khbaker K.H Baker

La noche de Halloween, esa noche tan esperada por niños, jóvenes y adultos, la noche en la que todos pueden dar rienda suelta a su imaginación y comer tantos dulces como jamás pudieron imaginar. Sin embargo, otros tienen una visión muy distinta de esa noche tan peculiar, muchos la usan para cometer fechorías, bromas de mal gusto y jugar con cosas que jamás deberían salir de la oscuridad donde duermen el resto del año porque, en Halloween, no todo es lo que parece y las pesadillas que dormitan todo el año, garantizando tu seguridad, escapan en cuanto tienen oportunidad de hacerlo si se juega con ellas.


Horror Horror adolescente No para niños menores de 13.

#interactive #theauthorscup #TheHorrorShow
15 / 15 CAPÍTULOS Historia interactiva
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Truco o trato

—¡Truco o trato! —claman los niños vestidos con sus divertidos y terroríficos disfraces cuando la puerta de la casa de Maggie se abre, mostrando a una joven de diecisiete años ataviada con un vestido negro, medias blancas que llegan hasta la mitad de sus mulos, unos zapatos planos negros y un par de trenzas que caen sobre sus hombros, al más puro estilo Miércoles Adams.

—¡Truco o trato! —exclama Maggie en respuesta mientras sostiene entre sus manos una calabaza de plástico rellena de golosinas—. Que niños tan guapos, a ver... una golosina para el pirata, una golosina para el hada y una golosina para el fantasmita.

—¿Para nosotras no hay golosinas? —pregunta una joven que se acerca moviendo sus caderas de forma exagerada, vestida de payaso asesino, junto a otra joven vestida de monja con ropas bastante mucho más cortas de lo normal.

—¿A vosotras os han enseñado que Halloween es para dar miedo? Porque parecéis sacadas de una revista playboy —dice Maggie tras dejar la calabaza de plástico en su lugar—. ¡Mamá, voy a salir!

—¡No vuelvas tarde! —responde su madre desde el interior de la casa.

—¿Lista para una noche escalofriante, Miércoles? —dice Tara, la joven vestida de payaso.

—Siempre estoy lista para el miedo, Pennywise.

—Dejaos de cháchara y vayamos al lío, los chicos nos esperan —dice la mujer vestida de monja.

—¿No tienes frío vestida así?

—¿Y tú no tienes calor?

Las calles están decoradas con los típicos adornos de Halloween, los niños caminan de un lado a otro sonrientes, algunos con sacos para meter sus golosinas, otros con calabazas de plástico donde pueden meter sus golosinas. Las calabazas decoradas con semblantes escalofriantes decoran las entradas de las casas, una tradición que se lleva a cabo desde hace cientos de años fruto de una leyenda urbana que se convirtió en folclore.

Maggie, Tara y Susan caminan decididas, dos de ellas haciendo resonar sus tacones sobre lo adoquines. Miran a su alrededor distraídas mientras comentan el atuendo de Maggie, quien no considera que Halloween sea una fiesta para que las mujeres vistan de forma extremadamente provocativa. Sus amigas la hacen callar mediante bromas, antes de señalar a una joven que se balancea sola en uno de los columpios del parque de la calle Baker, cubierta de sangre.

—Vaya disfraz más penoso —dice Susan al señalarla—. ¿Le decimos algo?

—Halloween es una fiesta para disfrutar, no para comenzar peleas —tercia Maggie.

—Eres una aguafiestas, que lo sepas —añade Tara antes de dar una palmada y frotarse las manos—. Ahí está la mercancía.

Delante del instituto de enseñanza secundaria James Woods, charlando entre ellos y riendo como si no hubiese un mañana, hay tres jóvenes ajenos al acercamiento de las chicas. Un esqueleto trajeado, un cirujano lleno de sangre y un payaso con aires de steampunk. Tara se acerca silenciosa tras pedirles silencio a los otros dos chicos, llevándose el dedo índice a los labios, cuando está justo detrás del payaso, Tara le tapa los ojos y le susurra al oído:

—Tú también flotarás...

El joven se gira sobresaltado al escucharla y rodea su cintura con ambas manos antes de darle un beso a su novia y darle una vuelta completa como si quisiese mostrársela a sus amigos.

—¿Habéis visto que buena que está mi novia? —pregunta de forma retórica, pues sabe que, por su bienestar físico, sus amigos no van a responder.

—Os presento a mis amigas —dice Tara, antes de girarse para señalarlas—. Ya conocéis a Susan, la monja, y aquí tenéis a la tétrica Miércoles, ella se llama Maggie.

—Tal vez ese disfraz te sentaría mejor si fuese un poco más corto —dice el cirujano ensangrentado.

—Lo he pensado, pero Tara me avisó sobre la clase de chicos con la que iba a encontrarme esta noche y no quería un vestido demasiado corto, ya sabes, para no ir a juego con tu cerebro.

—Guerrera, como a mí me gustan.

—Ya basta, Freddy —dice el joven disfrazado de payaso—. Disculpa el comportamiento de Fred, a veces no es consciente de cuando una broma se transforma en grosería. Yo soy Tom, es un placer conocerte, y este tío tan callado es Charles.

—Bueno, ¿nos vamos o qué? —dice Susan, un poco exasperada.

—La monjita tiene razón, es hora de ponernos en marcha —dice Freddy, curvando una media sonrisa.

—¿Estáis seguros de que allí no habrá nadie? —pregunta Maggie, sin estar del todo convencida de lo que iban a hacer.

—Tranquilizate, doña modales correctos —dice Tara, pasando un brazo sobre los hombros de su amiga—. Nadie ha visitado ese psiquiátrico desde hace más de veinte años.

—Pero... ¿un psiquiátrico? ¿No es demasiado tópico incluso para Halloween?

—Lo hacemos todos los años —interviene Susan. En sus planes no estaba que una recién llegada como Maggie, quien llevaba en la ciudad apenas siete meses, se llevase el protagonismo en lugar de ella, cuyo disfraz no dejaba lugar a la imaginación—, y lo haremos este también. Yo ya he avisado en todas mis redes sociales, esperan un recorrido en directo por las instalaciones.

No les cuesta mucho llegar pues los chicos habían insistido en ir montados en sus motos en lugar de subir andando la colina que llevaba hasta las inmediaciones del psiquiátrico.

Todo se vuelve demasiado silencioso en el momento en el que los motores de los vehículos se acallan, todos bajan de sus respectivas motocicletas y se quitan los cascos antes de mirar la imponente edificación cuyas paredes, las cuales habían sido totalmente blancas en algún punto, habían sufrido los estragos del paso del tiempo.

Freddy se acerca a los matorrales y de detrás de ellos saca una pequeña nevera de playa, cuyo interior está repleto de hielo, refrescos y bebidas alcohólicas. Dirigiendo una mirada altiva a los que serán sus nuevos compañeros de noche, abre dicha nevera para mostrarles el contenido.

—Señoras y señores, me he tomado la libertad de pasar un poco antes por aquí para prepararles este obsequio —anuncia como si fuese el portavoz de un circo antiguo—. Ahora, que comience la diversión.

Animados, con toda la noche por delante y provisiones que garantizarían que la noche fuese todo un éxito, los seis amigos se adentran en la oscuridad del hospital mental, alumbrando su camino con las linternas de sus teléfonos móviles.

El interior está cubierto de polvo cuyas partículas flotan en el aire, dotando el ambiente de un hedor característico que, mezclado con la humedad del lugar, provocaba escalofríos en los chicos a pesar de que, para algunos, no era su primera vez allí. En el grupo, tan solo Maggie es la novata, la primera que desea experimentar aquella sensación por primera vez a pesar de no estar totalmente convencida, ella sabe que los adolescentes son expertos en ejercer presión de grupo, pero nunca la ha experimentado en sus propias carnes ya que nunca ha estado en un grupo, a decir verdad, nunca ha tenido amigos reales. Aquella es la razón por la que Maggie está allí, porque es nueva relativamente nueva en la ciudad, porque ha conseguido caer bien a alguien que no sea el empollón de la clase, porque no quiere volver a ser la pringada del fondo de la clase, la solitaria que solo habla con la bibliotecaria porque, de lo contrario, se convierte en el blanco de todas las miradas.

Caminan lentamente aunque la mayoría está seguro con cada paso que da, Tara y Tom van cogidos de la mano, buscando con la mirada un lugar propicio donde demostrar su amor el uno por el otro, Charles camina con una de las manos en su bolsillo y sujetando su bastón con la otra mano, lleva la cara pintada simulando ser una calavera y repeinado hacia atrás pero mira al frente y eso logra crispar el humor de Susan quien, harta de tratar de llamar su atención con sinuosos movimientos de su cadera y vanos intentos que pretendían simular que estaba asustada, se aferra a su orgullo y camina con la cabeza alta mientras busca cobertura, alzando su teléfono móvil cuando lo que debe hacer es alumbrar sus pasos con la linterna.

—Si venís tan seguidamente deberíais conoceros este lugar a conciencia, ¿no? —cuestiona Maggie.

—No te lo vas a creer, Maggs —dice Tara, soltando la mano de su novio para cogerse al brazo de su nueva amiga—, pero este lugar es un poco... peculiar.

—¿A qué te refieres?

—Nadie sabe cómo o por qué pero, cada año es diferente al anterior, cada año, en Halloween, este lugar cambia y este año estamos decididos a aguantar aquí toda la noche para descubrir cómo pasa —explica Susan más animada.

—¿Y cómo pensáis hacer eso? —se cuestiona Maggie.

—Muy fácil —dice Susan cogiendo a Maggie de los hombros y mirándola fijamente a los ojos, obligándola a que ella hiciese lo mismo—. Uno.... dos... y tres... ¡voilà! —exclama Susan, separándose de Maggie con una amplia sonrisa.

Maggie la mira enarcando una ceja pero pronto se da cuenta de los demás han desaparecido y allí, en el vestíbulo, tan solo están ella y Susan, quien la mira con una amplia sonrisa mientras la enfoca con la linterna de su móvil, dificultándole le visión.

—¿Dónde están todos los demás? —pregunta Maggie mientras siente cómo su corazón late a toda velocidad.

—Es un secreto —responder Susan llevándose el dedo índice a sus labios—. Y ahora, el truco más difícil...

Susan chasquea los dedos y un gran foco de luz muy potente alumbra a Maggie, obligándole a cubrirse los ojos con el brazo, entonces, al mirar hacia abajo, Maggie se da cuenta de que está situada sobre una gran X roja y comprende que está siendo objeto de una broma de mal gusto. Cuando la luz del gran foco se apaga, Susan ya no está y ella se encuentra totalmente sola.

Trata de retroceder para salir de aquel lugar, pero alguno de ellos debe haber puesto la cadena con el gran candado que impide su salida, ella no tiene la llave y, por consiguiente, no puede escapar de la terrible broma que aquellos que decían ser sus amigos le tenían preparada.

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31 de Octubre de 2020 a las 16:12 0 Reporte Insertar Seguir historia
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