio un poco más.

—No digas que no te lo advertimos —Añadieron al mismo tiempo Bereck y Zahid, estando muy en contra de la decisión de Arnold, pues presentian que eesta acarrearía muchos problemas en el futuro.

—Confío en que ustedes estarán siempre de mi lado incluso cuando deje de acompañarlos en esta vida. —Se miraron mutuamente los tres reyes atónitos, sin saber muy bien a que se refería Arnold. Sin dar tiempo para preguntar, el hombre se levantó del lugar y dejó con sus pensamientos a los otros tres.

¿Qué habría querido decir?


***


Arnold deambulaba por las calles de Olvum, iba de regreso a su reino, sin autos tras de él, como un ciudadano más, mezclandose con la gente. Un riesgo innecesario, tal vez, pero le gustaba de vez en cuando alejarse de todas las restricciones que venian con ser el rey.

Sin embargo, se encontró con un problema: se había alejado de su guardia y no recordaba el camino de regreso.

«Esto no me pasaba desde que era joven » pensó para sí mismo.

Continuó caminando hasta que la noche toco los hombros de su sombra, haciéndola más oscura, el frio fue capaz de recorrerle el cuerpo y las flores de cerezo importunaron su paso seguro.

En algun punto se había adentrado en uno de los muchos parques de Olvum, y le llevó un buen rato cruzarlo.

¿Por qué los parques tenían que ser tan grandes?

Caminó un poco más hasta que se vio sumergido en un callejón, después de todo, el mundo no sería mundo si no hubieran lugares así.

Aunque su identidad sería irreconocible para la mayoría de los ciudadanos, un hombre con dinero como él nunca iba mal vestido, y cualquiera podría verlo y decidir aprovecharse. De la oscuridad de la noche salió un hombre dispuesto a robarle, no tenía un arma y Arnold era muy buen peleador a un a su edad.

Por su puesto que se defendió.

Noqueó al hombre, esto no fue un gran inconveniente, el problema llegó cuando se dio cuenta de que el hombre no había venido solo. A Arnold no le importaba que lo asaltaran, realmente tenía mucho dinero y podría comprarse todas las cosas robadas en un instante.

Pero dignidad es dignidad.

Otros dos hombres surgieron de la oscuridad del callejon para ayudar al primero y se abalanzaron sobre él.

Se pelearon cuerpo a cuerpo por cerca de quince minutos, los venció a todos una y otra vez. Los ladrones eran demasiado persistentes para su gusto, no sabían como perder.

Uno de ellos sacó una navaja, que bajo podrían caer, Arnold trastabilló en lo que parecía una emboscada, los otros dos hombres se colocaron tras de él con el típico intento de sostener sus brazos para que el tercer hombre lo golpeara sin poder defenderse, solo que el hombre en vez de golpearlo tenía el rostro convulsionado por la ira, y parecia dispuesto a apuñalarlo.

Probablemente no se había tomado bien el hecho de no poderle robar a un hombre como él. Arnold luchó, pensando que podría quitarse a los hombres de encima con facilidad, pero se equivocaba.

No podía soltarse, se habían aferrado a él. Arnold estaba seguro de que si salía de esa, haría una importante reforma. Una que permitiera que los delincuentes también formaran parte de la Armada Real, parecían mucho más efectivos y menos incompetentes que sus propios guardias.

Arnold perdió fuerzas, después de todo ya no estaba tan joven como antes, y por una vez se sintió realmente asustado. La cuchilla del hombre estaba cerca de ser incrustada en su estomago, apenas un rasguño, pudo sentir que algo interfirió o alguien, pero ni si quiera pudo ver su rostro antes de desmayarse, que patética situación.


***

Arnold despertó con la garganta seca, como un Volswagen viejo sin aceite lubricando sus partes. Miró alrededor y vio paredes celestes, un velador con un vaso de agua a su lado. Se tomó la libertad de consumir el contenido del vaso y entonces se dio cuenta de que sentía mucho calor, tenía encima dos frazadas y todas las ventanas de la pequeña habitación estaban cerradas, también lo estaba la puerta.

Claramente no estaba en casa.

Recordó lo que había pasado en el callejón con los asaltantes, estaba claro que alguien lo había salvado, pero no creía que se hubiera tratado de su guardía, ¿Quién entonces? ¿Dónde estaba?

Mró con más detalle la habitación a su alrededor. El pintado en las paredes era impecable, justo como un profesional lo haría. El suelo era de Caoba, no se le hizo raro, después de todo en Olvum habían muchos árboles, se quitó las frazadas de encima y se dio cuenta de que había sido despojado de la gran parte de sus cosas, su reloj, su chaqueta de cuero color caqui. Mucho por lo cual lamentarse después.

Mientras hacía el intento de levantarse sintió dolor en su vientre, cuando se descubrió, vio la enorme venda colocada encima de la herida que tenía apariencia de haber sangrado anteriormente.

—Oh, ya esta despierto. —una mujer había entrado en la habitación cuando el estaba ocupado revisando su herida. Ella se tapó la boca con asombro al ver a Arnold despierto y salió corriendo a avisar a alguien.

Apenas unos segundos después, un hombre entró a la habitación.

—Hola —comenzó el hombre, parecía nervioso— ¿Se siente bien majestad? —A Arnold le sorprendió que el hombre supiera quien era él—. Sus cosas están en la sala, mi esposa lavó su ropa, así que deberá quedarse un rato más hasta que se seque su ropa. —Añadió el hombre.

Arnold sonrió amablemente, intentando hacerlo entrar en confianza. Si ese hombre lo había salvado, no quería que se sintiera incomodo a su alrededor.

—No te preocupes, puedes llamarme Arnold, agradécele a tu esposa de mi parte. Déjame abusar un poco más de tu hospitalidad y consígueme algo de té. —Finalizó Arnold. El hombre lo miró dudoso, parecían de la misma edad.

—¿Qué sucede? ¿Quizá fui demasiado atrevido? —El hombre negó con la cabeza y Arnold se quedó esperando una respuesta.

—No tenemos té, pero si hay ron. —Respondió finalmente.

—Genial, puedo con eso —dijo alzando las cejas, tratando de inspirar confianza.

El hombre salió una vez más y Arnold le dio un último vistazo al cuarto antes de salir tras el paso del hombre. Lo invitó a sentarse en el suelo, frente a una mesa baja sobre la cual colocó un vaso. Permitió que Arnold se sirviera primero e intentó encontrar algún tema de conversación.

—Muy amable de tu parte, pero aún no sé quien eres, podrías empezar por esa parte. —Dijo Arnold tomando un sorbo.

El hombre rodó los ojos.

—¿Siempre es así con todo el mundo?

—¿Así como?

—Tan sinvergüenza... —El hombre se tapó la boca, había dicho una ofensa contra alguien de la realeza, su mujer casi lo asesinó con la mirada desde la cocina, desde donde podía verlo todo.

Arnold se rió.

—Pues si, además parecía que estabas teniendo un momento difícil aquí sin saber como hacer una conversación adecuada, señora no se preocupe, ustedes me salvaron, si creyera que no son dignos de mi compañía me hubiera ido apenas desperté —añadió mientras tomaba su vaso con ron, demasiada confianza.

—Mi nombre es Irving Arslan —se presentó el hombre, y luego hizo un gesto hacia la mujer— y mi esposa se llama Amarilis, tenemos un hijo único y una nuera, ellos son doctores y gracias a ello y algunos trabajos que realizo nos mantenemos bien —terminó el hombre.

Arnold le dio un vistazo mas detallado a la casa, era de tamaño medio y tenía un aire muy acogedor, cerrada completamente y con la libertad de sentir el aire correr hacia tu rostro al abrir las numerosas ventanas.

Arnold sabía que el patio era espacioso, se podía ver desde una de las ventanas de la casa, también sabía que probablemente la casa tenía más de un piso. Estaba consciente que lo que estaba a punto de decir cambiaría mucho sus vidas, conocía eso. Arnold siempre tuvo el don innato para notar malicia en los corazones de otros, y en esta casa, no había nada de ello.

—¿Cómo puedo pagarte? —Arnold ya sabía la respuesta a ello desde mucho antes de preguntar.

—No me debe nada, con su amistad es más que suficiente.

—Sabía que dirías eso ¿Dices que tienes un hijo y una nuera? Ellos probablemente serán padres muy pronto ¿no? —El hombre no negó las preguntas que Arnold había hecho, no entendía a donde el rey quería llegar, así que lo dejó seguir.

—Se que ofrecerte dinero también será en vano, entonces probablemente si permitieses que nuestros nietos fueran amigos podría pagarte. —El hombre lo miró pensativo.

—No, para mi es suficiente con que usted simplemente diga gracias ¿Cómo que nuestros nietos sean amigos será un agradecimiento para mi? Yo lo veo más beneficioso para usted ¿Qué esta intentando hacer? —Irving era un hombre inteligente.

—Esta bien, me atrapaste, si nuestros nietos fuesen capaces de conocerse, si tu nieto fuera una niña podría casarse con alguno de mis nietos y entonces ascender al trono, no quiero ser malinterpretado, probablemente mi aparición en tu vida te haga pensar que soy un hombre que solo piensa en sus intereses y no tengo una justificación a ello, porque puede que sea así. Mi hijo mayor va a ser padre muy pronto, entonces si ... — Arnold fue interrumpido abruptamente.

—¡Váyase de mi casa! Amarilis trae las cosas de este hombre. —Amarilis no se movió de su lugar. Irving solo la miró, Amarilis hablaba muy pocas veces y esa era una de ellas.

—No seas insufrible con el señor Arnold. —Le dio un golpe en la espalda y el hombre se quejo de dolor. Amarilis prosiguió.

—He sabido que usted es un hombre muy importante, si no supiera el valor que usted acaba de ver en mi familia, sin conocernos usted ofreció algo así. Disculpe a mi esposo, pero usted también debe saber que todo lo que hemos conseguido ahora no ha sido por ganar el favor de ningún rey, ni de ninguna reina. —Amarilis finalizó, mientras los hombres la miraban atentamente.

—Precisamente es por eso que pido me dejen formar parte de su familia, mi familia necesitará mucho alguien que le recuerde esos valores cuando yo no este. Habrá una guerra, y aún todas las variables se encuentran en mi contra, el problema aquí realmente no es que solo piense en mi familia, mi familia es la que dirige al trono, mi primer hijo es muy ambicioso, mi segundo hijo es amable y su corazón es cálido, mi hija menor solo esta interesada en que la familia siempre este unida. Ella eligió eso, como su trabajo desde hace mucho tiempo. ¿Por qué yo de todas las personas le confiaría mi familia, mi reino y mi vida a unos desconocidos? —Finalizó Arnold con un semblante serio sembrado en su rostro.

Arnold había tenido una revelación, había soñado con la guerra, no sabía cuando, pero él se estaba moviendo rápido, no era como si moviéndose rápido pudiera evitar lo que se vendría, pero al menos podría estar preparado, no se quejaba de su vida, ni de su esposa, ni mucho menos de sus hijos.

Hace mucho tiempo atrás el se habría quejado, sin embargo, en algún punto de su vida mientras crecía, se dio cuenta de que quejarse de la vida que le había tocado no la iba a resolver, después de todo cada quien es dueño de su destino. La cosas siempre suceden por algo, muy sabio haber escuchado ese consejo.

El hombre frente a él suspiró.

—No fue mi intención ser grosero con usted, solo que aceptar algo como eso de usted después de ser salvado, haría que el que este en deuda sea yo y no usted —Aclaró Irving un tanto avergonzado.

—¿Aun no lo entiendes verdad? Lo que tu familia puede darme es mucho más grande que todo lo que poseo y aún así ¿crees que estarás en deuda? —Por alguna razón Arnold sentía que llevaban muchas horas dándole vueltas al asunto.

Rezongó con cansancio.

—Mira, solo quiero que seamos amigos ¿es mucho pedir?

—¿Sólo amigos?

—Si, solo eso.

Un silencio se instauró dentro de la cálida sala de estar.

Antes de que alguno de los dos pudiera refutar el argumento del otro, la puerta se abrió dejando entrar a una pareja joven. Arnold supuso que se trataba del hijo de Irving y su esposa, y Arnold no dudó de la tenacidad de sus palabras, especialmente al ver a la mujer que acompañaba al hijo de Irving, ella lo saludó y por un segundo volvió a recordar su juventud, cuando conoció a Yarissa.

Yarissa Kacyl era su esposa y el amor de su vida, que ella apareciera también había sido un punto clave para llegar al trono, la había visto en la ciudad, en su pequeña tienda de flores, la única que vendía flores frescas, en ese entonces a Arnold le interesó, pero pensó que no debía desconcentrarse de su objetivo, ya tenía cerca de los diecisiete años cuando la conoció.

—La señora Yarissa y mi mamá eran muy cercanas ¿ella esta bien? —preguntó la chica y entonces volvió a reafirmar sus ideas, no había manera de que él diera marcha atrás.

Arnold trató de alejar sus vagos deseos sobre la mujer que vendía flores en la ciudad más cercana al palacio, ya que sabía que ni el rey anterior ni su padre lo aceptarían.

Apesar de sus intenciones, pronto se encontró escapándose del palacio muy a menudo para verla, aunque aparentemente ella no supiese que él la observaba. Yarissa podría ser una mujer de la ciudad, pero no era tonta, todas y cada una de las veces ella era consciente de que él estaba ahí.

Así mismo, también era consciente de que no podría tener al hombre así que ella solo fingía no verlo, rodeándola. Fue difícil para Arnold no interceder cuando un hombre que se había vuelto persistente hace algunas semanas le insistía y a ella parecía desagradarle la compañía del hombre.

«Sí la ayudo, probablemente también piense que soy un acosador » Sopesó en sus adentros Arnold. Fue más difícil aún no ayudar a la mujer cuando el hombre empezó a emplear el uso de la fuerza para que aceptará salir con él.

«Que tiempos tan barbáricos» pensó Arnold. Al final decidió salir, y entonces se dio cuenta de que no había vuelta atrás, su tarea se había vuelto más difícil aún.

Debía proteger al reino y a la mujer que amaba.

Siguieron viéndose a escondidas, aún cuando ella sabía el peligro que corría constantemente su vida. La historia de como se convirtió Arnold en un rey capaz de unificar cuatro reinos es muy larga.

Llegó al poder muy joven. Tuvo su primer hijo a los veintisiete años, justo al tiempo en que intentaba formarse una gran reputación, Yarissa siempre fue su apoyo y lo seguía siendo. Arnold se sentía muy intranquilo alrededor del hecho de que su vida había sido muy apacible, con problemas muy normales, pero aún así creía que tanta tranquilidad terminaría en desgracias.

Era el tipo de hombre que creía que la felicidad era buena siempre que fuera momentánea, por que si la felicidad era eterna, la gente tendía a convertirse en un envase vacío, aburridos de tanta felicidad, cansados. Los problemas al igual que la felicidad tenía que mantener la misma proporcionalidad en este mundo. Si éramos capaces de afrontar los problemas, entonces volveríamos a tener la tan ansiada felicidad.

El Rey de Atlis ya había pasado por muchas pruebas, pero estaba seguro que a pesar de seguir cumpliendo años, ellas no dejarían de aparecer.

—¿Y bien? —Insistió Arnold con la vista fija en Irving.

Irving no solía ser un hombre mentiroso ni uno tramposo.

—Solo ser amigos ¿verdad?

—Claro, aún si nuestros nietos no se llevan podemos mantener la amistad, aunque confio mucho en que se lleven. No soy el tipo de hombre que fuerza a los demás a cosas que no quieren hacer. —En ese momento Irving no lo había entendido, pero Arnold estaba seguro de que en un futuro lo entendería.

—¿Es una promesa?

—Es una promesa.

Los años transcurrieron rápidamente. Luca el hijo de Irving tuvo una niña con Rose, la nuera de Irving. Arnold fue a conocerla, para ese tiempo el ya tenía dos nietos varones, Zed su nieto mayor y Froilán el menor, aunque Froilán se parecía más a él, Arnold desarrolló un cariño especial por sus dos nietos.

Ahora había una promesa de por medio, una de la que dependía el futuro de la unión de los cuatro reinos.

Donde la paz pendía de un hilo.


18 de Octubre de 2020 a las 19:44 8 Reporte Insertar Seguir historia
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Betty Johnnes Betty Johnnes
Buena historia, ya quiero saber que sigue
October 21, 2020, 01:43

𝓜𝓮𝓵 𝓥𝓮𝓵𝓪𝓼𝓺𝓾𝓮𝔃 𝓜𝓮𝓵 𝓥𝓮𝓵𝓪𝓼𝓺𝓾𝓮𝔃
¡Chicaaaaas! Acá ando leyendolas. Me intriga mucho lo que esta en juego en esa promesa, amé el mapa al inicio peeero me parece que a los 48 años se es muy joven aún! Arnold esta joven, no un anciano! De hecho los buenos catanos son de 58 para arriba y eso aun se siente joven XD Amé su historia, chicas, esperaré con ansias saber qué sigue. La única recomendación es separar bien los párrafos en la edición, nada mas <3
October 21, 2020, 01:20

  • Kimberly García Kimberly García
    Es una visión retrospectiva hacia el pasado Arnold actualmente tiene 75. Ajaja es que eso ya sale después. Pero me alegra mucho que te atraiga. October 21, 2020, 02:14
Angélica Plaza Angélica Plaza
Excelente. historia, trama, gramática. Estoy segura de que será muy buena. ¡Éxitos!
October 19, 2020, 19:40

  • Kimberly García Kimberly García
    Muchas gracias. Nosotras esperamos no decepcionar. October 21, 2020, 02:13
Sofía LeNéant Sofía LeNéant
Bonne nuit Disfrutar de estas letras como se disfruta de un buen cabernet sauvignon. Me deleito con sus letras, me regocijo con el resultado de esta unión literaria. Merci beaucoup mesdames.
October 19, 2020, 06:19

  • Kimberly García Kimberly García
    Muchas gracias, siempre es bueno compartir nuestras letras con quien este interesado en ellas. October 19, 2020, 06:21
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