—Tengo hambre.
Tristes palabras resonaron en el medio de una calmada noche, escurriéndose con debilidad, como si fuera un susurro en busca de piedad, entre los sonidos de la vida silvestre y el golpeteo irregular de madera contra piedra y tierra.
Pero estas palabras, morían en cansancio a no tener alguien con quien encontrarse, ya sea el pequeño espacio de madera donde se origino, o la inmensidad de la llanura donde hubo escapado.
Pero estas palabras y más, seguían surgiendo aún contra toda esperanza de una escucha, ya que en principio, surgían del improductivo lamento de su creadora.
—Tengo hambre, Mami tengo hambre..., pero hace mucho frío....
Hasta que poco a poco, fueron desvaneciéndose en la tenue iluminación de la luna llena, al son de la perdida de conciencia de su productora.
Nubes oscuras envolvían la fatigada y subliminal mente su triste dueña, mostrándole según el designio de su subconsciente, escenas cambiantes e inexactas de su triste pasado y la luz que había en ella.
—Mami, mami, tengo frío, abrázame y dame calor por favor—le dijo una pequeña niña a su adorada madre, quien con ternura, la tomó entre sus brazos y la acurrucó en si misma.
—Tan cálido...,¿cómo haces para ser tan cálida, mami?—pregunto a gusto la pequeña niña.
—Magia cariño, magia—le respondió su madre con una cálida sonrisa.
—¿Magia?.
—Si, magia cariño.
—¡Guao!, ¿puedo hacerlo yo también?.
—Por su puesto cariño, es algo que es parte ti, es como ronronear.
—¿Cómo ronronear?.
—Si, tan natural como ronronear o mover tu mano, solo tienes que practicar, lo malo, es que te da algo de hambre—le explico con paciencia la madre a su hija, pero eso fue lo ultimo que dijo, ya que la escena fue engullida por las nubles oscuras, para dar paso a otra escena.
—Mami, mami, mis hermanas y papá me golpearon otra vez —lloró la pequeña niña mientras corría a la cama donde estaba su madre.
—Mi niña, no llores, tienes que ser fuerte.
—Pero mami, es que, es que, ellas me invitaron a jugar y, y...—Decía la niña llorando.
—ya, ya, tranquila, recuerda que te dije que no te metieras con ellas, que tienes que ser invisible, así es mejor...
Las escenas cambiaban y cambiaban sin razón ni preámbulos, mostrando diferentes escenas, a veces triste donde su padre o su hermanas la golpeaban, a veces felices estando con su madre, hasta que llegó a una escena donde se entraba en frente de su madre al final de su vida.
—Mami, mami, no te vayas, quédate conmigo, no te mueras...—Suplicó la niña a su acostada y pálida madre, quien aún a pesar de su estado, seguía manteniendo una sonrisa de amor y afecto, a pesar de tantos años de dolor y abuso.
—Mi, niña, mi tesoro, te quiero tanto, pero como lo siento, ay mi niña, escucha tienes que ser fuerte, tienes que ser flexible, tienes que ser astuta, pero sobre todo, tienes que sobrevivir y siempre buscar la felicidad, ya que la vida es muy dura...—suspiró débilmente sus ultimas palabras, dando paso a los llantos de dolor de la niña.
Llantos que siguieron y siguieron aun cuando la escena se transformó, a una donde un sujeto la llevaba en sus amplios hombros, mientras veía cada vez mas lejos a su padre entrando a su casa con una bolsa de su moneda.
—Papa no me abandones, no me abandones..., seré buena, por favor
Pero sus gritos no eran escuchados por su padre, quien cada vez estaba mas lejos pero a la vez mas cerca, hasta que en un grito de suplica, despejó toda la tiniebla que formaba su visión, para dar paso, al frío piso de madera de donde estaba acostada.
Era una pesadilla, razonó la niña luego de despertar empapada de sudor y con su corazón a millón, para luego acurrucarse lo mas posible con sus brazos, piernas y cola, para a continuación retomar su lamento.
—Tengo frió..., pero tengo hambre.
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