En algún lugar del mediterráneo, 1780.
Cuatro años antes de concluir la independencia de Estados Unidos de América, Inglaterra se enfrentaba cruelmente con las trece colonias del nuevo mundo y no estaba dispuesta a aceptar la derrota con cada enfrentamiento. Desde el inicio de 1780 todos los ojos del mundo europeo estaban pendientes de la controversia, al mismo tiempo que los convoyes británicos intentaban defender lo poco que podían de su conquista. Justo en esas circunstancias, Gran Bretaña buscaba fuerzas en las Indias Orientales para poder dar hasta su último aliento en ese deseo de seguir siendo la potencia de la época. Pero mientras los enfrentamientos ocurrían en América, las oportunidades de piratas y corsarios crecían con el aumento de saqueos, diezmando fuerzas navales importantes a su antojo.
Lo que no esperaba el famoso Capitán Yilan Hain, es que su enemigo acérrimo fuera una de sus víctimas en dicho saqueos.
El Golden Nymph ardía a fuego vivo en el Alcázar, las rasgadas velas del mástil mayor se agitaban violentas con el viento y las implacables llamas. Los tripulantes recorrían de esquina a esquina el navío para detener los esbirros de su enemigo.
— Pero mira como se pasan las páginas del tiempo con estas brisas marinas —sonrió Yilan al ver como Edham luchaba por sostenerse del pasamanos del castillo de proa—, sin duda sé que sentirás la falta de tu preciado tesoro —, una sonrisa ladina cruzó su curtida facciones, producto del cruel y ardiente sol del verano.
Edham intentó con lo poco que quedaba de fuerzas apoyar una mano y su arma en la cubierta, para llevar su peso en ellas; aunque sabía que era inútil sostenerse por mucho tiempo. Su peor enemigo lo había sorprendido con la guardia baja y forzado a ingerir el láudano, este, empezaba a hacer efecto en él nuevamente a pesar de haber luchado minutos antes hasta casi desfallecer por la fuerte dosis. Su cuerpo se sentía cansado y drogado, se le hacía imposible mantenerlo en pie.
— Has hecho una jugada muy sucia conmigo Yilan, solo eso te salva de que tu cuello no esté sangrando.
La cabeza le daba mil vueltas y escupió con odio contenido.
— El tesoro no tiene valor alguno para mí, sabes que no tendrás en tu poder esos papeles antes de que lleguen... A Turquía —, el humo del barco comenzó a extenderse por castillo de proa, la figura del enemigo comenzó a ser reemplazada por una nubusa oscuridad y su vista traicionera lo hizo trastabillar.
Yilan pegó el filo de su alfanje en el cuello de Edham.
— Es una lastima que el Dux te tenga piedad. Si no fuera por su gran corazón grasiento. Tú, pestilente rata, ya estarías muerto —, inclinó su rostro hasta quedar a unos centimetros de su casi inconsiente adversario —. Disfruta la libertad mientras puedas "Emir del mar" porque si vuelvo a verte, tu fortuna no te traerá buen augurio.
El rostro del Emir se contrajo del odio. Su mirada se clavó en Yilan, quíen le empujó con un puntapie el arma que lo sostenía y provocando que cayera sobre la cubierta. Lo único que alcanzó a ver antes que el láudano diera fin a su conciencia, fue su espalda y una oscura carcajada; mezclándose con el barullo desesperado de su tripulación luchando por sofocar la llamas.
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